A los 93 años, murió la escritora Angélica Gorodischer

elDiarioAR

5 de febrero de 2022 14:46 h

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A los 93 años falleció la escritora Angélica Gorodischer, una de las voces más importantes de la literatura argentina y de ciencia ficción en Iberoamérica, que a través de obras como “Kalpa Imperial” o “Trafalgar”, introdujo la distopía para retratar a una sociedad desigual e injusta.

“No quiero morir en terapia ni en un sanatorio. Espero hacerlo en mi cama, tranquila, con alguien que me agarre de la mano. Tampoco quiero un velorio, y sí ser enterrada en un cementerio jardín, con flores, en un cajón ordinario, que se pudra pronto”, escribió en una carta que dejó y citó el diario La Capital de Rosario.

La escritora vivía desde su infancia en esa ciudad, en Tiro Suizo, barrio del sur, tuvo tres hijos y desde 1948 estuvo casada con el arquitecto Sujer Gorodischer. Su muerte fue confirmada a Télam por su familia.

Angélica Beatriz del Rosario Arcal de Gorodischer nació en Buenos Aires el 28 de julio de 1928 y durante una entrevista en 2012 contó que durante sus primeros años prefirió los libros a las muñecas y que admiraba a escritoras como Virginia Woolf y Silvina y Victoria Ocampo.

Comenzó a publicar en 1960 y después de ganar el concurso de cuentos Vea y Lea, en 1964, comenzó a publicar con regularidad.

En su extensa obra narrativa figuran las novelas “Opus dos”, “Kalpa Imperial”, “Floreros del alabastro”, “Jugo de Mango” y “La noche del inocente” y los libros de cuentos y relatos “Cuentos con soldados”, “Las pelucas”, “Casta luna electrónica”, “Trafalgar”, “Como triunfar en la vida”, “Las Repúblicas”, “Menta”, “Querido amigo” y “Las nenas”.

Su cuento “La cámara oscura”, la historia de una joven integrante de una colonia judía de la provincia de Entre Ríos en el siglo XIX, fue llevado al cine por la directora María Victoria Menis en 2008.

Fue pionera de la ciencia ficción en la Argentina, pero abandonó hace tiempo el género. En 2003 su novela “Kalpa Imperial” fue traducida al inglés por la máxima figura femenina de la ciencia ficción anglosajona, Ursula K. Le Guin (1929-2018).

Rosarina por adopción, Gorodischer fue nombrada en 2007 ciudadana ilustre de esa ciudad, y en 2012, personalidad destacada de la cultura de Buenos Aires. A su vez en 2017 fue homenajeada en la Biblioteca Nacional durante la visita de la canadiense Margaret Atwood.

En mayo del mismo año fue distinguida con el título de doctora honoris causa por la Uncuyo (Universidad Nacional de Cuyo) y al recibir su diploma aseguró que “el libro es la puerta del universo”.

Gorodischer se dirigió a los estudiantes y lectores que la acompañaron, e invitó a todos a leer y a contar para poder “descubrir el universo”.

“La receta para escribir un libro es contar cosas que no le pasaron nunca a la gente, que no existieron jamás”, le explicó la escritora al vicerrector de la Uncuyo, Jorge Barón, quien junto al decano de la Facultad de Filosofía y Letras, Adolfo Cueto, le entregaron el título a la escritora en un encuentro en el que los libros, la literatura y el placer de leer para descubrir el mundo fueron los protagonistas.

Gorodischer también obtuvo el Premio Mundial de Fantasía por su trayectoria en 2011 que son premios que se otorgan anualmente desde 1975 en la Convención Mundial de Fantasía y se celebra cada año en una ciudad estadounidense distinta.

En mayo del 2020 Clara Obligado, Lola Robles, Martín Castagnet y Ximena Gonzalez presentaron “Tumba de Jaguares”, la reedición de su novela barroca (originalmente editada en 2005) junto a sus nouvelles “Variables ocultas”, “La incertidumbre” y “Contar desde cero”, que tematizaban la desaparición de una persona y la imposibilidad de recuperar el cuerpo.

En el prólogo de ese libro, Castagnet recordaba que Gorodischer había confesado que descubrió el género que la apasionó y del que se apropió “gracias al temprano hallazgo de un ejemplar de 'Crónicas marcianas', que no casualmente también es un contrario. El primer contacto con (el editor Francisco) Porrúa fue epistolar: ella le preguntó por qué no publicaba autores nacionales en la revista Minotauro”.

A continuación, Porrúa le preguntó si escribía, ella le dijo que sí, y la convocó: “Si tiene un cuento de ciencia ficción, mándemelo”. El cuento enviado fue el primero de “Opus dos”. Entonces, el editor le preguntó si ese cuento formaba parte de un libro: “Le dije que sí, cosa que era una mentira atroz porque yo no tenía nada más que eso. Entonces le dije 'espéreme un poco porque tengo que...' y no sé qué excusa le di y escribí el libro a los santos piques, así volando y se lo mandé. Y me dijo 'sí, yo se lo voy a publicar'. Al final terminamos amiguísimos, por supuesto. Esa fue mi primera publicación de ciencia ficción”, relataba sobre ese dato recuperado por Castagnet.

