No lo vieron o no les importó. El gesto de autoridad que Alberto Fernández insinuó con el armado de las listas bonaerenses del Frente de Todos no alteró en lo más mínimo las perspectivas de las empresas y los fondos de inversión, que elevaron en los últimos días la temperatura del dólar, pese a que el tipo de cambio real ajustado por el precio de los commodities que exporta Argentina toca el nivel más alto desde marzo de 2008.
Antes de lo previsto, los actores del mercado comenzaron a jugar el segundo tiempo del mandato y no repararon en la defensa cerrada que el Presidente hizo de su gabinete ante la presión del ala crítica del gobierno, donde se funden los intereses de Cristina Fernández con los de Sergio Massa. Hasta el final, Fernández sostuvo a Santiago Cafiero como su jefe de Gabinete y rechazó la ofensiva del ala legislativa que pretendía trasladar al Poder Ejecutivo el esquema de gobierno que rige en el Congreso.
Después de un año y medio en el que su palabra se devaluó y su autoridad sufrió el desgaste acelerado de la pandemia, los errores propios y las contradicciones del Frente de Todos, Fernández dio signos de que quiere hacer valer con más fuerza su criterio en la toma de decisiones. Dejar de ser un gerente de una empresa que tiene la casa matriz en el Senado para reconstruir un pentágono del poder junto a la vicepresidenta, el líder de La Cámpora, el presidente de la Cámara de Diputados y el gobernador bonaerense.
Cansado de ver cómo el eje Massa-Cristina contribuía a diluir su rol, el Presidente decidió apostar a plebiscitar su gestión, ganar las elecciones y empezar una nueva etapa tonificado. Sin embargo, las fuerzas que presionan por una devaluación dan a entender en su lenguaje que la oportunidad que representaba su gobierno está perdida hace rato y anuncian un segundo semestre cargado de turbulencias.
Victoria Tolosa Paz, Daniel Gollán y la lista del Frente de Todos irán a defender la gestión del gobierno en un cuadro dramático, con pandemia, caída del salario real, alta inflación y el frente del dólar que presiona sobre los precios. Una vez más, el oficialismo se juega su sobrevida en el inabarcable conurbano bonaerense, donde la crisis permanente golpea y los resultados son impredecibles.
De acuerdo a las proyecciones del INDEC para el período 2010-2025, hoy en los 24 partidos más cercanos a la Ciudad viven nada menos que 11,3 millones de habitantes, el 64% de los 17,5 millones de habitantes que tiene la Provincia. Si se suman Pilar, Escobar, General Rodríguez, Marcos Paz, San Vicente, Presidente Perón, La Plata, Ensenada y Berisso son unos 13 millones de personas que se reparten entre el primero, segundo y tercer cordón del GBA. Más allá, nace el cuarto cordón, a donde migran las familias sin techo expulsadas del AMBA y proliferan asentamientos como el que la Policía Bonaerense desalojó en Guernica el año pasado. Para saber cómo impacta en esa geografía inmensa la suba formidable de los alimentos y el deterioro crónico de las condiciones de vida habrá que esperar a la encuesta del 12 de septiembre.
Según al dato que acaba de difundir el INDEC, el costo de la canasta básica total en el Gran Buenos Aires, que separa a una familia tipo de la pobreza, aumentó un 51,8% en el último año y creció en junio hasta llegar a los 66.488 pesos, un piso que no tiene en cuenta el costo del alquiler. La canasta básica alimentaria, el monto que es considerado como umbral mínimo para no caer en la indigencia, creció por encima de la inflación (3,6%) en el sexto mes del año y se ubicó en $28.413. Así, bajo el gobierno del Frente de Todos que ahora tiene que ir a elecciones, el Salario Mínimo Vital y Móvil no alcanza para impedir que una familia -que en teoría tiene resuelto el tema de la vivienda- supere la línea de la indigencia, es decir, para que cubra sus necesidades proteicas. Que el SMVy M recién en julio haya llegado a $27.216 y que en agosto suba solo a $28.080, explica en parte que más de 20 millones de personas habiten, según cifras oficiales, en el submundo de la pobreza.
Ese tipo de estadísticas son las que generan alarma tanto en Máximo Kirchner como en Massa, dos de los políticos que tienen acciones en territorio bonaerense y recuerdan que el peronismo kirchnerista no gana una elección legislativa en la provincia de Buenos Aires desde 2005. Hoy en un frente de unidad, con el massismo encogido pero de regreso, la realidad debería ser otra si las condiciones fueran normales. Pero en el inicio de la campaña, la dirigencia todista se divide entre los que están tomados por el pesimismo y los que anuncian brotes verdes para el segundo semestre.
