Entrevista Escritora

Claudia Piñeiro: “La extrema derecha no cree realmente en lo que dice del aborto, pero lo usa para atraer votos”

Maialen Ferreira

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Claudia Piñeiro (Burzaco, Buenos Aires, 1960) llevaba la escritura por dentro, pero no se lanzó a ella profesionalmente hasta que vio el anuncio de un concurso literario en una revista mientras viajaba en avión. Por aquel entonces trabajaba como auditora en una gran empresa, pero era ese momento o nunca. Hoy ya lleva publicadas una decena de novelas por las que fue galardonada con el premio Clarín de Novela, el Premio Sor Juana Inés de la Cruz y el Premio Rosalía de Castro del PEN (Club de Poetas, Ensayistas y Narradores de Galicia), entre otros. Según reconoce, su intención no es escribir para “hacer militancia”, sino para contar historias que “muestren la realidad tal y como pasan”.

La última de esas historias se titula 'El tiempo de las moscas' y narra la vida de Inés tras pasar 15 años en la cárcel por haber asesinado a la amante de su esposo. La novela retrata esa nueva vida de la protagonista y el choque que supone para ella enfrentarse a un mundo más feminista de lo que recordaba, ella que solo entendía una única forma de ser mujer. “Cuando entra en la cárcel, cree que solo hay una forma de ser mujer, de ser madre y de ser esposa, pero se encuentra con un montón de mujeres distintas, de clases sociales diferentes a la suya, y empieza a socializar con otras mujeres como nunca antes lo había hecho. Cuando sale de la cárcel, Inés, que había sido muy conservadora y machista, se encuentra un mundo que ha cambiado realmente en lo que se refiera a los derechos de las mujeres y su posición en el mundo”, explica a elDiario.es en una entrevista en la que también habla sobre la hipocresía de prometer una vida a los presos después de la cárcel, del uso de algunos términos como “familia” o “valores” para atraer votantes de la extrema derecha y de la importancia de crear alianzas entre mujeres, frente a la competitividad que existía entre ellas en el pasado.

-En un primer momento decidió inscribirse en la carrera de Sociología, pero la última dictadura cívico-militar en Argentina cerró el ingreso a las carreras que consideraba “sospechosas”, por lo que, finalmente, entró en Ciencias Económicas. ¿Cómo vivió aquella situación?

-Vivir la dictadura no fue sencillo, pero para mí era muy importante estudiar, solo faltaba que no pudiéramos seguir estudiando (ironiza). Entre lo que había elegí Ciencias Económicas y recuerdo que era difícil estar ahí porque casi todos los profesores apoyaban la dictadura. Uno de los pocos que era de izquierda, el de Geografía, un día nos puso en clase el 'mapa del hambre' en Argentina y me acuerdo de que una compañera me dijo que iba a avisar a su papá de que el profesor estaba diciendo que había hambre en el país. Cuando le pregunté quién era su papá, me dijo el nombre de un militar y yo me asusté muchísimo, porque sin saberlo estaba sentada al lado de alguien que podía pensar que eras de izquierdas o comunista, denunciarte y que te pase algo.

-¿Cuándo se dio cuenta de que quería dedicarse al mundo de la escritura?

-A mí me gustaba mucho estudiar. Estudié Economía, luego materias como Filosofía, Lógica, Geografía e Historia, pero no me gustaba trabajar de ello. Trabajé como auditora en una empresa gigante de esas en las que trabajas 24 horas al día y, un día, cuando viajaba en un avión a Brasil, vi en el recuadro de un diario que había un concurso de novela y, como yo ya escribía en los pocos ratos que tenía libres, decidí pedir una licencia en el trabajo e inscribirme al concurso, porque si no me iba a explotar la cabeza. El concurso era de la editorial Tusquets y era de literatura erótica, pero yo no lo sabía al principio. Aun así me inscribí y traté de hacer esfuerzos para que mi novela tuviera un tinte erótico, porque yo lo que quería era escribir. Al tiempo me llegó una carta de la editorial diciéndome que había quedado entre las 10 finalistas y, para mí fue el primer espejo externo que me dijo que si me esfuerzo, trabajo y escribo podré llegar a convertirme algún día en escritora. Y así fue.

