En 1947 se debatió en el Congreso la ley de sufragio femenino. Los parlamentarios se preguntaban si las mujeres tenían derecho al voto: los que estaban a favor, hablaban de una igualdad entre varones y mujeres. Los que se oponían, planteaban una diferencia esencial entre ambos. Un médico legislador llegó a exponer la diferencia de peso entre un cerebro masculino y uno femenino como indicador de la superioridad masculina.
Si traemos este debate al día de hoy, vemos en la mayoría de los discursos de los candidatos una clara intención de excluir del voto a ciudadanes que estén por fuera de lo binario. Por ejemplo, el 3 de octubre pasado, 19 días antes de las elecciones presidenciales, en las capacitaciones de fiscales en la Provincia de La Rioja un fiscal instruye a sus colegas: “Si nos tocara (en nuestro rol de fiscal de mesa) una persona que (por) las nuevas cuestiones de género, llega con su documento que dice Carlos Farías y viene vestido con ropaje de mujer, automáticamente no podrá votar. Esa persona tendrá que cambiarse y volver a votar cambiado nuevamente.”
Otro ejemplo, más reciente, son las declaraciones de Ricardo Bussi, candidato a diputado de La Libertad Avanza por la provincia de Tucumán en el debate provincial. “Son seres humanos que merecen todo nuestro respeto, como los rengos, como los ciegos, como los sordos. Son pequeños sectores de la sociedad que tienen que ser reconocidos, claramente. Ahora no sé por qué hay que darles un cargo público por ser travestis.”
Traigo estos ejemplos porque en ambos vemos citas de los edictos policiales: “viene vestido con ropaje de mujer” o utilizar el masculino en los travestis. Como sabemos, estos edictos han sido eliminados con la lucha del movimiento de la diversidad desde fines de la década del noventa.
La Ley de Identidad de Género 26743 en su artículo 12 habla del trato digno: deberá respetarse la identidad de género adoptada por las personas, en especial por niños, niñas y adolescentes que utilicen un nombre de pila distinto al consignado en su documento nacional de identidad. Además, Argentina reconoce el género no binario en el DNI.
Me pregunto, ¿por qué una persona tiene que cambiar su identidad a una edad temprana? ¿Por qué nosotrxs volvemos a estar en el ojo de la tormenta junto a la ley de educación sexual integral y la ley de interrupción voluntaria del embarazo? ¿Cuál es el panorama de acá a las elecciones para nosotrxs como personas trans? Son muchas preguntas a responder y no deberíamos ser nosotras quienes las respondamos.
A modo de reflexión personal, pero siempre adoptando políticas de prácticas colectivas, me pregunto si no sería más fructífero y más potente, dejar atrás esas viejas discusiones misóginas, transodiantes –y por supuesto binarias y lineales– para poder tomar nuevos caminos, quizás zigzagueantes, donde cada persona pueda ir y venir cuantas veces quiera, sin censura. Para algunos la libertad avanza cuando nuestros derechos retroceden.
MBC/DTC