Las librerías argentinas están en alerta ante la baja del consumo, el aumento de alquileres e impuestos y la intención del Gobierno Nacional de derogar la Ley de defensa de la actividad librera. En lo que va del año, las ventas cayeron alrededor de un 40% y en las últimas semanas se cerraron librerías en distintas ciudades, algunas con entre cuatro y cinco décadas de funcionamiento. “La situación es mala”, indicaron desde la cámara que nuclea al sector.
“El Aleph Calle 12 cierra. Con profunda tristeza y en el marco de esta crisis económica que nos afecta, tenemos que comunicar esta noticia”. Con esa publicación en redes sociales, la librería que tenía 28 años de presencia en el centro de La Plata anunció el fin de su actividad en abril. “Estoy tratando de retomar el ritmo de vida y buscando trabajo en este proceso triste”, le contó Norberto López, dueño de la librería a elDiarioAR. Junto a su padre y dos empleadas atendían el negocio que abrió en 1996. Tomaron la decisión después de analizar el descenso en la recaudación y el aumento del alquiler que pasó de 800.000 a 3.000.000 de pesos. “Fue muy muy abrupto. Si bien nosotros siempre pagamos caro el alquiler por la zona comercial, teníamos una caja que la primera semana nos respondía como para poder afrontar ese gasto. Ahora se disolvió, eso no existe más, no hay consumo”, agregó Lopez.
Ni la crisis del 2001 ni la pandemia fueron tan letales para esta librería que llevaba casi tres décadas de trabajo. “Fue una decisión muy dolorosa y traumática porque se trata de una familia. El año pasado fue muy bueno a nivel económico, había impulso al consumo, que en La Plata generó Cuenta DNI del Banco Provincia, por que más allá de la inflación, la gente seguía comprando. La caída es estrepitosa, mi papá que es librero de toda la vida, lo sufrió mucho, era su profesión hace 50 años”, contó
Los datos de las cámaras que nuclean a librerías y a productores de libreros coinciden en que el consumo bajó un 40% con respecto al mismo período del 2023. Un descenso que se viene desarrollando desde diciembre cuando fue del 20% y 30% en el primer trimestre del 2024. “La situación de las librerías independientes es mala igual que la de la industria minorista en general. El consumo está a la baja y no hay recuperación a la vista. Todas registramos una caída en relación al 2022, que tampoco fue un año bueno a pesar de que se de que sí se incentivó el consumo”, describió la vicepresidenta de Cámara Argentina de Librerías Independientes (CALI), Cecilia Fanti, a este diario.
Algunas librerías tuvieron que cerrar y otras achicaron su estructura de costos, despidiendo a los empleados y atendiendo de manera netamente familiar. “Las librerías, en general, son mini PyMES. Salvo las grandes cadenas, son empresas esencialmente familiares, muy pequeñas. Hay una combinación brutal, los libros aumentaron muchísimo por el altísimo costo del papel por las devaluaciones y los sueldos no se adecuaron a esos aumentos de precios. Los libros no están caros, en relación con ir al teatro, por ejemplo, pero sí es mucho dinero para alguien que gana 300.000 y un libro de 30.000 le representa el 10% de su salario”, agregó Fanti, que es dueña de Céspedes Libros en Colegiales.
En las últimas semanas cerraron más librerías. Fray Mocho, que estaba en el centro porteño desde 1979, y Gauderio Libros con una antigüedad de 10 años. En La Plata también lo anunció Scotti, dedicada a los libros de derecho desde hace cinco décadas. Si bien no hay cifras oficiales sobre la cantidad de unidades cerradas, se estima que ronda las 10 en lo que va del 2024. “Estamos muy preocupados”, le dijo Juan Manuel Pampin, presidente de la Cámara Argentina del Libro, a este diario. “Dentro de ese contexto es complejo poder trabajar. Las librerías y editoriales como las nuestras, que son Pymes argentinas, pagan el agua por metro cuadrado, por ejemplo. Se conjuga la baja del consumo y el aumento de los servicios”, agregó.
“El libro es un consumo de tercer y cuarto orden. Primero vas a comprar comida, después vas a pagar los servicios, el alquiler y tu sueldo no se multiplicó de la forma en que se multiplicaron salvajemente los servicios”, agregó Pampin. En los datos de la producción de libros también se ve reflejado esta reducción de la demanda de los últimos años. Actualmente la tirada inicial de un libro es de 700 ejemplares, un 40% menos que hace siete años,y un 25% menos que hace cuatro, previo a la pandemia.
Otro de los grandes problemas que enfrenta el sector es la intención del gobierno de Javier Milei de derogar la ley 25.542, de “de defensa de la actividad librera” que establece que editores e importadores deben fijar precios de venta al público uniformes en todo el país. El ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, confirmó que quieren eliminar la ley del 2002 con el argumento de beneficiar a los usuarios. Se trata de una normativa que funciona correctamente en España, Francia, Alemania y Chile, entre otros países.
“La derogación va a ser algo nocivo para nuestro ecosistema, un hecho muy complejo porque las grandes plataformas, que son los que están pidiendo este cambio, van a vender lo más conocido, y quedan afuera las cosas más pequeñas, que eso también es parte del negocio de una librería”, explicó Pampin. Desde el sector indican que eliminar esta ley rompe con la “bibliodiversidad” porque reduce la oferta de lectura a los libros más populares y homogeneiza la oferta.
Por su parte, Fanti señaló el impacto que la derogación de esta ley tendrá en el plano comercial y también social. “Pasaría lo que con cualquier desregulación: el grande asfixia, el pequeño cierra y el grande después hace lo que quiere porque ya no tiene competencia. Acá hay un mercado que funciona, el grande hace su negocio a una escala y volumen que le cierra y el pequeño no solamente hace su negocio, sino que cumple su función social y cultural, que es pertenecer a una comunidad y alimentar esa comunidad, en el intercambio y en la generación de nuevos lectores”, advirtió.
CDB/MG