Opinión

Todo lo ambiental es político

9 de septiembre de 2021 12:37 h

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Era un día esperado en el mundo entero. No habría grandes sorpresas en el último informe del Panel Intergubernamental de expertos sobre el cambio climático (IPCC) pero sí peores noticias. Junto con las escritoras NohayCulturasinMundo (Maristella Svampa, Gabriela Cabezón Cámara, Claudia Aboaf), Pacto Ecosocial del sur (Enrique Viale), Jóvenes por el Clima (Bruno Rodriguez y Mercedes Pombo) y Periodistas por el Planeta (Marina Aizen y Laura Rocha), impulsados por la idea de Juan José Mendoza, investigador del Conicet y escritor, teníamos ya preparado nuestro texto central y el adjunto con las propuestas y proyectos para la urgente transición y mitigación de los  impactos del cambio climático en Argentina. El 9 de agosto, a la vez que se emitía el comunicado del IPCC, la propuesta Cupo Socioambiental en los debates políticos en la Argentina fue presentada ante la sociedad y los medios. Una propuesta avalada hoy por casi veinte mil firmas. 

La elección no fue casual. Contábamos con que el Informe del IPCC, que alerta sobre la gravedad de la emergencia climática, alcanzara cierta visibilidad en los medios. Pero también se sumaron imágenes dramáticas de una sucesión interminable de catástrofes ambientales, como largas sequías, mega inundaciones, incendios de nueva generación cada vez mayores. Lo que este informe advierte, es que esta crisis, este colapso ambiental, es nuestra nueva normalidad: multiplicación de eventos  extremos, extinción de especies y de ecosistemas, y un aumento de la temperatura media que en las próximas dos décadas alcanzará 1,5 grados, impactos todos que golpearán muy particularmente a las poblaciones más vulnerables. 

Sin embargo, en Argentina, pocos hablaron de estos daños irreversibles en el planeta. Debería estar en la primera plana de los diarios, como pasa en otros países, pero sólo algunos medios lo retomaron. Por eso, nuestra propuesta de un Cupo Socioambiental de cara a las próximas elecciones parlamentarias busca interpelar a lxs candidatxs y a los medios para que éstos incorporen las problemáticas ambientales a la agenda pública y política. Proponemos que una de cada cuatro preguntas de lxs periodistas lleven a debatir e instalar el tema de un Plan Climático Global. La idea de un “Cupo socioambiental” por quienes hace ya tiempo alertamos sobre la necesidad de instalar las cuestiones ambientales en nuestro país, nos encuentra en un contexto de deterioro económico, empeorado a niveles siderales por la pandemia. Este texto colectivo, que tuvo resonancia mediática y cultural, surgió de las alianzas dentro del campo socioambiental y la construcción de solidaridades. Reconocidos artistas, trabajadores de la cultura y referentes de las luchas territoriales del país pusieron su firma, su rostro y su voz en diferentes videos que circularon por varias plataformas. Nora Cortiñas, Adolfo Pérez Esquivel, Graciela Borges, Cristina Banegas, Jorge Nawell,  Alejandro Bercovich, Rita Segato, Colectivo #NiUnaMenos, Samanta Schweblin, Guillermo Martinez, Carlos Gamerro, Alan Pauls, Patricia Zangaro, Graciela Speranza, Ruben Lo Vuolo, Roberto Gargarella, Cristian Alarcón, Miguel Rep, Selva Almada, Boy Olmi, Manuel Callau, el CELS, Veronica Abdala, Julieta Venegas, Catalina de Elía, Unión de Trabajadores de la Tierra, Asamblea Popular por el Agua de Mendoza, Pipo Lernoud, Nora Domínguez, Asamblea de Vecinos Autoconvocados por el No a la Mina de Esquel, Maria Ines Krimer, Soledad Barruti, Marcelo Cohen, Sergio Bizzio, Ricardo Romero, Pablo Stefanoni, Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas, Observatorio Petrolero Sur, Daniel Link, Laura Azcurra, Celina Font, Campaña Plurinacional en defensa del Agua para la vida, Flavia Costa, Luciana Peker, Tamara Tenenbaum, Andrea Giunta, Beatriz Sarlo, Paula Pérez Alonso, Gabriela Massuh, y tantos más nombres y asambleas y organizaciones de todo el país. 

