Los primeros cuatro años de Donald Trump fueron tormentosos para muchos negocios estadounidenses. Pero si hubo una industria con la que el republicano simplemente no encajó, esa fue la digital. Silicon Valley receló desde el principio del empresario de la vieja escuela de Nueva York que hizo fortuna construyendo rascacielos y casinos siendo capaz de moverse entre burócratas, políticos locales, millonarios o la mafia. Las grandes tecnológicas financiaron a Hillary Clinton e hicieron campaña contra él. Cuando salió elegido, primero le ignoraron y luego alentaron la teoría de que todo se debió a una gran campaña de manipulación electoral.
Trump se vengó con una cascada de hostilidad dialéctica y ejecutiva. Primero obligó a los CEO de los gigantes digitales a acudir a saludarlo a la Trump Tower. Luego acusó abiertamente a todas las redes de tener un sesgo progresista, señaló a Google por manipular los resultados de búsqueda en su contra y lanzó la investigación por monopolio que ha terminado con su condena, acusó a Twitter y a Meta de censura, quiso prohibir TikTok o castigó a Amazon retirándole un contrato de miles de millones de dólares con el Pentágono tras enfadarse con Jeff Bezos.
Las dentelladas no acabaron con su salida de la Casa Blanca. Al contrario, su rencor aumentó tras su bloqueo en las redes de Meta y Twitter por haber instigado el asalto al Capitolio de 2020, lo que lo llevó a lanzar su propia compañía de redes sociales. Ni siquiera aceptó volver a Twitter cuando Elon Musk le devolvió la cuenta, pasándose más de un año con ese altavoz apagado a pesar del uso intensivo de él que había hecho antes de su expulsión.
Todo parecía seguir la misma línea en esta carrera electoral. Hace menos de tres meses, a finales de agosto, Trump amenazaba de manera directa a Mark Zuckerberg con encarcelarlo si volvía a “manejar Facebook en su contra”. “Le estamos vigilando de cerca, y si esta vez hace algo ilegal pasará el resto de su vida en la cárcel”, recalcó sobre el también propietario de Instagram y WhatsApp.
Sin embargo, para entonces las cosas ya habían empezado a cambiar. Especialmente desde que Elon Musk se involucró de manera directa en la campaña de Trump y se convirtió en su aliado incondicional. “Es un tema muy complejo, pero todo gira alrededor de los intereses económicos y las alianzas que ha tejido Trump, que creo ha estado inteligente en eso. Y luego mucho pragmatismo político”, opina Fernando Nieto, profesor de Marketing, Comunicación y Consultoría Política de ESIC.
Poner la otra mejilla
La amenaza de Trump a Zuckerberg se produjo cuando este ya le había tendido la mano como nunca antes había hecho uno de los CEO de las grandes tecnológicas, descontando a Musk. “Ver a Donald Trump levantarse después de recibir un disparo en la cara y levantar el puño con la bandera estadounidense es una de las cosas más impresionantes que he visto en mi vida”, dijo el mandamás de Meta: “En cierto modo, como estadounidense, es difícil no emocionarse con ese espíritu y esa lucha, y creo que por eso le gusta a mucha gente”.
Como estadounidense, es difícil no emocionarse con ese espíritu y esa lucha, y creo que por eso le gusta a mucha gente
Zuckerberg rechazó posicionarse a favor de cualquiera de los dos candidatos, ni cuando el republicano se enfrentaba a Joe Biden ni más tarde cuando lo hacía contra Kamala Harris. Teniendo en cuenta su relación previa con Trump y las amenazas directas hacia sus empresas y su persona, su rechazo a tomar partido era un posicionamiento en sí mismo.
Otros CEO como Jeff Bezos optaron por la misma estrategia que Zuckerberg, sin posicionarse abiertamente pero con guiños al magnate. En su caso, el acto de enterrar el hacha de guerra fue prohibir a The Washington Post, la prestigiosa cabecera que posee desde 2013, posicionarse a favor de uno de los candidatos en su editorial. El periódico había mantenido esta práctica desde 1976 y este año planeaba apoyar a Harris, pero Bezos lo paró. Según ha alegado Amazon en los tribunales, fue precisamente un enfado de Trump con el periódico de Bezos lo que hizo que la multinacional perdiera el jugoso contrato de Defensa en la primera legislatura del republicano.
