Hace unas semanas triunfó en este diario una nota que se titulaba “Hay vida sexual más allá de la menopausia”. ¿Y por qué no habría de haberla? Hay muchos mitos en torno a esta etapa de la vida de las mujeres, sobre la que no se habla casi ni siquiera entre las mismas mujeres.
La periodista Mariana Carbajal se topó con esos mitos y la realidad de su propio cuerpo cambiando cuando se acercaba a los 50 y decidió indagar en profundidad sobre el tema. En su libro Encendidas. Un viaje íntimo por la menopausia (Grijalbo), aporta información concreta, llama a hablar y a preguntar y, sobre todo, reúne muchísimos consejos que, como indica el subtítulo, convierten a este trabajo en Una guía para anticiparse y transitarla mejor.
Desde los calores diurnos o nocturnos hasta la sequedad vaginal, pasando por los famosos olvidos o los trastornos del sueño, la menopausia llega con una serie de signos corporales imposibles de ignorar. Además, como cita Carbajal en el libro, para 2025 más de mil millones de mujeres en todo el mundo habrán experimentado la perimenopausia –la etapa previa– y la mayoría lo hará sabiendo poco y nada sobre lo que se avecina cuando ya no menstruamos más. Y mucho menos sobre las soluciones o paliativos que existen para mejorar nuestra calidad de vida.
El libro, para el cual la periodista entrevistó a muchas mujeres y habló con una serie de especialistas, también muestra cómo se vive la menopausia en otras culturas, donde puede ser el principio de una etapa de libertad y creatividad, y reclama políticas públicas para facilitar a las mujeres el atravesar esta etapa.
–¿Por qué las mujeres no hablamos de la menopausia ni entre nosotras?
–Es una pregunta que me hice mucho. Y tuve la necesidad de escribir sobre el tema frente a ese silencio. Creo que está muy relacionado con una sociedad que nos exige ser jóvenes, que estigmatiza el paso del tiempo. Es muy gerontofóbica. Y decir ‘llegué a la menopausia’, ‘soy menopáusica’ está muy asociado al envejecimiento. Entonces creo que nos da vergüenza contar. Y como no hablamos entre nosotras y muchos profesionales de la ginecología no están especializados y no nos habilitan la palabra en el consultorio o no tenemos un buen acompañamiento, pensamos que lo que nos está pasando es algo personal. Que solo yo tengo sequedad vaginal o empecé con algunas lagunas mentales. Muchas mujeres me dijeron lo mismo que me pensé yo: 'Uy, tengo un tumor en el cerebro, tengo principio de Alzheimer'. Nadie me había advertido que los olvidos podían ser parte de los signos corporales asociados a la menopausia por la caída de los estrógenos. Porque asociamos estrógenos con el aparato reproductivo, en nuestra ignorancia. Porque estos no son temas incorporados a la educación sexual integral ni a las conversaciones dentro del consultorio ginecológico. Entonces llegamos con muy poca información y eso también hace que una no lo quiera contar, porque no sabés si sos vos sola a la que le está pasando todo eso o es algo que nos atraviesa a muchas cuando llegamos a esta etapa.
–En el libro contás tu experiencia, bastante expuesta.¿Por qué elegiste ese tono?
–Porque dije: con esa información que yo no llegué, quiero que las demás lleguen. La propuesta era romper ese silencio y abultar la conversación. Creo que ese tono íntimo y de confidencia y de acercarte como si se lo estuviera contando una amiga, favorecía ese diálogo. Para que las demás también se animen a contarle a otra amiga lo que leyeron en el libro, lo que les está pasando, lo que aprendieron. Este es mi quinto libro y es el que tiene el registro más íntimo y en el cual me expongo. Expongo en mi propia intimidad. Pero creo que ni siquiera fue una estrategia. Dije: quiero contarte mi recorrido, lo que yo investigué, las preguntas que me hice, las respuestas que encontré al consultar a distintas especialistas. Porque es una revolución hormonal llegar a la menopausia, así como en la adolescencia tenemos esa revolución hormonal sobre la que sí tenemos más información. Sobre la menopausia y el climaterio hay un gran silencio. Hay pocos libros acá en Argentina, algunos más desde un tono médico, pero no desde la vivencia de una mujer que transita y busca respuestas.
–¿Y qué es lo más importante que tenemos que saber?
