Los chicos y chicas lo vieron todo detrás de las sillas y mesas, que estaban amontonadas en el fondo del salón: ahí los habían empujado las maestras como queriendo esconderlos. Eran un puñado de 10 o 15 chicos y chicas de seis años, que el jueves 8 de julio de 1978 vieron como un grupo de tareas de la última dictadura cívico militar se llevó a su maestra. Quedaron tirados en el suelo de una de las dos aulas de la Escuela N° 52 del Cuartel V, en Moreno, provincia de Buenos Aires, escuchando los gritos y el chirrido de un auto.
“Había una maestra flaquita y alta y la otra, la ‘seño japonesita’. Era chinita, tirando a rasgos japoneses. Vinieron unos tipos, dos hombres grandes, altos, no tenían uniforme, era como una camisa y las maestras nos tiraron al fondo, cerca de una ventana. Quedamos tiradas en el suelo”, cuenta Fabiana hoy, a los 52 años, quien prefiere resguardar su apellido. La ‘japonesita’ era Irma ‘Mimí’ Tardivo, una maestra de 24 años que daba clases en esa escuela rural que tenía pocas aulas, un patio largo y calles de tierra alrededor. Era militante de Montoneros y escribía en las revistas El Combatiente y Estrella Roja del ERP. Ese invierno desapareció.
Fabiana quedó tirada en el piso hasta que llegó su hermano a buscarla. Nunca más volvió a ese lugar, tampoco sus compañeros. Después de ese día, la Escuela N° 52 del Cuartel V fue eliminada de los registros oficiales. “Mimí era buenita, siempre íbamos y la abrazábamos. Siempre tenía dos o tres chicos abrazados de cada lado. Nos daban el desayuno y después jugábamos. Era una calle larga, de tierra, había árboles al costado, era como un campo”, relata Fabiana. Además de las imágenes sueltas, recuerda que ese día tuvo miedo y que no volvió a hablar del tema por años. “Mi mamá y mi papá tenían miedo, mi papá siempre trabajó cerca de la escuela y siempre era con temor, no hablaba mucho, mi mamá nos cuidaba”, agrega. Después de ese día, ella y sus hermanos empezaron a estudiar en la Escuela 14. No volvió más hasta que años atrás vio una publicación en Facebook en la que anunciaban un homenaje a Mimí Tardivo.
“Era algo que tenía guardado adentro”, dice Fabiana. Es la primera vez que habla públicamente sobre el secuestro de Mimí Tardivo, lo decidió después de una conversación con sus hijos Alan, Luz y Matías. “Ellos me dijeron que tenía que hablarlo porque eso es memoria. Es memoria actual porque pasó y no hay gente que tenga memoria para contar de cerca lo que pasó con una maestra de barrio. La gente grande ya no está más y va quedando poca gente para recordar”, dice. Durante años intentó hablarlo con sus padres, con su marido y después con sus hijos. “Siempre me acordaba de ella, un par de veces lo hablé con mi mamá, cuando me casé se lo contaba a mi marido y me quedaba hablando sola, como que no me daban importancia. Con el tiempo le conté a mi hijo mayor y me dijo que yo lo había soñado. ‘¿Cómo puede ser que pasé eso acá?. Vos soñaste’, me dijo. Un día, en la cuarentena mi hija me mostró una publicación en redes sociales sobre lo que había pasado en Cuartel V. Ahí empezó a verse que yo no lo había soñado, que era verdad”, detalla.
Al momento de su desaparición, Mimí Tardivo tenía dos hijas. Carolina, de un año y medio, y María Elena, de seis meses. Su marido, Ricardo “Tata” Ghigliazza, referente de Montoneros en Moreno, había sido asesinado el 19 de septiembre de 1975 en Tucumán. Su mamá se encargaba de las nenas cuando ella trabajaba. A pesar del peligro inminente siguió trabajando y militando hasta su secuestro. “Mi mamá era una revolucionaria, no era una inocente pobrecilla. Ella sabía dónde estaba parada, era una revolucionaria muy consciente y luchadora, sabía muy bien lo que estaba haciendo”, cuenta Carolina Ghigliazza. Con su hermana armaron la historia de su familia como un rompecabezas, con relatos de conocidos, familiares y testigos. En el año 2000, supieron que su madre había sido enterrada como NN en el Cementerio de Benavídez, provincia de Buenos Aires, después de que los restos fueron encontrados el 7 de agosto de 1976, en la intersección de la Ruta 27 y Arroyo de la Ñata, en Tigre. El Equipo Argentino de Antropología Forense les confirmó la información, pero los restos no pudieron ser restituidos a su familia porque estaban en una fosa común.
El 8 de mayo de 1976, meses antes de su secuestro, Mimí Tardivo escribió en su diario íntimo una carta para sus bebés: “Papá murió por todos los que sufren, por aquellos que no tienen derecho a vivir, murió para que todos tuvieran la oportunidad de ser felices, por los pobres, porque queríamos otro mundo para ustedes y para todos los nenes. Hubiera preferido ser yo quien muriera, esta vida sin papá es muy triste. Cuando él me conoció, yo era triste y él me enseñó a ser feliz, pero mi vida era su vida y ya no puedo ser feliz. Me resulta casi imposible ser. Si no fuera por ustedes, todo hubiera sido muy distinto”.
Carolina y María Elena comparten hoy ese diario, lo guardan dos meses cada una y lo releen. Durante años lo resguardaron como una piedra preciosa, lejos del alcance de cualquier otra persona. Con el tiempo decidieron hacerlo público. Allí, Mimí les escribió parte de su historia: “Es muy poco el tiempo que ustedes me dejan para escribir. Estaba hablando de papá. Comencé a verlo con frecuencia, ya que él era mi responsable político. Al séptimo día de conocerlo me dijo que me quería, por supuesto, el sentimiento era mutuo”.
Del otro lado del teléfono, durante la entrevista para esta nota, Carolina lee el último escrito de su mamá: “Insisto: hubiera sido mejor morir yo, así hubieran podido conocer a ese ser extraordinario que era papá y que tantas ganas tenía de criarlas como corresponde A veces tengo esperanza de que papá esté vivo”. Cierra y por varios segundos todo es silencio. “Fue como un álbum de figuritas que fui coleccionando a lo largo de los años, a través de las personas que la conocieron. Los dos eran personas muy queridas, los recuerdan con mucha alegría”, cuenta Carolina.
Este martes se conocerá la sentencia de la causa “Brigadas”, en la que se investiga el secuestro de Mimí Tardivo y de decenas de otras personas entre 1974 y 1979 en los centros clandestinos de secuestro, tortura y exterminio que funcionaron en las Brigadas de Investigaciones de la Policía bonaerense en Banfield, Quilmes y Lanús.
CDB/MG