Nunca se sabe cuál puede ser el próximo capítulo de las elecciones en Boca, pero todo parece indicar que el domingo finalmente se vota. De un lado, Juan Román Riquelme, máximo ídolo de la historia del club y defensor de cada una de sus tradiciones, en busca de su primer mandato como presidente. Del otro, Mauricio Macri, esta vez como candidato a vice, decidido a recuperar un rol dirigencial en el fútbol argentino para impulsar su visión reformista. No podrían estar más alejados uno del otro. No es solo que piensan diferente: piensan lo contrario. Uno quiere hacer una Bombonera nueva, el otro ni loco la mueve de donde está. Uno quiere que los clubes puedan ser sociedades anónimas, el otro defiende el modelo de asociación civil. Uno cerró su campaña de traje en el Hotel Libertador, el otro de jogging, tocando el bombo arriba de un camión.
Pocas cosas se repelen con más fuerza que Riquelme y Macri, como quedó demostrado en las últimas semanas, cuando la cuerda alcanzó su punto máximo de tensión. Recordemos que la fecha estipulada para las elecciones en Boca era el 3 de diciembre, y que la jueza Alejandra Abrevaya había suspendido los comicios a través de una medida cautelar tras recibir una denuncia de Andrés Ibarra –candidato a presidente de la oposición– por supuestas irregularidades en la confección del padrón.
El oficialismo no solo apeló la resolución, sino que denunció en los medios que se trataba de una maniobra del macrismo para desembarcar en el club a través de una intervención judicial, al punto de que el propio Riquelme alentó a los hinchas de Boca a salir a la calle a manifestarse. Unos días antes, tras el triunfo de Javier Milei en las elecciones nacionales, Macri había dicho: “Los orcos van a tener que medir muy bien cuando quieran hacer desmanes en la calle”. No hubo desmanes el domingo 3, pero sí 30 mil orcos xeneizes que marcharon desde Parque Lezama hasta la Bombonera para exigir que los dejaran votar.
Y se hicieron oír. El lunes pasado, tras varios días de incertidumbre, la Cámara de Apelaciones revocó el fallo de la jueza Abrevaya y allanó el camino para que las elecciones se hagan con normalidad el domingo 17. La resolución parece haber tomado por sorpresa incluso al propio oficialismo, que tuvo que suspender de urgencia la celebración por el día del hincha de Boca anunciada para el martes 12 (durante las cual se iba a abrir la Bombonera a los socios, en lo que probablemente terminaría siendo una nueva muestra de apoyo masivo a Riquelme), a efectos de poder reacondicionar el estadio antes de los comicios.
¿Qué alegó la Cámara de Apelaciones? Que para dictar una cautelar como la de Abrevaya “se requiere más que una mera probabilidad de la verosimilitud del derecho invocado por quien la pretende; para acercamos a un grado de certeza que configure convicción”. En ese mismo sentido, el fallo señala la contradicción en la que Abrevaya incurrió al aceptar la denuncia de Ibarra como válida mientras al mismo tiempo disponía que las supuestas irregularidades debían ser definidas por la vía correspondiente.
De hecho, “verosímil pero no convincente” es una definición perfecta de la maniobra judicial que Ibarra y Macri intentaron para erosionar a Riquelme. Es verosímil porque lo que se denuncia efectivamente ocurrió: el oficialismo confeccionó el padrón con socios activos hechos de manera discrecional, sin respetar la antiguedad de socios adherentes que deberían tener prioridad para pasar a activos. No es convincente porque el macrismo no solo hizo lo mismo durante las dos gestiones de Daniel Angelici (y se votó igual, a pesar de las denuncias), sino que en 2019, meses antes de terminar su mandato, la Comisión Directiva del club avaló esa discrecionalidad.
Dice el Artículo 13 del estatuto de Boca: “La categoría de socios adherentes corresponde a quienes soliciten su incorporación directamente en esta categoría o quienes por los cupos que fije la Comisión Directiva no puedan ingresar a las demás categorías y deseen tener prioridad para pasar a ellas”. Pero el Reglamento para la Inscripción de Socios (acta 34 del 12 de junio de 2019), aclara: “La comisión directiva podrá incorporar socios en sus distintas categorías de forma directa, sobre la base de amplias consultas a los distintos sectores del quehacer del Club”. Por si esto no fuera suficientemente claro, el Artículo 14 del estatuto dice: “Si la Comisión Directiva comprobara dentro del año de la incorporación que el socio no reunía a la época de su ingreso las condiciones estatutarias, dará la intervención pertinente al Tribunal Disciplinario, quien propondrá la sanción a aplicar”. O sea: si había alguna sospecha, la oposición, desde su lugar de minoría en la Comisión, tenía un año para vetar a esos socios. Decidió hacerlo después de dos años, una semana antes de las elecciones.
Ese es el motivo por el cual Riquelme sospechaba que la estrategia de Macri era encontrar una excusa para que la Justicia interviniera el club y así manejarlo virtualmente a través de sus contactos. A partir de ahí, siempre según la mirada de Román, el plan era abrirles las puertas de Boca a los capitales árabes, tanto para la construcción de una nueva Bombonera como para un eventual gerenciamiento. O, en sus palabras: “Nos quieren robar el corazón”. Macri no hizo demasiado por desmentir esa versión. No sólo se pronunció a favor de que los clubes puedan ser sociedades anónimas (un viejo sueño suyo que ya intentó imponer AFA a fines de los 90), sino que se mostró junto a Mohamed bin Zayed Al Nahyan, presidente de los Emiratos Árabes Unidos y hermano del dueño del Manchester City (que, dicho sea de paso, es el club al que se refirió Milei cuando le preguntaron cuál era su modelo preferido de gestión en el fútbol). Es más: según dijo el viernes Juliana Santillán, diputada de La Libertad Avanza, el Gobierno podría incluir el proyecto que habilite las sociedades anónimas deportivas (SAD) en el inminente “paquete ómnibus” de medidas que enviará al Congreso. “Son las elecciones más fáciles de la historia”, dijo Riquelme una y otra vez durante la campaña. Más allá de la preferencia de cada votante, es cierto que la polarización total entre ambos candidatos no deja demasiado espacio para la duda.
Con la principal traba judicial ya dirimida, Ibarra y Macri dijeron en estos días que ellos siempre quisieron votar el 17, aunque con un padrón revisado y sin “socios truchos”. Sobre este tema la Justicia tampoco les dio la razón: el padrón completo está habilitado para participar de los comicios (se trata de unas 94 mil personas, número definitivo al que se llegó luego de que el RENAPER confirmara la cantidad de socios fallecidos en el último tiempo). Nada de esto le impidió a Ibarra presentar una nueva cautelar 72 horas antes de las elecciones, para exigir que los socios “sospechosos” –que representan al 14% del padrón– voten en mesas diferenciadas, un pedido al que la jueza Abrevaya accedió. Boca apeló a última hora del viernes (al cierre de esta edición, la Cámara de Apelaciones todavía no había contestado). Más allá de las ideas y vueltas, se descuenta que la asistencia será récord. Nunca se sabe cuál puede ser el próximo capítulo de las elecciones en Boca, pero todo parece indicar que el lunes habrá un nuevo presidente.
LG/DTC