“Así es vivir con TDAH: interrumpes conversaciones, te distraes fácilmente o no puedes dejar de moverte”, dice en un video de TikTok una usuaria que, según su biografía, estudia psicología. En menos de un minuto reflejó lo que ella interpreta como un diagnóstico general del trastorno de déficit de atención e hiperactividad. El video, de menos de 30 segundos, tiene más de un millón de reproducciones. Cada una de las personas que lo visualiza corre el riesgo de pensar que también padece esta condición si comparte alguno de esos síntomas sin siquiera haber acudido a un especialista. Y es que los autodiagnósticos en redes van in crescendo: más del 52,1% de los españoles reconoce usar internet, las redes sociales o incluso la inteligencia artificial para buscar una posible enfermedad en 2023, según el IV Estudio de Salud y Estilo de Vida de Aegon. En 2022 era un 43,5%.
Laura Casal se autodiagnosticó de SIBO (Sobrecrecimiento Bacteriano en el Intestino Delgado) a raíz de padecer algunos síntomas. En su caso, acertó. “Tardé un año en resolver un problema que podía resolverse en una semana si me hubiesen hecho caso en la sanidad pública de primeras”, lamenta y cuenta a elDiario.es que ella no se automedicó, pero sí que reconoce haber seguido dietas beneficiosas que vio en redes.
La causa de todo esto, interpretan los expertos, es multifactorial. “Se habla ya de una sociedad hiper hipocondríaca. Una vez tenemos nuestras necesidades más o menos cubiertas, la gente se preocupa más por otros aspectos de su salud”, explica Antonio Rial Boubeta, profesor de psicología en la Universidad de Santiago de Compostela, que lidera desde hace más de una década estudios sobre juventud, tecnología y salud. Eso sí, “preocuparse más por el síntoma no siempre tiene que reflejarse en una sociedad más saludable”, subraya. A raíz de esta “inseguridad por el síntoma”, dice, las personas buscan información por su vulnerabilidad, algo que ve como un problema cultural en las sociedades actuales.
Con el autodiagnóstico, la valoración personalizada del paciente atendiendo a su contexto, circunstancias y otros factores que pueden estar condicionando su salud o bienestar no es viable porque no hay una intercomunicación con el especialista. Además, puntualiza Joima Panisello, médica interna e investigadora y Directora Médica de Digimevo, una plataforma digital para reforzar la información y comunicación con el paciente: “Es solo el médico quien da información y no recibe de un paciente. Me he encontrado con bastantes casos equivocados. Gente que tenía síntomas correspondientes a un cuadro de ansiedad y los asociaban al nerviosismo”, cuenta por llamada telefónica a elDiario.es.
Se habla ya de una sociedad hiper hipocondríaca. Una vez tenemos nuestras necesidades más o menos cubiertas, la gente se preocupa más por otros aspectos de su salud
También sobre nutrición es habitual ver videos de usuarios recomendando dietas para bajar de peso. Otro problema aquí es que, inciden los expertos, las dietas deben adecuarse a cada persona. “Si la persona no dispone de titulación o conocimientos nutricionales, podríamos estar ante un grave problema de salud pública en muchos casos. Prescribir un plan nutricional no solamente se basa en contar kilocalorías. Hay que atender a las particularidades de cada paciente”, detalla José Francisco López-Gil, nutricionista e investigador del centro Navarrabiomed, que también advierte de los riesgos de la ortorexia (la obsesión por comer sano).
“Los nutricionistas hemos percibido aumentos de casos de posible celiaquía, intolerancia o sensibilidad al gluten por pacientes de manera autoreportada. Sin tener una prueba diagnóstica, hay pacientes que deciden eliminar el gluten de su dieta. Este hecho, en caso de no ser necesario, podría llevar a ciertas carencias nutricionales”, pone como ejemplo López-Gil al preguntarle por experiencia en estos hechos. E insiste en que, si bien estas dietas pueden resultar incluso beneficiosas en un principio, pueden acarrear “déficits a medio-largo plazo con consecuencias muy negativas para la salud”.
Percibimos aumento de casos de posible celiaquía, intolerancia o sensibilidad al gluten por pacientes de manera autorreportada. Sin tener prueba diagnóstica, hay quien decide eliminarlo de su dieta (...) Si no es necesario podría llevar a ciertas carencias
Preocupación en los jóvenes
Otra dato preocupante para los expertos es que el grupo que más se autodiagnostica, por edad, es el de menos de 25 años. Siguiendo el mismo estudio de Aegon citado anteriormente, hasta un 70,6% de este segmento reconoce identificar su enfermedad a través de lo que encuentra en Internet y redes sociales.
Joima Panisello lo relaciona con lo que llama “cibercondría”. “La gente se obsesiona con los diagnósticos y ve problemas donde no los hay, eso genera cuadros de ansiedad generalizada”, cuenta. Por ello ve en la adolescencia un momento especialmente sensible a la exposición a este tipo de contenidos. “Es una época con especial vulnerabilidad en el cerebro. Tienen respuestas emotivas que les llevan a tomar riesgos y más receptores susceptibles a hormonas del estrés”.
