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No dan las cuentas

Delfina Schenone Sienra

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El domingo se festejó un nuevo Día de la Madre y las cuentas de redes sociales se llenaron de posteos que buscaron poner en valor todo lo que las madres hicieron y hacen por sus hijos, el tiempo dedicado, las comidas preparadas, el “estar siempre”, el acompañamiento constante, el haberlos “bancado en todas”, ser no sólo buenas madres sino también grandes abuelas. En definitiva, poner en palabras el agradecimiento hacia ese amor y esos cuidados brindados durante años y años de vida. 

También se pudieron ver muchos posteos que hacían referencia a la necesidad de valorar y reconocer que los cuidados requieren de mucho tiempo, esfuerzo físico y mental, y que, en muchos casos, pueden generar estrés, agobio, malestar. Sobre todo cuando esa enorme tarea recae sobre las familias y, más aún, si no se distribuye equitativamente. Porque, a pesar de todos los cambios y progresos, el cuidado sigue teniendo, aún hoy, cara de mujer. 

¿No podríamos cambiar algunas cosas para cuidar con más disfrute y menos estrés? Es cierto que es parte de la tarea, muchas veces, pero también sucede porque no hay suficientes servicios, apoyos o tiempo para cuidar. Aunque siempre pensamos que es algo privado, en realidad, cuidar es una responsabilidad que debería ser compartida entre las familias, las instituciones, las empresas y la comunidad. 

Lo esencial es invisible a los ojos: ¿Cómo cuidamos en Argentina hoy?

Esa es la gran pregunta. Podríamos pensar que efectivamente el mundo gira, las cosas se hacen. ¿Qué necesidad habría de cambiar las cosas tal como están? Las familias cuidan y trabajan. Alguien lleva a los niños a la escuela, les prepara la vianda, firma las notas escolares, lava el guardapolvos, los lleva bañados, alimentados, con las vacunas al día. También alguien acompaña a las personas mayores al médico, les recuerda tomar su medicación, le compra los medicamentos, gestiona sus cuidados cuando ya no pueden cuidarse solos. La pregunta es ¿no se podría hacer de otra manera? ¿De qué manera la sociedad acompaña y asiste a esas familias para cuidar? ¿Las personas cuentan con los servicios y apoyos necesarios para llevar adelante la crianza de sus hijos y poder al mismo tiempo generar los ingresos necesarios para vivir? ¿O vivimos en un sálvese quien pueda y que cada quién se arregle como pueda con lo que tenga? La respuesta no les sorprenderá. 

En Argentina tenemos un esquema que sigue descansando en que son las familias las grandes aseguradoras del cuidado, las que se organizan, arman y desarman, gestionan, van de acá para allá y resignan, para poder asegurar dentro de sus posibilidades que sus integrantes tengan bienestar o algo cercano a ello. 

Cada familia se organiza en función de lo que quiere y de lo que puede: no es lo mismo contar o no con buenos jardines públicos en tu barrio (y conseguir vacante); que el jardín sea desde los 45 días o que arranque a los 3 o 4 años; poder acceder o no a una doble jornada; tener familiares con disponibilidad de tiempo y ganas de cuidar que no tenerlos; tener o no una obra social que cubra gastos de cuidadora domiciliaria, acompañante terapéutica; tener o no dinero para pagar servicios, cuidadoras, clases extracurriculares; tener un espacio comunitario en tu barrio donde tus hijos puedan comer y estar protegidos mientras salís a trabajar, que no tenerlo; tener o no un trabajo que sea flexible y te permita resolver urgencias cuando lo necesitas. En definitiva, el entorno social y económico moldea y condiciona las elecciones y estrategias de cuidado de las familias.  

Pensemos en la siguiente situación ficcionalizada pero basada en hechos reales para entender cómo nuestra sociedad está organizada en relación a ese bien preciado que son los cuidados, es decir qué servicios, recursos y tiempo tienen disponible las familias y qué pasa con roles de género:

Florencia y Manuel trabajan a tiempo completo. Tienen un hijo de 3 años que va a un jardín público, de jornada simple como la mayoría de los jardines de Argentina, al que asiste de 8.45 a 12. Ambos suelen turnarse para llevarlo a la mañana y salen corriendo para llegar a sus trabajos. El horario es incompatible con sus responsabilidades laborales pero no queda otra. Dos días de la semana tuvieron que contratar una niñera para que retire a su hijo del jardín y lo cuide hasta que alguno de los dos vuelva al hogar. El resto de los días lo va a buscar la abuela materna, que también trabaja pero que los ayuda porque contratar a la niñera todos los días les resulta un gasto inaccesible con sus sueldos. 

Cuando tuvieron que hacer las adaptaciones escolares en el jardín, no tenían permiso en el trabajo y decidieron que Florencia se tomara los días de vacaciones que le quedaron de un año anterior. Cuando su hijo se enferma, hay que llevarlo al médico, o tiene que ir a un acto escolar, suele ocuparse Florencia pero le descuentan presentismo. Manuel suele ser quien lo lleva a la plaza o se encarga de comprar los alimentos que Florencia le deja listados. 

