El presidente Javier Milei se refirió a los científicos en su discurso del Foro Madrid, el 5 de septiembre último, como uno de los sectores de la sociedad que forman parte de “la casta”. Son, dijo, “los supuestos científicos e intelectuales -dijo-, que creen que tener una titulación académica los vuelve seres superiores, y, por ende, todos debemos subsidiarles la vocación”. “Si tan útiles creen que son sus investigaciones, los invito a salir al mercado, como cualquier hijo del vecino. Investiguen, publiquen un libro y vean si a la gente le interesa o no, en lugar de esconderse canallescamente detrás de la fuerza coactiva del Estado”, agregó.
El hashtag #Ñoquicet corre como reguero de pólvora cada vez que los sectores libertarios buscan atacar a los científicos en redes sociales. Sin embargo, el proceso de selección de cada proyecto de la Agencia de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (I+D+I) es un sistema con estándares internacionales, explicaron los científicos consultados por la Unidad de Investigación (UDI) de elDiarioAR.
Marisa Censabella dirigió el Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (FONCyT), el principal fondo de apoyo a la ciencia dentro de la Agencia I+D+I, desde octubre de 2022 hasta marzo de este año, cuando la gestión actual decidió no renovarle el contrato.
Para otorgar fondos de los préstamos internacionales que recibe la Agencia, se abrían concursos todos los años. “Lleva un año evaluar cualquier proyecto de cualquier disciplina que llega, donde prima la excelencia y el mérito de quienes conforman esa propuesta de investigación”, dijo Censabella, y recordó: “En 2022 se presentaron aproximadamente 3.200 postulaciones, que luego pasaron por un mecanismo muy estricto de distintas capas de evaluación. Primero, se hace una admisibilidad, en la que el personal de FONCyT revisa y acredita que las condiciones formales de la presentación sean correctas”. Además, se revisa que una persona no tenga asignados más de dos proyectos. “Eso no corresponde, tiene que poder repartirse de manera equitativa para todo el sistema”, sostuvo la ex directora del FONCyT.
La evaluación llega hasta los directores del Proyecto de Investigación Científica y Tecnológica (PICT): “Los responsables máximos de ese proyecto necesitan pasar un piso de producción de los últimos cinco años, es decir, deben tener la formación adecuada para llevarlo adelante y acreditar una productividad en publicaciones y patentes, lo cual también limita mucho”, afirmó Censabella. Finalmente, los profesionales que superan ese tamiz se someten a un complejo sistema de evaluación, detallado en las casi 30 páginas de las bases que se abren cada año, donde se explican los pasos del proceso de evaluación.
Además, detalla que el proceso implica una evaluación de pares: “Si te dedicás a la lingüística, como me dedico yo, te van a evaluar lingüistas de prestigio de Argentina, que luego enviarán tu proyecto a otros lingüistas nacionales o internacionales. A su vez, estas personas van a evaluar toda tu trayectoria y tus publicaciones”. Así se hace un orden de mérito y, luego, otra comisión, que no será ninguna de las anteriores, controlará lo que hizo la primera comisión. La lingüista concluye que luego “decidirán dónde queda la línea de corte, es decir, quiénes pasan y quiénes no”.
Censabella sostiene que este proceso complejo tiene un alto prestigio en el país y asegura una optimización de los recursos: “Permite que un país como Argentina, que no es de los que más invierte en ciencia y tecnología, asegure que el poco dinero disponible se utilice bien. Por eso los científicos argentinos son tan bien vistos en el resto del mundo”.
La figura del “ñoquicet”, en referencia a científicos que gozaban de preferencias políticas en la asignación de temas o proyectos de investigación, no sólo fue difundida por usuarios anónimos en redes sociales. Al anunciarse el desfinanciamiento, Ámbito Financiero consultó a la Agencia sobre las razones del mismo y la respuesta fue que “la parálisis no tiene que ver con la falta de fondos, sino con que se está llevando adelante un cambio estratégico que consiste en el financiamiento específico para los proyectos de Ciencia que son fundamentales en el desarrollo de la Nación”, buscando “mecanismos de adjudicación transparentes, sin favoritismos políticos”, abonando la imagen de una institución que favorece por conveniencia política la entrada discrecional de personal al sistema.
