Con más de 25 libros de literatura infantil y juvenil publicados y traducidos a varios idiomas, Martín Blasco es uno de los pocos autores que puede jactarse de combinar éxito de ventas con el prestigio dado por premios internacionales y argentinos, como el Prix Farniente de 2019, la lista The White Ravens de 2007 y 2012 y el Primer Premio Nacional de Literatura Infantil de este año, con su novela “En la senda del contrario”, entre otros. Una voz original que se corre de los imperativos de la época y concibe a la literatura con un lugar para la ambigüedad.
¿Cómo te cayó haber recibido el Premio Nacional? ¿Lo esperabas?
La verdad, no lo esperaba para nada, así que en ese sentido fue una linda sorpresa. Y es obvio que lo recibí con muchísima alegría. Por otro lado, lo gané con un libro, “En la senda del contrario”, que es una novela que se aleja bastante de lo que se supone es la literatura infantil y juvenil. De esas historias que, mientras las escribís, te preguntás “¿Alguien me publicará esto?” Venía de un éxito muy grande con la anterior, “La oscuridad de los colores”, así que sabía que era el momento para ponerme un poco caprichoso. La primera versión la escribí hace casi veinte años, a mis veinti pocos, y quedó guardada por ahí hasta ahora. Y tiene que ver con una corriente literaria y filosófica fundamental en mi vida como lector y como persona, el sufismo.
¿Cuándo empieza tu relación con la literatura como lector y luego como autor?
Vengo de una casa en donde no había plata, pero sí libros. Por todos lados. Incluso en el baño, el placard era mitad toallas, mitad libros. Así que tuve acceso a la lectura desde siempre. Y recién de adulto y dedicado al tema, descubrí que de chico había leído muy buena literatura infantil: Rodari, Ende, Goscinny, Walsh, Bornemann. Punto para mis padres, en ese aspecto. Y como autor me llevó tiempo. Me enamoré del cine y mi deseo era ser director. Pero en Argentina no es tan fácil. Luego, cuando fui padre, a los 27, descubrí la literatura infantil y juvenil, y encontré el lugar perfecto para mi escritura.
Hay una tendencia muy notable a hacer pedagogía a través de los libros, sobre todo cuando son para chicos o jóvenes, pero no es tu caso ¿Por qué?
Siempre está esa confusión entre literatura infantil y pedagogía, la idea de que la literatura infantil debe enseñar cosas. La literatura es lo contrario de eso, no porque esté mal enseñar, hay muchos otros lugares para la pedagogía, pero la literatura es el terreno de la ambigüedad, de la multiplicidad de posibilidades de interpretación; una historia es sobre todo posibilidades, mientras más, mejor. Otra cosa es que a través de lo que alguien escriba, pueda verse su forma de pensar. Eso es inevitable, pasa también con la literatura para adultos, nadie está fuera de su época y de su contexto. El problema es cuando quien escribe para chicos arranca la tarea pensando “voy a escribir sobre este tema, para enseñarles a los chicos tal cosa”. Insisto, la literatura no es eso, si un libro como el Quijote sigue teniendo sentido quinientos años después, es porque no tiene un único mensaje, de hecho, en distintas culturas y distintas épocas, se lo interpreta de forma totalmente diferente. Ahí es donde la literatura se separa de cualquier otra forma de conocimiento y esa es su riqueza, desde el Quijote hasta la cosa más sencilla que podamos escribir. Y esto es así porque una novela, un cuento, una poesía, la termina el lector. La mejor literatura es la que deja espacio al otro, al que lee, y no es distinto con la literatura infantil. La lectura tiene que ser un momento de libertad.
Alguna vez dijiste que, pese a escribir libros que son leídos pos niños y jóvenes, en última instancia, pensás la literatura como una sola…
Si soy sincero, la verdad es que yo no escribo para chicos, ni para jóvenes, mientras escribo no pienso en ellos, aunque luego sean mi público. Porque yo no sé cómo piensan ni cuáles son sus gustos, tengo contacto con ellos, por supuesto, porque voy mucho a escuelas, como todos los escritores de literatura infantil, pero al escribir, escribo sobre lo que a mí me interesa y conmueve. Pienso que, si algo me hace reír, sorprende o gusta, puede pasar lo mismo con ellos. Quizás tiene que ver con que la mayoría de mis libros en mi cabeza nacieron como películas. Y luego las fui convirtiendo en novelas juveniles o infantiles. Lo que encontré en la literatura infantil y juvenil es mucha libertad. Al contrario de lo que se podría pensar, no me condiciona. Puedo pasar del humor a la ciencia ficción, a la novela historia, puedo ser realista o fantástico. Escribir literatura infantil y juvenil implica, desde un libro álbum que le leerán a un recién nacido, hasta una novela de 300 páginas que leerá un chico de 17 años. Eso permite todo tipo de estilos y experimentaciones, de las cuales disfruto mucho. Mi costado esquizofrénico es feliz pasando de escribir una historia protagonizada por un caracol y un bicho bolita, a una novela de terror histórica con experimentos psicológicos, o un cuento sufí.
Tu escritura es muy visual, supongo que por tu formación en cine y tu trayectoria en televisión ¿Qué recordás de esos mundos y qué pensás de las posibilidades de la posibilidad de adaptación a las pantallas de tus libros?
Primero me gusta siempre aclarar que, salvo excepciones, no hay escritura menos visual que la que se parece a un guion cinematográfico. El guion cinematográfico es lo menos visual del mundo, con una justa razón: dejarle libertad al director. Se limita a diálogos y una descripción mínima: “Juan y Claudia están parados en la esquina”, porque lo visual va a venir justamente de la imagen misma, y lo peor que puede hacer un guionista es condicionarla. Así que las novelas escritas como guiones, en realidad son muy poco visuales. Te diría que eso es lo principal que aprendí, que hay que crear imágenes con palabras, alejarse lo más posible del guion. Quizás tiene que ver con haber estudiado dirección de cine y no guion, aunque también trabajé muchos años de guionista y lo sigo haciendo. Por lo que dicen mis lectores, “La oscuridad de los colores” sería el libro a adaptar, siempre piden que haya película o serie con ese libro. Por ahora hay alguna posibilidad de que suceda, pero son cosas que llevan tiempo. De cualquier manera, tengo claro que una buena adaptación debe alejarse del original y crear su propio lenguaje.
NG