- No, Juan, escuchame, entendeme bien, boludo: el candidato soy yo.
El 18 de mayo del 2019, Juan Manzur andaba, de pueblo en pueblo, por el sur tucumano. Tenía mala señal en el celular y al atender el llamado telefónico tardó en entender lo que, del otro lado, le decía Alberto Fernández. Por la comunicación entrecortada y -o- por lo insólito de la novedad, al gobernador le costó procesar y comprender que Cristina Kirchner había bendecido como candidato a presidente a Fernández.
- Necesito que me ayudes, dame una mano con los demás muchachos -, le pidió Fernández.
En los meses previos, ya reconciliado con Cristina Kirchner, Alberto había tenido muchas charlas con Manzur como parte del ejercicio de orfebrería para que las distintas tribus peronistas, entre recelos y disputas, metabolicen una posible convivencia para enfrentar a Cambiemos. El tucumano tenía un plus: integraba el quinteto de jefes peronistas que interactuaba con Mauricio Macri, pero, a diferencia del cordobés Juan Schiaretti y el salteño Juan Manuel Urtubey e incluso de Sergio Uñac (San Juan) o Gustavo Bordet (Entre Ríos), no se mostraba cerril frente a un potencial acuerdo con Cristina Kirchner.
Ese sábado, el tucumano fue uno de los primeros en salir a hablar a favor de la designación de Fernández y a celebrar el gesto de Cristina. Teléfono en mano se dedicó a convencer a otros gobernadores, “los muchachos” en la frase de Fernández, para que hagan lo mismo. A varios les llevó algunas horas pero, al caer el día, la mayoría de los mandatarios que hasta la noche antes engordaban el Peronismo Federal, una especie de tercera vía, habían virado hacia un armado PJ.
El jueves pasado, dos años y cuatro meses después de aquella charla, Fernández volvió a pedirle que lo ayude en medio de la peor crisis del Frente de Todos (FdT), un conflicto que en el peronismo definen como el fin de la coalición. “El frente está muerto, nunca fue del todo cierto pero nos permitía simular que éramos un frente. Con lo de esta semana quedó claro que no”, apuntó un funcionario.
- ¿Quedaron conformes con el nuevo gabinete? -preguntó elDiarioAR la noche del viernes a un integrante de la cima del poder albertista.
- Todavía hay gobierno. Eso es lo que importa -, fue la respuesta resignada.
Con las horas, hubo unos pocos destellos de optimismo y se instaló una idea que saca al nuevo gabinete de la instancia de la emergencia y lo proyecta más allá del 14 de noviembre, la fecha de la general. La elección se da por perdida y, además, se considera que no se puede hacer mucho por modificar sustancialmente el resultado, más que mejorar la performance para el Senado, la obsesión de Cristina, y acortar la distancia en la provincia de Buenos Aires. A eso, con agenda y campaña propia, se dedicará Axel Kicillof.
Fernández, a su vez, prometió tomarse un descanso de la campaña. El lunes, a las 16, tomará juramento a sus nuevos ministros y luego tratará de salir del modo campaña que mantuvo hasta el miércoles, cuando estalló la casa común del FdT. Con el nuevo staff, planea ensayar un formato similar al de Cristina en 2013 cuando luego de la derrota, delegó la campaña en Daniel Scioli y Martín Insaurralde, el gobernador y el primer candidato bonaerense.
“Es un gabinete con músculo, de tipos entrenados en muchas batallas, que le dan aire a Alberto”, confió un funcionario y se mostró expectante de una mayor vitalidad del gobierno con los nuevos actores. Y de otro perfil y formato político porque “la conocen a Cristina, ya trabajaron con ella, saben cómo es. Y a diferencia de otros no le tienen miedo a Máximo”.
