Hay imágenes nunca vistas para un personaje que vivió en un reality show permanente y grababa todo lo que hacía (desde visitas al médico hasta una parada técnica rumbo a la costa en una estación de servicio, pasando por las calles de Nueva York, Miami, Roma). Hay imágenes vistas, pero poco recordadas (su entrevista con Carlos Menem, la visita afectuosa que recibió de Diego Maradona durante una temporada en Mar del Plata, un desfile con chicas que le armaron en la pista de Bailando por un sueño que visto hoy resulta violento). Hay testimonios desgarradores (un amor de la juventud, un chico que soñaba ser como Fort y se le parece bastante, la hija diciendo que vivir rodeados de 50 personas por día es algo “un poco turbio” para cualquier niño). Hay recreaciones, escenas que podrían haber ocurrido si Ricardo Fort no hubiera muerto el 25 de noviembre de 2013, situaciones oníricas (un casting de personas parecidas a Fort a cargo del dramaturgo José María Muscari, un videojuego con los hijos como protagonistas). Como un claro intento por evitar cualquier estereotipo –alrededor del personaje en sí, pero también sobre lo que se supone que debería ser una serie documental biográfica– desde hoy llega a la plataforma Star+ El comandante Fort, una producción de cuatro capítulos sobre la vida de Ricardo Fort.
“¿Quién fue? ¿De dónde salió? ¿Adónde iba? ¿Habrá llegado? ” son algunas de las preguntas que aparecen durante el primer episodio de El comandante Fort. Interrogantes para un personaje que pululó por la televisión argentina apenas cinco años, pero que vuelve todo el tiempo como guiño en un sticker de Whatsapp, como broma de las redes sociales, como meme. Que mostró su vida en YouTube mucho antes que cualquier youtuber. Que pese a su deseo y a sus múltiples intentos tuvo una carrera fallida como cantante. Que no era exactamente un empresario, sino el heredero de una fortuna que se encargó de dilapidar más que de hacer crecer. Que en su búsqueda de cariño y fama exhibió mucho y calló bastante. Que tuvo dos hijos por subrogación de vientre cuando no se hablaba de esa posibilidad. Que intervino sobre su cuerpo hasta el exceso y murió en un sanatorio porteño a los 45 años.
Contada en cuatro fragmentos bien diversos, con testimonios de sus hijos Felipe y Marta Fort, de quienes lo conocieron y de quienes trabajaron con él en la televisión, la serie no oculta las contradicciones del personaje, sus inquietudes, sus búsquedas a veces desmedidas, cancheras y exhibicionistas. Hay imágenes de sus arranques de furia y hay también videos de su intimidad familiar, con sus hijos y sus sobrinos.
Algo distintivo de la realización, que cuenta con el aval de la familia y por lo tanto tiene el tono inevitable de cualquier relato más o menos oficial, es que mientras se realizaba la investigación fue encontrado un diario íntimo de Fort del que nadie tenía registro. Algo de ese material es leído por los propios Felipe y Marta y también por Gustavo Martínez, ex pareja de Fort y tutor de los herederos, quien murió pocos meses después de la grabación que hizo para esta serie.
Los capítulos
El primer episodio de la serie, titulado Mediático y de un poco más de una hora de duración, sirve como una introducción al planeta Fort. Relatado con voz de fábula por el actor Claudio Rissi, en este capítulo Fort es el protagonista saliente a través de imágenes de archivo. De hecho, todos los testimonios (de periodistas, de compañeros de escena y televisión) aparecen en off. Entre los grandes rescates, están la entrevista que le hizo a Carlos Menem (el ex presidente le dice “querido Ricky” y se muestra afectuoso), un viaje insólito que hace a Bell Ville, en Córdoba y un cumpleaños en Esperanto, el boliche que se había convertido en la casa del mediático y donde se sentía realmente querido.
El trabajo de los guionistas, entre los que está el escritor Juan José Becerra, se nota a la hora de buscar un relato que va de un brillo tenue, sostenido con el dinero de Fort, hasta la gloria mediática y el ocaso. También se traslucen las intrigas y las miserias del star system local, que veía a Fort a veces como un simple excéntrico, a veces como una amenaza a pura billetera y a veces como un potencial inversor. “La fama es la gloria que desaparece cuando la tocás”, preanuncia el actor a cargo del relato y, más adelante, “la fama te recibe en primavera y te despide en invierno”.