“El cambio empieza a verse desde el debate contra Joe Biden, cuando ven que la opción de que gane Trump es real”, expone Nieto. “Aunque Kamala Harris tuvo un período de liderazgo en las encuestas, creo que todos pensaron lo duro que podían ser otros cuatro años de una Administración Trump muy beligerante”, continúa.
Las llamadas
Las grandes tecnológicas de Silicon Valley, que tuvieron una estrechísima relación con Barack Obama e hicieron grandes donaciones a las campañas de Clinton y Biden, ha preferido pasar a un discreto segundo plano estas elecciones. Incluso propiciaron un acercamiento personal con Trump según se iba acercando la cita con las urnas.
Sundar Pichai (CEO de Google), Andy Jassy (CEO de Amazon), Tim Cook (CEO de Apple) o el propio Zuckerberg llamaron al republicano en los días previos a los comicios. Fue él mismo quien hizo público y la información ha sido ahora confirmada por medios como The New York Times, The Washington Post o la CNN. “Le adularon. Compartieron sus problemas. Criticaron a su oposición. Hicieron hincapié en los enemigos comunes”, describe el Times.
Las compañías han evitado posicionarse sobre los movimientos de sus líderes. La única que ha hecho algún comentario ha sido Amazon, que indicó a la CNN que la llamada de Jassy fue un “saludo general, algo casual”.
Las diferencias entre el comportamiento de los mandamases tecnológicos respecto a la primera vez que Trump fue elegido quedaron patentes en la noche electoral. De ignorar al republicano en 2016 a las efusivas felicitaciones por su victoria en 2024. A pesar de que entre esas dos fechas median varias condenas contra el magnate y un intento de golpe de Estado que todos ellos criticaron.
Uno de los que fue más tajante fue Sundar Pichai, que calificó las acciones de Trump en 2020 como “la antítesis de la democracia”. “Enhorabuena al presidente Trump por su decisiva victoria. Estamos en una edad de oro de la innovación estadounidense y nos comprometemos a trabajar con su administración para ayudar a que los beneficios lleguen a todos”, publicó el responsable de Google, mapa con estadísticas de la victoria incluido, en la noche electoral.
Bezos, que no publicaba nada en X desde que destacó “la enorme valentía” de Trump tras ser el atentado fallido contra su vida en julio, también lo felicitó la misma noche electoral. “Muchas felicidades a nuestro 45º y ahora 47º Presidente por su extraordinaria remontada política y su decisiva victoria. Ninguna nación tiene mayores oportunidades. Deseando a Donald Trump todo el éxito para liderar y unir a los Estados Unidos que todos amamos”.
Igual de efusivo fue Zuckerberg. “Enhorabuena al presidente Trump por una victoria decisiva. Tenemos grandes oportunidades por delante como país. Deseando trabajar con usted y con su Administración”, publicó. Tim Cook o Satya Nadella (CEO de Microsoft) se expresaron en términos similares.
Pero el acercamiento de los CEO o su definitiva oferta de paz a Trump en forma de enhorabuena no llegaban de la nada. “Está claro que Trump ha aprendido a comunicarse con los ejecutivos a través tanto de Musk como de Vance”, destaca Fernando Nieto. J.D. Vance, el futuro vicepresidente de EEUU, ha sido una pieza clave en la estrategia para acercarse al sector tecnológico.
La jugada del vicepresidente
Aunque tras su elección la mayoría de análisis destacaron que Trump había priorizado la lealtad de Vance y su juventud como posible sucesor al frente del movimiento Make America Great Again que ha fagocitado al Partido Republicano, lo cierto es que el perfil del senador por Ohio complementa perfectamente al de Trump. Mientras que el jefe ha tejido su red de conexiones entre el empresariado tradicional de la costa este, la carrera de su subalterno despegó en Silicon Valley.