Oportunidad de negocio
La sociedad actual es la de la inmediatez, la de los estímulos constantes. “Ahí hay un caldo de cultivo y un nicho de mercado”, dice el psicólogo Antonio Rial. “Frente a los dispositivos de atención sanitaria, que son lentos y no siempre eficaces, el mercado se encarga de asentar la creencia en los ciudadanos de que se puede obtener una respuesta inmediata y creíble avalada por la ciencia al consultar el teléfono móvil”, explica.
Para Antonio Rial es preocupante la cantidad de influencers y creadores de contenido que suben videos a redes sociales dando diagnósticos de enfermedades. “¿Dónde está su currículum o su número de colegiado?”, se cuestiona. “Cuando creas un perfil a priori especializado construyes una imagen que genera credibilidad por sí sola”, valora. “En la mayor parte de ocasiones no está avalado por una formación clínica. Faltan principios técnicos y morales”, asegura.
Vivir en este contexto de aceleración nos impulsa a tener demandas de tiempo extremas. “Y ahí está el negocio: en la resolución rápida y sencilla del problema. Se aprovechan de nuestras emociones y preocupaciones”, analiza. El acierto en los casos de autodiagnóstico, dice Rial, “es una ruleta rusa”.
Según el informe de Aegon, uno de cada cuatro menores de 25 años consume antidepresivos sin receta. Para Antonio Rial es crucial destacar al respecto que hay tratamientos que podemos ver en las redes que pueden ser muy perjudiciales: “Nos fiamos más de las opiniones de estos influencers, que a veces son fraudulentos, que de expertos sanitarios. ‘A mí me fue genial esto…’, la sanidad no es la opinión de un restaurante, son criterios científicos”.
Frente a los dispositivos de atención sanitaria, que son lentos y no siempre eficaces, el mercado se encarga de asentar la creencia en los ciudadanos de que se puede obtener una respuesta inmediata y creíble avalada por la ciencia al consultar el móvil
Sin embargo, tanto Joima Panisello como José Francisco López-Gil defienden que sí hay perfiles que informan de problemas sanitarios con rigor. “Muchas veces a los profesionales nos cuesta transmitir la ciencia a modo de mensajes claros y fácilmente entendibles”, dice Panisello y pone de ejemplo perfiles que durante la pandemia “hicieron una buena labor de divulgación”.
Álvaro Fernández, mucho más conocido por su alias, @farmaceuticofernandez, cuenta con casi tres millones de seguidores en TikTok y más de 700.000 en Instagram. En sus videos se dedica a divulgar sobre contenidos sanitarios. Eso sí, él recuerda de manera constante ir al médico ante cualquier problema. “Las redes están bien para dar consejos generales de una enfermedad, pero no para las particularidades. El médico te pregunta y te hace pruebas. En función de eso te da el diagnóstico. Hay veces que incluso no se puede dar de primeras. Y tú en tu casa, sin conocimientos y sin pruebas, te estás atreviendo a autodiagnosticarte por lo que ves en redes”, valora en este sentido Panisello.
Diagnósticos que se propagan como bulos
“Habría que ir perfil por perfil, pero en las redes se generan un montón de bulos, claro”, apunta el farmacéutico Álvaro Fernández al respecto. En el citado estudio de Aegon se refleja cómo un 53,3% de los encuestados da credibilidad a los datos que ven en Internet, lo que representa una notable subida frente al 40,4% del año anterior. “No se puede hablar de salud sin saber de qué hablas. No todo es extrapolable a todo el mundo”, recuerda Fernández. “Puedes dar un mal consejo de moda y uno sale mal vestido de casa, pero cuando recomiendas un medicamento, la consecuencia puede ser mucho más grave”, destaca. “Muchos venden bulos y falsos remedios para curar enfermedades”, aporta en este sentido Panisello.
El perfil de Álvaro Fernández, como hacen los medios de comunicación, destaca también por lo que no se publica. Cuando no puede contrastar algo o comprobar si es cierto, no lo sube a sus redes. “Hay muchas cosas que aunque sabes que vayan a funcionar y generar polémica, puede que no sean ciertas”, comenta. Él dice que intenta estar actualizado a través de estudios, prensa, actualidad y demandas de sus propios seguidores. Pero destaca las investigaciones y cómo se elaboran: “Por mi formación sanitaria sé interpretar el lenguaje técnico e intento fijarme mucho en la metodología que llevan”.
Todas las fuentes consultadas para este reportaje recuerdan la importancia de tener hábitos saludables de vida para la prevención de enfermedades. La solución al problema del autodiagnóstico en redes, para el investigador López-Gil, pasa por la regulación: “La calidad y rigor científico de los contenidos a los que los usuarios acceden resultan de vital importancia”.
Antonio Rial Boubetea pide que sea obligatorio publicar las fuentes y, que a poder ser, sean de organismos oficiales. Pero va un paso más allá y pide mejorar la educación para estimular el pensamiento crítico. Este fenómeno, dice, “se relaciona con las fake news, vivimos tan atareados que estamos sin tiempo para verificar”, opina. Además, para evitar la frustración que genera que nuestras citas médicas se demoren más de una semana, recuerda la necesidad de mejoras en la sanidad pública.