La belleza de Carlos Tejedor
Emplazada donde la llanura pampeana se funde con la estepa, el viaje hasta este rinconcito bonaerense muestra la baja vegetación autóctona y los campos cultivados con cereales.
Las localidades de Carlos Tejedor, Tres Algarrobos, Colonia Seré, Timote, Curarú con su tranquilidad y el encanto de las calles de tierra convierten al distrito en un lugar ideal para quienes buscan descanso y paisajes agrestes.
En las estaciones de ferrocarril que dejaron de funcionar en la década del noventa se realizan actividades artísticas y sociales. En Timote funciona un museo y, la antigua casa del jefe de estación, se está construyendo un hostel; en Tres Algarrobos se llevan a cabo propuestas culturales y en Colonia Seré, un espacio de recreación.
Entre Carlos Tejedor y Colonia Seré se encuentra Santa Inés, una estación abandonada que cuenta con una iglesia reconstruida por iniciativa de un grupo de puesteros de campos de la zona que se reunieron y decidieron hacer eventos para juntar fondos y restaurarla. Allí, cada 21 de enero se desarrolla una peregrinación, a pie, a caballo o en bicicleta, para homenajear a la virgen.
Drysdale, Encina, Esteban De Luca, Hereford, Húsares, Ingeniero Beagey, Marucha, Necol y Santa Inés son los nueve parajes que componen el pago. Aislados del centro urbano, tienen espacios naturales perfectos para quienes aman el ciclismo y la aventura.
En la ciudad de Tejedor se puede visitar el Parque Almirante Brown, un gran sitio arbolado donde proyectan eventos deportivos y de entretenimiento, lugares vinculados al arte popular como la Escuela de Estética y el Galpón Cultural, el edificio rectangular de la iglesia San Juan Crisóstomo y las construcciones típicas de las casas locales que ostentan grandes patios parquizados.
La cultura gauchesca entre extensas llanuras interrumpidas por lomadas y arroyos
Ayacucho está ubicado en el centro-este de la Provincia, zona denominada como “pampa deprimida”. Su nombre hace referencia y rinde homenaje a la batalla de Ayacucho, último combate librado para mantener la independencia de América del Sur, llevada a cabo el 9 de diciembre de 1824.
La ciudad de Ayacucho es la única cita geográfica que figura en el libro El Martín Fierro, de José Hernández. El personaje principal de la obra más famoso de la literatura argentina habitó en este pago bonaerense: “Yo llevé un moro de número sobresaliente el matucho, con él gané en Ayacucho más plata que agua bendita, siempre el gaucho necesita un pingo pa fiarle un pucho”.
En noviembre, el municipio cuya principal actividad es la ganadería, celebra las Jornadas Martinfierristas para recordar la historia y mostrar con orgullo la declaración que le otorgó el título de Tierra de Martín Fierro.
Otras tradiciones gauchas también tienen su propio evento en honor a la actividad agroganadera. Desde 1969 se realiza la Fiesta Nacional del Ternero y Día de la Yerra, un ícono de la identidad bonaerense que convoca a miles de personas durante los ocho días que dura el festejo.
La mayoría de las edificaciones que componen el casco histórico de la localidad datan de 1880 a 1920. La plaza San Martín con sus canteros desbordados de rosas, glorietas con Santa Ritas y perfume de jazmines tiene un monumento destacado a la figura del Libertador.
Sobre la calle Alem, arteria central de la ciudad, se emplaza la imponente parroquia Nuestra Señora de la Purificación, de estilo neoclásico románico. Otras construcciones distintivas son la Casa de España, el Banco de la Nación Argentina, la antigua farmacia Orfila, que abrió sus puertas en 1882, y la Casa de la Cultura, donde funcionaba el cine en la década del cuarenta y en la actualidad resurgió como sala de cine teatro Hugo del Carril.
En la sede del Club de Leones, además del histórico del edificio, se puede observar el parque infantil donde está instalado el Primer Carrusel Argentino, una joya histórica declarada Patrimonio Histórico Cultural, por la Legislatura de la provincia de Buenos Aires.
Otro paseo imperdible es perderse entre los libros de la Biblioteca Pública Municipal y Popular “Manuel Vilardaga”, que con sus más de cien años se convirtió en un hito del patrimonio local.
Sencillez, hospitalidad, caminos serenos, mística de pueblo, paisajes naturales y, lo más buscado en estos tiempos, tranquilidad, se unen para que las y los viajeros puedan disfrutar del descanso invernal, en compañía de las comunidades que habitan los pueblos bonaerenses, siempre dispuestas a compartir sus costumbres identitarias.