A pesar de la épica carpincha en plena recuperación del territorio en Nordelta y los kajactivistas que recorrieron más de 400 kilómetros por el río Paraná para pedir la aprobación de la ley de presupuestos mínimos de protección de humedales -cajoneada por la comisión de agricultura de la Cámara de Diputados- que generaron empatía en la sociedad, el debate político de la crisis climática y ecológica aparece cada vez más enrarecido en nuestro país. Más allá de las diferencias ideológicas, las discusiones revelan una tendencia a la cancelación del ambientalismo por parte de sectores del oficialismo, que suelen oponer de un modo bastante rústico lo social a lo ambiental (como si los primeros afectados por la contaminación no fueran precisamente los pobres); y como último argumento, apelan ciegamente al “mandato exportador” que, como bien señalaron Francisco Cantamutto y Martín Schoor en un artículo reciente, no sólo reúne en un campo común a economistas considerados heterodoxos con economistas ortodoxos, sino que omite una serie de condiciones asociadas al pago de las deudas, a la explotación de la fuerza de trabajo y a conflictos sociales y ecológicos existentes en toda la región. 

Nuestro pedido de Cupo socioambiental busca anclar el debate, no sólo en la crisis climática global, sino en nuestro territorio en términos de justicia social y ambiental. Es también un llamado a aterrizar la crisis climática y mostrar su vínculo concreto con los modelos de maldesarrollo vigentes en nuestro país: la minería a cielo abierto, el fracking y los sismos en Vaca Muerta, el brazo largo del agronegocios y los impactos sociosanitarios del glifosato, el atropello constante de los derechos de los pueblos originarios, la deforestación del monte nativo y la destrucción de humedales, muchos por la vía de incendios intencionales, la cría de animales a gran escala (el proyecto de megafactorias de cerdos), las megarepresas y las hidrovías en función del extractivismo, aún en un contexto de bajantes históricas –como las del Paraná- o crisis hídricas crónicas, entre otros. 

La campaña por un Cupo socioambiental plantea también un listado de casi veinte propuestas que incluyen medidas concretas. Por ejemplo, en relación a los bienes comunes: ley de protección de humedales, de acceso al agua como derecho humano, ley de derechos de la naturaleza, basta de desmontes, prohibición de la aplicación aérea de agroquímicos, ley de envases con inclusión social, desprivatización de las represas, derogación de la normativa minera y el marco regulatorio eléctrico, ambos sancionados durante el neoliberalismo de los años 90, todavía inmodificados; ley de propiedad comunitaria para los pueblos originarios, entre otros. Plantea asimismo la necesidad de implementar políticas estratégicas de adaptación frente al cambio climático: acceso a la salud, a la tierra y la vivienda, derecho al agua y la energía, nuevos planes de desarrollo territorial. Por último, propone una agenda de transición ecosocial que incluye la elaboración de un Plan de Transición Energética, basado en la descarbonización y promoción de energías renovables, el freno a la expansión de la frontera hidrocarburífera y el debate sobre la electromovilidad, entre otros tantos temas. 

Aunque nos hicieron una gran cantidad de notas periodísticas, gráficas y radiales de todo el país, pocos medios nos interrogaron sobre las propuestas concretas, que además cuentan con documentación adjunta. La repercusión inmediata del pedido de Cupo socioambiental refleja la inquietud que sí existe en la sociedad. Un reconocimiento especial merecen les periodistas del programa televisivo Fuego Amigo, quienes sistemáticamente preguntaron a todos lxs candidatxs sobre la agenda socioambiental, encontrándose muchas veces con respuestas vacías de todo contenido, meros saludos a la bandera, cuando no con mentiras y/o barbaridades dichas sin ningún pudor. Pareciera que en la era de la posverdad no hay contrastación que valga, y gran parte de lxs candidatoxs desconocen o no se interesan por las problemáticas ambientales o temen su tratamiento crítico porque involucraría una confrontación abierta con los llamados grandes poderes fácticos. Combinado con la ausencia de temas ligados a la desigualdad, la salud y la educación, la campaña de las PASO mostró ser la más vacua, las más frívola y la más penosa en términos políticos de la que tengamos memoria. 

