Mala fama, ritmo y sustancia

“¿Por qué nadie está cogiendo?”: la polarización política también es sexual y afectiva

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Ella: militante feminista del conurbano, de izquierda y comunicadora en el Estado. Él: un varón de Recoleta sin posición política explícita y consultor en campañas electorales para candidatos de centroderecha. Se dieron un primer beso tras un recital de punk y no dejaron de encontrarse durante dos años. Ocupaban polos ideológicos opuestos, eran amantes improbables pero eso era parte de la atracción, un chiste interno y hasta un juego de seducción. Todo se interrumpió con la aprobación de la ley Bases. A él le importaba la reforma porque le permitía facturar unos millones más y no se bancó que ella se opusiera con argumentos. La polarización de estos tiempos, al menos en los vínculos heterosexuales, también es sexual y afectiva. 

Hay un tema de conversación que se infiltra con insistencia entre grupos de amigas y amigos. Cuando no se está hablando de plata, alquileres y lo que cuesta vivir en este país aparece la incógnita epocal: “¿Por qué nadie está cogiendo?”. La politización del sexo como herramienta de liberación ha caído en una contradicción. Nunca hubo tanta tecnología y políticas para disfrutar de la sexualidad de manera recreativa, sin embargo, la recesión sexual es mucho más que una sensación: está avalada por múltiples estudios e investigaciones científicas. Ya empieza a estar documentada en libros, como el que publicó el psicoanalista y ensayista italiano Luigi Zoja: ‘La pérdida del deseo. Por qué el mundo está renunciando al sexo’, editado en Argentina a comienzos de este año por el Fondo de Cultura Económica.  

Los motivos que se enumeran para explicar que se tiene menos sexo que en otras épocas de la historia de la humanidad son variados. Elige tu propia excusa (o argumento): la postpademia, el estrés, la “fatiga apocalítpica” y la ansiedad por las múltiples crisis que atentan contra el deseo, la “intimidad artificial”, la pornografía mainstream y los modelos corporales imposibles que generan nuevos temores, el uso de las redes sociales y la hiperproductividad como mandato del capitalismo que hace que las exigencias en torno al trabajo ocupen demasiado espacio en la vida de las personas. 

Sandra Maginera es ginecóloga y sexóloga. Ella cuenta lo que ve en su consultorio: “Estamos notando en la clínica un aumento en las consultas por falta de deseo sexual. Eso implica que está cayendo la actividad sexual y hay estudios internacionales que así lo señalan. Sobre todo en las poblaciones de menos de 50 años y con más intensidad en la franja de 30 a 40 años”. “Se libraron tabúes y prohibiciones pero parece haber impactado de manera inversa a lo que tiene que ver con el deseo sexual. La sobreexposición a las tecnologías y redes sociales quitaron la posibilidad de la fantasía”, explica.

En la era del “match”, como síntesis de la correspondencia sexual y afectiva, cada vez hay más desencuentros entre ellos y ellas. Se quedan en el gustar. “Los datos oficiales indican que cada 100 swipes se llega solo a 1,63 match: y el match no consiste en una noche de pasión, sino solo en el intercambio de un like, dice Zoja en su libro. 

Hasta aquí una explicación de la falta de deseo, pero existen otras miradas que aportan nuevos enfoques y hablan de una polarización política que es sexual. No es una guerra de sexos en términos binarios sino que cada género está librando su propia batalla en su burbuja algorítmica.

Maginera habla de un desencuentro heterosexual, una nueva grieta por género. “A la hora de la sexualidad no se están encontrando varones y mujeres”, resume. “Ellas han tenido un posicionamiento diferente en el espacio laboral y por los derechos conquistados. Ellos fueron invitados a deconstruirse en el modelo de la masculinidad establecido por el patriarcado pero sin un manual de reconstrucción o construcción de las nuevas masculinidades. Puede ser que ahí se de una perturbación, una confusión, un desencuentro o directamente incomunicación a la hora del encuentro sexual”, desarrolla. Y agrega un dato que viene observando: “Por eso ellas cada vez se están corriendo más a la bisexualidad y a la homosexualidad. Parecería ser que hay una cuestión de seguridad y confianza en las relaciones homosexuales que no hay en las heterosexuales”. 

Ni en la cama ni en las urnas: la generación bifurcada

Paola Zuban es politóloga y directora de la consultora Zuban Córdoba & Asociados. Explica la polarización sexual desde su saber específico: la opinión pública y la ciencia política. “Cada generación tiende a tener comportamientos bastante homogéneos en cuanto a la política y la ideología. Pero desde hace cinco años se está produciendo una brecha de género en cómo votan mujeres y varones. Toda la bibliografía previa de la ciencia política veía que pasaba esto con temas específicos o en tiempos de cambio de paradigma”, cuenta. 

Se trata de un fenómeno global. “En Inglaterra viene pasando desde 2017. Se vio en Estado Unidos, Polonia, España, Alemania, Túnez, Corea del norte, países del Sudeste Asiático: las mujeres están tendiendo a votar opciones políticas más progresistas y los varones más conservadoras. Hay brechas de hasta 20 puntos de diferencia y es histórico”, dice la investigadora. 

