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Cualquier padre o madre lo sabe, y quienes no tienen hijos lo han oído muchas veces: uno de los momentos más difíciles durante la crianza de un bebé es cuando llora y llora y parece no haber manera de calmarlo. Los motivos del llanto del bebé pueden ser variados, como hambre, sueño, frío, calor o incomodidad.
Si se descubre y se satisface la necesidad que lo motiva, son altas las probabilidades de que el niño deje de llorar. Pero, en ocasiones, eso parece una misión imposible. Porque además existe el llamado cólico del lactante, un llanto sin causa aparente -pese a su nombre, no está relacionado con problemas intestinales- que se produce durante los primeros tres o cuatro meses de vida del bebé.
Para identificar este cólico, el investigador americano Morris Arthur Wessel, en la década de 1950, propuso una regla de tres: se da cuando un bebé sano y bien alimentado padece episodios de llanto intenso al menos tres horas al día, tres días a la semana, durante al menos tres semanas.
Estas situaciones, sumadas al cansancio, la falta de sueño, el estrés y otros factores típicos de esos días, pueden colocar a madres y padres recientes al borde de un ataque de nervios. Para estos casos, hay un truco que la ciencia hasta ahora no ha podido explicar de manera clara y contundente, pero que funciona con mucha frecuencia: recurrir al ruido blanco generado por el lavarropas, secadores de pelo, campanas extractoras u otros electrodomésticos.
Muchos vídeos en internet atestiguan la eficacia de esta técnica, como por ejemplo este:
¿Qué es el ruido blanco?
Desde un punto de vista técnico, el ruido blanco es el sonido que contiene todas las frecuencias a la misma potencia. Así como la luz blanca es la sumatoria de todos los colores, lo mismo ocurre con este sonido: de allí se deriva su nombre. En rigor, el ruido que producen los electrodomésticos no es exactamente ruido blanco, pero se le parece mucho.
Expertos como el pediatra Santiago García-Tornel, del Hospital San Joan de Déu, de Barcelona, exdirector del Servicio de Pediatría de ese centro y de la revista Anales de Pediatría Continuada, recomiendan su uso cuando todas las demás técnicas de calmar al bebé se han demostrado infructuosas.
García-Tornel apunta que es una práctica casi instintiva: “Cuando alguien coge a un niño en brazos, para calmarlo hace con la boca algo cercano al ruido blanco: ssshhhh”.
Las hipótesis que se han formulado para explicar la eficacia de este método van desde la idea de que el ruido blanco recuerda al bebé el sonido que le rodeaba cuando se hallaba en el vientre materno, hasta el razonamiento de que, al tapar todos los demás sonidos, el ruido blanco impide al niño escuchar su propio llanto, y por eso deja de producirlo. Son poco más que intuiciones, claro está.
Estudios científicos sobre el ruido blanco
Los estudios científicos realizados hasta ahora para analizar el efecto del ruido blanco sobre los bebés son escasos y sus resultados están lejos de ser concluyentes. En 1989, un trabajo realizado por expertos del Queen’s Charlotte and Chelsea Hospital de Londres reveló que bebés de entre 2 y 7 días de vida se dormían más rápido cuando estaban expuestos a ruido blanco que cuando no lo estaban. Pero la experiencia se basó en dos grupos de solo 20 bebés, debido a lo cual no se puede considerar representativa.
En esa misma época, en Estados Unidos se comenzó a comercializar un dispositivo llamado SleepTight (literalmente, 'Que duermas bien'), el cual se conectaba a la cuna del bebé y no solo producía una especie de ruido blanco, sino que además se proponía reproducir las vibraciones de un coche cuando circula a unos 70 kilómetros por hora. Poco después, en 1991, un estudio cuestionó su efectividad, y el producto no pasó de una curiosidad pasajera.
Un trabajo de 2003, por su parte, sometió a ratones a un ruido blanco que neutralizaba los sonidos del ambiente, aunque no tan alto como para causar daños en los órganos auditivos. Sin embargo, la exposición prolongada a este sonido produjo en los animales un retraso en el desarrollo de la región del cerebro relacionada con la audición. Esta conclusión, desde luego, no se puede trasladar de manera directa a los humanos.
Un recurso para cuando ya no quede otra opción
En cualquier caso, existe el peligro de que, si el bebé se habitúa a calmarse o dormir siempre de esta forma, se origine una dependencia y que luego sea mucho más difícil tranquilizarlo de otra manera. Evitar ese riesgo ya justifica recurrir a esta técnica solo en casos extremos o cuando parezca no quedar otro remedio.
Otros métodos para tranquilizar a los niños también son casi siempre efectivos, más sencillos, siempre se tendrán a mano y no entrañan riesgo alguno: mecerles con suavidad, hacerles masajes o envolverles con una mantita. Armarse de paciencia, de todas maneras, es crucial para afrontar los primeros meses de la maternidad y la paternidad. Organizarse en la pareja, si es posible, para turnarse en las labores con el bebé también se presenta como fundamental.
Y si al fin la decisión es probar con el ruido blanco, no resulta imprescindible poner en marcha la aspiradora o un ventilador para obtenerlo: en YouTube hay muchos y muy variados vídeos de larga duración -más de 10 horas seguidas- con diferentes sonidos que se asemejan al ruido blanco: como ambientes lluviosos, de viento invernal, de selva o de un viaje en avión.
Este vídeo es un ejemplo:
CV