“Un pueblo educado es un pueblo libre”. Así abría una de sus alocuciones Claudio Poggi, gobernador electo de la provincia de San Luis, en el marco de La Noche de la Educación, un evento que trascendió grietas políticas y reunió a dirigentes de distintos espacios políticos bajo la misma meta: consolidar la alfabetización que inició Sarmiento en 1860. Ninguno de los presentes lo contradijo; la importancia de la instrucción para la democracia, la autonomía y el desarrollo de una sociedad parece ser un consenso político indiscutible.
Que los precandidatos presidenciales âPatricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta, Sergio Massa, Juan Grabois, Javier Milei y Juan Schiarettiâ hayan firmado el compromiso por la alfabetización impulsado por Argentinos por la Educación, pareciera ratificar aquello. Sin embargo, detrás de ese compromiso y las promesas de campaña de poner la enseñanza en el centro de las próximas gestiones, hay una realidad que golpea fuerte en las aulas: casi la mitad de los chicos de tercer grado no comprenden lo que leen y sólo 13% de los estudiantes llegan al final de la secundaria en tiempo teórico y con conocimientos adecuados en asignaturas troncales como Lengua y Matemática.
No cabe duda que los desafíos de la enseñanza argentina son demasiados y abordarlos requiere de una política de estado que integre de manera coordinada a los distintos niveles de gobierno frente a una competencia concurrente como lo es la educación. Tal vez, dicho acuerdo pueda partir del debate sobre los dos obstáculos que más resonaron entre los dirigentes que se reunieron en el museo MALBA este martes por la noche: la falta de sistemas de información y seguimiento adecuados y la desactualización de los modelos de enseñanza.
“Un problema del panorama educativo es que no tenemos números para verlo. Es como si le preguntaras a un ciego cómo ve la situación. Entonces, el primer problema del sistema educativo es que no medimos y, como no medimos, no podemos gestionar”, expresó el diputado nacional de Juntos por el Cambio Martín Tetaz a elDiarioAR. “¿Tenemos que medir? Sí. Para identificar al último de la fila y ayudarlo, por los que se desengancharon y creen que no van a volver a progresar”, sostuvo Pablo Bartol, gerente de Desarrollo Social del CAF, en la Noche de la Educación.
Medir no implica solamente generar rankings que, como explicó Bartol, sí pueden llegar a tener efectos estigmatizantes y contraproducentes dado que solo buscan ordenar a los alumnos y felicitar a los mejores. “Los rankings pueden estar bien en el mundo del deporte o las empresas, pero en la educación no. Quizá, para quienes están en la mitad superior de la tabla, un ranking puede servir para generar un esfuerzo adicional. Pero de la mitad para abajo, el ranking solo genera desánimo”, detalló.
Pero medir y generar información sobre el desempeño de los estudiantes no se reduce a eso. Permite identificar a quienes presentan mayores dificultades y deficiencias para acompañarlos de manera adecuada y garantizar que todos los que están sentados detrás del pupitre efectivamente aprendan. Después de todo, como explicó el director de Desarrollo Humano para América Latina del Banco Mundial, Jaime Saavedra, “la obligación del docente no es enseñar, sino asegurarse que todos los chicos entiendan”.
Al robustecer los sistemas de información y seguimiento de los estudiantes, se puede potenciar la eficiencia en la distribución de los recursos destinados a educación. “No podemos invertir lo mismo en todos: tiene que haber una inversión diferencial en los chicos a los que les va mal. El último de la fila es el que más nos importa, no podemos dejar que se quede atrás”, agregó Bartol.
Para Martín Llaryora, gobernador electo de Córdoba, la mejor manera de medir es descentralizar la responsabilidad entre los dirigentes que están más cerca de las familias. Según explicó durante el evento organizado por Argentinos por la Educación, en su gestión, tiene previsto que los intendentes y jefes comunales se encarguen de la medición de las trayectorias educativas en la provincia de modo tal de lograr mayor capilaridad y un seguimiento más personalizado de los estudiantes.
Esto no es, sin embargo, el único desafío que tendrán que afrontar las gestiones que asuman el 10 de diciembre. No sólo es fundamental contar con información sobre los aprendizajes de los niños, sino también garantizar que esas enseñanzas se adapten a los avances tecnológicos y nuevas realidades que supone el siglo XXI. Como destacó el gobernador de Tierra del Fuego, Gustavo Melella, es necesario revisar qué, para qué y cómo se enseña.
“Pretender seguir educando con un sistema de hace 40 años es algo que tenemos que discutir en la era digital. No es un problema de presupuesto, sino un problema de eficiencia del gasto. ¿Vamos a seguir enseñando con la tiza y el pizarrón?”, planteó, en la misma línea, su par rionegrino, Alberto Weretilneck.
La reforma de los modelos y métodos de enseñanza es un pilar clave, así como también lo es la actualización de los contenidos para un mundo que demanda cada vez más emprendedores y ciudadanos con capacidad de innovación. Sobre este aspecto Llaryora ya tiene un plan esbozado: incorporar el pensamiento computacional en el jardín de infantes y potenciar las escuelas ProA de su provincia. Se trata de establecimientos que forman a jóvenes en Software y Biotecnología, dos saberes centrales para el desarrollo productivo en la actualidad.
Así, si algo dejó expuesto la Noche de la Educación es que el diagnóstico está claro. Resta ver si, luego del 10 de diciembre, el gobierno nacional y los mandatarios provinciales comienzan a trabajar en comunión para abordar los obstáculos que son palpables desde hace tiempo. Quizá la falta de políticas y reformas para superarlos tenga que ver con el hecho de que, como bien señaló Llaryora, al día de hoy “nadie gana o pierde una elección por un tema educativo”.
ACM/DTC