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¿Seríamos más felices sin redes sociales?

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Se volvió un clásico criticar a las redes sociales, muchas veces en esa misma red social. O porque todo se ve demasiado feliz y quien tiene realmente esa vida, o porque todo son críticas y mala onda… o cualquiera de las otras mil razones para criticarlas. Pero, ¿seríamos realmente más felices sin redes sociales? 

Hay algunos estudios que indican que sí. Hace unos meses, el psicólogo social Jonathan Haidt publicó un libro en el que argumenta que hay un vínculo claro entre el uso de las redes sociales y los smartphones, y una caída abrupta de la salud mental de los adolescentes alrededor del mundo. Según Haidt, se ven indicadores claros de un empeoramiento en el bienestar de los jóvenes, con un aumento de los niveles de ansiedad, depresión y autolesiones, entre otras cosas.

Esta explicación, sin embargo, no convence a todo el mundo, y varios investigadores han criticado tanto la evidencia misma como la interpretación que hace. También señalan que el miedo a que una nueva tecnología dañe a los jóvenes suele ser recurrente, pasó con la televisión y con los videojuegos, entre otros. Del otro lado, quienes alertan sobre los riesgos sostienen que no porque se hayan hecho advertencias parecidas en el pasado esta vez no tengan razón. Y más allá de lo tajante de la tesis de Haidt, está lejos de ser el único que advierte sobre las consecuencias negativas de las redes en adolescentes.  

Si, más allá de los adolescentes, las redes parecen traernos tanto malestar, ¿por qué las seguimos usando? Un grupo de economistas quiso investigar justamente eso. Para hacerlo, hicieron encuestas entre jóvenes universitarios en Estados Unidos a los que les preguntaron: cuánto tendrían que pagarles para que dejen de usar redes sociales durante un mes. Las respuestas rondaban los USD50. Luego les preguntaron cuánto tendrían que pagarles para que dejen de usar redes sociales si, al mismo tiempo, su grupo de amigos dejara de usarlas. Ahí la cantidad bajaba a alrededor de USD35. Pero lo más interesante era la última pregunta: cuánto pagarías vos para que todos alrededor tuyo dejen de usar redes sociales. Ahí, la respuesta era entre USD10 y 30. La conclusión de los autores: estamos en una especie de trampa, en la que no nos gustan las redes sociales, pero las usamos porque todo el resto las usa, y si no las usamos nos sentimos excluidos. 

El efecto que las redes tienen sobre nosotros también depende mucho del uso que les damos. “Las personas que tienden a la comparación social suelen ser más activas en las redes, se preocupan por subir contenidos que sean vistos y likeados por otros. También están más pendientes de los contenidos que suben los demás y no pueden evitar compararse”, explicó María Laura Lupano Perugini, doctora en psicología e investigadora adjunta del Conicet. Quienes le dan otro tipo de uso pueden sufrirlas menos.  

La cuestión es que siempre nos ha gustado perder el tiempo. Las críticas de hoy a las redes son bastante parecidas a las que se hacían hace algunos años a la televisión. En general, no necesitamos demasiado para procrastinar y demorar sentarnos a hacer eso que sabemos que en algún momento vamos a tener que hacer, tenemos bastantes herramientas ya para hacerlo

En los estudios que Lupano Perugini y otros investigadores han realizado en la Argentina, encuentran que, aunque la mayoría no quisiera abandonar las redes sociales, sí quisieran cambios, como un mayor control de los comentarios agresivos, de los contenidos, los estímulos adictivos, las publicidades y hasta eliminar los likes, entre otras cosas.  

Se ha escrito mucho sobre los problemas que nos traen las redes sociales: son sistemas generados para mantener nuestra atención; podemos entrar en burbujas de contenido; facilitan que nos estemos comparando constantemente con muchas personas y eso nos afecta; nos generan la ansiedad de estar perdiéndonos algo, ayudan a viralizar contenidos dañinos, nos exponen a comentarios negativos y mucho más. Y todo eso es cierto. También es cierto que nos ayudan a conectarnos con contenidos nuevos y descubrir cosas, y que permitieron una apertura en la creación de contenidos y acceso a nueva información. Y que nos entretienen. Y quizás, el hecho de que nos entretengan sea lo que a muchos más nos molesta de las redes sociales: sentimos que nos hacen perder el tiempo.

La cuestión es que siempre nos ha gustado perder el tiempo. Las críticas de hoy a las redes son bastante parecidas a las que se hacían hace algunos años a la televisión. En general, no necesitamos demasiado para procrastinar y demorar sentarnos a hacer eso que sabemos que en algún momento vamos a tener que hacer, tenemos bastantes herramientas ya para hacerlo. Y ahora, le sumamos las redes sociales, un espacio diseñado para entretenerse y perder el tiempo, en el que podemos pasar tres horas viendo videitos simpáticos de los que después no recordamos nada. Cuando nos damos cuenta del tiempo que pasó y todo lo que no hicimos, culpamos a las redes.

Entonces, ¿seríamos más felices sin redes sociales? No parece tan claro. Es posible que, en algunos momentos de la vida, sobre todo en la adolescencia, puedan tener un efecto negativo. Y que, si el uso es muy intenso, las ganas de desconectar sean fuertes. Lo mismo si sentimos la presión constante por publicar o si vivimos comparándonos. Pero para muchos, adultos, si dejásemos las redes, lo más probable es que aparezcan otras cosas que nos roben la atención y el tiempo.

OS/MF