Despertar a las siete y media de la mañana, desayunar rápido, pasar ocho horas –pueden ser más– en el trabajo, hacer la compra, cocinar el táper para el día siguiente, preparar la cena, sentarse un rato en el sofá, ir a la cama hasta las siete y media de la mañana del día siguiente. Esta jornada estándar se puede personalizar con extras como la duración del tiempo de los desplazamientos, los cuidados a personas dependientes como hijos o padres mayores, otras tareas del hogar, las reuniones fuera del horario laboral o las citas médicas, entre otros. Solo la lectura de este listado de obligaciones puestas en fila puede causar estrés, por eso la industria del bienestar está ahí tan floreciente y a mano: pastillas de melatonina para conciliar el sueño (porque a ver quién duerme con todo lo que hay que hacer), bolas de sales para baños de burbujas, clases de yoga, aplicaciones móviles para meditar, rutinas de cuidados para el cutis de 15 pasos. Solo hay que reservar un huequito en la agenda para 'autocuidarse', ahí está la clave.
Judit P. sabe perfectamente que no es tan fácil. Ella empezó a practicar yoga hace un par de años, en una época en la que el estrés dominaba su vida y necesitaba una herramienta para encontrar un poco de calma. Al principio le sentó muy bien pero con el paso del tiempo el sistema comenzó a fallar. “Empecé a darme cuenta de que ir a yoga era un estrés cuando tienes que compaginarlo con el trabajo, con la maternidad y tus responsabilidades. Era hacer encaje de bolillos para poder disfrutar de una hora a la semana”, dice a elDiario.es. “Además, se suma el cansancio acumulado de pensar que, cuando llegues a casa, toca el baño de los niños, preparar la cena, acostarlos y un largo etcétera”, comenta.
Cada vez que iba al médico, en vez de aconsejarme algún fisioterapeuta, me decía que tenía que hacer yoga o apuntarme a 'mindfulness'. Lo mismo me pasó con la matrona. Acababa de dar a luz e insistía en que tenía que sacar una hora al día para hacer yoga
El método de autocuidado que escogió Sofía P. también fue el yoga —según una encuesta de Statista Consumer Insights publicada en julio de 2023, las mujeres practican yoga y pilates más que los hombres—. En su caso, fueron su médico y su matrona quienes se lo aconsejaron debido a las molestias derivadas de un parto reciente. “Pequeños problemas de suelo pélvico, estrés, dolores de lumbares… Cada vez que iba al médico, para cualquier cosa, en vez de aconsejarme algún fisioterapeuta, siempre me decía que tenía que hacer yoga o apuntarme a algún curso de mindfulness. Lo mismo me pasó con la matrona. Acababa de dar a luz e insistía en que tenía que sacar mínimo una hora al día para hacer yoga”, recuerda. El objetivo era que Sofía estirase su cuerpo y estuviese un rato con ella misma, pero en un piso de 40 metros cuadrados compartido con su bebé y su marido –en plena pandemia, además– más bien era una utopía.
Como en aquel momento no se podía salir, Sofía se instaló una aplicación que da la opción escoger el tipo de yoga que se quiere practicar, el tono, el nivel o el tiempo que se le va a dedicar a la actividad. Pero cada vez que se tenía que poner a ello algo le interrumpía y los momentos 'yoguis' cada vez eran más escasos, algo que la app se encargaba de recordar con mensajes de advertencia. “Tardaba más en apartar la cuna o las sillas para instalarme en la colchoneta y poder estirarme un poco que lo que tardaba en hacer la sesión”, rememora. “La otra cosa es que mientras estaba estirada en el suelo, presuntamente llevando toda mi atención a la respiración, me daba cuenta de que debajo de la cama había un nido de pelusas y me cortaba muchísimo el rollo”, sostiene.
