Tamara Tenenbaum: “Cuando escribís una serie basada en tu vida, lo único importante es que estés dispuesto a ser un esclavo de la historia que contás”
Acaba de lanzarse El fin del amor, la serie de Prime Video basada en su best seller y protagonizada por Lali Espósito en la piel de la propia Tenenbaum. En este entrevista, la autora habla del proceso de adaptación del libro –tarea que compartió con Érika Halvorsen–, de cómo pensar los vínculos sexoafectivos desde Buenos Aires para el mundo y de qué cambió entre que escribió su ensayo autobiográfico y esta nueva obra.
En esta misma semana, Tamara Tenenbaum entrevistó a la académica y activista inglesa Sarah Ahmed, de quien tradujo sus libros editados en español –el último es ¡Denuncia!–, se internó dos días en el hotel Hyatt para atender a la prensa por el lanzamiento de la serie que coescribió y que está basada en su best seller El fin del amor, celebró su lanzamiento en un evento a todo trapo protagonizado por ella, Lali Espósito –protagonista de la serie– y Érika Halvorsen –coguionista y showrunner– y con pocas horas de sueño, aterrizó en las aulas de la Universidad Nacional de Artes, donde da clases todas las semanas. Esa misma noche se hizo su selfie ritual en el camarín del Metropolitan Sura, teatro en el que todos los jueves Violeta Urtizberea se pone en el cuerpo de una niñera hiperexpresiva para impregnar de colores y olores la obra que escribió Tamara, Una casa llena de agua, y que va por su segunda temporada. Esos contrastes, entre el mainstream audiovisual y los cenáculos intelectuales, entre el teatro comercial y la universidad pública, forman parte de su ADN como persona y como personaje público, también de su ADN como feminista: una que nada genuina y cómodamente entre Lali Espósito y Sara Ahmed.
El fin del amor: querer y coger en el Siglo XXI, su ensayo autobiográfico publicado en 2019 y convertido en un best seller internacional, acaba de estrenarse como serie de Prime Video (la plataforma on demand de Amazon) y logra mantener esa multiplicidad. Es más: la diversidad de las locaciones y de los vínculos que vienen con ellas es una parte fundamental de su propuesta artística: el bachillerato trans Mocha Celis, con sus carteles y sus pupitres, una radio que imaginamos popular, el templo de Paso, la universidad, el interior de departamentos de clase media y otros cuantos etcéteras. Una judía ortodoxa leyendo a Susy Shock, una travesti celebrando Pesaj y sintiendo el reconocimiento y la aceptación de su identidad de género y religiosa. La identidad como una autopercepción, sí, pero especialmente como una emergencia del vínculo con los otros: ese es, en definitiva, el gran tema de una serie adictiva e inteligente, enhebrada por capas de profundidad que van abriéndose, inesperadas, con sus diálogos brillantes y filosos y su capacidad de contar algo del zeitgeist contemporáneo para las Girls monotributistas de una gran ciudad latinoamericana.
Lali interpreta con frescura y encanto a Tamara Tenenbaum, una celebridad feminista incipiente, que conserva a sus amigas de siempre pero incorporó contactos y “amigos que sirven”, cuyas columnas son citadas en conversaciones entre jóvenes como una gran referente pero a la vez no sabe cómo pedir un aumento por esas columnas. Ella observa y también participa de los vínculos afectivos de nuestra era, a los que procesa en sus columnas, en su terapia, en sus peleas, en sus audios de WhatsApp. Y son ellos –los vínculos familiares, amistosos, amorosos, laborales, sexuales, y todo eso junto– los que van encadenando la tensión de la trama a lo largo de los capítulos.
¿Tenías referencias o una idea en la cabeza de cómo transmutar un ensayo autobiográfico en una ficción o empezaste de cero?
No tenía una referencia de eso, sí tenía una idea en la cabeza de que para mi siempre en una adaptación lo único que importa es la nueva obra. No tengo ninguna idea de fidelidad. En una novela tampoco. En la cabeza tenía que el único valor era la obra nueva.
