Lo más increíble de los milagros es que suceden, dice el candoroso Padre Brown de Chesterton. Lorena Vega puede dar fe: cuando la actriz, dramaturga y directora presentó Imprenteros en septiembre de 2018, en el Rojas, estaba a años luz de imaginar que su obra iba a enamorar al público y a la crítica, que superaría los cuatro años en cartel -salvando la cuarentena-; que rotaría por muy distintas salas, incursionando incluso en la calle Corrientes; que participaría en eventos y festivales; que llegaría a España y que se convertiría en un bellísimo libro y en un documental que ya está a punto de iniciar el proceso de montaje.
Ni la multiplicación de los panes y los peces que narran los cuatro evangelistas tuvo tanto público (“cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños”, dice Mateo) como el que hasta estas fechas ha convocado Imprenteros. Vale recordar que aquel milagro aconteció cuando Jesucristo intentaba estar a solas luego de saber de la muerte del Bautista, cuya cabeza había pedido Salomé. Pero la multitud se fue acercando en busca de su palabra. Y resulta que uno de los jalones en el avance imparable -logrado con las mejores artes- de Lorena Vega fue su Salomé de chacra, esa gema de Mauricio Kartun -relectura campera del mito bíblico- estrenada en 2011 en el Teatro San Martín. Un suceso que continuó en 2012, en el Teatro del Pueblo.
Y fue en ese año cuando la intérprete de Kuala Lumpur (2006), la directora de espectáculos como Cabaret Lagarce (2007), sacó a relucir en la tevé a la comediante desinhibida que anida en ella gracias al programa en vivo La pelu, que protagonizaba Florencia de la V. Allí, Vega hacia a una mujer policía más bien chanta que era un desprendimiento de Amor a tiros (2009), de Bernardo Cappa. En una entrevista que esta cronista le hizo en 2017, Lorena declaraba que ese trabajo le había dado “grandes satisfacciones”, y que “cuanto terminó en 2013, entre lágrimas, Flor me abrazó, me elogió, me auguró que me iba a ir de maravillas: Esto recién empieza, vos tenés algo especial…”. Aunque el talento y la creatividad de LV ya eran suficientemente reconocidos, Florencia de la V -una actriz que se diría ajena al teatro off- supo valorarla cuando la eligió en un cásting para el rol de “la Buchanelli”, cuando le abrió cada vez más espacio en su programa.
Desde ese entonces, en poco menos de diez años, y sin pretender abarcar toda la gama de su quehacer artístico, vale mencionar que Vega, siempre descollante, estuvo en Las mutaciones (2015-2016), Parias (2017), Todo tendría sentido si no existiera la muerte (2017-2020), Yo, Encarnación Ezcurra (2017, hasta el presente retomando funciones), La vida extraordinaria (2018, del Cervantes pasó a Timbre 4, donde permanece), Las cautivas (2021, se repone a mediados de septiembre en el San Martín). Y en 2021, dirigió Precoz, adaptación de la novela de Ariana Harwicz.
En 2018, pues, Lorena Vega brinda ese gran gesto teatral que es Imprenteros, obra con marcado sesgo autobiográfico que se sigue representando y que ahora se ramifica en el libro de Ediciones DocumentA/Escénicas, y en el documental, producido por Ají Molido, que la intérprete y dramaturga está dirigiendo con su marido, el notable cineasta Gonzalo Zapico (que la condujo en el film El bosque de los perros, 2017), para estrenar en 2023. En 2015, Lorena actuó junto a Pablo Brichta en el muy estimable corto La humedad, cuyo guion Zapico escribió tomando rasgos de la personalidad del padre de ella, Alfredo Vega, y aludiendo a la tensa relación entre ambos, con Julio Sosa en la banda sonora. Es decir, en esta realización hay un primer bosquejo de lo que se abriría con amplitud en la obra teatral.
Volver a ver Imprenteros en 2022, habiendo asistido al estreno en 2018, podría tomarse como otra confirmación de que los milagros ocurren: el espectáculo sigue tan vivo, tan emocionante, tan gracioso, tan capaz de demostrar que con casi todo se puede hacer teatro si se encuentra la formulación escénica precisa. Se encienden las luces, Lorena Vega de pie frente a la platea, la mata de pelo atada y vestida con sencillez, dice su nombre, su edad, y el flechazo con el público se reedita. Un pacto de verdad queda establecido al instante.
Gestación y nacimiento del libro
¿Qué otro objeto más apropiado que un libro para extender, ahondar los alcances de Imprenteros? Lorena Vega lo tenía claro cuando, con su hermano Sergio, fue hacia Gabriela Halac en 2019. Una elección más que acertada.
Fundadora y directora de DocumentA/Escénicas, editorial y espacio cultural independiente de la ciudad de Córdoba, Halac es poeta, ensayista, docente, varias veces merecedora del Premio Alberto Burnichon, partidaria del trabajo autogestivo motivado por el deseo de que artistas locales e internacionales se encuentren en un sitio de creación y búsqueda de estrategias para la colaboración. DocumentA se embarca en la producción de proyectos escénicos y literarios, talleres, encuentros y residencias, asumiendo la edición como práctica artística, propiciando el trabajo directo con los autores. Ha publicado libros con la firma de Emilio García Wehbi, Juan Forn, Sergio Blanco, Ileana Diéguez Caballero, la propia Halac, entre otro/as.
