DESDE LEJOS, CERCA

Qué significa una medalla y por qué, a veces, es mejor la de bronce que la de plata

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Entrenaste toda tu vida para llegar ahí, clasificaste para los Juegos Olímpicos, lo diste todo en la competencia y estás en el podio, entre los tres mejores del mundo. Pero te cuesta sonreír y estar feliz, te da vueltas en la cabeza lo cerca que estuviste de ser el campeón mundial, porque no te llevaste el oro. Y ganar una medalla de plata no te trajo tanta felicidad como esperabas.

Esto es lo que observó un estudio que analizó cientos de imágenes de los Juegos Olímpicos de 1992 en Barcelona, donde revisaron cuadro por cuadro las caras de los medallistas en el momento en que terminaba la competencia y luego en el podio. Les dieron las mismas imágenes a un grupo de analistas que graduaban el nivel de felicidad por sus caras. Quienes ganaban el oro estaban exultantes. ¿Y sabés quienes más eran felicidad total? Los que ganaban el bronce. La paradoja, es que los que salieron segundos estaban menos contentos que quienes salieron terceros.

Y es que los contrafácticos que tenemos en la cabeza puedan pesar fuerte en ese momento, todo lo que nos imaginamos que podría haber pasado si, tan solo si… Estaba tan cerca… Ese que está en primer lugar podría haber sido yo. Ahora, ¿por qué están felices los que ganaron el bronce? Ellos también estuvieron muy cerca de ganar, a dos lugares. Pero todo depende con quién uno se compara. Mientras que a los segundos les cuesta dejar de pensar que podrían haber sido primeros, los terceros estaban más cerca de no entrar al podio, de salir cuartos, y en esa comparación, están mucho mejor.

En estos casos, no es el resultado final objetivo lo que determina el nivel de satisfacción, segundo es mejor que tercero, sino lo que nos imaginamos que podría haber sido y con quién nos comparamos.

Y ahora que terminaron los Juegos, ¿cuánto les durará la alegría del triunfo a los medallistas? No hay muchos estudios hechos a largo plazo sobre la satisfacción de los atletas, pero si en eso son como nosotros, el común de los mortales, es probable que no tanto como uno esperaría. Una muestra de esto es un estudio que analizó el nivel de felicidad que los hinchas de un equipo predecían que iban a sentir si ganaban un partido y cuánto tiempo creían que les iba a durar. En promedio dijeron que iba a ser intenso y durar varios días. Cuando el equipo ganó, les preguntaron efectivamente por su nivel de felicidad. Encontraron que el domingo mismo, cuando ganaron, la felicidad aumentó, aunque no tanto como esperaban. Y ya el lunes se empezaba a disipar. Muchas veces sobrestimamos el impacto que una sola cosa va a tener en nuestra vida, y nos olvidamos de que todo el resto va a seguir, y el lunes, habiendo ganado y todo, igual va a haber que ir a laburar.

Nos habituamos rápido a ganar más plata o vivir en una casa mejor y empezamos a querer otra cosa. Es una característica un poco ingrata que tenemos, nos cuesta disfrutar por mucho tiempo de los logros, pero es también lo que nos impulsa a algo nuevo

Además, solemos tener un nivel de felicidad relativamente constante, y las cosas extraordinarias que ocurren generan un salto, pero luego volvemos bastante rápido a acomodarnos a nuestro nivel inicial. Y en general, nos acostumbramos bastante fácil a lo bueno. En estudios que se han hecho, por ejemplo, sobre aumentos de sueldo o conseguir un trabajo, lo que encuentran es que apenas ocurre, las personas muestran mayores niveles de satisfacción. Pero, a medida que pasa el tiempo, vuelven a donde estaban antes. Es un fenómeno que se conoce como acostumbramiento hedónico, nos habituamos rápido a ganar más plata o vivir en una casa mejor y empezamos a querer otra cosa. Es una característica un poco ingrata que tenemos, nos cuesta disfrutar por mucho tiempo de los logros, pero es también lo que nos impulsa a algo nuevo.

Y su contraparte positiva, es que somos parecidos cuando se trata de malas experiencias. Es muy probable que el que salió cuarto y se perdió por poco el podio, también pase a otra cosa pronto. Porque al igual que con las experiencias positivas, tendemos a pensar que nos van a hacer infelices para siempre, pero nos adaptamos y volvemos a nuestros niveles de felicidad anterior más rápido de lo que esperamos.

Así que tanto para los que ganaron y fueron todo felicidad, como para los que quedaron fuera del podio por poco, es probable que el efecto que les generó se desgaste más rápido de lo que esperan. Y es que, aunque hayas ganado el oro olímpico, puede que se te tape el baño y pases tres horas esperando al plomero. Todo el resto sigue.