Vance llegó a ser el director del fondo de capital riesgo Mithril Capital, propiedad de Peter Thiel, su principal padrino. Thiel es una de esas figuras desconocidas para el gran público pero que acumula gran poder en la industria digital estadounidense. Hizo fortuna al cofundar Paypal junto a Elon Musk, multiplicándola después al ser un de los primeros inversores de Facebook. Hoy es uno de los emperadores cuyo pulgar marca el destino de las startups tecnológicas corresponsable del éxito de Airbnb, Spotify, LinkedIn, Stripe o SpaceX, entre otras.
El currículo de Thiel incluye hitos como haber intentado formar su propia nación ultraliberal en altamar, explicar en un libro cómo se ha de “mentir” al público y a los reguladores para convertir startups en monopolios digitales o aplastar a un medio de comunicación por publicar que es gay. En 2016 fue el único apoyo que tuvo Trump en 2016 en Silicon Valley al margen de Larry Ellison, cofundador de Oracle y que, con 80 años, pertenece a una generación previa a su verdadera explosión.
Durante la designación del candidato a vicepresidente, Musk y Thiel movieron todos los resortes a su alcance para que Trump escogiera a Vance por encima de otros perfiles con más peso entre los republicanos. Fichajes como estos han sido aplaudidos por las principales voces de la parte capitalista del valle.
“Sigo pensando que la gente está infravalorando lo diferente que será este segundo mandato de Trump. La primera vez le pilló a él, y al país, completamente por sorpresa. Así que no había un equipo construido. ¿Esta vez? Rodeado de algunas de las personas más eficaces del planeta...”, ha afirmado Delian Asparouhov, socio de Founders Fund, otro de los fondos más importantes del sector (y en el que también participa Thiel).
Sigo pensando que la gente infravalora lo diferente que será este segundo mandato de Trump. La primera vez le pilló a él, y al país, completamente por sorpresa. Esta vez está rodeado de algunas de las personas más eficaces del planeta...
Como número dos de Trump, Vance intentará impulsar políticas muy proclives a los intereses de los inversores de capital riesgo en áreas trascendentales como la inteligencia artificial. Pero esas posiciones no son siempre son compartidas por todo el sector.
En el caso de la IA, por ejemplo, la desregulación que defiende Vance y beneficiaría al capital riesgo, aumentado su capacidad de conseguir rentabilidades millonarias, es contraria a las de los gigantes tecnológicos. Empresas como Google o Microsoft prefieren normas claras que aporten seguridad jurídica y, de paso, les eviten sorpresas provenientes de competidores inesperados.
“Las grandes empresas tecnológicas que ya tienen posiciones ventajosas en la IA, vienen y hablan de los terribles peligros para la seguridad de esta nueva tecnología y de cómo el Congreso tiene que regular lo antes posible”, ha denunciado Vance: “No puedo evitar preguntarme si lo hacen en su beneficio o en el del consumidor estadounidense”.
“Hay mejor relación, pero es cuestión de tiempo que surjan las fricciones en temas en los que no tienen la misma alineación”, avisa Nieto sobre Silicon Valley y el equipo de Trump. “Estamos en un momento todavía en el que hay más preguntas que respuestas. Ahora hay que pasar de la retórica y de las promesas de campaña a los hechos. Hay ver qué medidas realmente toma y a qué personas elige para determinados cargos”.
Gigantes digitales, gigantes tradicionales
Por último, otras fuentes consultadas destacan el papel que ha tenido la promesa de Trump de rebajar el impuesto de sociedades en un momento en el que las grandes tecnológicas está asumiendo enormes inversiones en inteligencia artificial y su infraestructura.
“Kamala Harris lo quería subir al 28%. Trump lo bajó del 36% que estaba cuando llegó, al 21% y ahora ha prometido reducirlo al 15%. Esto es cada vez más importante para las tecnológicas en un contexto de máxima rivalidad con China”, dice Rafael Pampillón, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad CEU San Pablo.
“Ahí también influye el aumento de los aranceles que propone Trump”, continúa Pampillón. Todo ello ha contribuido a establecer una relación en la que “ambos bandos salen ganando. Trump necesita gente capacitada, experiencia en tecnología avanzada e inversión en inteligencia artificial. Trump se da cuenta de que el mundo va por otra en otra dirección y que no le interesa pelearse con esta gente. Por el otro, estos gerifaltes consiguen más protección para sus negocios”, concluye.