Salud

Un diagnóstico de cirrosis recién cumplidos los 40: “Tomaba mucho los fines de semana, pero no a diario”

Sofía Pérez Mendoza

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“Pero, ¿cómo puede ser, si he bebido siempre los fines de semana y nunca ha pasado nada?” P. se hizo muchas preguntas en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Clínic de Barcelona hace ahora casi dos años, donde estuvo ingresado un mes tras sufrir un fallo hepático. En medio de la gravedad y de la confusión asomaron por primera vez las dos palabras que iban a cambiarle la vida a la fuerza: cirrosis hepática. Tenía 40 años. Nunca antes sospechó, ni él ni los médicos, que su consumo de alcohol a atracones en discotecas, comidas y copas con los amigos le había podido causar unas cicatrices irreversibles en el hígado. Contaba con antecedentes que le dieron muchas papeletas: sus dos progenitores tienen una enfermedad llamada hígado graso y era hipertenso.

El caso de P. es un ejemplo de cómo están cambiando las patologías hepáticas en España. Las hepatitis virales ya no son las principales causantes de los problemas de hígado, sino el daño que hace el alcohol (hepatitis por alcohol) o una dieta deficiente y un estilo de vida sedentario (vinculado al diagnóstico de esteatosis hepática metabólica o hígado graso).

Estas dos dolencias están detrás de la mayoría de las cirrosis, de cánceres de hígado y de las indicaciones de trasplante hepático, alertaron los hepatólogos reunidos en el Congreso de la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEHH) celebrado la semana pasada. Un estudio publicado en 2020 en la revista Journal of Hepatology confirmó también que el alcohol había pasado a ser la primera causa de ingreso por enfermedad hepática en los hospitales valiéndose de datos del Clínic. Hasta 2015 lo era la hepatitis C, cuya presencia ahora es marginal porque aquel año se empezó a tratar a los pacientes con un nuevo antirretroviral que permite eliminar el virus.

“Diagnosticamos más hepatitis por alcohol, pero además tenemos la sensación de que estamos viendo a más gente por debajo de 40 años, algo que antes era raro”, comparte Elisa Pose, hepatóloga especialista en enfermedades derivadas de este consumo en el Hospital Clínic de Barcelona. “Lo que era excepcional hoy no lo es y cada vez lo va a ser menos si no le ponemos remedio”, advirtió el hasta ahora presidente de la AEHH, Manuel Romero, en la inauguración del Congreso. Sin embargo, el descenso de la edad media de diagnóstico no es todavía consistente en términos estadísticos, según los datos del Registro Español de Hepatitis Asociadas al Alcohol, puntualiza la doctora.

Un cribado para detectar a tiempo

Las enfermedades del hígado son silenciosas. Muchas veces dan la cara cuando existe ya una gran afectación en el órgano. Un ingreso hospitalario termina desenmascarando el diagnóstico. En el hospital Clínic han activado un programa de cribado en la unidad de adicciones para que todos los pacientes que entren por esta vía se sometan a unas pruebas para evaluar el estado de su hígado. Ver el daño de manera temprana aumenta las posibilidades de que el problema se revierta con abstinencia y una vida sana. Uno de cada diez son diagnosticados gracias a este screening.

La Asociación Española para el Estudio del Hígado considera que habría que testar la salud del hígado de manera preventiva a todas las personas con factores de riesgo como el consumo habitual de alcohol, obesidad, diabetes o transaminasas alteradas independientemente de su edad. “El diagnóstico temprano es crucial a fin de diseñar intervenciones que cambien completamente el pronóstico de la enfermedad”, aseguró Romero.

Salir y no beber te hace ser el raro, que te miren diferente. A la gente que tengo cariño le cuento lo que me ha pasado a mí. En mi generación asumimos como normal desde los 15 años beber cada fin de semana sin excepción hasta que reventamos

Hay una esperanza para los pacientes con hepatitis asociadas al alcohol. En torno al 15% de los casos se recompensan. Recuperan la función del hígado. “Es lo que estamos estudiando y esperamos publicarlo pronto. Son personas con mala función hepática cuando ingresan en el hospital pero con seguimiento, abstinencia y paciencia van desapareciendo las complicaciones e incluso puede volver a funcionar de manera casi normal”, avanza la doctora Pose. En los casos de hígado graso, el porcentaje de recuperaciones es mucho mayor (hasta el 80%) si se cambia la dieta, se hace actividad física y se abandona el consumo de alcohol, según la AEEH.

La vida con una cirrosis no se parece nada a la normalidad. “Tengo el hígado más grande de lo normal y el bazo también. Se me llega a notar sin camiseta y cuando estoy sentado me duele. Me tengo que mover. Además, estoy agotado físicamente”, cuenta P. No ha vuelto a trabajar desde la crisis de marzo de 2023, aunque espera poder recibir el alta algún día. La gota que colmó el vaso, en su caso, fue una medicación con cortisona para unos problemas de estómago que estuvo tomando un tiempo prolongado. “Aunque yo no lo sabía, mi hígado ya estaba mal y no pudo más”.

Hasta hace poco el único tratamiento posible para las hepatitis asociadas con el alcohol eran los corticoides, pero en 2023 se abrió una nueva indicación para trasplantar a casos muy seleccionados de pacientes sin requerir un tiempo de abstinencia. De entonces a ahora en el Clínic se ha dado un nuevo hígado a 10 personas que estaban en esta situación.

“Se diagnostica a personas funcionales”

Tras el diagnóstico, P. ha pasado por la fase de negación, de incredulidad, de enfado y ahora, poco a poco y con ayuda psicológica, de aceptación. “Estas emociones son muy frecuentes en nuestra práctica clínica porque tenemos en la cabeza que las personas con enfermedad del hígado están excluidas socialmente y tienen malas condiciones, pero esto no es así. Aquí diagnosticamos patología hepática avanzada a personas funcionales a nivel familiar y laboral con patrones de consumo insertados socialmente, como un comercial que tiene muchas comidas de trabajo donde bebe. Al final del día consume mucho alcohol pero no salta esa alarma”, aclara Pose. Entre los diagnosticados suele verse un patrón combinado, según la doctora. Se empieza bebiendo a atracones de manera social y se termina sumando un consumo habitual.

“Pienso en el autoengaño y hago autocrítica. Mi película era que entre semana no consumía alcohol aunque el fin de semana bebía mucho. Y con eso estaba tranquilo, pero se me juntó todo: los problemas de hígado genéticos y la medicación del estómago. Si no hubiese bebido tanto no tendría un daño tan grande”, reflexiona P. Seis o siete cervezas, algún vino y dos copas era un día de fin de semana normal. El consumo de alto riesgo son dos unidades de bebida en mujeres y tres en hombres al día.

La abstinencia, dice P., lo ha colocado en un nuevo lugar en el mundo: “Salir y no beber te hace ser el raro, que te miren diferente. A la gente que tengo cariño le cuento lo que me ha pasado a mí. En mi generación asumimos como normal desde los 15 años beber cada fin de semana sin excepción hasta que reventamos”. Al acabar la entrevista, pide que se haga una mención a “todos los profesionales del Clínic” que lo han tratado en los dos últimos años: “el personal de UCI, las enfermeras de planta de hepatología y la doctora Elisa Pose”. “Se podría decir –añade– que les debo la vida”.