Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.
En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo.
El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad.
Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.
Racismo y xenofobia en primera persona: “Negr* de mierd*, volvete a tu país”
Lo personal es político pero las respuestas a los reclamos que hice como líder universitaria no fueron personales sino xenófobas y racistas. Estoy orgullosa de ser quién soy y de dónde vengo: son también base de las convicciones que defiendo.
Yo quería hablar de educación. Estaba en una reunión de armado de la marcha federal universitaria. Estudio Licenciatura en Comunicación Social, milito desde el 2017. Me importa el financiamiento de la Universidad y el acceso a la educación y de eso había hablado en las redes. Pero en las redes, el tema era yo. No mi opinión: literalmente yo.
Un anticipo: el sábado 19 de abril había recibido un mensaje del diario “La Capital” para dar declaraciones. No por la marcha sino por comentarios ofensivos y violentos en respuesta a mis tweets. “Siento que ya me expuse demasiado”, le dije a Matías, el periodista.
No importó. Unas horas después y basándose la nota del diario la capital acerca de los comentarios racistas y xenofobos que recibí, un experiodista rosarino decide citarme en twitter: “Flor del alba Cruz Valdez, llegó de la tiranía de Venezuela hace ocho años. Hoy es presidenta de la Federación Universitaria de Rosario y encabeza las protestas contra Milei. En su país no hubiera podido protestar, terminaba en Helicoide”.
Fue inmediato. Cientos de usuarios —algunas cuentas trolls y otras identificadas como de fanáticos del presidente Javier Milei— me llenaron de mensajes racistas y xenófobos.
Era violento. Era, además, mentira. Nací en República Dominicana en 1998, tengo el nombre de un merengue de Fernando Villalona. Emigré a Argentina con mi familia hace muchos años. Acá hice la primaria, el secundario. Acá lógicamente es donde voy a la universidad y donde milito.
Lo puse en las redes sociales: “Si quieren lograr que tenga vergüenza por mi procedencia quiero decirles que estoy muy orgullosa de quien soy y de donde vengo, las convicciones siguen intactas, nos vemos el 23 en la marcha”.
Tuve apoyo: actores políticos y sociales de relevancia denunciaron la situación, tales como el mismismo Rector de la Universidad Nacional de Rosario, docentes, periodistas, concejales y diputados nacionales, exministres, gobernadores y autoridades de diversos partidos políticos de Argentina.
Violencia organizada
Antes de la Marcha Federal Educativa hubo un plan de desinformación y de perturbación de los espacios digitales. El blanco: quienes se encontraban encabezando la convocatoria por el pedido de más presupuesto para las universidades públicas. Dirigentes estudiantiles, entre otros.
En ese contexto, y bajo esta estrategia de ataques en red sostenidos, se intensificaron los discursos ofensivos de odio hacia quienes criticamos o reflejamos disconformidad con las acciones –o las no acciones– que impulsa el gobierno nacional en materia de educación.
Debido a la exposición de la problemática de las Universidades, la situación acerca de la educación pública tomó una gran relevancia. La marcha marcó un punto de inflexión y se convirtió en eje de debate público para toda la sociedad.
El fenómeno de los trolls
Los trolls de Milei no solo tienen un esquema de organización para ser contestatarios instantáneos y reaccionarios, sino que producen contenido planificado que busca generar disrupción, caos y consecuencias emocionales desde una mirada negativa, en especial hacia quienes se configuran como líderes de protesta y a su vez pertenezcan a identidades racializadas, migrantes y feministas. A través de la glorificación y justificación de la discriminación se intenta neutralizar lo que para estos grupos es percibido como “amenaza” hacia la estabilidad o la imagen de la figura del presidente.
Estas agresiones no son arbitrarias ni aisladas. Se sustentan en narrativas negacionistas y biologicistas, afirman la “superioridad” de ciertes ciudadanes sobre otres y justifican su forma de pensar con ideas que han sido fuertemente cuestionadas y rechazadas por intelectuales del mundo, los saberes científicos y organismos de derechos humanos.
El racismo como estrategia política en las redes sociales y la producción de contenido odiante en general, no solo buscan generar desgaste en les individuos que son receptores de los ataques, sino que además buscan ridiculizar y exponer abiertamente a cualquier grupo y/o líder perteneciente a cualquier movimiento que cuestione esta cosmovisión del mundo.
Narrativas odiantes, misóginas y machistas
No existen dudas de que la comunicación digital permite conexiones e intercambios que configuran nuevas maneras de vinculación social. Nos encontramos en un mundo hiperconectado, donde las principales características de redes sociales como Twitter, tienen que ver con la inmediatez, facilidad de uso y capacidad de alcance a millones de personas a nivel internacional.
Es por eso que la mayoría de líderes mundiales hoy son parte de la Comunidad X, y es desde allí donde comunican sus agendas. Hoy sabemos que muchos allegados al gobierno nacional utilizan esta red como herramienta para posicionar a Milei y propagar contenido que sea afín a su figura.
