ESEGÉ (Soy Gorda)

¿Sueño o pesadilla?

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En algún lugar de Inglaterra, Perdita y Pongo intentan encontrar a sus hijos dálmatas antes de que Cruella de Vil se haga un abrigo con la piel de los cachorros. Amorosos, van, vuelven, se arriesgan, se desesperan, se esperanzan, dan vueltas en ronda, para encontrarlos. Es una de Disney que se estrenó en el cine Los Ángeles, de la avenida Corrientes, el año en que nací. Veinte años antes, con el fondo de sonido de la Tocata & Fuga en Re menor, de Juan Sebastián Bach, el Ratón Mickey se convierte en el aprendiz de brujo de Goethe, en la pantalla grande, y con unos pases mágicos hace danzar un conjunto de escobas. Se trata entonces de un experimento revolucionario en el que se equipara una anécdota en dibujos animados a un concierto muy clásico e higiénico.

La opción en la película Fantasía, de aquel pequeño personaje ignorante puesto a llenar baldes con agua, me recuerda la misión salvadora, de limpieza étnica, de tanto personaje fundamentalista (y sus organizaciones) que anda haciendo daños irreparables por ahí.

Hamás decide concretar su propósito mesiánico de salvar a la humanidad del judaísmo, secuestrando bebés, niñeces, mujeres y hombres, en Medio Oriente, o apela a los Protocolos de los Sabios de Sion, un alegato antisemita falsificado que data de 1902, para justificar el odio. Antes lo hacen los muchachos del zar ruso cuando crean los pogroms y obligan a huir a mis abuelos, entre otros cientos de miles. Lo repiten los nazis durante la Shoá treinta años después. Aquel “guion”, considerado una farsa, sería la transcripción de unos supuestos encuentros conspiroparanoides, en los que se planifica una conspiración judía para controlar a los masones, al comunismo y hacerse del poder mundial. Esos textos hoy están disponibles en internet y resurgen una y otra vez entre los adscriptos a la extrema derecha, lúmpenes o niñes de bien que juegan banalmente al mal.

El control de ciertos cuerpos, el que ejerce el patriarcado desde el abuso cotidiano emocional hasta los femicidios, pasando por variadas formas contemporáneas de esclavitud ante las dietas, los medicamentos, las armas, las manos de los cirujanos u otros dispositivos tiene su versión teatral, su origen, su sentido metafórico en un siempre vigente Cyrano, de Edmond Rostand, que se le ocurrió montar a Gabriel Goity en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín, de CABA. 

El poeta soldado de Bergerac posee una de las narices más famosas del planeta. Una nariz que es grande respecto de aquellas por las que respiran la mayoría de los hombres y las mujeres occidentales. Para Cyrano, la suya es ridícula. “Ladrón de oxígeno”, lo apodan y ama a su prima, Roxane. El personaje de Goity es un feo, un señor que escribe como los dioses aunque no espera nada, se resigna a no ser correspondido. Ella a su vez está enamorada de Cristian, un combatiente bonito al que le faltan palabras, quien le pide a Cyrano que escriba las cartas de amor por las que Roxana se enamora de él. Goity cuenta con un elenco de colegas sólidos que lo acompañan en su gestión del amor desafiante de las apariencias. Muches de ellas y de ellos son egresados, como Bianco, del Conservatorio Nacional (hoy, Licenciatura en Actuación, Universidad Nacional de las Artes). Actrices y actores nacionales, de la institución pedagógica pública y gratuita que, a partir del lunes ¿cobrará vouchers? 

Dos siglos antes que el Verne de La vuelta al mundo en 80 días y Viaje al Centro de la Tierra, de Bergerac narra un viaje surreal al espacio que, bajo su capa de fantasía, constituye una de las obras más mordaces: los habitantes de la Luna y del Sol, aunque muy distintos en aspecto a los seres humanos, cometen sus mismas acciones condenables y se transforman en el blanco de las críticas que Cyrano dedica a la sociedad en la que vive.