-Su novela se titula 'El tiempo de las moscas'. ¿Por qué un ser humano quiere tener el tiempo de las moscas?

-La protagonista de 'El tiempo de las moscas', Inés, tiene una empresa de fumigación, pero ella no mata moscas, piensa que no deben ser matadas, que si te molestan las puedes espantar y ya está. Además de eso, las estudia y se da cuenta de que cuando una persona quiere cazar una mosca casi siempre sale huyendo y es porque la mosca manda a su cerebro cuatro veces más fotogramas que nosotros. Eso le permite ver la realidad en cámara lenta y tener más tiempo para salir corriendo cuando ve que la atacan. La protagonista se pregunta cómo sería del mundo si los seres humanos tuviéramos el tiempo que tienen las moscas para arrepentirnos a tiempo antes de hacer algo o para escapar de un peligro.

Es hipócrita prometer a las personas que delinquen que después de la cárcel van a salir rehabilitados para estar en sociedad

-¿Si los humanos tuvieran más tiempo para tomar decisiones tomarían mejores decisiones?

-No necesariamente. La novela plantea que si tuviéramos el tiempo de las moscas tendríamos más tiempo para pensar las cosas, pero luego cada uno puede tomar decisiones no acertadas sin importar el tiempo que tarde en tomar la decisión y aunque las haya meditado durante mucho tiempo.

-Inés estuvo en la cárcel 15 años ¿de qué manera 15 años pueden transformar una vida?

-A cualquiera 15 años pueden modificarle la vida, pero esta situación es particular porque Inés ha estado presa y ha sufrido cambios que no han sido universales, como el hecho de perder a una familia que mostraba al exterior como perfecta, un matrimonio exitoso ante los ojos de los demás y una maternidad estupenda, cuando lo cierto es que todo eso era mentira. Inés no tenía unas amigas con las que conversar, nadie sabía cómo era su vida en realidad, entonces, cuando entra en la cárcel, cree que solo hay una forma de ser mujer, de ser madre y de ser esposa, pero se encuentra con un montón de mujeres distintas, de clases sociales diferentes a la suya y empieza a socializar con otras mujeres como nunca antes lo había hecho. Cuando sale de la cárcel, esta mujer, que había sido muy conservadora y machista, se encuentra con un mundo que ha cambiado radicalmente en lo que se refiere a los derechos de las mujeres y su posición en el mundo. En un momento de la novela ella dice “yo sabía ser mujer, pero ahora no sé ser mujer” y debe aprender a ser una mujer en el siglo XXI y en el 2020.

-¿La cárcel sirve realmente para transformar a las personas en mejores?

-No lo sé, porque en mi país no es tan común que la cárcel esté preparada para eso. Hay unas cárceles que sí, pero otras tienen a los presos hacinados y en muy malas condiciones. Las personas que entran en las cárceles no tienen recursos para mejorar su vida anterior y eso es también lo que plantea la novela en el sentido. La sociedad, cuando alguien comete un delito, en este caso cuando Inés comete un asesinato, le dice que no está en condiciones de compartir su vida libremente con el resto y decide encerrarle en un lugar donde debe recuperarse para volver a adaptarse a la sociedad. Le promete que una vez que cumpla su condena estará rehabilitado, pero el problema es que cuando cumplen su condena salen después de mucho tiempo, sin recursos para adaptarse y además, con grandes prejuicios por nuestra parte, por eso encontrar trabajo y mantener relaciones les resulta muy difícil. Es hipócrita prometer a las personas que delinquen que después de la cárcel van a salir rehabilitados para estar en sociedad.

-Es complicado también saber cómo tratar a una persona que ha salido de la cárcel tras cumplir condena por haber cometido un delito.

-Sí, claro, es una situación muy difícil, yo no tengo la respuesta adecuada, pero sí que me parece que ahí hay algo que queda por resolver.

-¿El feminismo salva vidas?

-Yo creo que sí. En Argentina, por ejemplo, haber conseguido que el aborto sea legal salva vidas, porque había muchos abortos clandestinos en los que las mujeres morían. Pasar a tener esa práctica en un hospital con profesionales de la salud que puedan atender cualquier emergencia, sin duda salva vidas.

