A ella, la hija única del mejor violinista de la Argentina, la llamó Cosmito. Porque a Juan Percowicz, el líder y fundador de la Escuela de Yoga de Buenos Aires (EYBA), le bastaba mirar al aspirante para renombrarlo. Por la Escuela andaban Brufi, La Leona, El Mago, Petu, Chucha, Doqui… Y Cosmito. Rubén D’Artagnan González, el padre de Cosmito, renunció en 1996 a un puesto muy requerido en la música clásica: el de concertino, el primer violín, de la Orquesta Sinfónica de Chicago. Habían sido diez años después décadas y décadas dedicadas al instrumento. A esa altura, González ya era parte de la organización investigada por trata, entre otros delitos. Adriana, su hija, había pasado por el piano y por el fagot. Era buena, pero no llegaba a la excelencia. Ella también dejó todo. Y de la mano de su padre entró en la secta.
Rubén murió hace cuatro años, en 2018. Dicen de él que fue “el Martha Argerich del violín”. Vino con el don, pero se construyó con esfuerzo en un universo ingrato para quienes ejecutan instrumentos musicales y aspiran a profesionales de carrera. La renuncia de González a la dirección de la Orquesta de Chicago también significó su retiro de la vida pública, del entrenamiento infinito y de la competencia que implica ser un músico de nivel internacional.
A partir de 1996, Rubén se dedicó a participar de lleno en las actividades de la Escuela. Incluso armó el cuarteto LGKM. Son las iniciales de apellidos de miembros de la secta. La L, corresponde a Verónica Loia Iácono, aspirante a tenor y con pedido de captura, igual que Cosmito; la K, es de Mariano Krawczyk, ex pareja de Cosmito, oboísta del Teatro Colón que usaba el apellido Krauz, hoy detenido junto a Percowicz; y la M corresponde a Susana Medelievich, alias Mendy, pianista, también detenida. En 1996, cuando Plácido Domingo visitó Buenos Aires para dar un concierto en el Campo Argentino de Polo, agradeció en una entrevista la composición que González y el resto de los músicos hicieron para él.
Coinciden todas las personas consultadas por elDiarioAR: Rubén González encontró en la Escuela “la liberación” al estrés que le generaba su trabajo como músico. Y el alivio que encontró en EYBA lo devolvió en tiempo y en dinero: vendió en los Estados Unidos un violín de colección por un millón y medio de dólares que “donó” a la organización de Percowicz. Era una pieza “estrella”, un Carlo Bergonzi del año, aproximadamente, 1740, que había usado Fritz Kreisler. No hubo, hasta ahora, un violín igual. “Rubén era un músico muy respetado, todos lo conocíamos. Un día lo encontré de casualidad, había desaparecido del ambiente. Me dijo que estaba componiendo para EYBA, que era lo único que le importaba. Y le pregunté por el violín. Cuando me dijo que lo había vendido para donar la plata a la Escuela me di cuenta de que el mejor violinista del mundo había perdido la cabeza”, cuenta a elDiarioAR una persona que lo conoció mucho y que, como tantos otros, creen que las piezas no encajan, que los músicos involucrados eran intelectuales, prestigiosos, incapaces de…
La historia de un incesto contada en un casete
Cosmito, la hija de González, tiene pedido de captura internacional por estar involucrada en la organización que la Justicia investiga por tercera vez en treinta años. De acuerdo al expediente, a Adriana le vale la misma acusación que a los 19 detenidos: ser miembro de “una organización dedicada a captar personas en situación de vulnerabilidad para reducirlos a la servidumbre y/o explotarlos sexualmente, construir un culto alrededor de su líder y promover una estructura ilegal de negocios en la Argentina y los Estados Unidos, lavar dinero y obtener influencias y/o cobertura para sus líderes”.
Había llegado al nivel 7 informal en la escala de jerarquía de la Escuela, un escalón abajo del líder. Dentro de la organización, según apuntan los investigadores, Cosmito era Ghostbuster, una de las mujeres de alto rango que seleccionaban a las aspirantes y las entrenaban para ofrecer encuentros sexuales con personas ajenas a la secta a cambio de dinero. Participar de orgías era, también, una forma de “sanación espiritual”. Cosmito podría ser una de las conexiones internacionales de EYBA, dado que hace mucho que dejó Buenos Aires para instalarse en los Estados Unidos.