La publicación fue parte de la Serie de los Dos Siglos de Eudeba (Editorial Universitaria de Buenos Aires), una colección de clásicos de la literatura y el pensamiento argentinos que la editorial lanzó con motivo del Bicentenario de la Revolución de Mayo.

En 1988, la escritora ganó una beca Fulbright, gracias a la cual participó en el International Writing Program de la Universidad de Iowa y en 1991, también con una beca Fulbright, enseñó en la University of Northern Colorado.

Organizadora del Encuentro Internacional de Escritoras de 1998, 2000 y 2002, Gorodischer se definía como “feminista” y sus personajes femeninos los pensaba lejos de los estereotipos trágicos de las heroínas: “En general aquellas mujeres terminaban suicidadas o borrachas o en la cosa más siniestra. Caramba, no todas terminan así. Hay muchas mujeres que consiguen lo que querían sin hacer una revolución, sino naturalmente, como puede hacerlo un hombre. Eso se llama feminismo”, dijo al ser homenajeada en la Feria del Libro de Rosario en 2018.

Los que la visitaban contaban que en una de las bibliotecas tenía un cartelito amarillo en que se podía leer “El futuro es mujer”.

En 2016, de visita en Buenos Aires por la presentación de su libro de cuentos “Las nenas”, donde las protagonistas son niñas que desafían las reglas, escapando de situaciones opresivas impuestas por la lógica masculina, decía a Télam que estaba “cansada de las mujeres vencidas en nuestra sociedad falogocéntrica, que terminan muertas, alcohólicas, suicidadas” y aseguraba que “quería cortar con eso literariamente hablando. Una nena también puede revelarse desde su lugar en la sociedad, que no es solamente obedecer a mamá”.

Su picardía se transformaba en desparpajo al escribir sobre diversidad de temas con humor y originalidad. “El humor me sale solo, no lo salgo a buscar, es un anzuelo para atrapar lectores y otra cara de la realidad. De alguna manera termina de construir la parte siniestra, me parece una manera de enriquecer el texto. Cuando una escribe, tiene que estar lo más lejos posible del texto, en absoluta distancia y frialdad, a nadie le importa lo que yo siento o cuáles son mis ideas. Yo escribo las peripecias de los personajes que invento a medias porque también hay elementos de la realidad”, decía en la misma entrevista con esta agencia.

En 2011, contó cómo atravesaba un cáncer en “Diario del tratamiento” y en 2012 volvió a publicar ficción con “Las señoras de la calle Brenner”, novela a la que le siguió “Palito de naranjo” en 2014: después escribió la colección de relatos “Coro cuentos”, en 2017.

La autora, que solía usar aros y pelo cortísimo de colores que fueron pasando por una amplia gama de los naranjas, estudió en la Escuela Normal 2 de Profesoras y empezó a cursar una carrera en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional del Litoral pero abandonó. Además trabajó como bibliotecaria en una editorial médica hasta que en 1963 obtuvo el primer premio del Club del Orden y comenzó un camino de publicaciones a partir de su primer libro, “Cuentos con soldados” (1965).

En 2018 recibió el Gran Premio a la Trayectoria Artística del Fondo Nacional de las Artes (FNA) “por su aporte a la cultura argentina” y porque “en sus 55 años de carrera, se transformó en una de las voces femeninas más importantes de la ciencia ficción”, ponderó la institución.

Ante el reconocimiento recordó sus primeras lecturas -“El Capullo Rojo” y “Los Colosos Antiguos y Modernos”- y la posibilidad que le daba la lectura de adueñarse del mundo:

“Sacaba un libro y leía. A veces no entendía, pero no me importaba nada; la cuestión casi de aventura era leer, descifrar lo que había en ese libro. La cuestión era adueñarse del mundo”, resumía.

Hace tan solo unos días el diario La Capital se hizo eco de una carta de lectores que había publicado su hijo mayor, Sergio, quien contó que su mamá nunca se había adaptado al teléfono celular y reclamaba a Telecom el restablecimiento del servicio porque ella se encontraba “incomunicada desde hace cuatro meses”. A las horas su teléfono de línea volvió a comunicarla con el mundo.

Desde esa casa escribió su obra en un espacio después de un jardín. “Hay gente que dice que tiene unas ideas maravillosas para los cuentos, entonces le digo tiralas a la basura y concentrate en el lenguaje: el cuento viene solo cuando uno tiene una frase para empezarlo que a veces se desecha... pero cuando una frase resuena hay que escribir y las ideas van a venir, y si no vienen no importa, porque lo que se escriba siempre va a tener alguna idea que se cuela para quien lee. Yo en el momento de escribir soy maravillosamente feliz”, había declarado en 2017.

La noticia de su muerte se conoció este sábado al mediodía junto con el párrafo de la carta en la que escribía que deseaba que su muerte fuese en su casa y así fue.

Con información de agencia Télam.

AB/CRM