Sexualidades

Entre el retorno a los “rituales ancestrales” y nuevos estudios sobre el clítoris, la vulva se puso de moda

18 de junio de 2022 00:18 h

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El algoritmo me lleva de paseo y en Instagram veo todo esto que voy a enumerar. Vulva diosa, portal energético. Respiración ovárica para sanar. Meditación orgásmica. Huevos de piedra que, introducidos en la vagina, “limpian linajes ancestrales”; el mismo huevo, pero para fortalecer los músculos de la pelvis. Sesión chamánica vulvar. Remedios “naturales” para curar infecciones vaginales: aceite de neem y aloe vera. Vaporizaciones vaginales de limpieza para dolores, para regulación hormonal, y para hacer a solas o en grupo. Retiros para personas con vulva. Herramientas de sanación sexual. Okey, la vulva se puso de moda.

La definición de diccionario indica que “la vulva es la parte externa de los genitales femeninos”. Comprende los labios mayores y menores, las aberturas hacia la uretra y la vagina, y el clítoris. Es decir, lo que está a mano, a un vistazo de espejo. Y resulta que la vulva atraviesa un periodo de resignificación, según observo en redes y según me dicen las especialistas a las que consulto. No en su funcionalidad, que no ha cambiado, sino de percepción: hay, algo así, como una “oda a la vulva”.

La vulva, entonces, como una parte del cuerpo sacralizada a la que ahora llaman, “yoni” o “ioni”, en sánscrito -¿avance o retroceso del lenguaje?-. Epicentro de placer, identificación y, al mismo tiempo, objeto de estudio de la ciencia, que la mira -la investiga- como nunca antes. Eso, sumado a la gran cantidad de información -no siempre verificada- que circula en redes sociales, reinstala a la vulva por fuera del plano reproductivo. Meter y sacar. Un hueco para llenar de placer. Y de marketing

Huevos, yuyos, aceites y la Ciencia

Data de Internet: el huevo de obsidiana es de color negro y “nos pone en contacto con nuestras ancestras”; el de cuarzo verde “trabaja en la desintoxicación”; el de cuarzo rosa “amplía la energía y abre el chakra corazón”. Se consiguen en tiendas online por $6.500 cada uno. El uso sugerido es por la noche, para dormir, por el lapso de 9 meses y un descanso de tres. También están las vaporizaciones, yuyos varios que cuestan unos $2 mil los 20 gramos. Hay que hervirlos, como si fueran un té, dejar reposar y “sentarse” sobre el vapor. Untarse la vagina con aceite de neem o pasar la noche con una esponjita imbuida en la vagina serviría, según se promociona, para curar infecciones, como la candidiasis. Las ginecólogas consultadas por elDiarioAR desaconsejan el uso del huevo, el combo de flores y del aceite de neem. Refieren que “no sólo no solucionan nada sino que ponen en riesgo al paciente”. Pero las redes sociales van más rápido y no hay sanciones para quien comparta información de dudosa calidad.

Más data de Internet: hay talleres sobre sexualidad femenina, reuniones de sanación de útero -o reconexión- con el útero, limpieza -o conexión- con el linaje ancestral -femenino-, meditaciones orgásmicas. Los encuentros se agotan muy rápido y la inscripción ronda los $10 mil pesos. También se ofrecen como retiros all inclusive. Por supuesto, es más caro y, a veces, en dólares. Además de los posteos en Instagram y los canales de Telegram, hay tutoriales en YouTube. 

Si la sexualidad femenina fue tabú hasta los setenta, cuando arrancó una etapa meramente genital, en la década siguiente estuvo “en el cerebro”. Hay una lema que sigue vigente e indica que “el órgano sexual más importante es la cabeza”. Por eso Silvina Valente, ginecóloga, obstetra y presidenta de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana (SASH) se pregunta por qué hay que jerarquizar una parte del cuerpo sobre otra, si lo que rige hoy es una mirada integral sobre la sexualidad: “Las mujeres le están dando más importancia a sus genitales porque nos han dicho que tenemos que desgenitalizar la sexualidad. Y nos fuimos a la banquina. En ese contexto aparecen nuevos rituales, como las vaporizaciones y el huevo de obsidiana”.

Esto es data de la ciencia. Valente integra un equipo de trabajo que investiga desde hace un tiempo el clítoris con un nuevo enfoque. “Lo estamos estudiando en estado de reposo, en excitación y post orgasmo en personas sexualmente saludables. Queremos evaluar la vascularidad del clítoris, que no está siendo analizado. La idea es saber cómo funciona para resolver problemas de excitación”, agrega Valente.

Zonas de control: ¿lo necesito, es lo que quiero?

