Pandora Papers

Zulemita, hija presidencial y ungida primera dama, con un patrimonio siempre difícil de explicar

10 de octubre de 2021 05:01 h

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Zulema María Eva Menem, Zulemita, es hija del ex presidente y de Zulema Yoma. Y es, también, hermana de tres varones: Carlos Saúl Facundo, Junior, fallecido en marzo de 1995, cuando el helicóptero que piloteaba se cayó (o fue derribado, nunca se supo) en San Nicolás de los Arroyos; de Carlos Nair, reconocido por el ex presidente como hijo propio en 2008, hace apenas trece años, cuando él había ya cumplido los 26; y de Máximo Saúl Menem Bolocco, nacido de la relación que tuvo su padre con la ex Miss Universo en representación de Chile. 

La hija de Menem es dueña de Núñez, la concesionaria oficial de Toyota ubicada en la avenida Figueroa Alcorta 7576, en Buenos Aires, negocio que tomó cuando falleció su hermano. Se ocupa de la crianza de dos varones y de cuidar a su madre. Su patrimonio siempre fue difícil de calcular. Hay propiedades en la Argentina y el exterior, acciones en empresas, sociedades y bienes. La sucesión, que está en proceso, debe repartirse entre los hermanos y Antonella Menem, la hija que tuvo Junior con la modelo Amalia Pinetta. Antonella, quien consiguió el apellido Menem a los 15 años, heredó de su padre chatarra y deudas. Esta semana dijo que cree que su tía “está pasando todo a su nombre”. En ese “todo” estaría incluido un edificio de ocho pisos en Miami que pertenecía a su abuelo, el ex presidente.

Zulemita, la “princesa” que no se parecía a nadie

El paso de Zulemita por la política, con la que suele coquetear aunque siempre despreció, fue fugaz pero inolvidable: ofició de primera dama durante el segundo mandato de su padre. Lo acompañó en la gira por Inglaterra, por ejemplo. Hubo un gesto entre ambos que dejó perplejos a los anfitriones. Un beso en la boca, un “piquito” en Londres, 16 años después de la Guerra de Malvinas. En Madrid salió de copas con la Infanta Elena. En Nueva York, envuelta en un strapless bordado por las mismísimas manos de Elsa Serrano, Elsita, fue fotografiada durante una fiesta en un yate. En Tokio compartió la cena de gala ofrecida por los emperadores. Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, quedó azorado al verla en Managua. Tanto que se quitó la gorra de comandante y la coronó. Pero Zulemita andaba con la mirada triste, así como imposta Cazzu en el clip del tema C14TORCE

No hacía geopolítica Zulemita, ni caridad. Bastaba con que ocupara el rol que su madre había abandonado. Algo era cierto: Zulema no lograba seducir a las mujeres del pueblo y su intento de co-gobernar desde el espacio doméstico y limitado de Olivos, le valieron la expulsión. Para fines de 1995, estaba abocada a la investigación de la muerte de su hijo a la que denunciaba como un atentado. El lugar de la consorte estaba vacante y quién mejor que Zulemita. Es interesante, además, el vínculo no sexuado entre ese presidente y su primera dama. De todas maneras eso no los eximirá de tener, en el futuro, “problemas de alcoba”.

Todavía en duelo por la muerte de su hermano, la hija menor, la única mujer entre los Menem auténticos, asumió el rol que había sido de su madre. Se probó el trajecito con hombreras, las medias de nylon y los tacos discretos. Para 1996, a sus 25 años, ella era los noventa y nosotras, contemporáneas, la aspirábamos. Señala en su ensayo Florencia Angilleta publicado en ¿Qué hacemos con Menem?: “Las chicas de clase media se visten como si ganaran los sueldos de sus jefas. Los noventa: ser de clase media cuesta mucho”.

En épocas de tintura rubia en serie y caras de molde conseguidas en quirófanos, Zulemita, incluso con el cabello decolorado, no se parecía a nadie. Ella se asomaba como se asoman las panteras: sigilosa, liviana y silvestre. La muerte trágica de su hermano la habían ubicado en tiempo y espacio. Abandonó el jopo, los pantalones, los escotes y las mini-minifaldas. Se vistió con marcas internacionales, igual que las princesas de los finales de siglo. La estrategia del outfit, sin embargo, no disimulaba lo que era natural. Aún vestida de pies a cabeza, Zulemita era el fuego. Su padre lo sabía. Y la exhibía. 

El final los encontró juntos. El 14 de febrero, Carlos Saúl Menem seguía internado en un sanatorio porteño. Zulemita, lo tomó de la mano y esperó a que se lo llevara la muerte. “El papi” y “La nena”. No sólo los ataba el ADN. A Zulemita y a Menem los unía una trenza apretada por el amor más puro, pérdidas, la obsesión, los celos y el reproche. En el medio, la vida: perdones, vejeces, maternidades. Y todo eso que pasó antes, el desalojo, la muerte, aquella mujer...

