Thomas Mann recibió la llamada cinco años después de publicar La montaña mágica, Gabriel García Márquez descolgó el teléfono cuando sus Cien años de soledad cumplían edad adolescente y Bob Dylan lo ganó mientras al mundo entero se le descolgaba la mandíbula de la sorpresa. A Tolstói, Proust, Virginia Woolf o Borges la Academia Sueca nunca les dijo nada. El Nobel de Literatura, que lleva anunciándose el primer jueves de octubre desde 1901 —casi sin interrupción—, tiene todavía mucho de misterio.
“La prueba de que sigue de manera bastante estricta sus propias reglas es que nadie, salvo la propia institución, es capaz de explicar a ciencia cierta su selección de autores”, bromea Álvaro de la Rica, doctor en literatura en la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA). Para él, aunque se trata de un premio con “enorme prestigio” y se parte de que quienes lo ganan gozan de “cierta calidad literaria” puede estar teñido de una dimensión política: “A Borges no se lo dieron porque apoyó la dictadura argentina”, asegura para apuntar que considera que hay una serie de directrices marcadas en lo práctico, lo ideológico, lo formal y lo estético.
Luego están las excepciones: “Imagino que ahí el factor humano tiene mucho peso: las tensiones, rivalidades e influjo que puedan tener los miembros de la Academia y figuras afines”, comenta de la Rica para declarar que es una academia “muy” cerrada. “Han sido muy discretos con su proceder y por eso hay tanta especulación, de manera que uno dice una cosa y otro su contraria”, zanja.
Alterna continentes
Una situación que también ocurre en este artículo. El novelista Gonzalo Torné disiente en cuanto al posible influjo ideológico: “También se lo dieron a Vargas Llosa (2010) cuando ya se había presentado a las elecciones peruanas o al propio Saul Bellow (1976), que estaba en contra de la sanidad pública”, ejemplifica en declaraciones a este diario. En lo que sí están de acuerdo es en el carácter rotatorio del galardón, que va pasando de un continente a otro.
“Los mecanismos los dicta un poco la historia”, apunta el escritor Jordi Corominas, “solo hay que mirar la frecuencia de los países. Francia, por ejemplo, suele ganar uno cada 8 años, más o menos. Estados Unidos tiene un ritmo raro y en España —que cuenta con ocho premios en total—, que cae poco, teníamos una fijación por Marías después de haberla tenido con Cela o Vargas Llosa”, expone.
Requisitos para ser un autor con posibilidades al Nobel: tener una trayectoria, ser recomendado y/o nominado por profesores de literatura o académicos y, sobre todo, estar traducido al sueco
Hay pocas cosas claras en torno a todo lo que rodea al Nobel. Una de ellas son los requisitos para ser un autor con posibilidades: tener una trayectoria, ser recomendado y/o nominado por profesores de literatura, académicos, etc y, sobre todo, estar traducido al sueco. Hasta ahí todo claro, lo demás son tribulaciones más o menos fundadas. “El enigma es parte de su encanto”, apostilla Corominas.
Opacidad y escándalos
Tarde o temprano todo se ensucia. También la Academia Sueca que, en 2018, tuvo que cancelar la entrega del premio y la consiguiente ceremonia por un escándalo que había salido a la luz en noviembre de 2017, cuando Jean-Claude Arnault, marido de la poeta y académica Katarina Frostenson, fue acusado de repetido abuso sexual.
Por si fuera poco, la figura de Arnault, una personalidad respetada e influyente en la escena cultural nórdica, empezó a levantar suspicacias sobre su influencia. “No hay que olvidar que Arnault es de origen francés y Francia es el país con más Nobel bajo el brazo”, comenta de la Rica convencido de que, al igual que ocurre con premios nacionales y a pequeña escala, “también hay gente que hace sus tejemanejes con esto”.
Como este, a lo largo de la historia del premio, ha habido casos que han hecho levantar la ceja a más de uno. Uno de ellos es el de Pablo Neruda, que recibió la llamada de la academia dos veces.
Neruda 'cancelado'
Quizá Neruda sea el único escritor que supo que le iban a dar el Nobel y no se lo dieron hasta varios años después de avisarle por primera vez. Porque a los autores se les avisa antes de hacer público el anuncio desde que Jean Paul Sartre lo rechazase en 1964.
“Fue todo por culpa de una conspiración del poeta uruguayo Ricardo Paseyro”, explica en declaraciones a este diario Patrizia Spinato, doctora investigadora en el CNR italiano y autora del artículo, Ciò che resta di una polemica nerudiana en Quaderni iberoamericani.
Spinato explica que, en el Nobel, como ocurre con muchos otros premios, la academia recibe cartas de recomendación de críticos e intelectuales en general que intentan influir en las decisiones finales. Es el caso de Ricardo Paseyro, poeta y diplomático uruguayo que había trabajado con el propio Neruda antes de volverse en su contra y que, a ojos de Spinato, estaba obsesionado con la notoriedad: “Encontré una carta que Paseyro había enviado a Giuseppe Bellini —estudioso y amigo de Neruda— sobre cómo había evitado e iba a evitar que el chileno recibiera el Nobel. Consiguió retrasarlo ocho años”, desarrolla la italiana en declaraciones a este diario.
