Esta publicación forma parte del programa “Towards Equality” (Hacia la igualdad), una alianza colaborativa de 16 medios de comunicación internacionales que destacan los desafíos y las soluciones para alcanzar la igualdad de género. Towards Equality es una iniciativa impulsada por Sparknews.
En Estados Unidos, las mujeres tienen el doble de probabilidades de morir de un infarto que los hombres. Cuando un no fumador muere de cáncer de pulmón, es dos veces más probable que sea una mujer que un hombre. Las mujeres también padecen más Alzheimer y enfermedades autoinmunes que los hombres. Sin embargo, la investigación sobre estas afecciones, y muchas más, generalmente no estudia a las mujeres por separado.
Han pasado 30 años desde que el Congreso de los Estados Unidos ordenara a los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés), el mayor financiador de investigaciones médicas del mundo, que se aseguraran de que las mujeres fueran incluidas por igual en los ensayos clínicos. Pero la investigación sobre la mujer sigue retrasada y cada vez es más evidente que las mujeres y las niñas están pagando el precio.
“La investigación sobre la salud de la mujer ha estado infrafinanciada durante décadas y muchas enfermedades que afectan solo o principalmente a las mujeres, o que afectan a las mujeres de manera diferente, han recibido poca o ninguna atención”, dijo la primera dama Jill Biden a finales de 2023, al anunciar una nueva iniciativa de la Casa Blanca para la investigación de la salud de la mujer.
Los investigadores no solo no incluyen suficientes mujeres en los ensayos clínicos, sino que a menudo no buscan diferencias entre cómo responden hombres y mujeres a los tratamientos.
La nueva iniciativa reconoce que la directiva anterior del Congreso se quedó corta.
“La mayoría de la gente no reconoce que era orientativa. Era una recomendación”, señala la Dra. Nanette Wenger, una destacada cardióloga estadounidense cuyo trabajo ayudó a impulsar la legislación de los NIH. “No tenía fuerza”.
Los directivos de los NIH han instado a los investigadores a incluir más mujeres en los ensayos clínicos utilizados para estudiar posibles tratamientos. Pero el proceso de desarrollo de fármacos es largo y complejo y abarca agencias que van desde los NIH hasta la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA, por sus siglas en inglés), que evalúa y aprueba nuevos tratamientos. Los esfuerzos por aumentar la diversidad chocan con investigadores sobrecargados, médicos desbordados y una FDA atrapada entre un público exigente que clama por nuevos medicamentos y una industria farmacéutica movida por los beneficios. Así que las cuestiones sobre las diferencias de género quedan en el olvido y nadie puede siquiera adivinar todas las consecuencias.
“Sabemos menos sobre la biología femenina y nos estamos esforzando por ponernos al día”, apunta la Dra. Janine Clayton, directora de la Oficina de Investigación sobre la Salud de la Mujer (ORWH, por sus siglas en inglés) de los NIH.
Los efectos se manifiestan en casi todos los aspectos de la salud humana.
Si bien las mujeres tienen la misma probabilidad que los hombres de sufrir un ataque al corazón, son más propensas a morir a causa de ellos, según la Oficina de Investigación sobre la Salud de la Mujer de los NIH. Las mujeres que reciben quimioterapia contra el cáncer sufren casi un 50% más de efectos adversos que los hombres, según el último informe de la ORWH.
Estados Unidos tiene, con diferencia, la peor tasa de mortalidad materna que cualquier país comparable. No todas estas muertes pueden prevenirse mediante una mejor investigación. Pero la falta de atención a cómo las mujeres responden de manera diferente a los fármacos, cómo los profesionales médicos tratan a las mujeres y cómo el sistema todavía les brinda una atención insuficiente está costando vidas, afirman expertos y defensores de la causa. “Gracias a la investigación, sabemos que el sexo importa”, dice Clayton. No obstante, muchos investigadores pasan por alto esas diferencias.