Cuando las personas ven que la libertad de género no destruye nada ni les hace peores personas, bajan las barreras que habían creado

-En la cárcel Inés encuentra en La Manca una aliada y forman una amistad inseparable. ¿Las mujeres han dejado de lado ese mito de que debe existir competencia entre ellas y han pasado en su lugar a crear alianzas?

-Yo siento que sí. Hay muchas alianzas anónimas y con nombre y apellido. Alianzas anónimas en las que cuando ha habido casos judiciales en Argentina en los que mujeres han estado presas acusadas de haber matado a sus bebés cuando en realidad tuvieron abortos involuntarios, las mujeres hemos salido a la calle a apoyarlas. Recuerdo el caso de una mujer que estuvo 12 años presa porque su bebé nació muerto. Cuando hay casos de ese tipo las mujeres nos unimos y tomamos las calles, las redes sociales y salimos a pedir justicia. También cuando hay casos de violencia contra nosotras. Hay muchas situaciones en las que nos ayudamos unas a otras incluso de forma anónima. Y cuando hablo de las alianzas con nombre y apellido me refiero a que yo, en mi trabajo como escritora, recomiendo a otras mujeres de mi generación y de otras, con las que estoy muy en contacto y deseo y ayudo en lo posible para que les vaya bien. Siento que la solidaridad que se da entre las mujeres en este sentido es bastante nueva, no es de siempre, antes había más competencia.

-¿Puede una persona pasar de machista a feminista, como le ocurrió a Inés?

-Claro que puede y es algo que yo espero que pase. Mucha gente ha tenido una evolución paulatina, otra más de golpe, pero en gran medida muchas personas pasan de ser machistas a feministas gracias a sus hijas o nietas, que les empiezan a hacer ver que hay otras formas de ser mujer, de ser hombre y de ser personas no binarias. Las nuevas generaciones no se plantean la cuestión de género con la bipolaridad con la que nos planteamos nosotros. Hoy hay una libertad absoluta en cuestiones de género que nosotros desconocíamos y, esa libertad que uno puede ver en su propia familia, no destruye nada ni les hace peores personas, todo lo contrario. Cuando las personas se dan cuenta de eso, comienzan a bajar las barreras que pusieron y a darse cuenta de que todos pueden vivir más felices si dejan que el otro sea como quiera ser.

Hay palabras que atraen a esas personas, como "familia", "orden", "valores" o "moral" y la extrema derecha se aprovecha de eso

-Argentina dio pasos significativos en los últimos años, como lograr el aborto legal, sin embargo, hay otros países que ya contaban con ese derecho, pero están retrocediendo, como en algunos estados de Estados Unidos o en el caso de España, que algunos partidos intentan debatir sobre un derecho ya conseguido para intentar limitarlo. ¿Qué considera que está ocurriendo?

-La extrema derecha se ha dado cuenta de que puede sacar crédito político del conservadurismo de algunas personas. Hay palabras que atraen a esas personas, como “familia”, “orden”, “valores” o “moral” y la extrema derecha se aprovecha de eso. Empiezan a hablar de que se va a perder la familia tradicional, el orden o los valores y, tal vez sin mala intención, estas personas por cómo fueron criadas se sienten atraídas por ese discurso. De hecho yo creo que la extrema derecha no cree realmente lo que dice con respecto al aborto o a las comunidades LGBTI+, pero lo usa políticamente porque le interesa, porque cree que así va a atraer más votos. Saben que ahí pueden pescar algo, mientras que en otras materias igual no.

-¿Y qué se puede hacer para evitar que se sigan arrancando los derechos a las mujeres?

-Hay que tener completamente claro que no se puede permitir que los derechos de las mujeres vayan para atrás. En Estados Unidos la respuesta fue bastante contundente, cuando se quiso avanzar en ese sentido se encontraron herramientas para cancelarlo. Cada país, según sus legislaciones tiene que estar muy atento para cortar cualquier movimiento de este tipo, lo que pasa es que el daño lo hacen igual. No creo de ninguna manera que Vox vaya a lograr que se anulen las leyes de violencia de género o el derecho al aborto en España, pero están consiguiendo generar un debate que enoja a las personas y que hacen que se discuta sobre ello y eso no le hace bien a nadie. De todas formas, espero que no logren su cometido y que prime la sensatez.

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