Lleva un año evaluar cualquier proyecto de cualquier disciplina que llega, donde prima la excelencia y el mérito de quienes conforman esa propuesta de investigación
Censabella habla de la impotencia que siente al escuchar a la gestión actual desprestigiar el organismo del que fue parte: “Cuando estos funcionarios dicen que (los proyectos) se asignaban políticamente, el enojo es brutal porque si hay dos concursos en los que no inciden las preferencias políticas son este concurso y el de Conicet. Es realmente una calumnia”.
Censabella explicó las consecuencias de no continuar con la apuesta que hace el Estado en la formación de científicos: “El Estado pagó una formación doctoral, pagó una buena parte de una formación postdoctoral, y después esa persona se tiene que ir del país o abandonar su carrera científica para dedicarse a otra cosa. Entonces, la inversión que hiciste en esa persona para tener un profesional adecuado para los desafíos que se necesitaban abordar también la perdés”, y agregó: “Es una pérdida de dinero terrible y eso vale años. Dentro de uno, dos o tres años tenés que empezar de nuevo. ¿En qué condiciones se va a empezar? Ahí comienzan esos ciclos que venimos teniendo con la ciencia: en un gobierno hay inversión, entonces todo empieza a mejorar, pero al siguiente gobierno hay un brutal desfinanciamiento”.
No es la primera vez que se desfinancia el sistema científico nacional. La exdirectora del FONCyT recordó que durante el gobierno de Mauricio Macri hubo una baja de inversión muy marcada. Sin embargo, sostuvo que “la de ahora es mucho peor porque además hay una especie de ninguneo al sector científico, un desfinanciamiento total. No está dirigido, no es un achique del sistema que podría seguir funcionando, sino que es un ataque brutal”.
Censabella no está segura de cuál será el rumbo de la Agencia I+D+I: “Quizás sea un desgaste y un achique brutal para reconfigurarla. Por lo menos, esas eran las ideas en diciembre del año pasado de esta nueva gestión. Ahora lo desconozco porque en este momento hay un silencio tremendo. Tendrían que involucrarse personas de la comunidad científica en esta nueva propuesta y te puedo asegurar que no hay nadie de la comunidad científica que quiera cargar sobre sus hombros la destrucción del sistema como está sucediendo ahora”.
Matías Mastrángelo, doctor en conservación de la biología del grupo de estudio de agroecosistemas y paisajes rurales, estudia la región chaqueña. El investigador y su grupo trabajan en evidenciar el impacto del avance de la deforestación sobre el monte chaqueño. A través de estadísticas que sirvan a la sociedad y a los gobiernos, el grupo genera insumos que permitan tomar decisiones conscientes del daño sobre los bienes públicos por parte de la actividad privada.
Sin este estudio, Mastrángelo cree que “no estaríamos visibilizando todos los bienes públicos que se pierden, el patrimonio público que tenemos los argentinos y argentinas no sólo en los ecosistemas, sino también en la cultura y en el capital humano. Eso se pierde cuando la actividad privada no tiene ningún tipo de regulación”.
Mastrángelo aseguró que sin el financiamiento para el sistema científico “todo eso va a seguir perdiéndose, pero en forma invisible. Y sobre lo que no se ve, no se puede actuar, no se va a tomar ninguna decisión para tratar de evitar que se siga perdiendo”.
Por su parte, Haydeé Pizarro, investigadora responsable Laboratorio de Limnología del Departamento de Ecología, Genética y Evolución de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, se opuso a la idea de la “resiliencia”, palabra que está de moda en los últimos tiempos y que cree que puede jugar en contra en este contexto: “No hay que adaptarse, hay que salir a manifestarnos y hacer que la sociedad sepa de qué se trata”.
Censabella cree que el futuro necesita de mayor innovación científica y tecnológica. “Van a haber cambios muy grandes en las formas en que se trabaja y en el tipo de personal que se necesita. Habrá sectores que necesitarán menos recursos humanos y otros que van a necesitar muchos más. Esas transformaciones no las podemos hacer pidiéndole a una empresa internacional que venga a hacerlo o a una consultora internacional que venga a decirnos lo que tenemos que hacer. Lo tenemos que hacer nosotros desde nuestras propias capacidades. No veo futuro sin eso; ningún país tiene futuro sin esa innovación”. Horas más tarde, enviará un mensaje: “Un país sin ciencia y tecnología es un país con menos oportunidades”.
Esta investigación fue realizada gracias al soporte del Consorcio para Apoyar el Periodismo Independiente en la Región de América Latina (CAPIR), un proyecto liderado por el Institute for War and Peace Reporting (IWPR).
LG/ED