–Primero, que a todas nos va a pasar. Algunas mujeres que me decían: bueno, yo elijo negarlo, aún viviéndolo. Y creo que la negación no es el mejor camino. Es mejor llegar preparada, anticiparse y saber lo que te puede pasar, porque también es importante decir que no todas vivimos la menopausia y el climaterio de la misma manera. No todas tenemos los mismos signos corporales. Y hablo de signos y no de síntomas, porque no es una enfermedad y creo que también esa narrativa hay que desarmarla. Pero sí nos pasan muchas cosas o nos pueden pasar muchas cosas. Y está bueno que las sepamos, que busquemos el mejor acompañamiento, el que queramos, pero con una profesional o un profesional que pueda darnos las respuestas que necesitamos. Y también que nuestro entorno sepa lo que nos está pasando. Porque si no, entre los cambios de humor que podemos tener o estas nieblas mentales o los sofocos o las cuestiones que afectan nuestra sexualidad se produce un gran desencuentro. Si no lo hablamos con claridad con nuestro compañero, si tenemos una relación heterosexual, con nuestra compañera, con nuestros hijos y nuestras hijas, si los tenemos, en nuestro trabajo, si es necesario, afecta a nuestros vínculos y a nuestra autoestima. Entonces me parece importante estar informada, llegar con la información apropiada, buscar el asesoramiento que necesitamos en alguien que nos escuche, que tenga una escucha empática y que nos brinde información y que nuestro contexto esté al tanto de que esto le pasa a todas las mujeres para que pueda acompañar de una forma amorosa.
–Contás también ejemplos de países donde hay políticas públicas en relación a esto. ¿Qué te parece que es lo más importante que habría que hacer?
–Primero, abrir la conversación. Que deje de ser un tema tabú, que se incorpore a las políticas públicas. Las mujeres entramos en las políticas públicas desde la maternidad, podríamos decir, pero cuando dejamos de tener la posibilidad de ser madres, al llegar a la menopausia, quedamos expulsadas. Sí puede haber prevención de los cánceres asociados a las mujeres. Pero poco hay en torno a este acompañamiento. Hay un proyecto que se presentó el año pasado en la Cámara de Diputados. Lo presentó la diputada María Rosa Martínez del Frente de Todos, para crear un programa nacional, para brindar información, para que las terapias que elijamos que nos acompañen tengan una cobertura también desde el punto de vista de la salud pública, de las obras sociales, de las prepagas. Los anticonceptivos tienen una cobertura del 100%. Todavía. Los tratamientos de terapias hormonales para las personas trans también. Y quienes llegamos a este periodo, si elegimos una terapia de reemplazo hormonal, en el caso que la elijamos o sea apropiada o algún otro tipo de acompañamiento, no tenemos esa cobertura. Entonces me parece que debería entrar como una política pública. Sabemos que hoy es un contexto en el cual tenemos Ministerio de Salud de casualidad. Se están desfinanciando programas clave como la prevención del embarazo en adolescentes. Entonces es muy difícil hoy pensar la posibilidad de la creación de un programa de este tipo, pero igual no debemos dejar de señalarlo.
–¿Y los ginecólogos o las ginecólogas ves que están preparados o también están faltos de información?
–En la presentación del libro estuve acompañada por Karina Mazzocco, Ingrid Beck y en el público había una ginecóloga que trabaja en el Hospital Italiano, especialista en climaterio, que dijo: el climaterio cuando yo estudié era media página de un manual. O sea, salvo que se especialicen, muchos ginecólogos y ginecólogas no saben del tema. Y una como usuaria de un consultorio ginecológico piensa que cómo no van a saber. Debería ser parte de su formación. Pero no es lo que una se encuentra. Entrevisté a mujeres que me decían cuando yo les preguntaba: ¿pero no te ofreció nada para la sequedad vaginal? No. ¿No te ofreció un gel vaginal o no te sugirió nada?¿Hablaron de la terapia de reemplazo hormonal a ver si tenés ganas de hacerla, si es acorde a tu historia clínica? No. Entonces sí creo que hay un vacío en ese sentido en la formación de los profesionales ginecológicos. A veces una está acostumbrada al mismo o a la misma ginecóloga de toda la vida. En mi caso, sí tuvo un buen acompañamiento. Quizás lo que puedo decir es no me advirtió con tiempo los cambios que iba a tener. Pero creo que buscar a una profesional o a un profesional que esté capacitado y que tenga esa escucha empática es muy importante. Porque muchas mujeres de alguna forma están padeciendo los cambios corporales o ciertas situaciones que nos hacen la vida menos saludable y creo que esa es la gran injusticia que sentí y por la cual decidí escribir. ¿Por qué pasa esto? Creo que es una consecuencia del patriarcado. Si fuesen los hombres quienes atravesaran estos cambios abruptos, porque son abruptos, a diferencia de la andropausia que viven ellos también con su caída hormonal, en la que es menos abrupto el cambio, es más paulatino. En nosotras es muy abrupto y tiene manifestaciones en distintas partes de nuestro cuerpo y de nuestra vida. Entonces me parece que es importante que lleguemos con información. Para mí es clave saber.