Los motivos de la mudanza fueron públicos y personales a la vez. Su madre, una mujer llamada Sonia, denunció a EYBA en la Justicia a mediados de los noventa. Sonia aseguraba que la organización “le había lavado la cabeza” a su hija y a su marido. Hay quien dice que Sonia estaba un poco celosa porque el vínculo estrechísimo que unía a padre e hija. La razón pública de la mudanza fue un libro escrito por la periodista Viviana Gorbato. En 1996, el mismo año en que Rubén González renuncia al puesto de primer violín en la orquesta de Chicago, se publicó “La Argentina embrujada”, una investigación sobre las comunidades coercitivas en el país, y su relación con famosos y funcionarios públicos. En ese libro, Gorbato asegura que el juez Mariano Bergés -que investigó a la secta entre 1993 y 1995, cuando dejó la causa por “presiones” de la política y la Justicia- tenía con un casete en el que Cosmito contaba tuvo sexo con su padre.
El presunto incesto está contado así: “La ex alumna María Elena Saénz Valiente manifiesta en el expediente judicial que una de las razones de alejamiento (N. de la R.: de EYBA) fue haber recibido un casete de la misma Cosmito en el que ella contaba alborozada haber logrado tener relaciones sexuales con su padre, siguiendo la tarea encomendada por Percowicz”. Pablo Salum, primer denunciante de la organización y víctima, insiste que las fiestas sexuales incluían menores y que no se respetaba la relación filiatoria entre los participantes.
En 1996, la periodista Gorbato contó que la Justicia contaba con un audio en el que Cosmito confirmaba haber tenido relaciones con su padre en el programa de Mirtha Legrand. La hija del violinista González reaccionó de inmediato. Primero lo desmintió en Memoria, el programa de Chiche Gelblung, y después demandó a la periodista. ¿Cómo terminó el tema del incesto? El caso llegó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que falló a favor de Cosmito, la demandante. Viviana Gorbato murió en 2005, hace 17 años. Los motivos no están claros. Los medios informaron que estaba enferma. El ensayista Juan José Sebreli, con quién Gorbato trabajó, dice que se suicidó.
“Papi”
Cosmito frente al piano. Cosmito en la clase de fagot. Cosmito entrando en la banda municipal porteña en 1984. Ahora, sobre los finales de la década del ochenta, Cosmito pelea una vacante en la Filarmónica del Teatro Colón. Al Colón se entra por concurso internacional. Hay que tocar detrás de un biombo frente a un jurado compuesto por el concertino -como su padre-, el solista del instrumento que concursa, un invitado internacional, un par de solistas de instrumentos afines -en ese caso oboe y clarinete-, el director de la orquesta, el veedor del sindicato… Pero lo más cerca que estuvo Cosmito de la Filarmónica del Colón fue Mariano Krawczyk, el oboísta integrante de la secta, hoy también detenido en la causa. Era quien daba las charlas de “felicidad personal”. Cosmito y él viajaron a Holanda a fines de los ochenta para estudiar cada uno su instrumento.
Para mediados de los noventa, a Mariano lo declararon unos de los cinco mejores oboístas del mundo. Él hizo carrera, ella no. Cosmito había crecido viendo a su padre tocar, incluso, con los dedos vendados. Ella no quería eso para su vida. Ahora es 1997. La causa que llevaba el ex juez Bergés cerró hace dos años. Percowicz y otros referentes de la organización consiguieron el sobreseimiento porque la Justicia no pudo comprobar el delito que les imputaron, corrupción de mayores. Mariano y Cosmito se han separado. Él participa de las charlas cada martes y jueves en confiterías alquiladas por la Escuela. Muy pronto vestirá un traje rojo, el color con el que EYBA se identifica, y será el anfitrión de las fiestas de los jueves. Rubén González vivirá entre Buenos Aires y Chicago, donde maneja una de las filiales de la Escuela. Y Cosmito hará lo mismo, entre su ex novio y su padre, un pie acá y otro allá, convencida de haber encontrado un lugar que la ponía a salvo de las exigencias de la música clásica. Convencida de que vivir bajo la bendición del Maestro era lo correcto.
VDM/MS