Escribís sobre los vínculos desde Argentina, con las especificidades que tiene, ¿cuál es el desafío de hacer algo para público global por medio de una plataforma como Prime Video?
Hay algo muy particular del Cono Sur –Argentina, Uruguay y Chile–, lugares que son culturalmente bastante distintos del resto de América Latina y también distintos de Europa. Con la plataforma había muchísima conversación y yo valoro muchísimo que honestamente siempre en las cuestiones que para mí eran importantes a este respecto nos apoyaron. Esto de Tamara y su profesión, por ejemplo, que es profesora universitaria. Para ellos, un personaje que es profesora universitaria es profesora universitaria y vive de eso. Y acá prácticamente no hay nadie así. Acá todo el mundo es “profesor taxi”, “periodista taxi” y a ellos eso narrativamente les parecía complicado. Y es verdad: es complicado en muchos sentidos. Se multiplican las locaciones, hace que para gente en otros lugares quede confuso. Pero yo confiaba en que el relato iba a hacer que no fuera confuso, porque vos la ves a Tamara yendo de un lugar a otro y ya está. Entrás. Después otra cosa en relación con los vínculos que tiene el Cono Sur es que es mucho menos católico que otros lugares en América Latina pero con una precariedad económica mucho mayor que la de Europa. Eso genera unos vínculos particulares que en la serie se ven, que es como una mezcla de flexibilidad pero con la “familia unida”. Eso para mi era importante que se viera. En un capítulo, que termina en un bar bailando, Tamara en un momento tiene una conversación con el papá de su amiga Juana. La gente de Prime Video nos preguntaba: “¿pero por qué el papá de Juana llama a Tamara? ¿dónde hay esa confianza? Nunca los vimos vincularse”… Bueno, esto es verosímil en Argentina, uno a veces tiene un vínculo con los padres de los amigos, es parte de cómo funcionamos. Acá nadie se lo va a preguntar y me gusta eso. Hubo mucha conversación y yo agradezco muchísimo que pudimos dejar todo lo que para mi era importante: no se explica qué son las expensas, no se explica qué es terminar la universidad y por qué hay gente que no la termina…
Cuando tu libro fue saliendo en distintos países hispanohablantes, ¿viste que había cosas que les llamaban también la atención sobre tu observación de los vínculos y los mandatos desde Buenos Aires?
A mi me sorprendió mucho eso del libro, lo bien que se recibió en países como España o México. Me sorprende también por lo judío, que es totalmente ajeno. Y eso fue todo un debate porque la gente no identifica el judaísmo con América Latina, y encima ese judaísmo ortodoxo, no sólo el judaísmo tipo Woody Allen. Y lo que me di cuenta con el libro es que a la gente le produce curiosidad, y eso es algo para pensar de los espectadores. Hay un prejuicio de que a los espectadores o lectores le tienen rechazo a lo que no conocen, que si no lo conocen no va a pegar. Pero yo siempre pongo el mismo ejemplo: la edición española de mi libro sale con “follar” en la tapa pero todo el interior dice “coger” y no conozco a nadie en España a quien eso le haga ruido, ni me lo pusieron en Twitter. De verdad no fue un issue en ningún momento. Entonces me parece que quizás hay algo de las nuevas generaciones. Uno está acostumbrado a que los españoles ven el cine doblado, pero no sé si es el público español de hoy en día. Lo mismo con el público mexicano, no sé si están tan cerrados a escuchar o leer cosas argentinas como alguien podría pensar.
O sea que de algún modo discutís eso del “sesgo de confirmación” que dice que los espectadores buscan confirmar lo que ya piensan… ¿Los espectadores tienen un “sesgo de curiosidad”?
