Soy parte del mar implica un registro en primera persona de esas voces del periodismo del rock que estuvieron en el lugar indicado en el momento indicado. Charla relajada alrededor de las historias y las fantasías detrás de más de cinco décadas de discos y canciones, de shows y festivales, de vidas y milagros. Qué sea rock en clave periodística.
Andy Cherniavsky, clics modernos
Rostros luminosos. Rulos. Expresiones gráciles. Es la imagen fotográfica de unos rozagantes Abuelos de la Nada que la tienen en sus brazos a ella, la joven fotógrafa Andy Cherniavsky. Será 1982. Todavía la bota militar está sobre la cabeza del pueblo argentino. Pero el rock local está despojándose de tantas ataduras y oscuridad. Una camada de jóvenes viene a patear el tablero.
Cherniavsky es mucho más que una artista visual. Ella es la fotógrafa ilustrada del rock argentino en una década como la de 1980, en la que pasó demasiada agua bajo el puente. Es la memoria viviente de una época dorada y adorada. Una protagonista delante como detrás del mostrador. Mucho de esto se respira en su libro Acceso Directo (Planeta, 2020), las remembranzas de una vida con varias capas aunque el mismo espíritu: disfrutar y aprender, aprender y disfrutar.
En ese texto biográfico, ella compartió ciertas observaciones, pertinentes para entender su lugar en esta historia, la del periodismo de rock: “Con el libro me doy cuenta de que escribo un pedazo de historia argentina, de la historia de la música, de historia de la vida de todos estos grosos del rock. Me gusta haberlo realizado porque podría haber quedado enterrado u olvidado, pero logré desempolvar toda esa época y mostrarla en imágenes y, ahora, en palabras. (…) Mi hija también me decía que mi vida era para contarla, que mi vida estaba llena de detalles”.
A lo largo de nuestra entrevista virtual, soslayaremos –pero porque son parte del todo– algunos de esos detalles. En verdad, el iceberg de una vida a luz de los flashes y las miles de horas en un laboratorio. Las visitas a su casa familiar de personajes de alta alcurnia cultural y política, desde Vinicius De Moraes a la madre del Che Guevara. El hecho de quedarse sola en Buenos Aires aún sin finalizar la escuela secundaria porque su padre se exilia en Brasil –luego de una amenaza de bomba en su Centro de Artes y Ciencias– y su madre en España siguiendo a su tercer marido. Un joven Charly García compartiendo casa con ella. Un noviazgo largo con un lozano Andrés Calamaro.
La realidad dice que Cherniavsky llevó a cabo más más de trescientas producciones distintas para la revista Rock & Pop, tomas para las tapas de discos y la prensa de los artistas de DG Discos –la discográfica que originó Daniel Grinbank–, como así también su presencia cámara en mano en festivales y giras. Luego colaborará en los últimos años de las revistas Canta Rock, El Musiquero y Pelo.
Con ustedes, los ojos que mejor captaron los años 80 rockeros.
- En 1964, tu padre, Daniel Cherniavsky, fundó el Centro de Artes y Ciencias. ¿De qué modo impactó en tu futuro ese espacio de vanguardia?
- El Centro de Artes y Ciencias abría toda la semana. Vos comprabas un abono e ibas a todo lo que querías utilizar. En cierto punto, las salidas con mi viejo eran ir a su laburo porque también trabajaba en feriados y los fines de semana. Por otro lado, en los veranos íbamos a la playa pero a laburar. Un verano él tuvo dos café-concert en Villa Gesell. Yo tenía quince años y vendía entradas en la boletería. Tocaban Moris y Dina Roth; actuaban Les Luthiers, Nacha Guevara. O Norman Briski. Todas figuras clave en el futuro cercano.
- Con semejante educación sentimental, ¿cómo es que no saliste ingeniera, abogada o economista? (Risas)
- Mi futuro para mí siempre había sido ser psicóloga, como mi vieja. La fotografía vino de casualidad: la fotografía me elige a mí y no yo a ella. (Risas) Pero hoy puedo afirmar que tanto mi viejo como mi vieja me recontra influenciaron, me marcaron el futuro; es decir, mi laburo. Sobre todo el papel que cumplió mi padre. Porque lo que rescato de él es el rock, que era lo que a mí me llegaba, lo que me emocionaba y que me hacía pensar y vibrar. Había mucho rock alrededor. Más allá de los Beatles y los Rolling Stones, Los Gatos me volaban la cabeza; Manal también. Yo iba descubriendo a través de mi viejo un montón de música increíble. Es más, él como productor trajo a Carlos Santana al Luna Park en 1973. Hicieron dos shows. Me acuerdo yo chiquita de la mano con mi viejo yendo a ese concierto.
- En tus años de adolescencia viste en vivo a la creme de la creme del rock en Argentina, a los pioneros. ¿Cuál fue el grupo o solista cuya imagen sigue resonando en tu cabeza?
