San Justo
Pasadas las veinte, la noche está amable y en la plaza las familias toman el aire, dan la vuelta de los sábados, corren criaturas que se les escapan hacia Villegas, Almafuerte, Arieta o Yrigoyen. Sacan sandwichitos de los tapers y comen sentados en el filo de los canteros. La Matanza tiene una superficie total de 325 kilómetros cuadrados (CABA enterita tiene 200) y en el centro del centro de las cosas está esta placita breve, prolijita, con sus pizzerías enfrente y su McDonald’s para los que pueden. Con su San Martín a caballo inaugurado en 1944 y su busto santo de la compañera Evita. Claro, parece pequeña, en sub escala, este cuadradito del esparcimiento público. Porque uno dice: ¿tanto partido, tanto territorio y ruta y extensión conurbana para esta venecita?
Pero no, porque esta no es la plaza de La Matanza, sino la de San Justo, y San Justo es solo una de las tantas Matanzas que hay. Este el primer dato que debe comprenderse: hay matanzas para todos los gustos. Esta, es la cabeza del partido y la que guarda, acá enfrente, al otro lado de la calle, en una íntima oficina municipal, el sillón donde todavía se sienta Fernando Espinoza, pero que la Colo Cubría, Patricia Cubría, compañera de Emilio Pérsico, madre de su hijo Néstor, quiere empezar a ganársela en elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatrorias.
Hubo una agarrada a tiros, por unas pintasdas en las paredes, no hace mucho. El peronismo de La Matanza, hacia el interior de sí mismo, está crocante.
La plaza está en el exacto centro de San Justo, que está en el exacto centro del poder político matancero, que está en el centro del peronismo bonaerense, que está en el centro territorial de todos los demás peronismos..
Podemos mirar esta plaza como el punto inaugural de una larga ampliación de círculos concéntricos, parecida a esos tableros redondos de los bares donde la gente hace puntería con los dardos. Del núcleo hacia la periferia, esta plaza está en el exacto centro de San Justo, que está en el exacto centro del poder político matancero, que está en el exacto centro del peronismo de la provincia de Buenos Aires, que está en el centro territorial de todos los demás peronismos y, finalmente, ya cayéndose del tablero, siendo gobierno o sin serlo, el peronismo le organiza una centralidad al sistema político argentino.
Una mamushka de sentidos circulares, unos conteniendo a otros, pero ninguno de ellos no es, finalmente, una instancia del poder y del justicialismo.
El peronismo gobierna La Matanza desde 1983, así que la pregunta que cabe es cuál será el siguiente peronismo que la administre. Y tal vez una más: si a Pérsico y a Cubría Néstor les hubiera nacida nena, ¿le habrían puesto Cristina? Yo tengo mi respuesta y no necesito escribirla.
Como sea, ahí está Gastón Catroppi, compañero de Florencia Generoso, gente medular del Evita en estas tierras. Me subo a la camioneta de Gastón, una Fiorino o símil, y ahí vamos, hacia La Matanza siguiente. Next.
Ciudad Evita.
Ramos Mejía, los separatistas. Andá a decirle a uno de Ramos que es matancero y no te vas a ganar una abrazo. Matanza cheta que te desconoce. Virrey del Pino, en cambio, es más corte abandono ¿Alguien vio al Estado pasar? Si lo ven, chiflen. Laferrere es el pulmón comercial. El matancero es muy de ir un sábado a comprar a Gregorio de Laferrere. Isidro Casanova, en cambio, es la cuna de Almirante Brown, la Fragata. Le pregunto a Gastón cómo se llevan Lafe y Brón.
-Tiro.
Es una respuesta es magnífica, la de Gastón. No teje sentido, no busca lenguaje, explicaciones, argumentos. No necesita verbos. Solo dice cuatro letras con las que le alcanza para condensar un universo completo dentro de otro universo que es este partido y sus dos equipos de fútbol.
-Tiro.
¿No es genial? Lo entendí todo en un nano segundo.
-Tiro.
Lafe juega en la C. Brón, en la Primera Nacional, el viejo y querido Nacional B donde un equipo de Rosario que yo conozco jugó cuatro veces. En fin, es difícil que se crucen, que tengan su partido asesino del morbo territorial. Capaz haya que esperar alguna Copa Argentina. Lo que pagaría por ver una Lafe-Brón en esta calles del submundo matancero.