Creo que el espectador joven mira las cosas con el teléfono en la mano, y eso tiene un downside, que es la concentración, obvio, pero tiene un upside que es Google. Las cosas que la gente no sabe las googlea. Unorthodox, fue una referencia para mi: cuando salió ya estábamos desarrollando la serie, escribiendo el capítulo 3 o el 4, y a mi me sirvió mucho para entender las cosas que no teníamos que explicar. Yo después lo que hice fue investigar lo que la gente hacía con Unorthodox, y vi que la gente preguntaba cosas, aparecían otros respondiéndoles. Entonces la experiencia de ver algo tiene mucho que ver con eso, a la gente le gusta después meterse a buscar cosas en internet.
¿Cómo te llevás con transitar espacios tan disímiles como una universidad pública y una corporación como Amazon?
A mí me encanta mi vida así. Hay cosas que me cuestan un montón, pero también sé que hay que hacerlo. Sobre todo me di cuenta con el audiovisual. Las series, si querés hacerla así como esta que está muy bonita, son caras. Hay medios y hay fines. Y siempre lo entendí eso. Del mismo modo que me pasaba en la universidad, creo que mi tema es que al final no me siento del todo cómoda en ninguna parte. Me pasaba en la reunión de cátedra, sintiendo que estábamos perdiendo un montón de tiempo hablando de cosas que podíamos hablar por mail sencillamente para darle solemnidad a la tarea que estábamos acometiendo. Me volvía loca. En todos los lugares me pongo nerviosa. Eso se termina traduciendo en estar cómoda en todos lados, para no quedarse nunca en ninguna parte. Creo que en el personaje se ve, que nunca se queda en ningún lado. Pasar por muchos lugares también tiene que ver con eso: con no quedarse en ninguna parte.
¿Cómo trabajaron con Lali Espósito para que, siendo una celebridad a la que estamos acostumbrados a ver en esos terrenos, pueda interpretar a este personaje que va al Mocha Celis o al templo de Paso y ser verosímil?
Fue una charla constante, yo a ella le agradezco mucho la curiosidad. Ella se acercó al personaje desde ese lugar. Porque ella es así, cuando llegamos a Puan a filmar, estaba “el pino de Puan” (un árbol en el patio) y ella en un momento se acerca y me dice “che todo el mundo me dice que este pino es famoso, no estoy entendiendo bien por qué, pero contame”. No hay ninguna explicación, no sé, alguna vez se casó gente, la gente fuma porro. Es algo que para nosotros significa mucho porque le tenemos cariño, como para vos la cancha de Huracán, pero bueno ése es nuestro pino. Lo que quiero decir es que ella se acerca a los lugares con esa curiosidad y así lo hace con todo. Ella como persona te facilita mucho tratar con ella como figura. Lo dice todo el mundo porque es verdad. Y después con respecto a ella como estrella, pasa lo mismo que con las grandes estrellas de Hollywood y en el star system de siempre: vos también tenes que ver a Angelina Jolie haciendo de cajera de supermercado, y es un poco bizarro. Hay algo con las estrellas que va más allá. Lali tiene lo que tienen otras estrellas de Hollywood. Y hay que acostumbrarse también a que la actuación no es que te olvides de que es Lali Espósito, no es eso, es que entres en la historia y no estés pensando en ella todo el tiempo, pero es obvio que eso está presente y es parte de lo que gusta, su carisma. Ella le suma al personaje. Y otra cosa que me pasa y esto queda casi narcisista, pero yo me identifico con Lali, no es una persona con la que no me entiendo. Es una piba que es elocuente, está en mil cosas, le gusta controlarlo todo, le gusta que las cosas estén hechas de una manera. Hay actrices que no tienen esa personalidad, hay actrices a las que no me las puedo imaginar diciendo esos textos porque tienen otra personalidad y hay algo del empuje de ella que a mí me representa y me siento muy cómoda con ellas diciendo esas cosas. Creo que también el cambio de look la fue ayudando mucho para ponerse en ese lugar.
Escribís sobre vos y sobre otros, diseñaste un personaje que sos vos en clave ficción, ¿cuál es el grado de disociación que necesitas para hacer algo así?
