El pasado lunes 5 se realizó en El Cultural San Martín un multitudinario y glamoroso evento denominado “Hecho en Argentina” en el que Netflix reunió a buena parte de la comunidad audiovisual local para presentar unas 20 producciones a cargo de un auténtico dream team con proyectos de Bruno Stagnaro (la serie “El Eternauta”), Juan José Campanella (una serie animada sobre “Mafalda”), Diego Lerman (“El hombre que amaba los platos voladores”, película con Leonardo Sbaraglia), Santiago Mitre (productor de “27 noches”, film dirigido por Daniel Hendler) y Daniel Burman (la serie “Las maldiciones”, también con Sbaraglia y basado en la novela de Claudia Piñeiro), entre otros. Subieron al escenario desde Ricardo Darín (el Juan Salvo de “El Eternauta”) hasta Adrián Suar, pasando por Griselda Siciliani y Santiago Korovsky, pero en ningún momento se hicieron referencias concretas a la enorme crisis que afecta desde hace 9 meses al cine nacional.
La posibilidad que tiene un reducido grupo de artistas consagrados de seguir filmando con financiamiento 100% privado por parte de los gigantes del streaming como Netflix, el grupo Disney, Warner (Max) o Amazon (Prime Video) es más que bienvenida (por los pasillos del citado evento otros cineastas adelantaban proyectos con la N roja aún no anunciados de manera oficial), pero no deja de ser un paliativo, un pequeño bálsamo, un oasis en el desierto en que se ha convertido una industria que generaba cada año mas de 600.000 puestos de trabajo de calidad y hoy tiene a buena parte de los jóvenes directores y de los técnicos desocupados o viajando a filmar en Uruguay, Chile, México o España.
Como si negara la profundidad de la crisis, la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina envió una carta para anunciar la próxima entrega de sus Premios Sur en la que casi tampoco se hacen menciones a la situación (“es muy importante y conmovedora la conciencia de continuidad y comunidad, seguir de pie por nuestra industria” es la única frase al respecto), pero se adelanta que la ceremonia a realizarse el lunes 26 de agosto en el Teatro Politeama tendrá “un pre-show con alfombra roja”. Más glamour en tiempos oscuros.
Tras un 2023 con muy buenos lanzamientos nacionales (“Los delincuentes”, “Puan”, “Trenque Lauquen”, “Cuando acecha la maldad”, “Blondi”) y un 2024 en el que el cine argentino viene cosechando premios en la Berlinale (“Un movimiento extraño”, de Francisco Lezama), en Cannes (“Simón de la montaña”, de Federico Luis) y en breve participará en las competencias oficiales de Venecia (“El Jockey”, de Luis Ortega) y San Sebastián (la mencionada “El hombre que amaba los platos voladores”), el panorama para lo que viene es desolador.
Si el plan de estrenos nacionales para las próximas semanas aparece como muy estimulante (en septiembre, por ejemplo, llegarán a las salas comerciales las valiosas nuevas películas de Martín Rejtman, Celina Murga y Luis Ortega), es porque esas producciones se concretaron entre 2022 y 2023. Un proyecto de ambiciones industriales demanda en el mejor de los casos no menos de dos años hasta su concreción y la parálisis actual se sentirá en toda su dimensión en 2025 y 2026, cuando prácticamente no haya estrenos nacionales en cines ni participaciones en festivales.
Enemigo público número uno
Ya desde los tiempos de su campaña presidencial Javier Milei había ubicado al cine argentino en general y al INCAA en particular en el centro de sus desaforadas críticas contra “las cuevas de ñoquis kirchneristas”. Y, si bien luego del tratamiento de la ley Bases, los legisladores evitaron cualquier posibilidad de (semi)privatización o cierre del organismo, el nuevo presidente del Instituto, Carlos Pirovano, avanzó en el vaciamiento (más de 300 despidos, un plan de retiros voluntarios y la eliminación de casi todos los planes federales), paralizó su actividad y dispuso a través del decreto presidencial 666/2024 un cambio radical en las reglas de juego para el financiamiento a la producción que el sector sintó como un (nuevo) golpe al corazón.