Cyrano muere en julio de 1655; a los 30 y pico sufre una enfermedad no especificada: posiblemente es una venérea, sífilis, por los síntomas, aunque no se descarta que haya sido envenenado. El artista deja una huella indeleble. Moliere se inspira en su obra para su propia dramaturgia satírica y El otro mundo es elogiada por Arthur C. Clarke por ser un antecedente innegable de la ciencia ficción. El aspecto osado y aventurero de de Bergerac trasciende por la pieza de Edmond Rostand, quien lo reivindica como un romántico. Se estrena en 1897, es muy bien recibida por el público. El antihéroe es un hombre acomplejado por su nariz muy diferente.

Cuenta Goity que, a los 16 años, su abuelo le da el gusto y lo lleva a ver la que será su obra señera. Es Cyrano y la protagoniza su actor preferido de la tele, Ernesto Bianco, que lo hace reír junto a Alberto Olmedo en el programa El botón. El padre de Irina Alonso e Ingrid Pelicori (Pelicori es el apellido de don Ernesto) era de esos intérpretes cuyo arco emocional va de lo trágico a lo cómico y viceversa con aparente naturalidad.

Uno de los más versátiles actores de su generación, luego de la función del 2 de octubre de 1977, vuelve a casa, siente fuertes dolores de cabeza y decide acostarse porque está muy muy cansado. Muere mientras duerme. Tiene 55 años. Un aneurisma fue el palo en su rueda, no pudo seguir rodando la vida.

“No es momento de poner palos en la rueda, todavía no asumió el gobierno de Milei. Es democracia y hay que aceptar. La política se mide por los resultados: hay 150% de inflación y 50 de pobreza. Esta gestión fue un fracaso”, dijo Facundo Moyano hace unos días. Cree diagnosticar, ponerle el cascabel al gato que se va pero ¿al que viene?

En este recambio que es claro hacia dónde va, evoco a Alfonsín a 40 años de su asunción. Luego llegarán el juicio a las juntas, la denuncia del pacto sindical militar, el Felices Pascuas, la híper, los carapintadas, el Pacto de Olivos. “Con la democracia, se come, se educa, se cura” (slogan de la campaña presidencial), “Un médico ahí” (también en campaña) o “A vos no te va tan mal gordito” (en 1987, plena crisis, en el Neuquén de Felipe Sapag) y el freno en la Rural a los productores del agro, (que no quieren pagar, en su momento de mayor ganancia). 

¿Palos en la rueda? Invento sumerio, la rueda, que como el fuego marcó un antes y un después en la historia de la humanidad, data del 3500 antes de Cristo. Un tremendo avance tecnológico que se difunde por el mundo antiguo y occidental. Se usa en la alfarería, en el transporte, en la agricultura. También para la guerra.

Si le ponen palos a la libertad, señala el hijo del sindicalista de los trabajadores camioneros y basureros, Suley no avanzará. ¿Para quién jugará? ¿Será el dueño de la estancia o el peón del estanciero?

Palos, los suele poner la represión. También los provocadores, los distractores, los foquistas. Las mayorías discriminadas y las minorías en riesgo de perder los padecen. Los padecientes, el libro de Gabriel Rolón, es el título de la película basada en el texto del psicoanalista, con la China Suárez y Benjamín Vicuña.

Vicuña, vicuña, vicuña. La piel, las lanas, la cordillera, las basuras. Ay, si en mi país. Cecilia Vicuña, chilena de nacimiento, muestra su obra con palos, palitos, hilos, piedras, piedritas en el Malba. La expo se llama Soñar el agua. “Abraza todo y nada al mismo tiempo”, explica el curador Miguel A. López. “Contamina lenguajes, desconoce jerarquías y expresa con una fuerza sísmica”. 

La artista invita a modificar nuestra relación con la tierra. “Sin humedad no hay humanidad”, dice. Sus creaciones son testigos de un futuro abierto, obras vivas y en proceso, ruedas que siguen girando en avance exponencial, mientras los glaciares sangran y la maldad invierte el orden de las cosas. No son los buenos los que ponen palos. No es la grasa militante. Son los medios, el medio es el mensaje y el masaje adormece. Son los de arriba los que tienen los narcóticos y su poder oprime a los de abajo. ¿Sueño o pesadilla?

 LH