–¿Cómo hablamos con los hombres sobre esto?
–Eso es muy interesante. Mi hermano, que tiene cuatro años menos que yo, o sea que está rondando los 50, me contó que está recomendando el libro en el chat de sus amigos porque salió el tema. ‘Y, viste, está menopáusica’. Como una conflictividad para las parejas. Y uno de mis cuñados también en su grupo sugirió mi libro. Por Instagram me escribieron algunos varones que me habían escuchado en una entrevista en alguna radio hablando del libro y que a partir de eso se habían dado cuenta que por ahí lo que le estaba pasando a su pareja tenía que ver con la menopausia y le habían comprado el libro y estaban muy agradecidos. Y eso para mí fue como como un público inesperado. Más allá que creo que el libro es para leer para las mujeres. Y también puede ser un buen puntapié para abrir el diálogo. El diálogo en la pareja es básico, es clave. Esto tiene que ser parte de la conversación. ¿Por qué nos vamos a avergonzar de lo que nos está pasando, si es algo que nos atraviesa? Si además hay cosas que podemos hacer para pasarla mejor.
–Hay una parte de testimonios de mujeres de pueblos originarios con un punto de vista totalmente distinto. ¿Hay cosas que podemos incorporar de ahí?
–Sí, creo que la cosmovisión de pueblos originarios y de distintas culturas siempre nos enriquece. Los rituales, la alimentación, cómo pueden impactar en nuestra vida. Es muy interesante para tenerlo en cuenta. En algunas culturas lo que encontré es que las mujeres encuentran mayor libertad por los prejuicios o los tabúes que hay sobre ellas siendo madres. Entonces cuando llegan a esta etapa en la que dejan de ser reproductivas, por decirlo de alguna forma, adquieren mayores libertades para divertirse, para participar en fiestas, para emborracharse. Y también hay que pensar en que es un punto de inflexión. Quizás las que tuvimos hijos tenemos hijos que ya están rondando los 20. Más allá de que en este contexto es difícil que se vayan de la casa y se independicen, por la problemática de la vivienda tan grave que hay en Argentina, sí es cierto que necesitan menos de nuestros cuidados. Y nosotras necesitamos aprovechar ese tiempo y ese espacio para cuidarnos, para pensar en nosotras, para priorizarnos, que seguramente durante mucho tiempo no nos priorizamos en función de las dinámicas familiares. Me parece que es un gran momento para pensar cómo queremos vivir el resto de nuestras vidas. Y, en términos de cuidados, los estrógenos pueden afectar también nuestra musculatura. Entonces priorizar el hacer ejercicios de fuerza, porque eso va a proteger nuestros huesos también, pensando siempre en el presente, pero también a futuro. Hay muchas cosas que tenemos que aprender y que no nos las han dicho.
–¿Qué sugerís que hagamos entonces? Una mujer lee esta entrevista. ¿Qué le dirías? ¿Por dónde tiene que empezar?
–Fundamentalmente creo que tienen que buscar a una profesional o un profesional que esté especializado, que escuche, que sientan que ese espacio les brinda la información que necesitan. Pensar en el tipo de alimentación que están haciendo. Me cuesta a veces hablar de esto hoy en Argentina, donde aumenta la pobreza y las preocupaciones están en cómo llego a fin de mes, hay quienes se están bajando de la prepaga o tenemos la crisis en la educación pública. Pero hay que hablar de menopausia y climaterio porque igual nos va a pasar. Creo que hay que poder hablar en la pareja, hacer actividad física, pensar que las cosas que nos están pasando tienen paliativos. Cada una encuentra las formas. Yo no soy médica y no doy una receta. Lo que cuento en el libro es mi recorrido, mi búsqueda y lo que propongo es que cada cual encuentre su propio recorrido. Hay una sensación cuando llegamos a los 50, que está asociada a la menopausia, como que somos descartables, y creo que nos tenemos que empoderar frente a eso, resignificar, cambiar la narrativa y elegir nuestro propio camino. Y eso desde el deseo, donde el deseo adquiere distintas formas, la que quieras. Y, sobre todo, no dejar que esto nos arrase. Por los testimonios que encontraba, hay mujeres que dejaron de tener relaciones sexuales o porque les bajó el deseo o porque les dolía o porque sienten que están más deprimidas o tienen cambios de humor. Y son todas situaciones que a veces se las medica porque no hay una mirada de que están asociadas a todo lo que nos puede pasar al llegar a la menopausia. Y eso es injusto.
CRM/DTC