Después de un rato llegamos a la casa de Florencia Generoso, en Ciudad Evita, otra Matanza más, como Catán, como Rafael Castillo, como Luzuriaga, como Aldo Bonzi, como Villa Madero, como La Tablada, que viene a ser la matanza milica. La casa de Generoso está sobre la avenida Eva Duarte, la Avenida Eva Duarte que cruza Ciudad Evita. La nominación peronista es intensa, sí. Nombrar es como la meada de los perros que se adueñan de los árboles: una acción de marcado, de establecimiento de la propiedad simbólica.
Adentro, Gastón saca una picada hecha de todo lo que existe: salame, queso, mortadela, jamón crudo, pero también salchichas, papas snack, aceitunas, y pan, mucho pan, y todavía no entramos a rascar los filamentos de la carne sobre los huesos de las costillas, y ni siquiera aún hablamos con Alberto Samid a ver si va a venir a Skylab con nosotros, y menos aún pasamos por la murga de los pibes del Denguerío, cuya comparsa se llama Los Caprichos de San Alberto.
-¿Hablaste con Samid?-, pregunta Florencia mientras abre un Trumpeter. Responde Gastón:
-Dice que por ahí viene, que se enteró que van muchas veteranas.
Al Trumpeter con hielo le faltaría una chistazo del sifón, pero bueno. Después nos vamos a hacer un puchito al jardín de Florencia, donde hay una pérgola, unas sillas blancas y una fondo de lentejuelas doré que usan para sacarse fotos. Yo quiero mi foto con ese fondo. Decididamente, quiero ser parte.
Flor es una morocha en sus primeros cuarentis a la que le cabe con toda naturalidad el Avanti… de los Caballeros de la Quema. Tiene dos hijos, un papá de esos dos hijos que mucho no pinta, fue criada de chica por doña Zoila, su abuela. El padre de Flor fue un alcohólico que hizo todas las cagadas que pudo hasta que se rescató y abrió los primeros centro de recuperación en La Matanza. Cuando terminamos, yo estoy para una siesta hasta el mediodía, pero no; vine para llevarme a Skylab disco en una crónica así que una refrescada de cara en el baño y a hundir el cuerpo en la noche.
Casanova
Gastón, Florencia y yo cruzamos la avenida Cristianía y entramos en unas callecitas angostas. Son las tres de la mañana. De golpe, una murga nos hace frenar. Gastón tira el recule, pero yo le pido que nos bajemos. Estamos en el barrio San Alberto, Isidro Casanova. El corso está en su punto, rompiendo el hervor del parche y el redoblante. Los chicos juegan con lo que quedó de las latas, ya sin espuma. Y el carnaval del pobrerío baila como si no hubiera un mañana. En los trajes color naranja, la cara de la Colo cubría se hace un lugar, entre perones y maradonas bordados sobre las tafetas.
Volvemos al auto.
Ponemos cumbia. Super-Merka-2 canta:
se pone siempre el mismo pantalón / y camiseta de Almirante Brón, la despeinada
La puerta de Skylab disco está despejada. No hay colas dando vuelta la avenida, ni patovicas cortando en la entrada. Se ve, la puerta, como una boca ancha que traga todo lo que desée ser tragado por ella. Hay un cacheo fuerte, eso sí. Me sacan el ibuprofeno de la riñonera que me cruza el pecho. Me dicen que cómo saben ellos que eso es realmente ibuprofeno.
¿Y quiénes están adentro?
En la segunda mitad de los ochenta, la puerta de Dimensión, en Córdoba y Billinghurst o por ahí, se había vuelto mi mejor enemiga: nací morocho, ahora creo que le dicen marrón, en cualquier caso, amerindio. Pelo negro, ojos negros, apodo El Negro, pigmentación oscurita. Me cansé de rebotar, con 15 años, en la puerta de una matiné a la que ni siquiera quería ir. No era un adolescente popular ni alto ni lindo, pero en realidad yo no quería ir a Dimensión: lo que yo quería era entrar en Dimensión. Cruzar su frontera, romper su línea de migraciones.
Acá, ahora, adentro, están todos. Pero todos. Incluso los que no están. Quiero decir: acá, el que quiere, pasa. A nadie en este sitio se le ocurre que esto pueda llamarse inclusión, porque así hablan en los bares de #FSoc, la Facultad de Sociales. Pero sí, se llama.
