Elecciones 2022 en Colombia Análisis

Petro y un contendiente inoportuno

30 de mayo de 2022 09:44 h

0

Ayer, Gustavo Petro hizo historia como el primer candidato de izquierda en la historia de Colombia en triunfar en un turno de la elección presidencial. Obtuvo en la primera vuelta de la elección más votos que los que él mismo obtuvo en segunda vuelta en 2018 y más sufragios y más elevado porcentaje que el presidente saliente, Iván Duque, en la primera vuelta de hace cuatro años. Contundente. La piedra que viene empujando ladera arriba desde su primera candidatura presidencial, hace doce años, no ha logrado transformarlo en Sísifo y todo indica que el impulso que trae la llevará más arriba en la elección definitiva, el próximo 19 de junio.

Sin embargo, el tramo que queda hasta la cima se puede haber vuelto más empinado ayer, dado el segundo lugar obtenido por Rodolfo Hernández, el ex-alcalde de Bucaramanga, autoproclamado “rey del Tik Tok” y candidato de la Liga de Gobernantes Anticorrupción. La remontada que le permitió a Hernández superar con alguna holgura al candidato de derecha más convencional, Fico Gutiérrez, había sido advertida por las encuestas, pero es suficientemente reciente como para descolocar en parte los planes previstos con anticipación por la campaña de Petro. El candidato del Pacto Histórico planteó, tan temprano como el día después de la segunda vuelta de 2018, una confrontación definitiva entre el cambio y el uribismo que, llegada la batalla definitiva, se encuentra con que el adversario esperado no llegó siquiera a calzarse los guantes.

Un candidato de derecha clásica, fuera un uribista paladar negro o un muletto como lo era Gutiérrez, dejaba un ancho espacio para ir a buscar votos en el centro. Al quedar en pie como retador “el ingeniero” Hernández, una campaña planteada como una opción entre una izquierda y una derecha claramente distinguibles o entre el cambio y la continuidad, queda obsoleta. Petro estará obligado ahora a convencer de que es una mejor versión del cambio y tendrá seguramente que perseguir por todo el ring a un candidato que tanto podrá rehuirlo como golpearlo debajo del cinturón.

Petro estará obligado ahora a convencer de que es una mejor versión del cambio y tendrá seguramente que perseguir por todo el ring a un candidato que tanto podrá rehuirlo como golpearlo debajo del cinturón.

Hernández no esgrime un programa coherente, no representa a grupos de poder fácilmente identificables, ni tiene una base territorial demográficamente desequilibrante. Su retórica no apela a una memoria ni conjura un futuro muy preciso, pero conecta eficazmente con un estado de ánimo presente. En su apelación machacona al sentido común, encadena insatisfacciones y representa miserias de posición que van desde la percepción de corrupción del sistema político pasando por las masculinidades que se sienten asediadas por la creciente participación de la mujer en el mercado de trabajo y en otros ámbitos donde se ha abierto paso. Ahora puede contar, además, con el apoyo incondicional de Fico y el debilitado pero aguerrido uribismo.

La segunda vuelta se perfila como una donde el que va de punto, el underdog, jugará con reglas arbitrarias. A la dosis de macartismo que era esperable en cualquier caso, le sumará seguramente una incorrección sistemática. Se hará fuerte, como lo hizo durante el tramo de la campaña que acaba de terminar, en sus gaffes, en su vaguedad conceptual, en su falta de modales. Se permitirá todo aquello que debilitaría irremediablemente a un candidato convencional, pero que a un candidato que abraza la volatilidad y la inconsistencia de los estados de opinión pública lo fortalece.

Petro sigue teniendo a favor el envión fabuloso que lo trajo hasta aquí y la fuerza que le da haber derrotado, también, el pronóstico de quienes se rehusaban a admitir que las encuestas anticipaban lo que iba a pasar. Cuenta con una compañera de fórmula que (si bien no le asegura interlocución hacia el centro político) se ha demostrado potente en la movilización de la base propia y con un apoyo extendido territorial y socialmente que puede redoblar su motivación con el triunfo de ayer. No puede contar con aliados entre los que quedaron eliminados, al menos no en principio. Incluso si el centrista Sergio Fajardo diera un giro de 180 grados en su antipetrismo, ha quedado tan desangelado por su debacle electoral que tal vez sumaría poco.

Si descontamos el riesgo siempre presente en una campaña en Colombia de un atentado, el sprint final será algo distinto a un enfrentamiento de dos candidatos o dos cosmovisiones coherentes y discernibles. Por el contrario, Petro y Hernández tratarán de prevalecer en medio de una cacofonía de opiniones e intereses. Entre éstos, decisivamente, dos corrientes que contrastan tanto como alguna vez contrastaron izquierda y derecha: por un lado, quienes confían en que darse un determinado gobierno puede cambiar de algún modo la vida de los ciudadanos; por el otro, quienes han perdido radicalmente toda confianza y están dispuestos a servirse de cualquier candidato para hacerlo saber. De cuánto puedan los candidatos hacer engrosar una corriente o la otra dependerá en gran parte la suerte de esta crucial elección en Colombia.

GP