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Del mismo modo que las bebidas energéticas se popularizaron entre los jóvenes sin mucha conciencia de las consecuencias que estas tienen, no pocas personas tomaron la costumbre de consumir bebidas isotónicas como sustituto del agua porque les desagrada la falta de sabor de esta. De este modo, este tipo de bebidas pasaron a ser por defecto la forma de hidratarse de dichas personas, que las beben a diario o con frecuencia.
Pero la adopción de esta costumbre, lejos de ser saludable puede tener consecuencias a largo plazo para la salud, tanto la cardiovascular como la dental o la digestiva. Y es que la composición de las bebidas isotónicas dista mucho de parecerse a la del agua. Para entender bien cómo puede afectarnos el consumo continuado de este tipo de bebidas lo principal es explicar su composición y a qué fines están destinadas.
Composición de las bebidas isotónicas
Se conoce a las bebidas isotónicas también como bebidas para deportistas. El motivo es que por su composición se consideran adecuadas para la recuperación de sales electrolíticas tras un esfuerzo deportivo que llevó a un consumo muscular y desprender sudor, por el que se pierde una cantidad importante de estas. También están pensadas para la rehidratación tras una pérdida importante de líquidos corporales, en el ejercicio físico o cuando transpiramos mucho, así como para la recuperación del tono muscular y energético.
Su consumo es idóneo tras un gran esfuerzo para recuperar sales y rehidratarse, también si sudamos en grandes cantidades por culpa del calor o bien si tenemos un problema renal de diuresis o padecemos desarreglos digestivos e intestinales como vómitos frecuentes o diarrea, ya que en ambos casos tendremos una importante pérdida de líquidos y sales.
Para estos fines se emplearon tradicionalmente remedios como el “agua de arroz” –consistente en hervir arroz con una cebolla y sal para beberse el líquido resultante– o bien la conocida como “limonada alcalina”, con agua, sal, azúcar, bicarbonato de sodio y limón. Son bebidas ricas en sales e hidratos de carbono, pensadas para facilitar la hidratación y la recuperación electrolítica tras un desarreglo intestinal.
En este sentido, las bebidas isotónicas son una versión moderna y sofisticada de las citadas bebidas tradicionales, ya que mejoran la fórmula aportando sodio, potasio, calcio, magnesio y otros electrolitos minerales, a los que suman ciertos aminoácidos –como la glicina, glutamina y la alanina– que se pierden en el esfuerzo muscular, así como azúcares libres –abundantes, tanto como en las bebidas energéticas– e hidratos de carbono de cadena corta que favorecen la absorción de líquido como la maltodextrina.
También se les suele añadir vitaminas hidrosolubles como las del grupo B y la vitamina C, pues pueden perderse en el esfuerzo o en una pérdida de líquidos excesiva por diuresis o diarrea. Esta última vitamina es conocida también como ácido ascórbico, y es por tanto un ácido que, junto a la presencia de los aminoácidos y otras sustancias, hace que el pH de estas bebidas sea bajo, sobre 3,3, similar al del café. Es decir, nos encontramos ante bebidas con sabor generalmente ácido.
Consecuencias del abuso de bebidas isotónicas
Según la Asociación de Profesionales de Salud y Alimentos, “las bebidas isotónicas no son imprescindibles y en actividades de menos de una hora, no presentan prácticamente ventajas respecto a la rehidratación con agua y reposición con pequeñas porciones de fruta; pero con actividad de larga duración podrían aumentar el rendimiento o disminuir el cansancio, con grados de evidencia muy variables, especialmente para actividades de muy larga duración”.
La consecuencia más evidente del consumo continuado de las bebidas para deportistas sin haber realizado antes ningún esfuerzo deportivo de larga duración o haber padecido una fuerte deshidratación o bien un desarreglo intestinal o digestivo importante, es que introducimos en nuestro organismo una serie de compuestos que no habíamos perdido previamente y por tanto nos sobrecargamos.
Algunos de ellos se pueden expulsar por la orina o en las heces, pero otros tienen incidencia sobre nuestro metabolismo. Tal es el caso del sodio (componente base en la sal de mesa). En sus niveles normales es un electrolito muy necesario, pues regula el tono y la contracción muscular en un balance con el potasio, mantiene los niveles de hidratación e interviene en el control de la tensión arterial, así como evita los calambres o la descomposición intestinal. La sal es necesaria y por ello fue históricamente un bien preciado en todas las civilizaciones.
Un exceso de sodio debido a la ingesta de bebidas isotónicas tiene consecuencias indeseadas, especialmente sobre los sistemas digestivo y cardiovascular. Por lo pronto, el exceso de sodio incide sobre la presión arterial manteniéndola elevada, por encima de los niveles recomendables, lo que supone un incremento del riesgo de accidentes cardiovasculares (ictus, infarto...) a medio y largo plazo.
En este sentido, un exceso de sodio crónico en la sangre puede dar lugar a un síndrome conocido como hipernatremia, que tiene un efecto estresante sobre el sistema renal, pudiendo llevarlo a la insuficiencia a largo plazo. Entre sus síntomas más leves están los mareos y las diarreas frecuentes, que nos llevan al efecto contrario del que pretenden este tipo de bebidas.
Por otro lado, la alta presencia de hidratos de carbono, especialmente azúcares libres del tipo glucosa, en estas bebidas, resulta similar al que contienen las bebidas energéticas, muy alto. Como consecuencia, el consumo sostenido y abusivo de bebidas para deportistas sin necesidad de ello junto a un estilo de vida poco saludable, puede aumentar el riesgo de padecer diabetes de tipo dos, así como obesidad y síndrome metabólico, tal como lo pudieran hacer las bebidas carbonatadas. Pero además, la combinación de azúcares con el pH bajo de las bebidas isotónicas, las convierten en unas bebidas sumamente agresivas para el esmalte dental y la salud periodontal, tal como indican algunos expertos.
Finalmente, en aquellas bebidas que añaden vitaminas del grupo B, cabe indicar que se incluye la B6. Recientemente, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria redujo las cantidades máximas diarias recomendables de vitamina B6 o piridoxina, un compuesto muy presente en productos enriquecidos y para deportistas debido a su importante papel en el metabolismo de los hidratos de carbono, las grasas y las proteínas.
Pero el exceso de vitamina B6 también pude comportar alteraciones como neuropatía periférica, que puede darse en algunas personas con ingestas suplementarias de vitamina B6 de 50 mg/día. A su vez, se ha encontrado una ligera evidencia de que la suplementación con vitamina B6 en una dosis de 35 a 40 mg/día se asocia con un mayor riesgo de fractura de cadera.