Algo en común: derechos, igualdad y democracia es una columna semanal en la que el Equipo ELA (Equipo Latinoamericano de Justicia y Género) ofrece una mirada feminista sobre los temas de la agenda de género en Argentina.
En un contexto complejo que parece cuestionar muchas de los acuerdos que fuimos construyendo en las últimas décadas, en esta entrega semanal se analiza lo que nos une, las convicciones que compartimos, los anhelos que sostenemos mirando el futuro. Con el aporte de las investigaciones de ELA en temas como las violencias, los cuidados, los derechos sexuales y reproductivos y la participación social y política de las mujeres, se ofrece un retrato de un estado de situación y se explora la realidad del país y de la región buscando recuperar aquello que nos une. No son “temas de mujeres”, son temas de la sociedad que atraviesan a las mujeres y diversidades. Algo en común propone recordar(nos) que sin igualdad no hay democracia y no hay democracia sin mujeres.
ELA es una organización de la sociedad civil apartidaria y feminista, creada en 2003 y que trabaja para alcanzar una sociedad más justa y equitativa, promoviendo los derechos humanos de las mujeres y la igualdad de género a través del derecho y las políticas públicas. www.ela.org.ar
Empleadas de nadie: ¿quién ayuda a quienes “ayudan en casa”?
La Encuesta Permanente de Hogares del INDEC del primer trimestre de 2024 muestra que el 75,5% de las empleadas de casas particulares en actividad carece de aportes jubilatorios. Con la moratoria previsional próxima a desaparecer, son más de 600.000 las mujeres que podrían quedarse sin jubilación. Radiografía de un sector donde la brecha de género es más bien un océano en el que naufragan los derechos.
La tasa de feminidad en el sector del servicio doméstico alcanza el 97%: algún observador poco informado, o un tanto ingenuo, podría mirar las estadísticas y pensar que se trata de “discriminación positiva”. Son 808.797 mujeres que a su vez representan un 13% dentro del total de ocupadas. Significa que una de cada ocho mujeres ocupadas en Argentina trabaja en tareas domésticas y de cuidado en casas particulares. Pero su realidad de positiva tiene poco y nada: el servicio doméstico tiene uno de los índices más altos de informalidad, superior al 70%, y una de las remuneraciones más bajas del mercado laboral.
Un 75,5% de esas más de 800.000 mujeres no percibe descuento jubilatorio. Asociado a esto, el 72,1% no cuenta con vacaciones pagas, el 70,9% no percibe aguinaldos, el 73,7% no percibe pago en caso de enfermedad, y el 75,3% no cuenta con una obra social.
A su vez, el 45,3% es el principal sostén económico de su hogar. Y la mayoría de ellas (80,5%) realiza además las tareas domésticas de su hogar de manera no remunerada. Tareas de cuidado dentro y fuera de casa: una jornada laboral que nunca termina y que también incluye cuidar de otros miembros de su grupo familiar.
Vanesa, de 46 años, vive en el conurbano bonaerense y tiene tres hijos de 21, 18 y 16 años. “Trabajaba 12 horas por día y después volvía y tenía que quedarme hasta la una o dos de la mañana para cocinar, bañarlos y prepararles la ropa para el jardín. Dejaba en el microondas la leche para que se la calentaran”, relata. Trabajaba en una casa de familia, sin estar registrada y sin obra social. “Después fueron creciendo un poquito más; a los 9 y 6 años, ya se quedaban solitos, yo me iba a trabajar y una vecina los miraba para irse a la escuela. Volvían y se cuidaban ellos solitos hasta que nosotros llegáramos”, relata. También se sumaban dificultades propias del lugar donde viven: “Había inundaciones, se cortaba la luz y tenía que salir sí o sí a trabajar”, cuenta Vanesa, “por eso un mes, un sueldo se me fue todo para comprar luz de emergencia, para que ellos no se quedaran solos en la oscuridad”.
Este relato pone en relieve otra de las problemáticas derivadas de la precarización laboral, de la distribución desigual de las tareas de cuidados y de la falta de políticas para darle respuesta: según datos de la Encuesta Rápida de UNICEF, en 2024 un 8% de los niños y niñas queda al cuidado de un hermano o hermana (generalmente hermana) menor de 18 años. Niños, niñas y adolescentes que asumen responsabilidades impropias de su edad y que incluso pueden poner en riesgo su integridad física. Algo que Vanesa sabía y padecía, ya que ante un corte de luz, y a falta de otras personas o instituciones que cuiden a sus hijos, invertía su sueldo en luz de emergencia para que sus hijos no manejaran velas cuando estaban solos.
No tan distinta fue la experiencia de María, que tiene 59 años y dos hijos y aún se desempeña como empleada en casas particulares. “Trabajaba todo el día y cuando llegaba a casa tarde, tenía que bañarlos, limpiar, cocinar y preparar las cosas para el día siguiente”. Ella vivía en CABA pero nunca pudo conseguir vacantes para un jardín estatal. “Tuve que pagar siempre. Trabajaba en blanco y con obra social pero cuando faltaba porque tenían fiebre, muchas veces me descontaban. Tenía que pedirle ayuda a mi mamá”, recuerda.