El poeta y diplomático uruguayo Ricardo Paseyro, que había trabajado con Pablo Neruda, consiguió evitar que se le diera el Nobel durante ocho años
Para Spinato, la figura del uruguayo es muy interesante: “Paseyro tenía muchos contactos, no hay que olvidar que era diplomático, y consiguió llegar hasta la Academia Sueca. Les decía cuáles eran los puntos débiles de Neruda y lo despreciaba en sus escritos”, cuenta para añadir que, además, después siempre incluía una selección de poemas propios. A ver si colaba. “Al final, hoy nadie sabe quién fue Paseyro y todo el mundo ha leído algo de Neruda, independientemente de los escándalos e historias personales que, con los años, se han sabido del escritor”, observa la académica.
Sin embargo, por todo ello, Spinato no duda al concluir que, aunque sea un premio serio, también hay presiones por parte de los intelectuales en general. “Lo que no sabes a ciencia cierta es qué pasa al final, después de que la Academia reciba las cartas”.
Los juegos de sombras de las casas de apuestas
En España, durante los últimos años, el nombre de Javier Marías ha protagonizado muchas de las quinielas del panorama cultural patrio. Pasó también con Camilo José Cela o Mario Vargas Llosa. La diferencia es que, al final, ambos autores sí acabaron consiguiendo el galardón. Al madrileño quizá no le dio tiempo o puede que su nombre nunca sonase más allá del deseo de otros. “Sí que existen candidatos, claro, pero que se sepan o que se diga de Marías eso de eterno candidato al premio Nobel carece de fundamento, no podemos saberlo”, subraya Corominas, quien cree que se habla “de manera gratuita” sobre el tema.
El motivo es simple, los estatutos de la Fundación Nobel restringen la divulgación de información sobre las nominaciones durante 50 años. La restricción se refiere tanto a los nominados como a los nominadores, así como a las investigaciones y dictámenes relacionados con la concesión del premio. Todo lo que hay hoy es especulación sin fundamento más allá de la propaganda. Y ahí es donde entran en juego las casas de apuestas, los deseos editoriales y el empuje de críticos y personalidades ilustres, como demuestra el singular caso Paseyro.
“Estoy seguro de que hay un negocio enorme alrededor al igual que ocurre con el fútbol”, comenta Torné para señalar una importante diferencia entre las quinielas y los galardonados en pasadas ediciones. “Abdulrazak Gurnah, Svetlana Aleksiévich o Coetzee en su momento eran grandes desconocidos para el mundo, mientras que los escritores que aparecen en las listas deben ser famosos para que la gente vote”, argumenta y añade que, a veces, “esos juegos” van en detrimento de la literatura.
El mundo de la literatura es vasto, inabarcable, lo más probable es que desconozcas al ganador del Nobel, y ahí reside buena parte de su valor. No es una competición
Sin embargo, Torné subraya que se trata de negocios que surgen alrededor del Nobel y no tienen nada que ver con el mismo. “Lo que ocurre es que luego hay gente que se enfada porque no gana su favorito. La literatura va mucho más allá de las novedades del año o los premios que se dan en Estados Unidos”, critica.
El caso de los africanos —el continente menos galardonado— a ojos de Torné es particular. “Hay un componente de ideología nacionalista, a nadie se le ocurre decir de un francés que no lo conoce. Lo buscan y hacen ver que lo han leído”, ironiza recordando cómo en 2021 hubo, a su juicio, una suerte de “cabreo idiota” porque en España se desconocía la figura de Gurnah y no había siquiera obra traducida. “El mundo de la literatura es vasto, inabarcable, lo más probable es que desconozcas al ganador del Nobel, y ahí reside buena parte de su valor. No es una competición”, finaliza Torné.
En definitiva, las listas que se propagan cada año —en 2022 destacan Mircea Cartarescu, Margaret Atwood, Michel Houellebecq o Anne Carson— no tienen ningún fundamento real a ojos de todos los entrevistados. “A Stephen King, por ejemplo, se le nombra porque es el autor más conocido del género de terror y el tema de Murakami es una broma recurrente”, opina el novelista. “Evidentemente, siempre se eligen nombres que cumplen los requisitos básicos, que podrían optar al galardón y que, en alguna ocasión, lo consiguen, pero no es más que una lotería a ciegas”, apunta de La Rica.
Escritor contra escritor
Si se visita la hemeroteca, puede comprobarse que hasta el propio Marías se burlaba del fenómeno burbuja en torno a la “supuesta eterna candidatura de Cela” en el artículo Monoteísmo literario publicado en el Diario16 de 1987, dos años antes de que al gallego, al fin, le sonara el teléfono. A continuación, un extracto:
“[...]Cela sigue siendo ‘el mejor escritor español vivo’ desde los años 40, hasta el punto de que tal aserto se diría ‘una idea fija’ más que una recibida. ¿En verdad no ha sucedido nada en literatura en España en 40 años? ¿Nada en absoluto que pueda poner en entredicho (si es que no negar) tal idea fija, tal lugar común? No sé de ningún país —exceptuando quizá los de muy pobre tradición literaria— que se cierre todas sus puertas para abrir sólo una de par en par. [...] y añadiría: ”Pero es que además Cela no solo es el mejor, sino también el más conocido fuera de España y, por tanto, el único con posibilidades de Nobel“. Me pregunto si es así de veras.”
Un fenómeno que varias décadas volvería a repetirse con una cara distinta. La suya. Sin embargo, para saber si llegó a rozar el galardón con la punta de los dedos habrá que esperar un buen puñado de años.