¿Escuchás audios al doble de la velocidad normal? ¿Te encontrás a veces pensando porque no podés acelerar a la gente así en la vida real? Hay algo de la rapidez que nos trajo la tecnología que nos puede estar transformando en una banda de impacientes apurando todo para terminar y ahorrar tiempo (aunque no siempre tengamos tan claro para qué queremos ese tiempo).
Hay bastantes ejemplos de que, en el último tiempo, nos venimos acelerando. Uno de ellos, es que caminamos más rápido que hace algunos años. En 2007 se hizo un análisis en 35 ciudades, en las que midieron cuánto les llevaba en promedio a las personas recorrer 20 metros, el resultado fue que se demoraban un 10% menos que a principios de los Ì90.
Nuestro entretenimiento también se acelera: las películas que vemos tienden a tener escenas más cortas que antes. Un análisis de cientos de películas muestra que las tomas en los años ‘30 duraban en promedio 12 segundos, mientras que para 2010 se habían reducido a 2,5 segundos.
“Antes en un buscador en Internet dejábamos pasar unos momentos para hacer una búsqueda, hoy esperamos milisegundos”, explica Diego Golombek, investigador del Conicet y profesor de la Universidad de San Andrés. Efectivamente, según datos de Google, más de la mitad de las personas abandona una página si tarda más de tres segundos en cargar. Tres segundos. Contalos en tu cabeza para ver lo poco que es. Definitivamente, tenemos poca paciencia.
“El tiempo subjetivo parece haberse acelerado”, señala Golombek, y explica: “Una de las formas que tiene el cerebro para medir el paso del tiempo es por la cantidad de información que procesamos. Ahora recibimos mucha más información desde distintas fuentes en simultáneo”. Es que la cantidad de estímulos que tenemos, de manera permanente, puede estar afectando nuestra noción del tiempo.
Una investigación que se hizo en Australia intentó medir esto. Le pidió a un grupo de personas que pasaran una hora en una sala. Algunas de ellas eran usuarias intensas de tecnología, pasaban mucho tiempo en sus computadoras o teléfonos, mientras otros vivían más desconectados. Lo que se encontró es que quienes pasaban mucho tiempo interactuando con dispositivos sentían que ya había pasado más de una hora cuando sólo iban 50 minutos. Estaban más acelerados.
Nuestras expectativas sobre los tiempos están cambiando y eso nos puede volver más impacientes. Nos acostumbramos a que las cosas pasen rápido, que el objetivo esté cerca
Esta aceleración puede tener un efecto sobre nuestra capacidad de esperar. Nuestras expectativas sobre los tiempos están cambiando y eso nos puede volver más impacientes. Nos acostumbramos a que las cosas pasen rápido, que el objetivo esté cerca. Y mientras más cerca vemos el resultado, más impacientes nos ponemos.
Un estudio que se hizo sobre la impaciencia mostró que, justamente, mientras menos queda para llegar, más nos molesta tener que esperar. Un caso que analizaron fue la ansiedad que genera que llegue un paquete. Lo que encontraron es que mientras más cerca veían que estaba el paquete, más impacientes se ponían. Algo similar observaron cuando se esperaba un colectivo, cuando las personas suponían que estaba por pasar generaba más ansiedad. A medida que la meta se acerca, más necesitamos que llegue, nuestra necesidad de cerrar y resolver se vuelve más fuerte y más impacientes nos ponemos. Y si nuestra expectativa es que todo se resuelva en segundos, es más probable que nos irrite cualquier espera.
Quejarse de que las cosas van muy rápido parece un clásico de cualquier época. Una nota publicada en The New York Time en 1858 sobre el recién implementado telégrafo lo criticaba por ser demasiado rápido y decía: “¿Acaso no hace a la mente popular demasiado rápida para la verdad?”. Pero la velocidad que estamos alcanzando ahora parece ir un poco más allá.
La tecnología nos ayuda a hacer muchas cosas más rápido, y queremos que se mantengan así. El lavarropas ahorra horas de vida y el teléfono facilita mucho. Y la verdad es que escuchar audios de WhatsApp acelerados puede ser muy eficiente. El tema es que también puede estar distorsionando nuestra percepción del tiempo y llevarnos a querer acelerarlo todo.
OS/MF