La tensión entre estar más presente o tener los ingresos necesarios para vivir, siempre presente.

¿Todos cuidamos por igual?

El tiempo es un recurso escaso, finito. El día tiene 24 horas y cómo utilizamos nuestro tiempo no depende solo de nuestras elecciones y deseos personales. Hay toda una serie de factores que influyen en ese uso del tiempo. El género es uno de ellos. Sí, las mujeres y los varones usamos de manera muy distinta el tiempo. 

A grandes rasgos podemos ver que aún hoy los varones dedican la mayor parte del día a trabajar de forma remunerada y buena parte de las mujeres hacen malabares e intentan conciliar doble o triples jornadas laborales que incluyen eso que comúnmente llamamos trabajar (por un sueldo, por honorarios) y eso que llamamos cuidar. Un trabajo por el que les pagan y otro por el cual no les pagan. Pero todos trabajos al fin.

Por eso no dan las cuentas. Porque trabajar y tener que ocuparse del cuidado de otros casi en simultáneo, con pocos servicios, poco tiempo y pocos recursos, es una misión imposible, digna de una película de Tom Cruise solo que esta es un documental protagonizado por los millones de mujeres que día a día intentan resolver todo como pueden. Como dice el meme: vivas ¿pero a qué costo?

Tal como dijo el Presidente recientemente acerca de las universidades: que algo sea público no significa que sea gratuito, alguien lo paga. En el caso de los cuidados, podríamos decir: que no se remuneren, no significa que nadie paga el costo de hacerlo. Alguien lo paga y esas son mayormente las mujeres. Con su tiempo, sus ingresos, sus oportunidades, sus proyectos, su salud. 

¿Cómo podríamos cuidar de una mejor manera? 

Cada familia tiene necesidades y preferencias distintas. Si pensamos en cómo podríamos cuidar de una mejor manera, con más disfrute y menos estrés, no habría una única receta. Lo que sí podemos decir es que hay que empezar por distribuirlo mejor y que deje de ser un asunto de mujeres para pasar a ser un asunto de todos. 

Y en segundo lugar sabemos que en Argentina nos hacen falta más opciones: más servicios públicos, accesibles, de cercanía, de calidad; jornadas de trabajo compatibles con los espacios de educación y cuidado para quienes lo necesiten; licencias de paternidad extendidas que involucren a los varones en el cuidado de forma temprana; licencias que vayan más allá del nacimiento y que contemplen otras situaciones de cuidado (como las adaptaciones escolares, por ejemplo); licencias para familias diversas, para quienes adoptan; horas por año para poder ir a turnos médicos, actos y reuniones escolares; flexibilidad en los empleos para poder resolver eventualidades vinculadas al cuidado y que eso no ponga en riesgo ni tu trabajo ni tus ingresos; espacios más amigables con la lactancia; servicios domiciliarios accesibles para el cuidado de personas mayores que lo necesitan; clubes y espacios recreativos para adolescentes; colonias de invierno y de verano públicas y de calidad; que existan apoyos accesibles y de calidad para que las personas con discapacidad puedan llevar adelante vidas independientes y que no dependan de un familiar para poder llevar adelante su vida. Y un gran tema que suele estar ausente de estas discusiones pero que resulta clave: jornadas laborales reducidas. ¿Tan solo un sueño?

La pregunta no es si cuidamos o no cuidamos. No podemos prescindir de los cuidados, porque es lo que nos hace desarrollarnos y sostenernos como sociedad. La pregunta es cómo cuidamos y ahí hay todo un camino por recorrer. Se puede cuidar mejor si contamos con herramientas que hagan más livianas las tareas y cuiden nuestro bienestar físico y mental. Para esto, es clave contar con una red de apoyo, tanto pública, comunitaria como privada, que ayude a repartir mejor las tareas.

La autora es directora del Área de Políticas de ELA

El domingo se festejó un nuevo Día de la Madre y las cuentas de redes sociales se llenaron de posteos que buscaron poner en valor todo lo que las madres hicieron y hacen por sus hijos, el tiempo dedicado, las comidas preparadas, el “estar siempre”, el acompañamiento constante, el haberlos “bancado en todas”, ser no sólo buenas madres sino también grandes abuelas. En definitiva, poner en palabras el agradecimiento hacia ese amor y esos cuidados brindados durante años y años de vida. 

También se pudieron ver muchos posteos que hacían referencia a la necesidad de valorar y reconocer que los cuidados requieren de mucho tiempo, esfuerzo físico y mental, y que, en muchos casos, pueden generar estrés, agobio, malestar. Sobre todo cuando esa enorme tarea recae sobre las familias y, más aún, si no se distribuye equitativamente. Porque, a pesar de todos los cambios y progresos, el cuidado sigue teniendo, aún hoy, cara de mujer.