Pocas veces en su historia ha sido fácil ser argentino. La actual es una de esas épocas que se recordará por el sufrimiento. El salario medio de un trabajador ha caído un 19% en términos reales desde diciembre y ya está por debajo del umbral de pobreza. El descenso para los que trabajan en la economía sumergida es mucho mayor. El consumo se ha derrumbado. En febrero, los supermercados anunciaron un descenso del 11% anual en sus ventas. En las pequeñas tiendas, fue del 25,5%.
Javier Milei está encantado. Cree que todo va de cine, porque los grandes números financieros van en la dirección concreta. En un país en bancarrota, la medicina puede ser tan dura que deje medio muerto al paciente. Eso no es un problema para el presidente que tomó posesión el 10 de diciembre. Todo el planeta está contaminado de socialismo y se necesita un cirujano de hierro para salvarlo. “Estoy enamorado del shock, pero no tenía otra alternativa”, dijo el viernes en Madrid. Es cierto que las opciones no eran muchas, aunque nadie debe llamarse a engaño. Le encanta meter el bisturí hasta tocar hueso. Cuanto más grite de dolor el paciente, mejor será la cura.
Milei, de 53 años, tomó el avión oficial de la presidencia argentina para presentarse en España y realizar una visita no muy oficial. Lo único que se acerca a sus funciones es la reunión que tendrá el sábado en la embajada con directivos de las empresas españolas con negocios en su país. Lo demás entra en el terreno de los intereses particulares: presentar un libro y participar en un mitin de Vox para mayor gloria de su amigo, Santiago Abascal. En Moncloa y Zarzuela, ya lo verán en otro momento si tienen suerte.
Abascal estaba entre el público, al igual que Esperanza Aguirre. Había un cartel en un asiento a nombre del juez García Castellón, pero al final se retiró y no se vio al magistrado. A algunos dirigentes del PP madrileño les hubiera gustado estar, pero hubiera sido como unirse a la fiesta de Vox de este fin de semana.
No olvida lo que Abascal hizo por él. Su ascenso político es una de esas historias políticas improbables, una de las que quizá se puede decir que sólo ocurren en Argentina. No muchos años antes de la segunda vuelta de las elecciones que le dio el 55% de los votos, era prácticamente un apestado, un loco que pegaba gritos y lanzaba gruesos insultos contra los que discrepaban de su mensaje, con algunas menciones a la célebre conc** de su madre. “Cuando yo era un ser despreciable y nadie me quería, el único que me abrazó fue Santiago Abascal”, dijo en el acto organizado por la editorial Deusto y el diario La Razón.
Milei ya dejó a la audiencia con la boca abierta cuando estuvo en enero en Davos, donde consiguió asustar a una audiencia a la que no había que convencer de las virtudes del capitalismo. No lo suficiente para Milei. Los miró como si fueran cómplices del socialismo por permitir la más pequeña regulación que afecte al mercado. En Madrid, no fue tan iracundo, porque se sabía ante una audiencia favorable y le entrevistaba el economista Juan Ramón Rallo, otro amigo suyo.
Tras su llegada al poder, ha tenido que transigir en algunos aspectos, porque ni su partido ni sus aliados de la formación del expresidente Macri cuentan con mayoría en el Parlamento. No lo ocultó, pero le restó importancia. “El camino a la libertad no es rectilíneo y uniforme”, dijo. “Puede haber algún desvío”. Dejó pocas dudas sobre su interés por negociar o alcanzar acuerdos con los que no piensan como él. No tiene ninguno. Si negociar es ceder, para él negociar es sinónimo de traición si supone renunciar a lo irrenunciable.
Tomemos el ejemplo de la dolarización y la desaparición del banco central. Esto último es una promesa que hizo en campaña que obviamente es inviable en un futuro previsible. Eso no quiere decir que la haya olvidado para siempre. Es una de las instituciones que quiere hacer pedazos con su motosierra. Rallo le preguntó si sigue en pie el plan de cerrarlo. “Absolutamente”, respondió y por ello recibió los aplausos del público, que probablemente no tenía muchos conocimientos de política monetaria. Les bastaba con escuchar una de esas barbaridades por las que Milei se ha hecho famoso en su guerra contra el Estado.
Milei anunció que tiene en mente una reforma legislativa para iniciar ese proceso. “Vamos a mandar una ley (al Congreso) para que esté prohibido emitir dinero. El que lo haga, el presidente o el ministro de Finanzas, va preso por aprobar esa aberración”. ¿Qué ocurre si es imprescindible hacerlo, preferiblemente no para provocar una hiperinflación? Él dice que en ese caso la gente podría “importar moneda extranjera”, lo que quiere decir comprar dólares. “Eso hará que aumentará la cantidad de dólares hasta tal punto que (y ahí chasqueó los dedos) se acaba el banco central.
Dos por el precio de uno. El dólar como moneda nacional y el banco central desaparecido, porque nadie necesita emitir dinero en la Arcadia paleoliberal del presidente argentino. Ese sonido con los dedos resume en buena parte su actitud. Todo ocurrirá como el ha previsto. Como si fuera una fuerza inexorable de la naturaleza. Sólo él tiene en la cabeza la evolución de la economía porque no está contaminado por el socialismo. Es el revolucionario que sabe que la historia sólo puede ir en una dirección. ¿Control de capitales? Inmoral. ¿La deuda? Inmoral. ¿La justicia social? Una aberración propia de “resentidos y envidiosos”.
Hablaba con la misma convicción con la que lo haría un ideólogo del Partido Comunista de la Unión Soviética en los años cincuenta. Es una enamorado de la mano dura a la hora de imponer sus recetas económicas y además está seguro de que la historia caminará por el sendero que él ha marcado
Hablaba con la misma convicción con la que lo haría un ideólogo del Partido Comunista de la Unión Soviética en los años cincuenta. Es una enamorado de la mano dura a la hora de imponer sus recetas económicas y además está seguro de que la historia caminará por el sendero que él ha marcado. Hará que todo salte por los aires para que la sociedad abandone la maldad izquierdista y comulgue con la libertad, con la idea que él tiene de libertad y que resulta que favorece a los que tienen más dinero.
Milei está muy pagado de sí mismo y convencido de que la verdad habla por su boca. Todos los que llevan un cartel que dice “el fin del mundo está cerca” lo están. Es lo bastante lúcido como para saber que no ha llegado arriba sólo por sus méritos. De alguna manera, fue levantado por sus enemigos. “Soy un liberal en un país de zurdos (de izquierdas). Hicieron las cosas tan mal que aquí estamos”.
Se podría decir que la presidencia de Milei es un regalo de Argentina al mundo para que aprenda las consecuencias de dejar que un país se vaya al carajo.