- Ver a Moris en ese momento me influyó muchísimo. Como también las cosas que escuché en dos teatros que tenía papá: uno, el Kraft, en la calle Florida; y después el Margarita Xirgu. Además, él organizaba shows en el cine teatro Metro donde tocaban Billy Bond y la Pesada, Pescado Rabioso o Pappo.
- ¡Qué importante fue tu padre en tu vida!
- El tipo hacía lo que hacía para subsistir. Hizo millones de cosas. No solo todo lo relacionado a los shows musicales y las obras de teatro, sino después ya en Brasil se va a reinventar. Para eso hará una infinidad de cosas: desde criar gatos y hámsteres a hacer maceteros, pilotos, relojes. Yo salí a él en el hecho de ser emprendedora. Pensemos que en esa época no existía la palabra.
- Esa capacidad de reinvención la adquiriste y la desarrollaste también, ¿no?
- Totalmente. ¡Pero yo no voy a emprender más!
- ¿Cómo arrancaste con la fotografía? Me imagino que habrás reflexionado y mucho sobre cómo un pasatiempo se transforma en un oficio y hasta en una manera de mirar el mundo.
- No, no empecé como un hobbie, sino como fotógrafa de plaza. Era una profesión muy antigua, con esos trípodes de madera. Los fotógrafos estaban en el Rosedal, por ejemplo; además te pintaban a mano las fotos porque no había fotografía color en aquella época. En principio, hice un curso básico de tres meses pero en la mitad se me ocurre empezar a hacer ese laburo. Lo loco es que no había terminado el curso y ya tenía mi propia empresa. Si bien nunca me había vislumbrado como empresaria, ganaba mi guita para comprar mis rollos y realizar las otras cosas que me interesaban. Es que venía haciendo ropa pero mandé todo a la mierda. Seguí con este emprendimiento de las plazas hasta que comencé a sacar fotos de espectáculos, donde ganaba más plata. Siempre fui autodidacta. Ah, hice ese curso de fotografía por acompañar a una amiga y al final yo sola seguí con la fotografía. (Risas)
- ¿Cómo aparecen las fotos a los rockeros?
- Me fui armando un estudio en el living de mi casa donde fotografié a Serú Girán, a Virus por primera vez. También a los Dulces 16 como a un montón de otros este artistas menos conocidos. Aunque todo lo llevé a cabo en mi casa, con un fondo que no era un fondo, era una tela de pintor gigante. Mi primera tapa grosa fue en esa casa: Pensar en nada de León Gieco. La hicimos sobre esa tela de pintor, un sillón de mi abuela, un muñeco de Zoca y como protagonistas Liza, la hija de León, y él. Esa casa estaba activa y llena de amigos, funcionaba El Club Palta, un selecto grupo de Abuelos de la Nada, Serú (Girán) y amigues; y también el estudio de diseño y fotografía que tenía con Clota Ponieman, Estudio Graphics.
- ¿Qué va a implicar en tu vida el hecho de que en 1983 caiga en tus manos Photographs, el primer libro de Annie Leibovitz?
- En esa época, yo no tenía acceso a ningún libro de esas características. Cuando Charly (García) viaja a Nueva York, me trae ese libro de regalo y a mí se me abre la cabeza desde el punto de vista de la fotografía de las ideas. Porque acá, en la Argentina, todavía estábamos en la fotografía del natural, del mendigo en el andén. (Risas) (Pedro Luis) Raota recién empezaba a crear imágenes, pero no había una fotografía de las ideas, que creo que es lo que hago yo. Ese libro no solo me enfrenta con el laburo de Annie Leibovitz –que me vuela la cabeza–, sino que también me hizo dar cuenta de que Charly me veía como una fotógrafa.
- ¿Cómo es eso?
- Porque yo no tenía ningún maestro. Yo no sabía si lo que estaba haciendo estaba bien o mal, si era correcto. No tenía a quién consultarle. Es más, me sentía insegura, no quería ni ver lo que había hecho, me daba terror. Y que Charly me trajera ese libro era como que me daba un “diplomita”.
- Hay gente que con ciertos gestos te abre la puerta al futuro, ¿no?
- Sin duda, Charly me dio una confianza desconocida. No solo desde el punto de vista de la fotografía, sino también desde la música, de la forma de vestir, de pensar. Conocerlo fue como crecer de golpe. Es una persona muy importante en mi vida.
- Detrás de cada una de tus fotos supiste rescatar un sentimiento, un recuerdo, una canción. ¿Cómo fuiste encontrando ese modo de ver?