El IPCC revela también que existe una ventana de tiempo cada vez más estrecha, antes de que atravesemos un punto de no retorno. Ese resquicio pequeño exige cambios drásticos a nivel multiescalar -global, regional, nacional y local-, para evitar que el aumento de la temperatura sea mayor al ya establecido, de aquí a 2050. No es ciencia ficción climática, aunque haya literatura que lo viene anticipando, tampoco un relato arbitrario construido por supuestos ambientalistas palermitanos o una cuestión de hippies. Es una alerta de extinción, avalada por informes científicos en los cuales participan miles de especialistas de las ciencias de la tierra de todo el mundo.  

Así, la campaña por un cupo socioambiental busca además, dar visibilidad a  los ambientalismos populares y asamblearios en nuestro país, en su lucha acuerpada en defensa del agua, de la tierra y del territorio. Apunta a unir fuerzas sociales, individuales y colectivas, para llevar a cabo el debate sobre la transición ecosocial, algo que los más jóvenes asocian con dos hermosos verbos: “deconstruir” y “transicionar”. Deconstruir, porque el mandato no es sólo válido en clave feminista sino también ecologista. La ceguera no es solo patriarcal sino también desarrollista. En realidad, si raspamos el fondo, veríamos que estas dos claves están estrechamente asociadas. “Transicionar” porque necesitamos con urgencia avanzar en un programa de transición justa y popular, que debata a nivel internacional un Plan Climático que incluya la deuda ecológica, que no condene al sacrificio a los pueblos y territorios del Sur, financiando –una vez más- la transición corporativa y privatizadora de los países del Norte. 

Pareciera que 2050 está lejos pero en realidad ya habitamos el colapso, tenemos que comprender la dimensión que han tomado las prácticas de explotar y destruir. Los eventos extremos llaman a la puerta de todxs. No significa el fin del mundo como tal, pero si el fin del mundo tal cual lo hemos conocido. Afrontar la experiencia “de vivir en un planeta herido”, como dijera la antropóloga Anna Tsing, no implica paralizar nuestra imaginación o jugar a la antipolítica y la distopía afirmando que “todo está perdido”. Todo lo contrario, exige un esfuerzo de cooperación y de imaginación política. Por eso nos preguntamos: ¿de qué hablan lxs candidatxs y el periodismo? ¿qué mundo están diseñando para las presentes y futuras generaciones?

El desafío de apostar al camino de la resiliencia y de la sanación en medio de un planeta herido implica realizar cambios drásticos en los modelos de apropiación de la naturaleza, en los modelos productivos, de consumo y de desechos. 

Pensar que el Cupo socioambiental es solo una lucha de ambientalistas constituye un grave error político, una miopía inadmisible. El cupo es un inicio de algo que nos engloba a todes, que requiere la construcción de un movimiento social transversal e interseccional, que involucre e interpele al conjunto de la sociedad, tal como lo hicieron los feminismos en nuestro país. La transformación de nuestra relación con la Naturaleza requiere de una práctica activa: una creatividad vinculante entre estructuras sociales y económicas, pero por sobre todo, abandonar la perspectiva del capital y la acumulación indefinida, que se basa en la idea de que los recursos son infinitos. Las propuestas que acompañan el Cupo socioambiental son para pensar desde la perspectiva de la vida y su sostenimiento, desde una sociedad justa, democrática, resiliente, pluridiversa y plurinacional. Todo lo ambiental es político. Más aún, en poco tiempo, no tenemos dudas, será el centro de la política.

 MS/CA