Es muy llamativo lo homogéneas que son ese tipo de recomendaciones respecto al autocuidado, siempre lo asocian a una actividad que se hace estando solo, reduciendo estímulos, apartándose de cosas y comprando algo (...) Es una lógica muy de consumo
Marta Carmona, psiquiatra, diputada en la Asamblea de Madrid, portavoz de Sanidad del grupo Más Madrid y coautora del ensayo Malestamos (Capitán Swing, 2022) junto a Javier Padilla, actual secretario de Estado de Sanidad, dice que: “Es muy llamativo lo tremendamente homogéneas que son ese tipo de recomendaciones respecto al autocuidado que siempre lo asocian inequívocamente a una actividad que se hace estando solo, reduciendo estímulos, apartándose de cosas y comprando algo. Puede ser un objeto, un servicio, una unidad de producto. Es una lógica muy de consumo”, dice. “Y en salud mental no hay casi nada universalizable. Hay gente para la cual el autocuidado puede ser eso y otra para la que el autocuidado puede ser quedar con sus amigas a las que hace un montón que no ve y estar diluido en un entorno en el que se sienta acogido”.
Es lo que le ocurrió a Ana S., que probó con la meditación durante dos meses hasta que decidió que ese no era un método de relajación válido para ella pese a su popularidad en la sociedad. “Respeto a quien medita y aunque a mí no me funcione, creo en la ciencia que apoya los beneficios de la meditación. Pero lo que me sirve es hacer deporte, escuchar un pódcast mientras paseo, leer. Y, por supuesto, simplemente el hecho de tomar algo con amigos ya me parece una técnica de relajación y bienestar mucho más potente que la meditación”, comenta. Durante la época de la pandemia en la que ya se podía salir pero con muchas restricciones había acumulado mucho estrés, así que se instaló la aplicación Petit Bambou para meditar diez minutos al día antes de trabajar. “Nunca me sirvió de nada porque no conseguía relajarme, y lo único que pensaba es que estaba perdiendo el tiempo y ya podría estar encendiendo el ordenador”, comenta.
Por su parte, ahora Sofía se ha mudado de aquel piso de 40 metros cuadrados y está buscando un gimnasio cerca de su nueva casa para apuntarse a pilates pero, de momento, dice que: “Mi actividad de autocuidado más placentera es tomarme un café con leche antes de recoger a mi hijo del cole”. Judit no ha dejado el yoga pero sí intenta librarse de la culpa que le producía perderse alguna sesión. “Trato de escucharme y hacer lo que me pide el cuerpo. A veces es yoga, otras veces leer en un rincón que me dé paz”, comenta.
Judit no ha dejado el yoga pero sí intenta librarse de la culpa que le producía perderse alguna sesión. 'Trato de escucharme y hacer lo que me pide el cuerpo. A veces es yoga, otras veces leer en un rincón que me dé paz
Cristina Vidal Marsol, psicóloga desde hace dos décadas y directora del Centre PsiCo, comenta que desde hace un par de años han aparecido términos como stresslaxing (uno nuevo para meter en el saco del coliving o el nesting, fruto de la unión entre las palabras stress y relaxing). “Se refiere a personas que se estresan cuando se supone que deben relajarse, pero también hay movimientos de madres en los que se habla de la importancia de no culparnos por no poder cuidarnos lo suficiente”, comenta la especialista. En la era digital, en la que casi todo el mundo sabe que hay que llevar una alimentación sana, hacer ejercicio y dormir bien, sentir remordimientos por no hacer lo necesario para alcanzar el bienestar puede ser una carga más. “El día solo tiene 24 horas y compatibilizarlo con las responsabilidades familiares y laborales ni es fácil ni siempre se logra autocuidarse 24 horas siete días a la semana. Las expectativas deben ser realistas”, determina.
En opinión de la psicóloga Patricia Maguet, la propia idea de tener que añadir actividades para sobrellevar el día a día no tiene demasiado sentido. “Es como si comieras algo que te sienta mal y pensases que la solución pasa por añadir un medicamento que te alivie el malestar en lugar de pensar en quitar ese alimento de tu dieta”, afirma. El remedio más obvio es intentar que la cotidianeidad sea menos estresante, pero también es evidente que no es una tarea fácil. “Hay unas condiciones, un contexto social, que está detrás de una parte de nuestro malestar”, desarrolla. “Puedes implicarte en buscar un cambio social pero mientras tanto vas a tener que tomar tus decisiones individuales para rebajar tu estrés, tu malestar y tu tensión”, advierte.