Hoy nuestro país cuenta con 7,5 millones de usuaries conectades en X. Cabe preguntarnos: ¿cuáles van a ser las estrategias de los tres poderes de nuestra democracia representativa para que en ese espacio no se vulneren derechos y libertades?
Si bien actualmente nos encontramos en una profundización creciente de los discursos de odio como intento de neutralizar argumentos sólidos, en Argentina este tipo de narrativa no es reciente. Al contrario, ya ha sido utilizado en mayor o menor medida por amplios sectores políticos-partidarios. Sin embargo, nos encontramos en un momento bisagra donde parece que se intenta imponer la lógica de “todo vale”; donde predomina una aceptación justificada del odio racial y de género para intentar desacreditar la posición política de las personas.
Según la ONU se entiende por discursos de odio a “cualquier tipo de comunicación ya sea oral o escrita, —o también comportamiento— , que ataca o utiliza un lenguaje peyorativo o discriminatorio en referencia a una persona o grupo en función de lo que son, en otras palabras, basándose en su religión, etnia, nacionalidad, raza, color, ascendencia, género u otras formas de identidad”.
Ante esto, ya existen países que, advirtiendo sobre la gravedad del problema y la crecida de narrativas que atentan contra la integridad de las mujeres, identidades racializadas y migrantes, se encuentran aprobando legislaciones para proteger y condenar cualquier intento de imponer discursos odiantes. Por ejemplo, Sudáfrica y Escocia.
Si bien es un problema mundial, aparece una característica en común: son las mujeres en ejercicio del poder (funcionarias públicas, gestoras, diputadas, concejalas, legisladoras) las principales víctimas de la violencia machista y simbólica. Este tipo de violencia, al no ser siempre explícita, pocas veces es condenada o siquiera visualizada. Por ende, algunas veces consigue lo que se busca: desacreditar a las mujeres en su labor política por razones que nada tienen que ver con su capacidad o su trabajo.
Mujeres violentas
Antes de ser diputada nacional, Lilia Lemoine dio un curso titulado “Militancia Digital” para jóvenes de la Libertad Avanza. Enseñaba estrategias de defensa y ataques para desmoralizar a las personas: “Por ejemplo, ¿está mal llamar a Ofelia Fernández ‘tanque australiano de medialunas?’, preguntó a sus alumnos en un video que se hizo viral. Los alumnos negaron con la cabeza pero Lemoine los corrigió: ”Está bien llamarla así. Porque es un clásico. Es un clásico. Los clásicos son clásicos“.
Ofelia Fernández fue legisladora de la ciudad de Buenos Aires hasta diciembre. Hace unos días publicó en sus redes el recuerdo de un intercambio: “No te victimices más. Si sos grande para militar ideas de mierda, lo sos para bancarte lo que venga. Sos legisladora, lo de pibita está de más”, declaraba Victoria Villarruel en Twitter sobre las agresiones que recibía Fernández. Hoy Villarruel es vicepresidenta.
¿Y gobierno? ¿No tiene nada para decir de esto?
Si bien los discursos de odio no inician ni terminan con un mandato presidencial, no somos ingenuos. Sabemos que existen decisiones políticas de reconocer –o no– la existencia de la problemática y garantizar medidas para erradicarla. Sin embargo, en el gobierno de Javier Milei nos encontramos con una postura necia: luego de la marcha del 23 de abril la participación de más de un millón de personas en todo el país, el presidente respondió con el posteo de un león bebiendo “lágrimas de zurdo”. La comunicación direccionada solo a adeptos consolida la posición unidireccional para quienes comparten los mismos modos de hacer política e ideales.
Esto nos ubica varias problemáticas. En primer lugar, quienes asumen la responsabilidad de gobernar nuestro país, si bien pertenecen a partidos políticos diferenciados organizados mediante una ideología, una vez en el ejercicio del poder, son representantes de todes quienes habitan el suelo argentino. Además, ¿que objetivos podemos plantearnos como sociedad cuando lo que se propone desde el Estado Nacional es el absoluto desconocimiento y humorización de la violencia y discriminación hacia un gran espectro de sectores de nuestro país?
En segundo lugar, es necesario que sean los organismos estatales quienes reconozcan una problemática pues corresponde al Estado pensar políticas sociales que posicionen el tema en la agenda pública de forma responsable y resolutiva. Por ultimo, Argentina se caracteriza por su protagonismo en la defensa de los Derechos Humanos a nivel internacional y por abogar por generar espacios libres de violencia y discriminación. Es importante continuar con una tradición política de condenar los discursos de odio y la intolerancia.
El racismo existe y es parte de nuestra sociedad
En el articulo 2° de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, realizada por la Organización de las Naciones Unidas dice: “Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.” Sin embargo, incluso en nuestro régimen esto tiene ciertos matices.