El segundo episodio, bajo el título de Libre, es quizás el más conmovedor y singular. Aquí el centro está puesto en el rechazo paterno que padeció Fort de Carlos, el patriarca chocolatero, y en la vida que Ricardo armó como pudo, hacia finales de los ‘80 y comienzos de los ‘90, en Miami. Hablan sus parejas, habla un fotógrafo que lo retrató, hablan personajes de la noche gay de una ciudad y de un tiempo distinto. Habla el mismísimo Fort en un insólito programa de televisión local llamado A oscuras pero encendidos, donde lo obligan a hacer la entrevista sin camisa para deleitar “a las mujeres”. Se cuentan los cortocircuitos de una familia que no toleraba al hijo homosexual, sus salidas y entradas al llamado clóset a medida que fueron pasando los años. La intriga, que sobrevuela aquí y a lo largo de toda la serie, persiste: ¿cómo hubiera sido para Fort crecer en otra época? El eje también está en el cuerpo de Fort, las cirugías, sus desmesuras en ese terreno.
Chocolate, el tercer capítulo, tiene como voces principales a los hijos de Fort, hoy adolescentes mayores de 18 años. Hablan de su vida después de haber sido hijos del Comandante y también del durante, de cómo crecieron rodeados de multitudes, entre la custodia, camarógrafos, técnicos y las personas que acompañaban a su padre en el reality show infinito en el que vivía. “No disfrutábamos de eso y se lo decíamos”, revelan. Pero también aparecen el cariño y la búsqueda actual de cada uno de ellos (Felipe vinculado con la empresa y con el mismo fanatismo por los autos que tuvo su padre; Marta intentando cantar y seguir una carrera artística).
También habla Eduardo, el hermano de Fort, quien de alguna manera siguió con la tradición y con la empresa. En su testimonio, además de contar algunas internas familiares, revela con dolor un episodio violento del que Ricardo fue víctima con apenas cinco años. Con los hijos del mediático como protagonistas, el cierre del episodio, entre la ensoñación y la animación de un videojuego, es a pura música.
El cuarto capítulo se llama Santo y, repleto de escenas desgarradoras alrededor de su salud y la palabra de Gustavo Martínez, se ocupa del final y del legado de Fort con un homenaje muy particular de sus seres queridos.
Trastienda y contradicciones
Creada por Patricio Álvarez Casado (productor, entre otras, de las películas El último Elvis y Animal) y realizada por la productora 20/20 Films, El comandante Fort cuenta con la participación de Juan José Becerra, Nicolás Miguelez y Tamara Tenenbaum, entre otros, en los guiones; con Tomás Balmaceda como asesor, y con Eddie Fitte en el rol de investigador periodístico.
El desafío de la producción a lo largo de los cuatro episodios pareciera haber estado en encontrar un equilibrio para narrar una historia sin caer en sensacionalismos, ni en lugares comunes. Una intersección entre todo lo que se vio durante los días de fama del mediático, lo que su familia permitió o quiso mostrar y lo que finalmente llegó a partir del hallazgo del diario íntimo de Fort.
“Lo que más nos interesaba era poder contar algo nuevo de una vida tan televisada que estuvo 24 horas por día, de lunes a domingo, en la pantalla. Y esa caja de Pandora que fuimos abriendo generó una versión de él que ni nosotros conocíamos, una especie de Ricardo nuevo”, señaló Eddie Fitte en una entrevista reciente con la agencia Télam.
“Nos esforzamos por tratar de entender qué es lo que sentía y aparecieron conflictos familiares, la lucha por la identidad sexual, la necesidad de afecto y reconocimiento, que son problemas que tienen todas las personas”, apuntó por su parte el realizador Álvarez Casado y agregó: “Su atractivo es que era un mal millonario, alguien que no hacía más fortuna, que la gastaba en él, que es el deseo de cualquier persona y generalmente que no lo pueden hacer los millonarios. Ese lado de mal millonario, irreverente y contradictorio me parece atractivo para cualquier audiencia”.
“Su forma de vivir representaba una especie de revancha; de hacer lo que quería después de haberse sentido reprimido por la mirada de los demás durante años y decir ‘soy todopoderoso’”, concluyó Fitte.
¿Quién fue? ¿De dónde salió? ¿Adónde iba? ¿Habrá llegado? se pregunta la serie y el eco insiste, a casi diez años de la muerte de Fort. En cada meme, en cada una de sus frases icónicas (“Yo no manejo el rating, yo manejo un Rolls Royce” o “¡Basta chicos!”), en cada producto de merchandising con su cara, en cada reproducción de sus videos podría esbozarse alguna pista.
Los cuatro episodios de la serie documental El comandante Fort están disponibles desde este 25 de enero en la plataforma Star+
AL/MG