En la era digital, en la que casi todo el mundo sabe que hay que llevar una alimentación sana, hacer ejercicio y dormir bien, sentir remordimientos por no hacer lo necesario para alcanzar el bienestar puede ser una carga más
De dónde y para quién
En el episodio Fascismo del cuerpo de su pódcast Amiga Date Cuenta, las periodistas Begoña Gómez Urzáiz y Noelia Ramírez recordaron que el término autocuidado no nació en el departamento de marketing de una empresa de velas aromáticas precisamente. En concreto, fue Audre Lorde –que se definía a sí misma como “negra, lesbiana, madre, guerrera, poeta”– quien lo acuñó en su libro A Burst of Light (1988) como: “El autocuidado no es autocomplacencia es autoconservación y esto es un acto de guerra política”. Al respecto, Ramírez explica que: “El sistema capitalista, como de todo en esta vida, se ha apropiado de ese término” y menciona a la escritora y activista Fariha Róisín, autora del ensayo Who is Wellness For? (2022). En dicho título, la autora examina esta cultura del bienestar y concluye que, actualmente, es solo para “mujeres blancas, ricas y delgadas”. Tres adjetivos opuestos a los que Lorde usó para describirse pero que le sientan como un guante a una de las reinas del negocio del autocuidado: Gwyneth Paltrow.
Hace justo 15 años que la actriz puso en marcha la newsletter de estilo de vida Goop. Poco a poco fue creciendo y diversificándose y actualmente es una empresa valorada en más de 200 millones de dólares. La marca engloba una tienda online de artículos orientados al bienestar (ropa, cosméticos, juguetes sexuales, velas, etcétera), un pódcast, dos documentales en Netflix, un programa itinerante de conferencias y una línea de comida para llevar en California. El rango de precios de sus productos es amplio, pero no son especialmente baratos. Por ejemplo, la famosa vela llamada Huele como mi vagina cuesta 75 dólares y los complementos nutricionales como los Súper polvos estimulantes del metabolismo se venden en cajas de 15 sobres por 58 dólares.
Le estamos confiriendo una suerte de lugar de salvación a experiencias de ocio (...) Gran parte del sufrimiento psíquico que experimentamos tiene que ver con cosas estructurales, canalizarlo por el autocuidado porque no existe otra terminología es terrible
Ninguna de las cosas que comercializa Paltrow garantiza nada y, de hecho, ha tenido que pagar alguna multa por mentir acerca de las propiedades de sus cachivaches (como los huevos de jade y cuarzo que, según la empresa, ayudan al equilibrio hormonal por 55 dólares cada uno). Pero el negocio del bienestar funciona gracias a la promesa de una vida mejor –pulcra y relajada como la de la actriz– y lo hace tan bien que no para de crecer. Según datos del Global Wellness Institute, la industria del bienestar a nivel mundial (que abarca diversos sectores que van desde el ejercicio físico hasta el turismo) ha crecido un 27% desde 2020 y se estima que continúe a un ritmo anual del 8,6% hasta 2027.
“Le estamos pidiendo peras al olmo, les estamos confiriendo una especie de lugar de salvación a experiencias de ocio”, reflexiona Marta Carmona. “Y el problema fundamental es que no tenemos otra forma de contarnos a nosotros mismos, de denunciar qué nos pasa y qué nos deja de pasar. Gran parte del sufrimiento psíquico que la gente está experimentando tiene que ver con cosas estructurales y que lo tenga que canalizar por el autocuidado porque no existe otra terminología ni otra forma de entendernos es lo verdaderamente terrible”, apunta. Ante la falta de ese lenguaje común que señala la psiquiatra, cada uno expresa su relación con el autocuidado como puede y otra entrevistada, Susana L., resume la culpa que siente cada vez que pierde una clase de yoga en una frase con la que quizá otras personas se sientan identificadas: “Es capitalismo salvaje en vena”.