Si bien Argentina suscribe a lo declarado en la ONU, diariamente en nuestra sociedad existen acciones que van en contra de todo tipo de construcción fraternal que se intente impulsar. Existe todavía una mirada eurocentrista y blanca de la historia moderna, que ha invisibilizado en los libros de historia y en las escuelas, universidades y espacios educativos, la historia común de las identidades afro y como han sido parte de la fundación del Estado-Nación de nuestro país. Estas líneas han sido borradas de la conciencia social y hasta el día de hoy ello produce un total desconocimiento sobre la historia fundacional de Argentina.
Según un informe realizado por la Secretaría de Cultura de la Nación en el año 2016, el censo que se realizó en 1778 indicaba que el 46% de la población argentina tenía origen africano. Este informe, indica que entre 1777 y 1812 entraron al puerto de Buenos Aires y Montevideo más de 700 barcos con 72 mil esclavos. Una segunda migración, a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX- a finales de la Segunda Guerra Mundial- con ciudadanes libres que deciden radicarse en Argentina debido a la situación de miseria y hambre de una Europa devastada por el conflicto bélico. Finalmente, en los años 90, con migrantes que provienen de diversos países de África que ingresan al país en búsqueda de una estabilidad económica.
Nuestro país se encuentra atravesado social y políticamente por migrantes afro que son parte de la construcción de ese Estado y de las instituciones de la democracia. En este mismo informe de la Secretaría de Cultura, se afirma que, palabras que utilizamos en nuestra cotidianidad- tales como mina, tarima, bugia, milonga, marote, achuras- tienen origen en la cultura afro. Durante el proceso de construcción del Estado Nacional se produjo un proceso de divulgación de información y surgen los principales periódicos de Buenos Aires, también fundados por afrodescendientes: La Broma, El Unionista, El Proletario, y La Juventud.
Más allá de la invisibilización, les afroargentines existimos. Tal así que por primera vez en el Censo Nacional (2022) se incorporó la denominación “afrodescendiente” para categorizar a ciudadanos que sean afroargentines. Según este censo y a partir de informes recolectados por las organizaciones que nuclean a les africanes y afrodescendientes en la República Argentina viven alrededor de 2 millones de personas de ese origen.
Pero, ¿por qué persisten los actos de segmentación, odio y desconocimiento ante migrantes y afroargentines? Hay muchas respuestas: la invisibilización por parte de las instituciones democráticas, la falta de puesta en agenda de una temática que incomoda ( ya que nadie se autodeclara racista), la responsabilización de la criminalidad, el atraso y la crisis económica a diversos sectores y por supuesto la legitimación de la violencia y la discriminación racial por parte de grupos conservadores en el poder.
Esto produce que ciudadanes que ignoran la participación política de los afroargentines y la pertenencia legítima de estes a nuestra historia, se encuentren identificados con discursos que aseguran tener soluciones drásticas para con “usurpadores” de Argentina.
Tal es así que el gobierno nacional dentro de la denominada “Ley Bases” presentó artículos para restringir y arancelar la educación pública hacia migrantes. Acompañado de este proyecto de ley, desde el gobierno se intento imponer que la principal problemática del gasto público se encontraba en que los recursos económicos de Argentina eran meramente para les argentines.
Estos argumentos son falaces ya que para poder estudiar en las universidades se requiere residir en el territorio y documento de identidad nacional, por ende todes les que habitan el suelo argentino tienen las mismas tasas impositivas, variando en torno a sus ingresos pero no a su nacionalidad. Por ende, y siendo esta la justificación respaldada también por el gobierno, reafirma la determinación política de intentar instaurar una país de amigo/enemigo y restringir la educación e incumplir con lo que dice la constitución nacional.
Si en nuestra constitución dice que: “Nos, los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino” es porque en el procesos habitacional de nuestro territorio, entre 6 y 8 millones de migrantes se encontraban en la ciudad de Buenos Aires entre 1840 y 1870. Dando cuenta que, nuestra cultura esta íntegramente vinculada con un país fundado por migrantes.
Siempre que hablamos de Argentina estamos hablando de un territorio diverso donde conviven plurales identidades debido a su apuesta por poblar la nación con migrantes de todo el mundo. A 41 años de la restitución de la democracia, hay criterios irrenunciables que son la base para pensar un país donde la convivencia social y respeto no sea algo accesorio sino un principio elemental de nuestro pueblo.
FDAC/MA
Yo quería hablar de educación. Estaba en una reunión de armado de la marcha federal universitaria. Estudio Licenciatura en Comunicación Social, milito desde el 2017. Me importa el financiamiento de la Universidad y el acceso a la educación y de eso había hablado en las redes. Pero en las redes, el tema era yo. No mi opinión: literalmente yo.
Un anticipo: el sábado 19 de abril había recibido un mensaje del diario “La Capital” para dar declaraciones. No por la marcha sino por comentarios ofensivos y violentos en respuesta a mis tweets. “Siento que ya me expuse demasiado”, le dije a Matías, el periodista.