“Todavía tenemos el mismo problema que teníamos hace 30 años”, explica la Dra. Stephanie Faubion, directora médica de la Sociedad de Menopausia y directora del Centro para la Salud de la Mujer de la Clínica Mayo en Jacksonville, Florida. “Aún no sabemos si estos fármacos funcionan igual, mejor o peor en mujeres que en hombres”.
Una serie de estudios llamados ensayos STEP, publicados en 2021 y 2022, son el ejemplo más reciente. Han demostrado que el medicamento para la diabetes semaglutida, vendido bajo las marcas Wegovy, Ozempic y Rybelsus, puede ayudar a las personas obesas a perder hasta un 15% o más de su peso corporal en poco más de un año. También han probado que el tratamiento inyectable puede tratar enfermedades cardíacas.
Faubion estaba investigando si los fármacos tienen efectos diferentes entre las mujeres que toman ciertos medicamentos para el cáncer de mama. “Creemos que el estrógeno tiene algo que ver con la pérdida de peso”, señala Faubion. Pero ninguno de los ensayos presenta datos separados entre hombres y mujeres. “No podemos hacerlo si no conseguimos los datos. Es impresionante”.
Se han hecho algunos esfuerzos. Tanto los NIH como la FDA tienen oficinas dedicadas a garantizar la equidad para las mujeres y las minorías étnicas y raciales. Sin embargo, ninguno de los dos organismos hace cumplir plenamente sus regulaciones y políticas sobre las diferencias de sexo en la investigación, explican los defensores. “Todo lo que tienes que decir es: ‘Oh, sí. Lo tenemos en cuenta’”, apunta Katie Schubert, presidenta de la Sociedad para la Investigación de la Salud de la Mujer. “En realidad, no tienes que hacer nada al respecto”.
Menos de un tercio de los resultados de los ensayos clínicos más avanzados, conocidos como ensayos de Fase III, se publican según el sexo en las revistas médicas, dice Clayton. Los médicos se apoyan en estas revistas para fundamentar sus prácticas, por lo que si no hay datos que justifiquen cambiar la forma en que se trata a las mujeres, no lo hacen.
Quizás por ello, el personal de urgencias tarda más en tratar a las mujeres con síntomas de un ataque al corazón. Y tanto los médicos como los pacientes suelen pasar por alto los síntomas del ictus entre las mujeres, a pesar de que tienen un mayor riesgo que los hombres.
El cáncer de pulmón, el más letal con diferencia, afecta principalmente a los fumadores. Pero cada año mata entre 20.000 y 40.000 no fumadores en Estados Unidos, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. Dos tercios son mujeres. Sin embargo, solo el 15% de las investigaciones sobre el cáncer de pulmón se centran en las mujeres, según un informe de 2022 del grupo de defensa Women's Health Access Matters y de la Corporación RAND. Asimismo, solo el 12% de las investigaciones sobre el Alzheimer y el 4,5% de la financiación para la investigación de las afecciones de las arterias coronarias se destina a proyectos enfocados en las mujeres.
Es difícil conseguir que las empresas tengan en cuenta las diferencias de sexo, apunta la Dra. Janet Woodcock, antigua subcomisaria principal de la FDA. “Van a hacer lo mínimo necesario para entrar en el mercado”, dice Woodcock. “Las empresas se esfuerzan en administrar a todos la misma dosis. Es muy impopular sacar un medicamento y decir: ‘esta gente necesita una dosis diferente’”.
Es posible que el Congreso tenga que intervenir, advierte la Dra. JoAnn Manson, epidemióloga de la Facultad de Medicina de Harvard, que dirigió el mayor estudio realizado sobre la salud de las mujeres: la Iniciativa de Salud de la Mujer. Fue incluido expresamente en el presupuesto federal.
“Cuando se puso en marcha la Iniciativa de Salud de la Mujer en 1992, contaba con una partida del presupuesto del Congreso”, apunta Manson. Desde entonces, no ha podido conseguir que se financie ningún otro estudio de este tipo.
“Estamos intentándolo, y otros también lo están haciendo, conseguir financiación para la investigación”, afirma.
* Esta es una versión editada de un artículo más extenso disponible aquí, en la web de The Fuller Project.
MF