Nietzche escribió que si los animales pudieran describir a los humanos, nos llamarían “La criatura triste”. El ambiente está caldeado por la velocidad que toma este nuevo liberalismo –un liberalismo de streaming– que acaba de llegar como un boomerang envenenado, de manera democrática, pero que ni siquiera le permite a la clase media poder viajar por el mundo con un dólar barato. ¡Eso sí que es un infierno! En el mundo de las redes sociales la oposición al gobierno es la cantante pop Lali Espósito. En la calle, los que no votaron a Javier Milei fantasean con una pronta caída de su gobierno para marzo o abril, cuando los que los votaron tengan que pagar las consecuencias directas de sus bolsillos.
En diferentes lugares de la vida cotidiana, uno puede escuchar frases como estas: “A mi no me importa si el boleto sube al máximo siempre y cuando me suban el sueldo por encima de eso”. U otro que parece ser más politizado: “Acaban de echar de la noche a la mañana a cincuenta compañeros. Se aprovechan de que el gobierno promete ajustes y por eso echan de manera indiscriminada”. Una de las narrativas dominantes es la de que somos culpables de nuestra pobreza. Somos personas que no sabemos hacer bien los deberes. Si hacemos como los jugadores de la selección, que hacen los pases justos y se sacrifican, vamos a poder unir al país en las calles porque ganamos un trofeo bastante pesado de sostener.
El Poder está encarnado en ese Dios que le pide a Abrahan que sacrifique a su hijo como muestra de devoción. Temor y temblor en la plaza del Congreso, la gente gritando con alegría que no hay, no hubo, no habrá plata.
Creo que basta con mirar un rato Gran Hermano para echarle un vistazo al interior de nuestra sensibilidad: esa es la construcción de la depresión social en la que estamos viviendo. Muchas personas juntas en una casa –no tienen problemas de alquiler mientras los voten– observadas todo el tiempo por un panóptico, tratando de controlar la manera en que vas a ser percibido. Y luchando unos con otros por un premio individual que va a ser tan efímero como lo quiera la memoria colectiva de la audiencia.
La memoria es un tema. Hay una serie en Netflix que se llama El Turista donde un tipo en un choque pierde la memoria y buena parte de la trama trata de ver quién es realmente. En este sentido la serie es convocante: todos nos preguntamos por las noches quiénes somos. Pero ni bien el sujeto sin nombre sale del hospital, va a un bar a tomar unas copas, come en un hotel, viaja en auto, alquila un pieza en una casa, etc. Y mi amiga Cecilia que la estaba viendo me preguntó: ¿De qué vive este tipo si no tiene nada? En un país como Argentina donde la comida es un objeto de lujo, de qué vive una persona puede hacer tambalear al verosímil de una serie.
Se dice que los que tienen la fórmula de la Coca Cola no pueden viajar juntos en avión por si les pasa algo. Guillermo Moreno, que tiene la fórmula del peronismo, se la tendría que pasar a alguien para que podamos seguir sabiendo quién es peronista y quién no por si a él le pasa algo. Por ejemplo, Guillermo, ¿Menem fue peronista? Uno recuerda ahora esos momentos de liberalismo extremo, que están volviendo en el presente con más virulencia –incluso el presidente tiene patillas– pero sin nuestra juventud.
En general, lo que el capitalismo propone es la salvación individual. Porque sabe que el sistema operativo que tenemos los humanos a veces es proclive a desear lo que no te gusta, a padecer lo que odiás y buscarlo con insistencia, a pelear con uñas y dientes por ser esclavo y gozar transmitiendo una narrativa triste y victimizarte. Y sobre todo a practicar la moral del esclavo, es decir, moverte por resentimiento y no por sentimientos. Y por el otro lado la idea de esperanza –que Spinoza atacó tanto en su Ética– que hace que uno se quede en el molde esperando algo que no sabe si alguna vez le va a suceder (marzo, abril, el gobierno se cae). La esperanza de que podemos ir a un lugar mejor que queda afuera del capitalismo, afuera de esta miseria, un mundo feliz. Yo creo que ese lugar no existe. La teología izquierdista de un lugar por fuera del capitalismo al que podríamos llegar te debilita.
En Mad Max cuatro, Furiosa y demás esclavas escapan de sus opresores buscando un lugar que Furiosa recuerda como un vergel, donde la gente vivía feliz y de manera comunitaria. Pero cuando llegan al lugar prometido éste es un paisaje de desolación, es una tierra baldía. No hay nada. ¿Qué hacemos? Pusimos nuestros cuerpos, nuestras esperanzas, luchamos para llegar a esa tierra y ese lugar ya no existe. Furiosa se plantea la solución más delirante: hay que dar marcha atrás, volver por donde vinimos y dar la pelea en donde nos tocó padecer. Aceptar eso es primordial.
Esta aceptación es crucial en el proyecto de la ética de Spinoza: “La persona libre no espera ningún premio en el otro mundo, ni le teme a ningún castigo eterno, sabe que el alma no es inmortal en ningún sentido personal. La creencia en la inmortalidad del alma es una superstición, alimentada por la autoridades para quitarte poder, para dominarte. No existe un Dios antropomórfico ni ninguna divinidad que esté encarnada en la tierra. Los seres humanos podemos escapar de la esclavitud de la tristeza y encarnar las pasiones alegres. La persona libre piensa menos en la muerte que en cualquier otra cosa y su sabiduría no es una meditación sobre la muerte sino sobre la vida”.
Nadie sabe todo lo que puede un cuerpo y hemos visto a luchadores extraordinarios como Agustín Tosco dar muestra de eso. Pero muy pocas personas conocen a Agustín Tosco, como pasa en El Turista, la serie que hace furor en Netflix, la memoria es un problema grave.
FC/DTC