Imprenteros es en estos días un libro que de solo tenerlo en las manos y hojearlo, deleita los sentidos: el tacto, la vista, el olfato. Tal la calidad del papel, del diseño, de las imágenes, de la impresión. Y ese perfume de la tinta que conjuga con las viejas máquinas de la imprenta de Alfredo Vega, presentes en la tapa, en el interior del libro y en el afiche que atesora la sobrecubierta desplegable que por afuera ofrece una sugerente tapa en azul y negro, amén de un comentario incitante de Camila Sosa Villada (“si usted está en una librería leyendo esta contratapa, no dude en ir al mostrador, pagar y llevárselo”). Por dentro, en el mentado afiche, los tres hermanos en ropa de trabajo posando con actitud desafiante en el taller paterno que les fue confiscado, como dueños legítimos del lugar. Del otro lado, instrucciones de Sergio Vega para diseñar una etiqueta sin computadora.
En el interior, belleza constante en blanco y negro, algunos elocuentes toques de color. Parte de las admirables fotos originales de las máquinas que tomó en 2006 el artista César Capasso cobraron nueva vida mediante el montaje que hizo en 2018, incorporando imágenes actuales de Lorena, Sergio y Federico, una forma poética de hacer esa justicia que logra en su totalidad la obra. Hay fotos irresistibles ligadas a la historia familiar, sobreimpresiones que coquetean con el cine… Y escenas significativas de la obra de teatro: el fantástico baile inspirado en el sonido de las máquinas hecho música por Andrés Buchbinder; los actores y las actrices que hacen los personajes de la vida real, sentados en el escenario como público que mira la proyección de la desopilante fiesta de 15 de la protagonista. En todos los casos, los epígrafes a cargo de quien lee. Aparte de la pieza teatral, hay más textos: de Lorena sobre ella misma, sobre sus hermanos, los detallados agradecimientos. Al cierre, Gabriela Halac entrevistando a Sergio. Y dos yapas encantadoras: la rosa que engalanaba la invitación a aquella fiesta impresa en el programa de mano escrito en letra cursiva inglesa, como desde el estreno, pero ahora en papel satinado, y una plancha con stickers de las etiquetas de quesos, aceites, sidras que creaba e imprimía Alfredo.
Gabriela Halac responde así a las consultas de elDiarioAR:
“El primer encuentro con Imprenteros ocurrió cuando Lorena y Sergio fueron a verme a la Feria de Editores en 2019; ella me acercó su deseo de hacer un libro con su obra, y yo le conté mi forma de trabajo. La propuesta reunía todos los condimentos que me interesan: el teatro, el libro, la imprenta, la memoria, los vínculos. El desafío era superinteresante y conocerlos a ellos empezó a construir un campo magnético y de entusiasmo muy particular. Hubo otro encuentro en una sala de ensayos en Palermo: allí se desplegaron las fotos en el suelo, empecé a conectar con el proyecto. Pero había que imaginar algo que no fuera solo publicar la obra; el material tenía mucha potencia y para explotarla había que pensar en la propia narrativa del libro.
Durante 2020 hice una entrevista-conversación con Sergio por zoom y empezamos a ensayar este nuevo contenido que se relacionaba con meterse más en la intimidad de la historia y con desarrollar la perspectiva del oficio de un trabajador gráfico en la Argentina, ya que este tipo de imprentas pequeñas, familiares, están en permanente riesgo de cierre.
En enero de 2021 fui a Buenos Aires y asistí a una función de Imprenteros (que solo había visto en video). El primer espectáculo presencial, con aforo reducido y todos con barbijo. El libro se gestó en pandemia y las dificultades propias del momento favorecieron que Lorena dispusiera de más espacio para dedicarse a este proceso. Compartíamos a distancia archivos, fotos, el texto de la obra. Pero necesitábamos volver a encontrarnos para profundizar las preguntas que surgirían de un nuevo esquema de contenidos.
El primer fin de semana de abril de 2021 llegaron los hermanos Vega a Ascochinga, un pueblo de menos de 400 habitantes, con la angustia pandémica a cuestas pero con muchas ganas de empezar a trabajar. Con ellos llegaron los materiales ya compartidos: el álbum de fotos, las etiquetas. Y empezaron las charlas, las preguntas, las caminatas, los ensayos, las imaginaciones de un libro posible. Después, Lorena se puso a escribir los nuevos textos, trabajamos en las definiciones narrativas, pensamos claramente el libro como obra, como dispositivo, como objeto. En la edición se puede ver, por ejemplo, el ensayo de fotos que en la editorial llamamos Kintsugi: el gesto de reparar las fotos cortadas que sacaba la mamá de Lore, haciendo entrar más gente en la imagen en una suerte de poética de la recomposición familiar. Una vez concluido el diseño editorial, llegó la parte tan esperada, la imprenta: el hecho extraordinario de que Sergio imprimiera el libro en Latingráfica, donde trabaja actualmente, y así poder terminar el trabajo en ese ritual colectivo de intercambio de saberes, extraordinario en muchos sentidos. Por la emoción, la gran predisposición de todos para contribuir a que el libro fluyera en una jornada de impresión maratónica de 12 horas. Cuando terminó ese día hermoso, Sergio comentó: ´Como diría mi viejo, ya hicimos lo más difícil, ensuciar el papel’. De esto, y de muchas otras cosas llenas de gestos, afectos y anécdotas está hecho este libro“.
Imprenteros, el libro se presenta el miércoles 7 de septiembre a las 19, en la Federación Gráfica Bonaerense, Paseo Colón 731. Charlas con los autores, la editora, el fotógrafo, e instalación artística.
Imprenteros, funciones: 9 de septiembre, Centro Comercial e Industrial de Lanús.
4 y 6 de octubre, Festival internacional del Uruguay (FIDAL 2022)
19 de octubre, Festival Semana Anfibia, en la UNSAM
21 y 22 de octubre, Teatro 25 de mayo, CABA
9, 10, 16 y 17 de diciembre, Teatro Picadero
MS