Ya sea porque la vacunación acelera como nunca, porque la paciencia social es infinita o porque enfrente está la fuerza que multiplicó los pobres sin pandemia, el Frente de Todos aparece competitivo en las encuestas que mira el gobierno. Según los últimos sondeos de la consultora Aresco, el compás de espera en favor del gobierno sigue abierto y el FDT sostiene una diferencia de 6 puntos -era de 8 hace un mes- sobre Juntos en el distrito más importante del país. Por el impulso de la UCR que pretende renacer y el debut de Facundo Manes, la oposición que apunta en este turno electoral a desembarazarse de Mauricio Macri armó una oferta competitiva. De acuerdo a los números de Federico Aurelio, Diego Santilli le lleva a Manes 8 puntos y entre los dos le dan al macrismo sin Macri un piso de 34 puntos en el territorio que gobierna Kicillof.
Todos se juegan mucho. La mitad de Juntos apuesta a la derrota de Horacio Rodríguez Larreta en provincia y ya hay tres intendentes importantes del PRO -Héctor Gay, Jorge Macri y Guillermo Montenegro- que se comprometieron a repartir también la boleta de Manes. Apuesta fuerte del establishment que promueve su “que se vayan todos”, el neurocirujano tiene su talón de Aquiles en el conurbano, pero cuenta con fiscales del radicalismo en los 135 distritos y gana en los municipios del interior bonaerense, donde Juntos se impone por más margen. La fiscalización en La Matanza no es fácil para nadie en la oposición: demanda 3000 personas dispuestas a defender los votos propios.
En instancias como las del cierre de listas, una parte de la política parece transcurrir de espaldas a la crisis. Sin embargo, son universos interrelacionados. Entre los intendentes del FDT se advierte una tendencia que marca un quiebre con respecto a la historia larga de la gobernabilidad en la provincia. Hoy son cada vez más los que quieren abandonar su municipio y dar el salto al Poder Ejecutivo como parte de una carrera vertiginosa que no tiene asegurado el éxito.
Es un movimiento que viene potenciado por el fin de las reelecciones en PBA pero los críticos de esa lógica, -que también habitan bajo el tingado de la coalición oficialista- sostienen que los que se van quieren escalar porque es “más cómodo” ser ministro que estar en la primera línea del fuego del Estado ante las demandas sociales. Los Fernández tienen a Gabriel Katopodis y Jorge Ferraresi en el gabinete pero a partir de noviembre podría haber más como Martin Insaurralde, Mariano Cascallares o Juanchi Zabaleta, el albertista que busca hace rato un lugar de mayor protagonismo. Otros como Leandro Nardini, Alberto Descalzo y Ariel Sujarchuk figuraban como potenciales candidatos en las listas de candidatos.
Sin embargo, como enseña la aventura de Macri en el poder, ganar las legislativas no asegura un futuro venturoso. Al contrario, puede ser el ingreso en la peor de las tempestades. Es lo que advierten en la city, ese mundo que no espera nunca al veredicto el conurbano.
Según el ultimo informe de la consultora PxQ, después de las elecciones de noviembre se espera que el Banco Central retome un mayor ritmo de devaluación mensual, que vuelvan las presiones para descongelar naftas y tarifas y que la salida de la pandemia eleve los precios en los sectores afectados por el COVID19. Son todos factores que pueden potenciar el IPC y tornarán todavía más difícil la consigna de que los salarios le ganen a la inflación y el consumo se reactive después de una larga temporada de frío. Titulado “Argentina 2021-2023”, el trabajo elaborado por la consultora de Emmanuel Álvarez Agis señala que, junto con el agotamiento de los dólares de la cosecha, la nueva normalidad podría implicar un déficit de turismo del orden de USD2.000-3.000 millones anuales.
Menos dólares que van a ingresar y más que van a salir, en un contexto en el que la brecha cambiaria vuelve a rondar el 90%, los precios se descontrolan y quedan por delante dos pagos al Fondo por U$S 3600 millones antes de que termine el año. ¿Alcanzan los dólares que acumuló Miguel Pesce para frenar la presión devaluatoria? ¿El gobierno piensa destinar los U$S 4300 millones de Derechos Especiales de Giro a pagarle al Fondo, como pareció admitir ayer Cristina en Escobar, o buscará antes un acuerdo? Son las preguntas que definen el horizonte del Frente de Todos.
Para Álvarez Agis, la capacidad de Argentina de evitar esos pagos será determinante para el poder de fuego del BCRA. Por eso, la intención de postergar el acuerdo con el organismo que preside Kristalina Georgieva hasta que paseen las elecciones entra en zona de turbulencia y hasta en el ala de los críticos empieza a madurar la necesidad de firmar un entendimiento.
Por lo pronto, Martin Guzmán ejecutó un ajuste silencioso sobre jubilaciones, salarios públicos y gastos totales durante el primer semestre y nada se sabe de la querella criminal por el endeudamiento bajo Macri que el Presidente anunció en la apertura del año legislativo. La coalición panperonista se juega mucho en las elecciones y tiene que cerrar el frente abierto con el Fondo antes que en 2022 caigan los U$S 18.000 millones de vencimientos que dejó Macri. ¿Es posible que los tiempos se precipiten y Cristina termine el año electoral yendo a buscar el acuerdo que no quería con el organismo de crédito?
DG