Si hasta ahora el 50% de los ingresos del INCAA se dedicaba al fomento de películas, ahora solo se destinará el 20% del total (durante el primer semestre de este año el Instituto recaudó casi 12.700 millones de pesos provenientes del impuesto del 10% a las entradas al cine y de los fondos del ENACOM). Además, para aspirar a cualquier apoyo del INCAA, una productora deberá demostrar que posee de antemano el 50% del financiamiento, cuando hasta ahora el aval del INCAA servía como punto de partida para luego buscar dinero de coproductores y fondos del exterior o concretar alguna venta adelantada a un streamer.
La otra decisión que afecta sobre todo a las compañías más grandes es que solo se podrá aplicar a un proyecto por año, lo que impedirá que las empresas con mayor estructura fija tengan continuidad. También se eliminó la Cuota de Pantalla (que tampoco se cumplía demasiado) por lo que cuando haya estrenos nacionales no tendrán ningún tipo de respaldo frente a la ocupación por momentos casi monopólica de las salas por parte de los tanques de Hollywood.
La industria audiovisual no solo está parada sino que además ha perdido el impulso que le proporcionaba el principal mercado latinoamericano (Ventana Sur se trasladará este año a Uruguay) y la próxima edición del Festival de Mar del Plata está en duda tras la partida del equipo anterior liderado por Fernando Juan Lima y Pablo Conde y la designación de los nuevos directores artísticos Jorge Stamadianos y Gabriel Lerman a poco más de tres meses de su inicio previsto para el 21 de noviembre.
Voces de la industria
En medio de esta coyuntura desoladora, elDiarioAR dialogó con referentes de distintos sectores (producción, dirección, distribución) del cine argentino.
Vanessa Ragone (Haddock Films), productora de -entre muchos otros títulos- la ganadora del Oscar “El secreto de sus ojos” y de varias producciones para Netflix como “Elena sabe”, asegura que “la nueva legislación desconoce más de 30 años de consolidación de la actividad cinematográfica como industria cultural, un plan que va plenamente en contra de la actividad, que no se corresponde con lo que pasa en ningún otro país donde el Estado entiende al cine como una fuente de trabajo, de promoción cultural, de industria y condena en la práctica a cualquier empresa audiovisual nacional, ya que quiebra la cadena productiva, impidiendo que una productora pueda gestionar varios proyectos a la vez. Desde la discusión de la primera Ley Bases hasta ahora ha sido voluntad del gobierno cerrar el INCAA o limitar drásticamente sus funciones y este plan es la prueba concreta de eso.”
“Los dichos del vocero Manuel Adorni, del ministro Federico Sturzenegger y de quienes los reproducen -agrega Ragone- están basados en una enorme ignorancia sobre la actividad, una cantidad de prejuicios asombrosos y sí, la construcción de un enemigo (en este caso los cineastas, actores y productores) para esta batalla cultural de la que habla el presidente Milei. Construir un enemigo es una manera de aglutinar voluntades y ubicar a un sector, cuyo aporte social es de contenido simbólico (además de concreto, económico e industrial). Se trata de un camino fácil y simplista que surge de hacerle creer a la población que sus males están vinculados con el fomento de la actividad y que, si ese fomento desaparece, sus males también desaparecerán. Sabemos que esto no es cierto, pero en este momento el discurso de odio está instalado. El tiempo, con la lamentable destrucción que traerán estas políticas, demostrará que este desgüace de una actividad cultural y productiva es extremadamente nociva para el país”.
