El colega trabajaba para una radio local. Yo, en ese entonces, para Clarín. Era mayo de 2014, y a él y a mí nos convocaba la misma noticia. Esa mañana en Alejandro Korn un perro raza pitbull había atacado a un nene de dos años. El perro era del vecino, que tenía un criadero. El chiquito murió a causa de las heridas horas después. El periodista local y yo buscábamos lo mismo: el testimonio de la madre o del padre del nene, de otro vecino, de alguien que dijera algo. Pero nadie aparecía.
De repente, “emergió” -lo escribo así porque para el colega y para mí, después de todas esas horas, fue como una aparición, un especie de milagro- un hombre. Llegaba desde los fondos de la casa y se presentó como “jefe de la Departamental a cargo de la investigación del hecho”. Era una buena fuente y era todo lo que teníamos así que yo apronté mi libreta. El colega, grabador en mano, me puso los puntos: “Ustedes que vienen de capital y que trabajan en los medios grandes se piensan que pueden pasar por arriba nuestro y nosotros que trabajamos acá que estuvimos esperando todo el día… nosotros preguntamos primero”. De un tirón lo dijo. Nunca olvidé aquella advertencia. Llegar desde Buenos Aires, la capital. Trabajar en “un medio grande”. Primerear.
“El (periodismo del) interior mira con deslumbramiento al de la Capital y, a la inversa, el interior es mirado con cierto desdén”
Los y las periodistas pertenecemos al mismo gremio. Pero no es lo mismo trabajar para un medio porteño y de alcance nacional, que ser periodista y hacer periodismo en el interior de la Argentina. Qué curioso: decimos “el interior” cuando nos referirnos a la parte más extensa del país. En comparación, la Ciudad (de Buenos Aires) es apenas un grano de arena en una playa.
Le pregunto vía mail a Verónica Bonacchi, periodista y editora en el diario Río Negro cómo es ser periodista en el interior del país. “Debería decir que ser periodista es lo mismo en cualquier punto del país. En definitiva, todos hacemos el mismo trabajo, no importa donde vivamos. Pero es distinto, supongo que por razones que exceden el periodismo y que hablan más de la Argentina y de esa diferencia que existe entre el interior y Buenos Aires. El (periodismo del) interior mira con deslumbramiento al de la Capital y, a la inversa, el interior es mirado con cierto desdén, como si fuera una categoría un poco inferior. Por fuera de eso, todos los periodistas con los que trabajo y que conozco, hacen periodismo; buscan fuentes, cuentan lo que pasa con rigor, y se esfuerzan por hacer bien su trabajo”, responde.
Le cuento que me crié en Tierra del Fuego y que aunque hace muchos años que vivo en Buenos Aires, suele incomodarme esto de definir a quien no se dedica al periodismo en Capital como “del interior”. Le pregunto, entonces, qué opina: “Para quien es ‘del interior’ resulta tan molesto como inevitable. Aunque a todos nos gustaría que no exista esa denominación de origen, existe. Y, además, parece que el periodismo del interior debe explicarse, como si ese ‘del interior’ fuera una categoría aparte y un poco deslucida, que en definitiva se explica desde el centro. Por otra parte, hay muchas más chances de que trascienda una noticia o crónica escrita y publicada en Buenos Aires, que una publicada en Río Negro, o Chubut, o en Mendoza. La locación termina definiéndonos, y sin querer sonar dramática, invisibilizando un poco lo que ocurre en el interior también”.
La pauta oficial limita la libertad de prensa así que a la autocensura, autogestión
En octubre del año pasado, el Foro de Periodismo Argentino (Fopea) presentó Situación del periodismo local en la Argentina. Es un informe hecho con datos relevados en 2.464 medios de comunicación locales entre diciembre de 2020 y mayo del año siguiente. Los resultados son desoladores: casi 7 de cada 10 medios no tienen en su plantel periodistas en relación de dependencia. Esa realidad empeora en la mitad de las provincias argentinas. Más: el monotributo, el cuentapropismo y el trabajo remunerado con comisiones de publicidad o la venta de espacios son opciones frecuentes de vinculación entre los periodistas y los medios que, vamos a decir, los emplean.
