El reacomodamiento de las fichas al interior del gabinete libertario a partir de la caída en desgracia de Nicolás Posse, el otrora silencioso y todopoderoso jefe de Gabinete de Javier Milei, empoderó todavía más a una de las figuras de mayor gravitación en las filas de La Libertad Avanza: el hasta ayer ministro del Interior, Guillermo Francos. En los pasillos de la Casa Rosada primaba este lunes un clima de distensión. Interpretaban el ascenso de Francos como una suerte de relanzamiento de la gestión libertaria, más allá de que flamante ministro coordinador se haya erigido desde el vamos en la espada política del Gobierno en su ida y vuelta con la “casta”.
Es que la designación al frente de la Jefatura de Gabinete de este abogado de 74 años, que hasta octubre se desempeñó como representante del país ante el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), designado por Alberto Fernández, no es más que la coronación de un replanteo estratégico operado por el Presidente hace ya varios meses. En su discurso ante la Asamblea Legislativa del 1° de marzo, luego de un verano de confrontación directa con las provincias, Milei presentó el Pacto de Mayo a modo de anzuelo con el fin de ganar tiempo en las negociaciones y le otorgó a Francos el margen de maniobra suficiente para comenzar a demostrar sus destrezas en el plano de la “rosca”.
A partir de ese momento, la misma foto se repitió en loop, como si se tratara de una película fallada: el por entonces ministro posando junto a mandatarios provinciales o diputados nacionales en algún despacho oficial, ya sea en Balcarce 50 o en edificios gubernamentales ubicados en algún otro punto de la Argentina. ¿El objetivo? Lograr los apoyos que necesita el Gobierno en su afán por aprobar su todavía incierto proyecto de ley Bases en el Congreso, algo que el propio Francos calificó este lunes como una “obsesión” personal.
Debido a su aplomo a la hora de tejer acuerdos, sobre Francos recayó la responsabilidad de “amortiguar” —según reconocen en su entorno— las consecuencias del modus operandi desafiante y contradictorio de Milei. Un rol de equilibrista que ahora deberá hacer valer en tanto hombre fuerte del Gobierno, sobre todo en lo que refiere a las negociaciones del oficialismo con la oposición. Sin ir más lejos, durante su primera jornada al frente de la Jefatura de Gabinete, el nuevo ministro coordinador se acercó hasta el Senado para encabezar personalmente el acuerdo con los bloques aliados del PRO, la UCR y los espacios federales y provinciales. No pudo asegurarse a que hoy haya dictamen de la ley Bases y el paquete fiscal, pero se arrimó bastante: al menos se mostró como el flamante interlocutor de la Casa Rosada con el Parlamento.
Con su presencia, además, Francos esmeriló a la propia vicepresidenta, Victoria Villarruel, a quien le hizo un encargo: que suspenda la exposición de la canciller Diana Mondino, que estaba prevista para ayer a las 16. La presidenta de la Cámara alta habló con el senador Francisco Paoltroni, jefe de la comisión de Relaciones Exteriores, y el formoseño desactivó rápidamente la convocatoria. “Todos estamos haciendo un esfuerzo para que salga la ley Bases, no queríamos distraernos ni perder la sinergia de las conversaciones”, explicó el senador formoseño.
¿Pero cómo se explica que un espacio que hace de la antipolítica un culto deba recostarse en una figura cuya trayectoria la emparentaría a cualquier político “casta”? Con un pasado vinculado a la figura de Domingo Felipe Cavallo, Francos fue electo diputado nacional en 1997 por Acción por la República, el partido fundado en 1996 por el exministro de Economía. Sin embargo, en 2000, el ahora funcionario libertario renunció a su banca y dejó la política activa âpasó a la historia su justificación: “cansancio moral”â para comenzar a trabajar en la actividad privada en Corporación América, de Eduardo Eurnekian, donde años más tarde se conocería con Milei.
“Es una persona que tiene mucho talento político”, lo definió Milei, sin dar nombres, tres días después de las PASO del año pasado, las mismas que tuvieron al libertario como el ganador. En esa entrevista con LN+, el libertario describió a un casi ignoto Francos como “un gran político, una mente brillante y un ser humano maravilloso”. Era la primera vez que el actual presidente hacía referencia a quien ya, desde ese preciso momento, incluso antes de aterrizar en Balcarce 50, comenzó a tener un mandato claro: ser quien encabece la relación política con los distintos mandatarios provinciales.
A lo largo de los primeros seis meses de gobierno libertario, el extremo hermetismo que caracterizó a Posse se reflejó en el nulo interés que demostró en aceitar el vínculo institucional de la Casa Rosada con el Congreso, una de las funciones que, en la teoría, debe cumplir todo jefe de Gabinete. A partir de ahora, Francos tiene la misión de transformar ese silencio en diálogo frutífero. Y suplir, a su vez, la cada vez menor injerencia de Milei en los temas cotidianos de la gestión. Un desafío ciclópeo que, sin embargo, no escapará a la auditoría de la mesa chica del Presidente, con la implacable Karina Milei a la cabeza.
PL/JJD