Gritar, pegarle a un almohadón, practicar insultos en arameo o hacer una ronda para despotricar contra alguien, formas clásicas de hacer catarsis después de que nos pasa algo. La idea es que tenemos una emoción dentro, una bronca que necesitamos liberar. Y una vez que la expresemos, ya está, podemos pasar a otra cosa. Pero, ¿funciona realmente? Para que una catarsis de este tipo funcione, la lógica sería que hay emociones dentro nuestro que se acumulan, y que necesitamos una válvula de escape para liberarlas, y con eso volvemos a nuestro estado más calmo. Pero la evidencia sobre qué ocurre después de hacerlo parece indicar lo contrario: terminamos más enojados.
Un estudio investigó justamente esto, si descargar bronca golpeando algo después de un evento negativo bajaba el nivel de agresividad. Para eso, le pidieron a las personas que escribieran un texto, y les hicieron creer que otro participante de la investigación lo había criticado. Luego los dividieron en grupos. Un grupo se fue a pegarle a un punching ball con la instrucción de que pensaran en quien los criticó. Otro grupo hizo lo mismo, pero les pidieron que pensaran que se estaban ejercitando nada más. Y a un tercer grupo los dejaron ahí, sin hacer nada. Después, para medir los niveles de agresividad que quedaban, les dieron la posibilidad de “vengarse” de quien los había criticado. Para eso, podían generar un ruido para molestarlos, y elegir a qué volumen ponerlo. Los resultados fueron reveladores: quienes descargaron toda la furia con un punching ball, pensando en el otro, eran más agresivos que quienes lo hicieron pensando en otra cosa, y más aún que los participantes que no habían golpeado nada.
La idea de que podemos descargar nuestra bronca pegándole o gritándole a algo y después de eso vamos a sentirnos mejor suena intuitiva. Pero si lo pensamos del otro lado, eso también implica pasar más tiempo dándole vueltas al daño que nos hicieron, volver a repensar esa situación y cuánto nos molesto, y eso puede terminar generando aún más bronca. “El enojo es muy importante, no es ni bueno ni malo, pero hay que aprender a gestionarlo” explica Claudia Erlich, psicóloga especializada en gestión del enojo del Centro IDEA. Y agregó: “Pero ponerse a romper cosas no va a ayudar a descargar, al contrario, aumenta la adrenalina y nos pone más furiosos”.
Responder al enojo de manera agresiva parece sólo hacerlo escalar. Basta darse una vuelta por las redes sociales para ver cómo el ambiente que reina puede puede incitar a la agresividad. Un estudio que se hizo en 2013 sobre sitios web para despotricar sobre otros (las redes eran todavía un mundo incipiente), encuestó a personas que solían postear en ellos. Encontraron que apenas terminaban de escribir sentían un alivio, pero en términos generales se trataba de personas más agresivas.
Hay muchas formas de hacer catarsis. Hay personas que logran transformarla en expresiones artísticas espectaculares
En el mismo estudio le pidieron a otro grupo de personas, que no eran usuarios de estos sitios, que leyeran comentarios de estás páginas y escribieran uno. Midieron sus niveles de bienestar y enojo antes y después de hacerlo. Qué encontraron: participar en estas actividades tendía a bajar el bienestar y aumentar el enojo. Si, ya sé, si te diste una vuelta últimamente esto probablemente no te sorprenda mucho.
Pero todo esto no quiere decir que no sirve quejarse, hay mucha evidencia sobre los beneficios de la queja -si lo hacemos bien y no lo volvemos permanente- pero no tiene por qué ser agresivo. “Uno de los pasos para manejar el enojo es hacerle saber a la otra persona el efecto que tuvo su acción en uno, por qué nos enojó”, explica Erlich. No se trata de no poder expresar el enojo o nunca quejarse, sino de llevarlo de una manera un poco más amena.
También hay muchas otras formas de catarsis que no incluyen puteadas ni agresividad, como un buen llanto que nos ayude a sacarnos algo de encima. Un estudio que encuestó a más de 5 mil personas sobre las últimas veces que lloraron, encontró que en muchos casos las personas decían sentirse mejor después de llorar, tenía un efecto de catarsis, aunque con algunos matices: tenía que ser frente a personas con las que se sintieran cómodas y había un efecto más positivo todavía si lo hacían sobre algo en lo que tenían algún control, por ejemplo una pelea de pareja que podían resolver.
Hay muchas formas de hacer catarsis. Hay personas que logran transformarla en expresiones artísticas espectaculares. Las catarsis colectivas pueden servir para identificar problemas comunes y actuar a partir de eso. Hacer catarsis charlando con otro puede llevarnos a entender mejor qué es lo que nos molesta. Hay muchas cosas que pueden servir. Pero la idea de la catarsis como un liberador de emociones acumuladas que soltaríamos en un momento para después seguir más livianos no parece tener mucha evidencia. Funcionamos de maneras más complicadas, y pensar que con un par de gritos o yendo a una sala a romper todo vamos a salir menos enojados nos puede llevar a la furia total.
OS/MF