“El modelo de dependencia de una empresa o institución comienza a volverse inaccesible, y en su lugar emerge el paradigma del periodista emprendedor, que se abraza a las nuevas tecnologías para crear medios ‘unipersonales’, donde el dueño se ocupa en simultáneo de la administración y del periodismo”, dice parte del informe. La mayoría de los medios consultados, el 66,6%, no garantizan los derechos que corresponden a los y las periodistas profesionales.
“En el interior muchos chicos trabajan gratis (tienen que conseguirse publicidad) o a cambio de salarios que van desde 10 mil pesos a 30 mil la media jornada. Pero, sin dudas, la gran diferencia entre trabajar en el interior o en CABA creo que es el origen de los fondos que financian a los medios para los cuales trabajamos. Prácticamente no conozco ninguno que se financie con publicidad de privados, casi toda la publicidad que se vende es oficial. Y eso resta mucho, muchísimo a la libertad de prensa”, me cuenta Mariana Romero, trabajadora de prensa en Tucumán.
Para Mariana, y tantos otros colegas del interior, esta situación genera autocensura. Sigue Mariana, vía WhatsApp: “Los periodistas a los que todavía les queda algo de espíritu periodístico buscan la forma de sortearla (a la autocensura): por ejemplo, dar una información que perjudica a un auspiciante y ofrecerle espacio para que se defienda. Algunos otros publican y se sientan a esperar perder la pauta. Hay algunos auspiciantes (instituciones o funcionarios) que respetan la libertad de prensa. Pero hay otros que, a cambio de publicitar, se comportan como verdaderos patrones de estancia de los periodistas”.
¿Hay alternativas para evitar la autocensura? “Trabajar en varios medios -responde Mariana-, lo que no se puede publicar en uno, se publica en el otro. Y si no se puede publicar en ninguno, se publica en las redes sociales. Para eso, hay que mantener un perfil informativo en redes, buscando que sirvan como un medio más, riguroso y confiable. Es todo un trabajo y, por lo general, es gratis”.
“¿Qué significa asumirse del interior cuando las oportunidades están en las grandes ciudades?”
Florencia Luján escribe Interior Latam, un newsletter de Distintas Latitudes que se presenta así: “Historias y conversaciones entre personas que nacimos y vivimos en el interior”. Florencia vive en Urdinarrain, provincia de Entre Ríos, una localidad de no más de 10 mil habitantes. A ella le pregunto por las ventajas de ser periodista y hacer periodismo fuera de Buenos Aires: “Entre las ventajas está la posibilidad de vincular temas locales con la agenda nacional y regional, habitar un escenario de trabajo más seguro y promover alianzas regionales”, me responde en un archivo prolijísimo que viene adjunto en un mail.
Interior es un newsletter precioso para los que llegamos a Buenos Aires desde algún otro lugar de la Argentina. En un envío, Florencia se pregunta por qué aún con todas las limitaciones que presenta elige vivir en el interior y qué significa asumirse del interior cuando las oportunidades están en las grandes ciudades. Entonces aparece Stella, una vecina suya, de Urdinarrain, artista plástica reconocida en la localidad. “El interior te da una tranquilidad que es impagable. Cuando vengo a la oficina disfruto de ver el paisaje que me rodea. Sentir el aire puro, escuchar a los pájaros y ver que todos los días el cielo es diferente”, dice Stella. Florencia, la autora, nos ubica en tiempo y espacio en ese paisaje: “Llegar hasta el museo para conversar con Stella me tomó cinco minutos a pie. En el camino me crucé con mi hermana y mi sobrina, que iban a la verdulería. Las vi alegres, seguras y tranquilas”.
Ser del interior es haber visto la muestra, el molde de una prenda antes de que se confeccione en línea y al por mayor, y termine exhibida en una vidriera. Es tener a mano el escalón primario del conflicto, como una discusión entre vecinos por un tema chiquito. Es el chisme, el conventillo y el infierno grande. Es saber cuánto cuesta en tiempo ir de un pueblo a otro pidiendo aventón. Pero además de todo eso, más que tierra es territorio. Si de allí provienen recursos en cantidad, si una decisión que tome el Gobierno -que opera en la Capital- puede cambiar el ritmo, la identidad de una región, ¿cómo es posible que el periodista que debe dar cuenta de eso no tenga un trabajo seguro ni asegurado?
VDM