Adorni dio como ejemplo y justificación del vaciamiento del sector a “Camuflaje”, documental de Jonathan Perel que aplicó al subsidio más bajo del INCAA, la Vía Digital, que ni siquiera obliga a estrenar en salas (recibió 1.800.000 pesos). Según figuraba en la base de datos del Instituto, este film con Félix Bruzzone sobre las implicancias históricas y políticas de Campo de Mayo fue visto por apenas 20 personas, pero esa cifra correspondía a una sola proyección en Córdoba. En verdad, “Camuflaje” tuvo su estreno mundial en la prestigiosa Berlinale, fue premiado en el BAFICI, se presentó en otra treintena de festivales como Cinéma du Réel y Toulouse (Francia), FICUNAM (México), Visions du Réel (Suiza), IndieLisboa (Portugal), Viennale (Austria), IDFA (Países Bajos) y La Habana (Cuba), se proyectó en la Sala Lepoldo Lugones (180 espectadores) y se exhibió en el Canal Encuentro. No parece, por lo tanto, el caso de un film que haya pasado inadvertido aquí ni en el exterior ni que le haya demandado al Estado un gasto signficativo.
Mariano Llinás, director de elogiadas películas como “Historias extraordinarias” y “La Flor” y uno de los socios de la productora El Pampero, opina que “hay una puesta en escena de una farsa. Nadie del gobierno parece tener nada concreto en la cabeza cuando habla de cine argentino. Es, como se decía hace algún tiempo, un 'significante vacío'. De hecho, cuando uno indaga un poco en las imágenes que encienden el odio de nuestros detractores descubre que son completamente caprichosos: Andrea del Boca, los actores kirchneristas, las películas en las que Víctor Laplace hacía de Perón o sobre desaparecidos. Es decir, un panorama imaginario, del todo ajeno a lo que realmente pasa en el cine nacional, que, como cualquiera con mínima curiosidad puede comprobar, es un universo complejo y fértil, algunas de cuyas mecánicas virtuosas (como el aluvión de películas independientes, hechas sin subsidio o con subisidios mínimos) son únicas en el mundo. Frente a ese territorio particularísimo, que requiere un análisis minucioso, la aproximación del gobierno es tosca e infantil, belicosa, hostil, solo interesada en la rentabilidad de taquilla, que ha dejado de ser el elemento central para evaluar la trayectoria de una película desde hace treinta años. Es probable que quienes tienen que corregir los desmanejos e impericias del INCAA no sepan quién es Lucrecia Martel y no hayan oído hablar nunca de Martín Rejtman”.
Por su parte, Manuel García, responsable de Cinetren, una de las distribuidoras que más se ocupa del lanzamiento de películas nacionales, indica que “el Plan de Fomento, una vez más, dice muy poco sobre audiencias, y lo que dice parece más una amenaza que una oportunidad. La idea de que se va a apoyar solo al cine exitoso es, como muchas propuestas de esta gestión, fruto de la ignorancia, de la mala fe, o de ambas. Si bien es cierto que el cine argentino no le prestó la suficiente atención al público durante mucho tiempo, volver a hablar de éxito en términos generales y desde el más completo desconocimiento revive ese prejuicio en el que el arte y la cultura están de un lado, y el negocio o el espectador del otro. Es una idea que atrasa mil años y la pérdida de una oportunidad de unir esos dos mundos para nuestro cine”.
Con respecto a los posibles planes de acción frente a esta coyuntura, García destaca que “desde el sector hay propuestas de consenso como el proyecto de una nueva Ley de Cine que surge del Espacio Audiovisual Nacional y que ya está presentada en el Congreso, pero no veo todavía acciones organizadas a la altura de la agresión que está sufriendo nuestra industria, ni un respaldo fuerte de la dirigencia al sector de la cultura. Ojalá sea una cuestión de tiempo, de superar el aturdimiento, y que la unión nos permita no tanto recuperar lo que había sino forjar un cine nacional más fuerte no solo en términos de fomento, sino sobre todo en términos de circulación y audiencias. Es la forma de salvarnos y también de prevenir este tipo de ataques en el futuro”.
DM/DB