“Máteme mierda, pero de aquí no voy a salir”, les dijo en diciembre de 2003 Ramona Orellano Bustamante, a los empresarios sojeros que le tiraron abajo su casa y pretendieron desalojarla de su campo donde vivió hasta esta madrugada. Ramona murió hace pocas horas mientras dormía. Tenía 95 años.
Desde hace 18 años, esta campesina cordobesa vivía en una precaria casita de Las Maravillas, un paraje del norte cordobés. Su casa, donde vivió toda su vida fue demolida con topadoras por orden de la Justicia de Córdoba, en connivencia con los agroempresarios Eduardo y Juan Carlos Scaramuzza, dirigentes de Federación Agraria de Oncativo, una rica ciudad ubicada a 255 kilómetros del campo de Ramona.
“La historia de la lucha de Ramona comienza hace más de 30 años, en 1988, cuando las hermanastras de Ramona no la incluyeron en la herencia del papá. Los hermanos Scaramuzza eran patrones de una hermanastra de Ramona y hay una compra, una tercería de dominio. Ramona queda fuera de los trámites sucesorios y se encuentra de un día para el otro con esta venta de sus hermanastras a los Scaramuzza del campo donde nació, vivió y vio nacer a sus hijos”, le contó a elDiarioAR, Victoria Gauna, abogada del Movimiento Campesino de Córdoba (MCC) y representa a la familia Bustamante.
Cinco años después, en 1993, los empresarios Scaramuzza “le hacen firmar un convenio de desocupación, que en realidad no era tal cosa, le dicen A y le hacen B: imaginen este cuadro de situación: una mujer de 80 años, sola, sin abogado y del otro lado Eduardo y Juan Carlos Scaramuzza, dos agroempresarios dirigentes de Federación Agraria de Oncativo; su abogado y el juez de Paz. Ramona tenía todas las de perder y el primer desalojo ocurrió en diciembre de 2003. En 2004 la desalojaron de nuevo”.
El atropello a Ramona se hizo conocido a través de los campesinos del norte provincial y así comenzó una oleada de solidaridad: “Para los campesinos del norte de Córdoba exigimos tierra, justicia y trabajo”, reclamó León Gieco mientras abrazaba a Ramona en el Festival Nacional de Folklore de Cosquín, en enero de 2004, días después de sufrir el segundo desalojo en su campo. Raly Barrionuevo también visitó varias veces a esta campesina cordobesa y también la invitó a sus escenarios.
El campo donde vivió Ramona y ahora queda su hijo Orlando (65) criando animales tiene 150 hectáreas y está ubicado en el departamento Río Seco, a 200 kilómetros al norte de la ciudad de Córdoba. Las localidades más cercanas son Sebastián Elcano, un pueblito de 2.000 habitantes ubicado a 20 kilómetros de Las Maravillas y San José de la Dormida, otro pueblito ubicado a 100 kilómetros.
“Para los cordobeses, Ramona fue un faro de lucha ante tanto atropello sojero y machista. No es disparatado plantear estas dos condiciones porque son los dos pilares del cordobesismo contra los que Ramona luchó incansablemente. De una manera muy íntegra, esta mujer nos demostró a las generaciones jóvenes de Córdoba que el espíritu de resistencia y revolución no está perdido en nuestra provincia, aún cuando muchos gobernantes de distintos partidos políticos intenten mantener el desastre establecido por acción u omisión. Ramona se plantó en defensa de su hogar pero también del medio ambiente, de sus árboles autóctonos y sus animales, de ese norte cordobés muchas veces olvidado y saqueado. Gracias por ser mujer y por tus ideales”; la recordó la ambientalista Agustina Sosa, dirigente del colectivo Córdoba, Nuestra Tierra, Lucha.
Mientras que Pablo Riveros, jefe comunal de Villa Ciudad Parque y líder del Movimiento Verde Cordobés (MVC), le dijo a elDiarioAR: “Es un profundo dolor, y al mismo tiempo deja un camino muy, muy fuerte en cuanto a reivindicación de derechos de productoras y productores de la agricultura familiar, del campesinado. Ramona es un emblema de la lucha campesina y por suerte lo pudo ser en vida”.
Riveros señaló que “el carisma, la alegría y la fortaleza que transmitía Ramona en su lucha y en su arraigo territorial fue impresionante. Hoy ella tiene que ser un emblema muy fuerte de la lucha campesina y de la reivindicación de derechos posesorios de productoras y productores agrarios, del campo. Cuando hablamos de estos productores, hablamos de gente que produce alimentos, que tiene un arraigo en la tierra y que produce en una sincronización muy fuerte entre la Pachamama y la producción”.
En marzo pasado, la jueza de Primera Instancia Civil y Comercial, Emma del Valle Mercado, notificó a Ramona y a su hijo Orlando que debían desalojar el campo en el plazo de 10 días. Y la solidaridad se encendió nuevamente. Jóvenes ambientalistas de toda la provincia fueron a visitar a Ramona y montaron una vigilia que dura hasta hoy y seguirá adelante.
Entre quienes se solidarizaron con esta luchadora, están los jugadores Gerónimo Tomasetti del Club Atlético Belgrano, y Juan Cruz Komar, de Talleres de Córdoba.
El ídolo de la T contó su experiencia en su cuenta de Instagram: “Vine a conocer a Ramona Bustamante. Ramona, la mítica Ramona que hace 38 años lucha para que no la desalojen de su monte. Tiene 94 años. Nació, se crió y vivió toda su vida en el mismo campo de donde los buitres y usureros de siempre la quieren echar. Ya lo han intentado y ha tenido que dormir en la cuneta de las afueras del campo pero jamás ha cedido. El agronegocio arrasa y se quiere llevar puesto todo, incluido la tierra y la vida de miles de campesinos como esta inmensa mujer que solo quiere disfrutar y terminar su vida en paz. Por su figura, por su historia, por sus raíces, por su símbolo y por su amor, yo grito ¡RAMONA NO SE VA!”.
Esta madrugada, Ramona Bustamante bajó sus brazos y decidió descansar después de tres décadas de lucha. No estaba sola, la acompañaban su hijo y decenas de jóvenes. Sus otros hijos Antonio (75) y Lorenzo (72) llegarán hoy a despedirla.
GM