La Quinta, la caída y La Bolocco

El 14 de junio de 1990, Zulema Yoma no pudo entrar en la casa en la que le correspondía vivir, la Quinta de Olivos. A pedido de Carlos Menem, presidente, su esposa y sus dos hijos fueron desalojados. Organizaron el operativo como si se tratara de un asalto comando, con transmisión en vivo y en directo. Junior había quedado adentro. “¡Me lo tienen secuestrado a mi Carlitos. El hijo del Presidente ha sido secuestrado en plena democracia!”, gritaba Zulema, jogging y zapatillas, en el ingreso. Junior salió de la Quinta un rato después. Se abrazó a su madre y a Zulemita. Con lo puesto, los tres se instalaron en un departamento de la calle Paraná. Un año después, Zulema Yoma insistió con el divorcio

Lo que hoy es la concesionaria de Zulemita, era, en 1992 el taller donde Junior se ocupaba de sus autos de carrera. Quería ser “el sucesor de Fangio” y había cambiado las madrugadas en New York City por la velocidad. Junior llevaba dos años sin hablar con su padre. Seguía enojado por la expulsión de la Quinta. Una mañana de ese año, Junior recibió una visita en la vereda de lo que hoy es la concesionaria: Amalia Pinetta, cinco años después de haber parido, le dijo que tenía una hija y que se llamaba Antonella. “Si todas las mujeres con las que me acosté me reclamaran lo mismo tendría dos millones de hijos”, respondió Junior de acuerdo al testimonio que recoge Olga Wornat en el libro Menem. La vida privada. Junior se dio vuelta y encaró para el taller. Pinetta fue a la parada del colectivo que la dejaría donde vivía, una pieza del hotel en Constitución. 

Para 1994, Zulema ya había denunciado golpes de parte de Menem al punto de perder un embarazo y una serie de infidelidades durante el matrimonio que entonces constituían un delito. Así que subió la apuesta: amenazó con revelar a la prensa cuentas ocultas en el exterior para que la demanda de divorcio, que estaba estancada, avanzara. A esa altura, Zulemita había quedado libre en la carrera de Arquitectura en la Universidad de Belgrano y se anotó en Comercio Internacional en la UADE. Respecto de su padre, el amor pudo más: no sólo le perdonó el desalojo sino que empezó a oficiar de nexo entre su padre y su hermano. Junior, además, había admitido, no en la Justicia pero sí ante su familia, que tenía una hija. Entre todo, la existencia de Carlos Nair, un chico que vivía en Formosa, era un secreto a voces. Y entonces, la muerte.

Menem y Junior habían hecho las paces. A las 11.45 del 15 de marzo de 1995, Junior despegó en su helicóptero desde la Quinta de Olivos. Cielo despejado, sin plan de vuelo. A las 15.10 murió. Los primeros informes indicaron que la hélice trasera se había enredado en un cable de mediana tensión y por eso la nave se clavó de punta en un maizal en las afueras de San Nicolás. A 26 años del episodio, la Justicia aún no determinó las causas del accidente en el que el hijo del entonces presidente perdió la vida. Esa muerte rediseñó a la familia Menem y la nueva configuración ungió a la hija como primera dama.

La muerte de Junior rediseñó a la familia Menem y la nueva configuración ungió a Zulemita como primera dama.

Hacia el final del segundo mandato, en 1999, Menem conoció a la ex modelo y conductora chilena, Cecilia Bolocco. Él 70 años, ella 35. Se enamoraron. Zulemita se opuso al matrimonio. Por ella cancelaron una fiesta de compromiso que iba a celebrarse en Santiago de Chile en noviembre de 2000. Y lo mismo pasó con la reprogramación del compromiso, en enero del año siguiente. Zulemita supo que lo harían en La Rosadita, una quinta que Menem tenía en Anillaco y, en una jugada magistral, se adelantó y ocupó la Quinta. 

Menem y Bolocco se casaron el 27 de mayo de ese año. Fue una boda popular en el polideportivo “Carlos Menem” en La Rioja: locro en bandejitas de plástico y una torta de siete pisos para los 4 mil invitados que ocuparon las gradas para aplaudir a los novios. Zulemita no asistió y Menem no fue al casamiento de su hija con el italiano Paolo Bertoldi, organizado en un palacio de Liguria en 2003. Ese año nació Máximo Saúl, último hijo de Menem. Zulemita volvió a ganar: la pareja había anunciado a la prensa que el bebé se llamaría Carlos, para la hija de Menem era una falta de respeto a Junior.

“Si algo hay que reconocerles a las mujeres del menemismo es la maestría con la que combinan el portaligas con el látigo”, escribió Sylvina Walger en su libro Pizza con champagne. Crónica de la fiesta menemista. Fue un deber y un mandato para Zulemita reivindicar el apellido paterno: “Me identifico con un peronismo como el de mi padre”, repite ella, que nunca se hizo la Evita.

VDM