¿Tuviste alguna vez esa pesadilla en la que querés hablar y nadie te escucha?
La semana pasada el llamado movimiento del Me Too gastronómico sorprendió a los medios, pero no a los que trabajamos en las cocinas. Hace mucho sabemos que la cocina es un escenario más en donde se despliega el poder machista.
Todas las cocineras con las que conversé en estos días coincidimos en que tuvimos que transformar nuestra personalidad para poder sobrevivir en la nuestras carreras. Masculinizarnos, endurecer nuestra piel, responder de manera agresiva ante los constantes piropos, chistes o acositos diarios. Que te miren el culo cuando te agachás a buscar algo en la heladera bajomesada, que los muchachos comenten en voz alta con los compañeros algo respecto de tu cuerpo o el de una compañera, que te hagan cosquillas o te toquen o abracen sin consentimiento. Una y otra vez.
¿Podría haberme ido a quejar a mis veinte años a un jefe porque otros cocineros hacían constantes comentarios sobre mi cuerpo en un restaurante donde era 20 hombres y 2 mujeres? Muy probablemente no. No se me ocurría. Lo que sucedía era parte del paisaje urbano. Cuando salía del restaurante a las 2 am para tomarme el 39 en la esquina no me decían cosas más lindas ni me sentía más segura. En las cocinas pasaba (y pasa) lo mismo que afuera.
Todas las que trabajamos en restaurantes sufrimos este revuelo de tábano en carne propia. Muchas nos quejamos con jefes y planteamos la incomodidad (por lo que nos pasaba a nosotras o a alguna compañera), pero no resultaba suficiente para ponerle el freno a lo que pasaba porque no era una violación y parecía que cualquier cosa por debajo de eso era una “exageración”. En ese tiempo (hasta hace muy poco) era lo normal.
Estamos en febrero de 2021. Hay cocineros y cocineras jóvenes creando nuevos formatos y espacios de trabajo en donde las dinámicas son otras. Esto me da mucha esperanza. Estoy convencida de que todos los restaurantes van a tener que estar a la altura de adaptarse a los tiempos que corren y transformar las reglas explícitas e implícitas por otras más justas para todos los géneros.
El mensaje de Telegram de todas las cocineras decía: “Es necesario -y urgente -crear un sistema de comunicación claro en las cocinas y restaurantes que establezca límites y vías seguras, para poder contar lo que nos pasa. Si sos gastronómico ayuda a tus compañeras, porque el silencio también es cómplice.”
Hay que revisar todo lo que sucede en las cocinas y desarmar un sistema vetusto. Hay que hacer capacitaciones de género en bares y restaurantes de todo el país para que sepamos de qué estamos hablando. Redefinir las reglas.
¿Están los actores de la gastronomía preparados para tratar con altura estas temáticas? Yo creo que sí.