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La Asamblea Legislativa, por dentro

La amenaza de Santiago Caputo y la temprana aparición de García-Mansilla: el tono de época libertaria copó el Congreso

Santiago Caputo, haciendo señas desde un palco de Diputados hacia la bancada oficialista. A su lado, el viceministro de Justica, Sebastián Amerio, y el tuitero libertario Gordo Dan.

María Cafferata

2 de marzo de 2025 00:13 h

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Fue un cierre elocuente para la segunda apertura de sesiones ordinarias de Javier Milei: luego de amenazar al Congreso con que el Gobierno avanzaría en sus iniciativas con o sin su consentimiento, el Presidente coronó la Asamblea Legislativa con una pecheada de su asesor todoterreno, Santiago Caputo, a uno de los pocos diputados opositores que dieron el presente en el recinto, Facundo Manes. Tras hacer un resumen de gestión frente a un recinto semivacío, el enfrentamiento físico y la posterior denuncia policial marcaron el tono de época libertaria que se avecina para el Parlamento.

Sucedió pocos minutos después de que Milei finalizara su discurso de más de una hora. Mientras el recinto se vaciaba y la prensa era forzada a permanecer en la zona de las palcos por la Seguridad de la Cámara -una situación violenta que también terminó en incidentes-, Caputo persiguió a Manes por el pasillo que se dirige a la salida, lo pecheó y lo amenazó, de manera que todo el pasillo escuchara: “Ya me vas a conocer”. Según relató Manes, luego le susurró: “Te voy a tirar todo el peso del Estado encima”. Le dio una palmada despectiva en la cara y huyó.

La amenaza era la continuación de un enfrentamiento que Manes había tenido con Milei en el recinto: el único, dado que el neurólogo (junto a Pablo Juliano y Marcela Colli, todos de Democracia Para Siempre), fue de los pocos opositores que había decidido participar de la Asamblea. En un momento del discurso, mientras Milei se refería a la necesidad de tener una “Justicia independiente” frente al recién designado juez de la Corte por decreto, Manuel García-Mansilla, Manes levantó un ejemplar de la Constitución y se la mostró. “Leela Manes, seguramente vos entendés cómo funciona el cerebro y parece que no entendiste nada. Quizás tu versión es de inteligencia artificial y cambia de libertaria a kirchnerista como hiciste vos”, lo cruzó, entonces, el Presidente desde el banquito que habían colocado en el atril para que hablara. 

Manes se dio vuelta y también le mostró la Constitución a Caputo, que lo observaba fijo desde uno de los palcos. Lo secundaba el vice de Justicia, Sebastián Amerio, su mando derecha detrás de la estrategia judicial que derivó en la designación de García-Mansilla y Ariel Lijo por decreto. El asesor lo siguió mirando, hasta que decidió bajar y cruzarlo en un pasillo de Diputados. Juliano, el jefe de bloque de Manes, fue a radicar una denuncia en la comisaría de Diputados.

Animadores libertarios frente a un recinto desértico

La jornada no había comenzado mucho mejor para Milei. Se vivían dos escenarios opuestos: el de afuera, donde Milei fue recibido con cacerolazos y un frío intercambio con la vice, Victoria Villarruel; y adentro, donde los pocos senadores y diputados que habían asistido a la ceremonia se sacaban selfies y charlaban entusiasmados. Era, como luego relataría el propio Presidente en su discurso, el año “de la reconstrucción” y los legisladores oficialistas y filooficialistas del PRO mantenían conversaciones exultantes en donde la criptoestafa o el escándalo de la designación de Lijo y Mansilla no tenían cabida. 

Como una demostración de amor al jefe, los diputados entraron al recinto temprano, apenas el Congreso abrió las puertas. Una de las primeras fue Alida Ferreyra, una de las impulsoras de la visita al penal de Ezeiza en julio, a dónde fueron a entrevistarse y fotografiarse con el represor Alfredo Astiz. Después de un sonriente Bertie Benegas Lynch, aparecieron, como si fueran ya legisladores de LLA, los radicales “con peluca” Luis Picat y Mariano Arjol. En la primera fila, amontonados, se ubicaron el senador peronista “Camau” Espínola y el jefe de bancada libertaria Ezequiel Atauche, que habían llegado junto, risueños. 

