Fernando empezó a vender pins redondos con motivos peronistas en la campaña del 2009. Fue justo antes de las legislativas que, al igual que el domingo pasado, el kirchnerismo perdió en la Provincia de Buenos Aires. En 2009 les pegaba la cara de la entonces presidenta Cristina y del candidato a diputado Néstor Kirchner. También, la de Daniel Scioli, en aquel momento gobernador y candidato testimonial. Fernando tiene 38 años y una remera estampada con la tapa del disco Oktubre, de los Redonditos de Ricota. Desde aquella elección de hace once años, estuvo en cada acto, cada marcha y cada juntada del peronismo. Combina la changa de los pins con su simpatía ideológica por el kirchnerismo.
Este miércoles 17 de noviembre de 2021, Fernando vende pins con las caras de Alberto Fernández, de Evita, de Cristina y Néstor, más unos con el logo en celeste del Frente de Todos. Los tiene prolijamente exhibidos en bandejas, sobre una mesa ubicada en la vereda de la Plaza de Mayo, frente al Cabildo. Pocos minutos antes de que empiece el discurso del presidente, a las 17 de la tarde, su ranking de ventas es contundente: lo lidera por lejos la vicepresidenta. Ya casi no le quedan chapitas de la expresidenta. En segundo lugar, las de Evita. Les siguen los pins de Néstor Kirchner y, recién después, llegan los del actual presidente. Por último, los de FdT. “No me enamora Alberto, pero igual hay que bancarlo. Es importante”, afirma Fernando.
Si bien originalmente el acto fue convocado para respaldar a Alberto Fernández, tras el resultado electoral del domingo mutó. La convocatoria derivó en un evento ecuménico en favor de la unidad. El eslogan elegido fue “Todos unidos triunfaremos”. El descuento del oficialismo en el conurbano, junto a la remontada en Chaco y Tierra del Fuego, favorecieron el clima de armonía entre las distintas tribus de la coalición de gobierno.
“Si se ensanchaba la brecha, sobre todo en provincia, esto era un caos. Ahora todo depende de nosotros”, se ilusiona un funcionario oficialista e integrante de La Cámpora. El dirigente prefiere el perfil bajo. Se deja el barbijo puesto y camina a varios metros del bloque compacto de militantes camporistas, parapetado sobre Diagonal Norte, a más de 100 metros de la entrada a la plaza. Casi nadie lo reconoce. Y los pocos que lo hacen lo saludan, pero no le piden una selfie.
El ministro de Salud bonaerense Nicolás Kreplak, en cambio, abraza, besa y se deja retratar a gusto. “Esto es hermoso”, exclama mientras se saca momentáneamente el barbijo. Luana Volnovich también posa en continuado para las fotos que le solicitan. Cuando le apuntan con el celular, pone los dedos en ve como un acto reflejo. Vestida de negro, la directora del PAMI arenga al río de jóvenes camporistas.
La fila del espacio cristinista, última tribu en sumarse a la movilización, se ubicó lejos del escenario desde el que discursea Alberto Fernández. El presidente es el único orador del acto. Desde Diagonal Norte y Florida casi ni se escucha lo que dice. La acústica de los parlantes está lejos de funcionar a la perfección. Aunque en realidad son pocos los que siguen en detalle el hilo del speech presidencial. Las palabras de Fernández son una mera excusa para mostrar otra cosa: que el Frente de Todos está vivo, pese al tembladeral interno que generó la durísima derrota de las PASO. Y algo más. Que la alianza oficial pretende continuar en el poder después del 2023, tal como ahora mismo afirma de fondo el presidente.
Tras el alivio relativo del domingo, Fernández busca hacer virtud del déficit, en una reivindicación indirecta del ultimátum que le dio Cristina Kirchner. Asegura que en adelante hay que “poner sobre la mesa los matices y las diferencias del frente”. Implícitamente adelanta la estrategia electoral rumbo a las presidenciales de 2023: sugiere que en esa elección habrá primarias entre los que quieran competir.
Sobre el final de su performance de casi 20 minutos, les agradece a los grupos presentes en la plaza. Enumera genéricamente partidos, movimientos sociales, sindicatos y ciudadanos silvestres. Salvo las miles de personas no encolumnadas, que están salpicadas por toda la plaza, en el acto se respeta a rajatabla el reparto de espacios. Los colectivos cristinistas, como La Cámpora, Kolina, Martín Fierro y 13 de Abril, por Diagonal Norte. Los Movimientos Sociales del Evita y la CCC, sobre avenida de Mayo. Y los sindicatos, con fuerte peso de los camioneros, en Diagonal Sur y hasta el principio de la plaza.
La convivencia general fue pacífica. “Ellos se apuraron en organizar el acto sin avisar, cuando pensaron que se venía una paliza y tenían que bancar a Alberto”, explica un dirigente camporista. “Ellos” son las orgas sociales y la CGT. Pero una vez confirmada esa especie de derrota digna en Provincia, hubo pax romana entre los actores que componen el Frente de Todos.
“Si inyectamos más peronismo, todo va a andar bien. Pero tenemos que estar juntos y dejar de lado los egos”, opina María, una platense de 50 años que vino manejando junto a una amiga. Tamara llegó en micro junto a sus compañeras de la Cooperativa 26 de Julio. Tiene 25 años y recibe el programa Potenciar Trabajo. A cambio, barre las calles de José León Suárez. Lo hace con la remera puesta que dice precisamente Potenciar Trabajo. Y por eso mismo mucha gente la insulta y le ordena que “vaya a laburar”, mientras ella barre las veredas del conurbano. “Soy cristinista, pero estoy en favor de la unidad”, explica.
Jubilado como colectivero, Alberto tiene 79 años. Caminó con su esposa Alicia por Rivadavia hasta un costado del escenario. Alberto manejaba la línea 343. Y en la década del setenta era delegado gremial de la zona norte de la provincia. El 17 de noviembre de 1972, Alberto desafió la prohibición militar y fue hasta Ezeiza para recibir a Perón. “Tenía 26 años y llegué hasta donde pude”, recuerda. Sobre el gobierno de Fernández tiene una opinión formada: “La unidad es importante, pero tenemos que mejorar mucho”.
AF