Un estudio publicado por Financial Times en enero de este año que abarcó Corea del Sur, Estados Unidos, Alemania y el Reino Unido puso el foco en la denominada “generación Z”, el grupo etario que engloba a los y las jóvenes que nacieron a finales de los 90’s y principios de los 2000. A diferencia de otras generaciones y otras épocas de la historia, esa es una generación bifurcada ideológicamente por género. Ellas son más progresistas y en las urnas eligen propuestas de centro izquierda. Ellos son más conservadores y se inclinan por opciones más de derecha y ultraderecha. 

De acuerdo a este estudio, en Corea del Sur, por caso, los varones quieren formar familias tradicionales mientras que ellas quieren trabajar y estudiar y no priorizan la maternidad. Es el país que lidera el ranking de la menor tasa de fertilidad en el mundo, con un porcentaje de 0,72 hijos por mujer que, se estima, bajará a un 0,65 en 2025.

En el caso de Argentina, los datos de Zuban-Córdoba corroboran la tendencia en el mundo. En las elecciones generales de octubre de 2023, del 27,7% que votó al actual presidente Javier Milei, el 18,5% eran mujeres y el 37,2% eran varones. La brecha fue de más de 19 puntos. En el caso de la fórmula de Sergio Massa ellas eran mayoría: el 47,9% eran mujeres y 30,3%, varones. En el balotaje, del 47,8% de los votos efectivos de La Libertad Avanza el 38,7% era de mujeres y el 57,7%, de varones. El corazón del mileismo son jóvenes de 16 a 30 años. Un núcleo duro masculino y joven. 

Cómo volver a trazar puentes entre varones y mujeres 

Cecilia Valeriano es directora de Programas de Fundación Huésped, que también tiene la linterna puesta en este desenganche en el sexo y en lo afectivo entre varones y mujeres, especialmente entre los y las más jóvenes por el trabajo que desarrolla la organización en escuelas, clubes y comunidades. Hace seis años empezaron a ver que algo estaba pasando. Sobrevolaba un desconcierto sobre cómo actuar entre ellos. “En el trabajo grupal empezaron a aparecer muchas preguntas sobre el cómo; cómo se vinculan los varones que quieren construir una relación sexo afectiva. No hubo abordajes críticos en los dispositivos para pensar en una perspectiva de prevención y promoción. Hay protocolos pero tendieron a funcionar en procesos administrativos pero sin tener una mirada pedagógica. Pensamos en acompañamiento porque estos procesos deberían tener en cuenta la construcción de ciudadanía. Si no podemos pensar los procesos de subjetivación en los varones que ejercieron violencia es difícil que se produzca un cambio y un acercamiento. Hay algo del encuentro y de la escucha que la Educación Sexual Integral (ESI) lo propone en el espíritu pero que no siempre se lleva adelante”. 

Nicolás Pontacuarto del Instituto de Masculinidades y Cambio Social coincide con el análisis y la preocupación. “Ningún pibe nace libertario”, dicen desde este espacio. “Venimos observando incertidumbre y malestares. Los feminismos nos dejaron en un lugar incómodo a los varones sobre todo a partir de 2018 con la ola de escraches y denuncias públicas. Apareció el temor por los escraches, las cancelaciones y las denuncias”, dice. En este espacio apuntaron que los varones, en vez de aportar a un cambio, se volcaron a una sobreactuación del enojo, la rabia y la remasculinización. “La nueva identidad femenina hace pie sobre una base paradójica: la adquisición de una libertad que retoma la identidad arcaica de los varones”, sintetiza Luigi Zoja en su reciente libro. 

Pontacuarto propone reconstruir el proyecto de masculinidad pero desde otros lugares. Desde el Instituto hacen trabajo de incidencia pero también de escucha en rondas de varones en sindicatos, empresas y escuelas. 

Coger es sólo la punta del iceberg porque detrás del desencuentro, como demuestran las brechas de género a la hora de votar, hay búsquedas distintas, proyectos de vida y hasta valores opuestos. Las transformaciones en los hábitos sexuales o en este caso en el repliegue es un “termómetro inconsciente” de la sociedad en que vivimos.

Sin embargo, hay matices a los estudios apocalípticos. La última investigación social de Pulsar, el observatorio de la Universidad de Buenos Aires (UBA) puso el foco en las creencias sociales en torno a democracias y consensos. En uno de sus interrogantes preguntaron si las diferencias políticas pueden afectar sus relaciones personales y encontraron algo diferente a la tendencia de la polarización sexual y las brechas de género que vienen evidenciando los estudios de opinión pública en torno al voto. Un 59% de quienes respondieron no ven condicionamientos en sus vínculos por la polarización. 

“Hay dos explicaciones posibles. Puede ser indicativo de una mayor apertura y tolerancia hacia las opiniones políticas diversas o una etapa de transición hacia nuevas identidades que definan, en un futuro, una nueva polarización. Es probable que estemos ante una transición en el sistema de creencias, que aún no definen nuevas identidades políticas”, analizan desde Pulsar. 

¿Cómo será el futuro del sexo? Todavía no lo sabemos pero hay un poema de Marina Mariasch que permite aferrarnos a una tabla de esperanza más que la ciencia. “Todos sabemos que necesitamos/amor necesitamos sexo y en el futuro/ nadie va a disimular que busca eso/ como en el supermercado nadie/disimula que busca pan o café”. 

MFA/DTC