La mitad del recinto, sin embargo, estaría vacío durante todo el discurso presidencial. Los diputados y senadores de UxP habían tomado la decisión de boicotear la Asamblea poco después de que la Corte le tomara juramento a las apuradas a García-Mansilla. “No me preocupa que el lugar lo copen los aplaudidores, me preocupa tener sentado a un miembro de la Corte que fue designado por decreto y juró a escondidas”, deslizó un diputado peronista que escucharía el discurso desde la oficina del bloque ubicada en el tercer piso del Palacio. Serían solo unos pocos: el jefe de la bancada, Germán Martínez, con Eduardo Toniolli, Juan Marino, Daniel Gollán, Pablo Todero y Carlos Heller.

García Mansilla fue, justamente, el primero de los jueces de la Corte en llegar al recinto. Había cuatro sillas en el apartado reservado para el máximo tribunal: una para Horacio Rosatti, otra para Ricardo Lorenzetti, otra para Carlos Rosenkratz y la última para García-Mansilla. Lijo, que aún no juró, decidió ausentarse. 

Justo en frente, observando desde uno de los palcos centrales, los dos brazos ejecutores de la designación de Lijo y Mansilla intercambiaban miradas a la pantalla del celular. Junto a Caputo y Amerio estaban el líder del “brazo armado” digital, Daniel Parisini, conocido como el “Gordo Dan”; el director de Comunicación de Casa Rosada, Juan Doe, y el legislador bonaerense Agustín Romo: la escudería completa de la batalla cultural.

El resto de la militancia tuitera se agolpó en los palcos de más arriba, al lado del “gallinero” reservado a la prensa. A la prensa se le restringió la cobertura y el acceso a su histórica área de trabajo. En una marea de calor humano, los animadores libertarios aplaudían y gritaban ante cada una de las frases de Milei. 

“La actividad crece y ustedes keynesianos no pueden parar de llorar”, afirmó Milei al principio y el club de fans libertario comenzó a aplaudir. Alguno gritó: “¡Vamos Javo, no vuelven más!”. Luego, Milei dijo: “Eliminamos la obra pública uno de los curros más grandes de la política” y los palcos chiflaron.

No pareció nada contenta, en cambio, la escueta comitiva de gobernadores que habían decidido asistir a la Asamblea: solo 7 de 24 mandatario provinciales dieron el presente. Sin embargo, cuando llegó el momento en el que Milei cruzó a Axel Kicillof, luego de amenazar con intervenirle la provincia, muchos de ellos, como Jorge Macri (CABA) o Claudio Poggi (San Luis), aplaudieron. Solo Nacho Torres (Chubut) y Maximiliano Pullaro (Santa Fe) se rehusaron. 

El club de aplaudidores, a su vez, incluyó a la plana mayor del PRO, que festejaron como si fueran parte de LLA. Festrejaron incluso, cuando Milei apuntó contra “los periodistas mentirosos” y contra el mismo Congreso, amenazándolo con que si no aceptaba acompañar sus iniciativas el Gobierno avanzaría con las mismas por otras vías. “Habrán demostrado que el único camino para cambiar el país es cambiar este Congreso”, cerró, casi sobre el final, el Presidente, y el PRO, cuya supervivencia electoral depende de una alianza con LLA, aplaudió. 

El bullrichista Damián Arabia fue uno de los más entusiastas: llegó a reír abiertamente cuando Milei se refirió, por única vez y de manera indirecta, a la denuncia que pesa sobre él y su hermana a raíz del derrumbe de $LIBRA. “El Banco Central le robó a los argentinos 110 mil millones de dólares. Vengan ahora a hablar de estafa piramidal”, ironizó. Las únicas que no aplaudirían junto al resto del PRO, además del larretista Álvaro González, serían Silvia Lospennato y María Eugenia Vidal: dos de las pocas aliadas que le quedan a Mauricio Macri en el Congreso. 

Ya sobre el final, Milei intercambiaría un paso de comedia con Villarruel, el único intercambio después del frío recibimiento de la vice, que Presidencia decidió no transmitir. Cuando había pasado más de una hora de discurso, Milei pausó y Villarruel lo interpretó como que había terminado y, estando a cargo de conducir la Asamblea, la dio por finalizada. “No terminé. Digo, no te apures. En definitiva, que Dios bendiga a los argentinos, que las fuerzas del Cielo nos acompañen”, se apresuró, tartamudeando, el Presidente. 

Con esa confusión con la vice a la cual “el triángulo de hierro” de los Milei y Caputo le declaró la guerra, el mandatario concluyó su segunda Asamblea Legislativa. Estaba exultante, repartía besos y fotos. Minutos después, sin embargo, en los canales de televisión y en los pasillos del Congreso solo se habló de una cosa: el ataque de Caputo a Manes. “¿Viste? Le pegó, dicen”, susurró una asesora antes de irse ya cuando en el recinto de Diputados apagaban la luz.

MC/MC

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