La situación que describen tanto Vanesa como María, cuyas jornadas laborales continuaban en el hogar, remite a otro dato clave: en Argentina el 89,9% de las mujeres participa en las actividades domésticas no remuneradas (20 puntos más que los varones, quienes realizan un 68.3%), acorde a la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, realizada por el INDEC entre octubre y diciembre de 2021. Por actividades domésticas se entiende tareas de limpieza y orden de la casa, aseo y arreglo de ropa, preparación de las comidas, compras, reparación y mantenimiento del hogar. Además, en promedio, el 30,6% de las mujeres participa del cuidado de otros miembros de la familia, mientras que sólo un 18,9% de los varones lo hace. De acuerdo a un informe de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género de octubre de 2023, el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado representó el 16,.8% del producto bruto interno durante el 2022, por delante de Comercio (16,7%) e Industria (15,3%). De acuerdo con estos datos, podemos inferir que si el trabajo doméstico fuera remunerado, sería la principal actividad económica.
María, por otra parte, forma parte de la minoría (24,5%) que cuenta con aportes y el mes que viene comenzará los trámites para jubilarse. Sin embargo, para la mayoría de las trabajadoras del sector, el panorama es sombrío. Es el caso de Petrona, de 55 años, que trabaja en casas de familia desde que tiene 15 pero sólo hace seis años lo hace de forma registrada. De acuerdo con datos de ANSES citados por ACIJ y ELA en su informe “Un ajuste que agranda la brecha”, publicado en marzo de 2024, 6 de cada 10 mujeres jubiladas accedieron a ese derecho a través de la moratoria. Actualmente, sólo 1 de cada 10 mujeres próximas a jubilarse está en condiciones de hacerlo.
La posibilidad de jubilarse a través de la moratoria (Ley N° 27.705) seguirá vigente sólo hasta marzo de 2025, ya que el Gobierno confirmó que será eliminada. Una opción para ellas es esperar hasta los 65 años para obtener la PUAM (Prestación Universal al Adulto Mayor), con el 80% del haber mínimo y sin derecho a la pensión por viudez. La otra, si cuentan con empleo registrado y les falta hasta 10 años para cumplir la edad jubilatoria, es adherirse al Plan de Pago de Deuda Previsional para trabajadores en actividad, que les permite ir cancelando en cuotas la deuda que surja por períodos anteriores al 31 de marzo de 2012. En principio, esta última opción seguiría vigente de forma indeterminada. Uno de los tantos aspectos por los cuales es de suma importancia que estén registradas hoy.
Juana del Carmen Britez es abogada, activista, líder sindical por más de 35 años y, desde octubre pasado, titular de la Federación Internacional de Trabajadoras del Hogar. Cuando tenía 16 años vio cómo su mamá, embarazada de 5 meses, era despedida de su trabajo como empleada doméstica. Ella misma dejó entonces la escuela y salió a limpiar casas para ayudar a su familia. A los 20 años ingresó a la Unión del Personal Auxiliar de Casas Particulares (UPACP) y comenzó una larga lucha por los derechos de las trabajadoras, que alcanzó un hito en 2013 con la promulgación de la Ley 26.844 de Servicio Doméstico.
En diálogo con elDiarioAR, Britez destaca que “el registro es un derecho que les da beneficios sociales a las trabajadoras, pero a los empleadores también: cobertura en caso de accidentes, deducción del impuesto a las ganancias, descuento en los viáticos porque su empleada accede a la tarifa social”. Con tantos beneficios cabe preguntarse por qué el porcentaje es tan bajo. Para Britez es una cuestión cultural: “Ni la trabajadora ni el empleador se reconocen así. Usan términos como 'mi patrón' o 'la mujer que me ayuda'. Hace años que tratamos de cambiar eso. También falta información de los dos lados y no es fácil que se acerquen y se asesoren”.
No hay dudas de que la mayor responsabilidad recae en quien contrata, ya que se trata de un vínculo desigual. Aun si se considera ayuda a este trabajo remunerado, ¿por qué no ayudar entonces a quien tanto nos ayuda? ¿Por qué no darle los mismos derechos? El cambio es colectivo y el tiempo apremia. En juego está el futuro de más de 600.000 mujeres… y de las personas a su cargo.
DTC
La tasa de feminidad en el sector del servicio doméstico alcanza el 97%: algún observador poco informado, o un tanto ingenuo, podría mirar las estadísticas y pensar que se trata de “discriminación positiva”. Son 808.797 mujeres que a su vez representan un 13% dentro del total de ocupadas. Significa que una de cada ocho mujeres ocupadas en Argentina trabaja en tareas domésticas y de cuidado en casas particulares. Pero su realidad de positiva tiene poco y nada: el servicio doméstico tiene uno de los índices más altos de informalidad, superior al 70%, y una de las remuneraciones más bajas del mercado laboral.