Viaje relámpago

Sin anuncios y a las apuradas: cronología de la fugaz visita del presidente Milei a una destruida Bahía Blanca

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Desde el otro lado del vallado, en una mañana húmeda de Bahía Blanca, algunos vecinos intentaban ver pasar a Javier Milei. No hubo grandes aglomeraciones ni pancartas de bienvenida, tampoco abucheos organizados. La bronca se expresaba en murmullos, en miradas de reprobación y en comentarios cruzados entre quienes se acercaron a las zonas afectadas para ver si, esta vez, la ayuda llegaría. Pero el Presidente avanzaba sin detenerse, rodeado de su equipo y del estricto cordón de seguridad que aseguraba que la visita no se transformara en un desborde.

La jornada había comenzado temprano en Buenos Aires. Milei llegó a la Casa Rosada a las 6 de la mañana, luego de una semana sin pisar Balcarce 50. Los empleados de seguridad y maestranza ya intuían que algo pasaba. La orden había sido clara: presentarse antes de lo habitual. Media hora después, el Presidente abordó el avión de la Fuerza Aérea rumbo a Bahía Blanca. En su entorno destacaban que la visita había sido planeada con sigilo para evitar filtraciones. Se supo que solo cuatro personas estaban al tanto del viaje antes de que se concretara. La decisión no fue casual: días atrás, Patricia Bullrich y Luis Petri habían sido increpados en la ciudad por vecinos furiosos con la respuesta del gobierno nacional ante el desastre. La prioridad era evitar una escena similar.

El avión presidencial aterrizó en la base aeronaval Comandante Espora a las 7:50. Desde allí, Milei y su comitiva se trasladaron en camionetas custodiadas por la Policía Federal y Seguridad Presidencial hasta la ex terminal de ómnibus de Bahía Blanca, donde funciona el centro de monitoreo de la ciudad. Lo acompañaban su hermana Karina Milei, Bullrich, Petri, y el jefe de Gabinete, Guillermo Francos. En Bahía Blanca lo esperaba el intendente Federico Susbielles, además de funcionarios locales y miembros de las Fuerzas Armadas. Petri ya estaba en la ciudad desde el fin de semana, coordinando las tareas de emergencia.

El recorrido siguió con una visita a la Planta Potabilizadora Patagonia de la empresa ABSA y luego hacia la intersección de Malvinas y avenida Buenos Aires, en la vera del canal Maldonado, una de las zonas más golpeadas por la tormenta. Allí permanecieron hasta las 9:50. En ese sector, el Ejército había comenzado la noche anterior con la colocación de un puente modular, utilizando paneles. Los ingenieros militares explicaron a Milei el proceso de armado, mientras evaluaba el impacto del desborde del canal, que socavó parte de su estructura y provocó el colapso de calles y viviendas cercanas.

A las 10:15, el Presidente llegó al hospital de campaña instalado en el Bahía Blanca Plaza Shopping. Hasta ese momento, no había mantenido diálogo con los vecinos ni con la prensa. El hermetismo era absoluto. En la Casa Rosada insistían en que la presencia de Milei era un gesto de apoyo a la gestión local y a las fuerzas desplegadas en la zona, no una visita de anuncios ni promesas. Sin embargo, en las calles se acumulaban las mismas dudas y reclamos de los días previos.

Desde la semana pasada que la oposición presionaba al Gobierno con sus críticas. La expresidenta Cristina Fernández de Kirchner había cuestionado a Milei en un extenso posteo en redes sociales por haber demorado su presencia en la ciudad. “Pensé que seguro viajaba a Bahía Blanca, porque lo que pasó es apocalíptico. Y no… NADA. ¡Madre de Dios! ¡Qué desconexión emocional tenés con los que sufren!”, escribió. También apuntó a la falta de ayuda económica concreta, recordando que el intendente Susbielles había estimado los daños en 400 mil millones de pesos, mientras que el Banco Central había gastado 224 millones de dólares en un solo día para contener la cotización del dólar financiero. “Fijate, Milei”, cerró la exmandataria.

La respuesta del oficialismo no se hizo esperar. Desde despachos libertarios desestimaban la crítica y aseguraban que “la plata no se gasta en parches”, en referencia a los pedidos de asistencia inmediata por parte de la provincia y el municipio. La ministra Patricia Bullrich, por su parte, intentó reforzar el mensaje de presencia del Estado en el lugar. “La difícil reconstrucción de Bahía Blanca comenzó junto a los vecinos, las Fuerzas Federales y las Fuerzas Armadas, que están poniendo hasta el último gramo de energía”, publicó en sus redes. Detalló además que un avión Hércules había llevado dos plantas potabilizadoras, mientras que la Policía Federal desplegó un hospital móvil con consultorios de pediatría y clínica médica, junto con ambulancias equipadas con terapia intensiva. “Seguimos acá, trabajando para que todo vuelva a la normalidad cuanto antes”, aseguró.

Pero la normalidad todavía parece lejana. A pesar de los operativos desplegados, los vecinos insisten en que la ayuda llega tarde y en cuentagotas. Mientras Milei recorría la zona, en Ingeniero White y Cerri, dos de los barrios más golpeados, el enojo se acumulaba. Los damnificados se preguntan cuánto tiempo tardarán en recibir una solución concreta. La falta de obras de infraestructura suma otro problema a la crisis. Bahía Blanca sifrió un temporal similar en diciembre de 2023, pocos días después de la asunción de Milei. En aquel momento, los destrozos fueron considerables y hubo 13 muertos. Desde entonces, poco o nada se había hecho para reforzar las defensas ante fenómenos de esta magnitud.

Al mediodía, la visita relámpago terminó. Milei abordó nuevamente la camioneta negra que lo había trasladado desde la base aeronaval y partió de regreso a Buenos Aires sin conferencias de prensa ni declaraciones. En el aire quedó la sensación de que la crisis no había terminado para los bahienses, pero sí para la agenda presidencial.

El avión aterrizó en Aeroparque pasadas las 14:30. Sin tiempo para balances, Milei se dirigió a la Casa Rosada para un encuentro con los ejecutivos del gigante minero Rio Tinto. Junto a Guillermo Francos, el ministro de Economía, Luis Caputo, y el secretario de Minería, Luis Lucero, el Presidente recibió a los CEO Jakob Stausholm y Paul Graves. Mientras en Bahía Blanca los vecinos volvían a sus casas sin saber cuándo llegaría la ayuda, en la Casa Rosada se hablaba de inversiones, litio y negocios a largo plazo. La tormenta había pasado. Para el Presidente, al menos.

PL/JJD