Acá entran todos. Todos quiere decir: las viejas, los viejos, las wachas, los wachines. Las gordas, las flacas, los que no tienen ese problema.Tenía razón Samid, hay veteranas.Ttal vez haya el caso de una abuela con su nieta.
Todos quiere decir: las viejas, los viejos, las wachas, los wachines. Las gordas, las flacas, las que tienen dientes, las que no los tienen. Los turros, los finos del bigotito, los pibardos. El señor perfumado de la camisita y la piba de las uñas con incrustaciones de fantasía. Los que nunca entran a ningún lado, los que no tienen ese problema. Las rochas, los giles, las madres de las rochas y los padres de los giles. Tenía razón Samid, hay veteranas. Lo que no sabía era que venían con sus hijas y tal vez haya el caso de una abuela con su nieta.
De la barra salen vaso plásticos de litro con bebidas suaves: el truco es que tomes mucho y tomes toooooda la noche. Son Agüitas de colores más cervezas más champú más latitas energizantes. Yo estoy esperando que pasen Duraznito.
Se borró Duraznito de la villa / se llevó toda la plata del blindado / esa que nos habíamo’ afanado / la otra noche, en la General Paz.
Desde Pizza, birra, faso que el neorrealismo argentino no para de crecer. La cumbia es cine. Esas dos líneas de Pibes Chorros lo prueban.
La noche se va espesando: un pelado en trance de baile total entra a rodar un vaso. Florencia, Gastón y yo, ponemos en rotación los nuestros. Estamos junto al caño, donde se sube la que quiere, a bailar como quiera. Ahora mismo hay dos chicas de cuerpos maravillosamente contrahegemónicos. Tampoco acá nadie dice esta idiotes de “contrahegemónico” porque también eso es postureo #FSoc.
Hacia las cinco y medio, el locutor, arengador, conductor de la fiesta, avisa que ya está llegando Daniel Agostini. no sabía que íbamos a ver un vivo tirando pelazo del ex Ventanita del amor. Compro.
Damas y caballeros, lectores y lectoras, sí: Johnny Allon está vivo. Quince años después (QUINCEAÑOSDESPUÉS) el tipo sigue en la misma, mirando desde las alturas al pueblo de su noche"
Pero Agostini no aparece. Seis menos cuarto. Seis. Seis y diez. A nadie le importa, mientras no aparezca, hay noche. Y vaso lleno. Y cumpia gede.
O rei
De golpe, lo veo. es él, está ahí, justo detrás del DeeJay, intocado por los años, imperturbable en su jefatura de la noche, dueño de esta disco y de otras sobre la misma Ruta tres. Le digo a Flor Generoso como se dicen las cosas en los boliches, a los gritos y en el oído:
-¿Ubicás a ese tipo que está allá? El alto. El rubio.
Flor me mira. Voy por mi remate:
-Es Johnny Allon.
Damas y caballeros, lectores y lectoras, sí: Johnny Allon está vivo. Y está acá, ahora. Me acerco hasta la cabina. Me presento con uno de seguridad. Me lo llama. Allon se acerca. Le cuento que lo entrevisté en 2008, para la revista de Crítica de la Argentina. También fue en un boliche de La Matanza, rotonda de San Justo, creo. Quince años después (QUINCEAÑOSDESPUÉS) el tipo sigue en la misma, mirando desde las alturas al pueblo de su noche. Aquella vez tenía puesta una campera aviadora con la cara de Elvis Presley a toda espalda. Zapatos de charol rojo, tiradores. Hoy, camisa hawaiana tranka sobre el rubio platinado de toda la vida.
Los estoy saludando cuando sube Agostini al escenario. Se lo ve bien, algo ajado, el cansancio, debe ser. Dice que este es su sexto show de la noche. Ya son las siete de la mañana.
Cuando Agostini termina el último tema de sus veinte minutos de show, luces blancas y todos afuera. La Matanza nos recibe con su día y su mañana. La Ruta tres se ensancha y la gente empieza a buscar los colectivos para volverse.
Me voy tarareando otra de Super Merka 2:
Encontré la solución, al problema de la resaca / me mantengo en la joda borracho hasta la seis de la mañana.
Y cuando pinta el sol, nos vamos pa’ la esquina / bailando con los pibes, meta vino y porquería.
AS/MG