“A los varones los convocan las actividades. A las mujeres nos convoca la conversación, y co-dolemos, sea en una sesión chamánica o en un té”, dice Lala Bruzoni, fundadora de The Gelatina, un medio de comunicación especializado en salud contemporáneo. En el sitio hay información sobre sexualidad destinada a mujeres y personas con vulva. Y hay un datazo, muy ilustrativo. Imaginen un reloj, bueno: el lugar de mayor excitación en la vulva es “a la 1pm”. Busquen que encuentran. Sigue Lala: “La gente está buscando maneras de sentirse mejor, busca nuevas disciplinas que aquieten la mente. Es como un volver a las bases, a lo ancestral, hacer lo que se hacía antes. Despojarse, pensar menos”. Tiene sentido. Si estas nuevas conductas en torno a la sexualidad femenina aparecieron en pandemia, es porque el remedio para atravesar el Covid-19 antes de la vacuna era aislarse. El antídoto de la antigüedad, retirarse de la comunidad. Estar solo. Hasta que pase.

Le pregunto a Lala qué es “co-doler”: “Compartir el dolor entre mujeres, para que se convierta en medio dolor. Ahí nos guiñamos el ojo”, dice. Le cuento que también veo que los talleres de sanación los ofrecen personas que comparten sus experiencias personales y las lecturas que hicieron en su “proceso de sanación”. Para Bruzoni, el automarketing de la victimización no las valida para impartir conocimiento y, en el caso de que se quiera dar un curso, hay que organizar un board de especialistas. De paso le pregunto qué opina sobre estas prácticas nuevas, promocionadas más en redes y que en los consultorios médicos tradicionales: “Autoconocimiento y sentido crítico para todo. Preguntarnos antes si es lo que queremos, si es lo que necesitamos, si eso que es nuevo no está fuera de nuestra zona de control”, sugiere. 

“Las fallas del sistema médico para implementar una noción integral de salud”

A ver qué piensa sobre todo esto Agostina Mileo, comunicadora científica e integrante de Ecofeminita. Voy por mail. Primero quiero chequear que esto que veo en el teléfono tiene asidero en la realidad. Le cuento que veo en Instagram posteos con información y convocatorias a encuentros sobre salud sexual no reproductiva para personas con vagina. Que la vagina es “un portal”, por ejemplo. O que para nombrarla usan la palabra “yoni”, vagina en sanscrito. Hay reuniones de sanación de útero, vaporizaciones individuales o colectivas, talleres sobre la vulva. Entonces:

-¿Observás esta tendencia? ¿Por qué estos tipos de discursos, que corren sobre todo en redes sociales, tienen tanta adherencia? ¿Por qué estamos permeables a esta nueva data?

-Sí, observo esta tendencia y creo que la adherencia está relacionada principalmente con las fallas del sistema médico para implementar una noción integral de salud. Por un lado, sabemos bien que los sesgos androcéntricos y la matriz reproductivista de la producción de conocimiento en el campo de la salud ha reducido la salud de las mujeres a la medicalización de la capacidad reproductiva. Prima una visión “funcionalista” sobre el cuerpo, que escinde la corporalidad de la identidad y no entiende como parte de la atención médica la comprensión de los procesos sociales que hacen que las personas, y no los cuerpos, transiten experiencias particulares según factores como la raza, el género o la clase.

Bien. Corrido el falo, el sistema de salud sigue entendiendo la sexualidad de las personas con órganos sexuales femeninos como cuerpos que producen. No es nuevo. Agrega Mileo: “Las feministas hemos observado esto durante décadas. En los años ‘70, el Women's Health Movement comenzó a elaborar el manual Our Bodies Ourselves (N. de la R.: Nuestros cuerpos, nosotras mismas). A partir de las experiencias compartidas en grupos de concientización elaboraba manuales en los que circulaba conocimiento sobre salud sexual con eje puesto en el placer y el deseo. Pero era conocimiento médico. Muchas feministas seguimos trabajando en este sentido, generando resistencias dentro de los espacios de conocimiento formal, creyendo que las ciencias son la mejor herramienta de producción de conocimiento para validar prácticas médicas pero que, como toda actividad cultural en un mundo sexista, requiere modificaciones estructurales. Otros grupos, en cambio, han entendido que, si el conocimiento médico formal es sexista, entonces la medicina lo es y que se debe buscar cómo abordar estas cuestiones desde otro tipo de conocimiento. Esto es una diferencia fundamental. Coincidimos en que la atención que recibimos en el sistema médico no se basa, por lo general, en conocimiento hecho por y para nosotras, pero no en las estrategias para revertir la situación”.

La pregunta que sigue es cuándo empieza a ser “peligroso” o perjudicial para la salud física o emocional este tipo de recomendaciones que se replican, guardan y comparten en posteos de Instagram y TikTok. O si es al revés, que estas conductas hablan de una apertura y en realidad está buenísimo y no hay que alarmarse. Responde Mileo: “Creo que es peligroso en sí mismo. Hablamos de prácticas en las que se recomiendan y promueven intervenciones corporales que pueden ser sumamente perjudiciales, que dañan la microflora vaginal, producen desgarros, aumentan los riesgos de infección. Como dije antes, creo que la motivación es noble. Pero como decía mi papá, ‘el camino al infierno está plagado de buenas intenciones’. Muchas veces estos espacios instan a compartir experiencias de abuso sin que haya personas con formación en salud mental que puedan contener a la persona. Ni hablar, por ejemplo, de un shock anafiláctico derivado de una reacción alérgica por el contacto de la mucosa vaginal con alguna sustancia”. Por ahí hay que empezar por mirarse en el espejo.

VDM/SH