La opción Manzur
El miércoles, Juan Manzur almorzó con Nicolás Trotta. Durante ese encuentro se enteró de la renuncia de Eduardo “Wado” De Pedro al Ministerio del Interior. Fue un momento de shock. De ahí, partió a un encuentro con Gerardo Zamora, el gobernador de Santiago del Estero, y habló con varios mandatarios y dirigentes sindicales. Charló con Alberto Fernández y quedaron en verse el jueves en Olivos.
El jueves, antes de la carta de Cristina, el tucumano se vio con Fernández. Cuando se retiró de la quinta presidencial, el presidente le había ofrecido la jefatura de Gabinete y el tucumano tenía decidido aceptar aunque pidió tiempo para ordenar un asunto de entre casa que hasta anoche seguía irresuelto: el vínculo tortuoso, de alta combustión, con su vice, Osvaldo Jaldo.
La carta de Cristina, en la que la vice lo nominó para la jefatura de Gabinete, despejó el proceso porque en otras ocasiones, el presidente había propuesto incorporar a Manzur pero, según cuentan en el entorno de Fernández, “lo vetó Cristina”. Un episodio intervino, de manera si se quiere fortuita, en beneficio del tucumano. El 17 de agosto, durante un acto en Lomas de Zamora, para el relanzamiento municipal del plan Qunita, la vice recordó que Manzur no había sido “procesado” por ese programa aunque “los demás (funcionarios) si”.
Cuentan en el PJ que luego de ese discurso, la vice llamó a Manzur para pedirle disculpas, y decirle que había sido un error. Un mes después; Manzur fue anunciado como jefe de Gabinete en reemplazo de Santiago Cafiero, un albertista primer anillo que fue blanco de la metralla de Cristina y fue desplazado por Fernández. El otro fue Juan Pablo Biondi, a quien la vice dedicó varios párrafos de su carta. Biondi no se alejará del presidente.
Cafiero y Biondi participaron a mitad de semana de un encuentro donde un Gustavo Beliz insospechadamente fervoroso ofició de vocero de un conato de independentismo de Fernández. En la reunión estuvieron, además de Fernández y Beliz, Cafiero, Biondi, Julio Vitobello, Gabriel Katopodis, Juan Zabaleta y Vilma Ibarra, la última en llegar, y la primera en advertir de la inconveniencia de escalar la crisis. “Nadie se lanza a una pelea que no puede ganar”, dijo Ibarra. La miraron con furia aunque, al instante, primó un tono más moderado. Treinta horas más tarde, desde el entorno más cercano a Fernández, se pronunció la frase de “hay gobierno” como objetivo básico y, por tanto, un elemento que estuvo en duda.
En el balance del fin de semana, a la “peronización” del gabinete le anexaban otras dos cuestiones. Una: Fernández cedió en exceso, no solo por Biondi y Cafiero, sino porque entregó, además, a figuras que en estos días se alinearon detrás de él, como Felipe Solá y Sabina Frederic. Dos: Cristina logró que atiendan sus demandas y dejó a “Wado” De Pedro, continuidad que sin embargo parece doblemente condenada: porque la relación personal con el presidente quedó rota y porque, además, Manzur cristalizó ayer que él será, en adelante, el interlocutor con los gobernadores, la principal tarea que tuvo De Pedro.
“Lo de Wado fue una traición: debió avisarle a Alberto que Cristina le había ordenador renunciar para que Alberto la llame y evite el quilombo, o para que Alberto preparara una contingencia como otras renuncias para sacarle dramatismo público”, describió un operador que intervino en todo el proceso de estos días.
El sábado, De Pedro integró la comitiva que voló a La Rioja para la reunión de Fernández con los gobernadores. La convivencia en la familia panperonista está herida, quizá de manera irreversible, lo que configura los peores fantasmas. “Nadie sabe si esto terminó o si van a ir por las cabezas de Guzmán y Kulfas en noviembre. Nadie sabe si esto fue una excepción y volvemos a funcionar con cierta normalidad, o hay que acostumbrarse a que, cada tanto, haya un estallido”, sintetizó una fuente del FdT.
PI