- Creo que en ese momento no me daba cuenta, pero ahora sí: yo hacía muchos retratos muy cerrados, que los sigo realizando. En cambio, si ves cómo se saca actualmente una foto de espectáculos, vas a notar que el público toma toda la imagen y el artista está chiquitito en el escenario; todo reside en lo que pasa alrededor. En ese tiempo yo tenía un dilema acerca de mi estilo, de cuál era mi estilo. Hoy en día me pregunto por qué hay que tener un estilo. Me gusta más la diversidad que el estilo. (Risas) De hecho, el haber sido autodidacta me dio esa diversidad tan importante para continuar vigente. Muchas fotógrafas y fotógrafos que empezaron conmigo se dedicaron solo a la moda y en la actualidad no las llaman de ningún lado. En mi caso, hice todo lo que se te pueda ocurrir a la hora de fotografiar: autos, comidas, hoteles, retratos, hasta una caja registradora. (Risas)
- ¿Cuál es tu método?
- Mi método de laburo es que aprendí a ser directora de actores, a ser una gran archivera. Además, aprendí a ser coleccionista de mis propias fotos. Tengo un método de trabajo muy respetuoso. De empaparme mucho. De ponerme nerviosa. Es que si no me pusiera nerviosa antes de laburar, no me estaría interesando lo que voy a hacer. La semana pasada le saqué fotos a unas embarazadas y estuve tan nerviosa como si hubiera sido Charly el retratado. Es que tengo estándares altos de lo que tiene que ser el trabajo profesional. No necesito una cámara para visualizar una foto.
- Hasta unas semanas atrás se pudo ver en Villa Ballester la muestra Los Ángeles de Charly, con fotos tuyas, de Hilda Lizarazu y Nora Lezano. ¿Qué te pareció La lógica del escorpión?
- A Charly lo amo. Quiero que en mi velorio y en mi entierro haya música de él. La lógica del escorpión me emociona un montón. Primero lo oí en una escucha privada y después lo volví a escuchar en casa. Lo escuché y lo sigo escuchando. Creo que es hermoso. Me lo imagino a Charly haciendo cada uno de los temas. Él es un pedazo enorme de la historia argentina, un libro de historia escrito desde otro lugar. Y eso me encanta.
- El músico y conductor Roberto Pettinato siempre dice: “Si no te acordás nada de los años 80 es que realmente los viviste”. ¿Cómo lograste no quedar atrapada en la telaraña de los 80?
- Después de ser madre, podría decir que es lo más hermoso que me pasó en la vida fueron los años 80. ¡Aunque si no fuese por mis fotos, no me acordaría absolutamente de nada! Hablamos de los detalles, claro. Yo siempre fui una persona súper sana. Nunca tuve una personalidad depresiva ni adictiva. Mientras todos se drogaban, yo hacía gimnasia. Por otro lado, nos subíamos a un micro y nos íbamos al festival de La Falda con Sumo y otras bandas. Vivíamos todos en el mismo hotel. Era una cosa hermosa. Siempre estábamos pendientes de divertirnos, de pasarlo bomba. Además, no existía la industria como hoy la conocemos.
- Tenés varias fotos icónicas del rock argentino. ¿Cuáles son tus favoritas? Una de las mías es la de Miguel Abuelo, levantando los brazos, colgando una bandera. Otra, la tapa de Hotel Calamaro. Y la del Flaco parado, comandado con su sonrisa una mesa con colegas en un festival de La Falda (con León Gieco y Andrés Calamaro al costado). Y cualquiera de Charly.
- Podría elegir una pero soy incapaz de hacerlo. Es que no tengo una predilecta, sino que todas lo son. Obvio que cada foto que hice de alguna manera me saca una sonrisa, me lleva a ese lugar. Hay fotos de camarines que me fascinan. Hay otras que reflejan lo que eran los 80: la alegría, la diversión, el baile, la música, la camaradería y la amistad. Mientras que están las que traslucen otra parte de los 80, durísima, que tiene que ver con las drogas; pero esas nunca nadie las va a ver.
Nuestro próximo invitado es Juan Manuel Strassburger.
Rostros luminosos. Rulos. Expresiones gráciles. Es la imagen fotográfica de unos rozagantes Abuelos de la Nada que la tienen en sus brazos a ella, la joven fotógrafa Andy Cherniavsky. Será 1982. Todavía la bota militar está sobre la cabeza del pueblo argentino. Pero el rock local está despojándose de tantas ataduras y oscuridad. Una camada de jóvenes viene a patear el tablero.
Cherniavsky es mucho más que una artista visual. Ella es la fotógrafa ilustrada del rock argentino en una década como la de 1980, en la que pasó demasiada agua bajo el puente. Es la memoria viviente de una época dorada y adorada. Una protagonista delante como detrás del mostrador. Mucho de esto se respira en su libro Acceso Directo (Planeta, 2020), las remembranzas de una vida con varias capas aunque el mismo espíritu: disfrutar y aprender, aprender y disfrutar.