Para mi lo que necesitas siempre es estar completamente en función de lo que estás trabajando. Hay peleas familiares que son bastante densas de mostrar para mi. Agradezco que mis hermanas ya vieron la serie y todavía me hablan, me quedé tranquila, porque soy bastante dura en algunos momentos. Conmigo también. Pero por suerte mis hermanas tienen la misma forma de pensar que yo: yo sabía que ellas se iban a dar cuenta de que Tamara en las peleas siempre es la peor, la que menos razón tiene. Para mi era importante que ellas se dieran cuenta de eso. Dicho lo cual, si yo hubiera tenido miedo de incluir eso, perdía un montón. Porque son momentos re divertidos y son muy genuinos, que te hablan de la argentinidad, de quien te está pasando plata, pagando el alquiler, que es re importante. Pero bueno si yo me quería cuidar a mí misma lo hubiera dejado afuera. Y a la vez la mayoría de las cosas de mi vida no son interesantes. Si yo lo tuviera que escribir porque es lo que pasa en mi vida, es un embole. Entonces lo único importante es que vos estés dispuesto a ser un esclavo de la historia que estás contando. Y después bancarte las consecuencias que vengan, emocionales, vinculares, lo que sea. Lo único que sirve es ser esclavo de lo que querés que pase, el resto tramitarlo en terapia.
También, una parte de vos sabías que tu familia te banca, y escribiste desde ahí…
Obvio, por supuesto, también lo puedo hacer por eso, porque yo sé que mi mamá y mis hermanas aplauden todo lo que yo hago. Yo supongo que una persona que no tiene ese vínculo con su familia no puede hacerlo con la misma impunidad. Yo sabía que todo el mundo me banca a pesar de que yo no pido permiso, ni siquiera pido perdón, no hago ninguna de las dos cosas y la gente igual me sigue hablando. Tenía esa confianza.
Me pareció que en la serie aparece la toxicidad que tienen algunos vínculos más contemporáneos, más allá del matrimonio o las parejas tradicionales, algo que no necesariamente está en el libro: ¿Qué cambió en tu observación sobre los vínculos entre que escribiste el libro y escribiste su adaptación audiovisual?
Creo que en los últimos años lo que pasó es ver la realidad de esos vínculos que antes eran conversaciones que teníamos. Y ahora conozco muchísima gente en vínculos poliamorosos, en triejas o en vínculos abiertos de todo tipo y entonces la idealización de eso también se cayó. No solo para mi sino a nivel generacional: creo que una cosa que cambió es que de verdad lo probamos y nos dimos cuenta de que era igual de difícil. No significa que uno vaya a volver a otra cosa. Nos dimos cuenta de que lo difícil no es solamente el formato, lo difícil es vincularse y ser buena gente. En ese sentido me parecía que era algo importante de reflejar en la serie y también es algo que me da miedo de la recepción: que me digan que estigmatizo a las lesbianas, por ejemplo, por cómo son los personajes de la serie. Es una trampa, no todas las lesbianas son tóxicas, tampoco son todas buenas. O el tema de cómo son interpretados los gays: ¿la gente quiere que los personajes gays sean agradables? Yo siento que no, pero entiendo que hay mucha gente que piensa que los personajes gays tienen que ser agradables…
También ese lugar más mainstream que adquirió el feminismo entre la publicación del libro y esta serie. La serie recoge eso con algunos comentarios más críticos sobre “las feministas”...
Totalmente. La serie responde al momento actual en el que estamos de la discusión feminista que implica también ser críticas de nuestros propios discursos y prácticas feministas y reconocer las miserias que podemos tener ahí. A mi me parece que está buenísimo esto. También entiendo que pueda ser criticado. Entiendo si alguien me dice “no hay tantas series con contenidos y personajes feministas, ¿tiene que ser tan conchuda con las otras feministas?” Y bueno, yo no me voy a bancar la responsabilidad de la representación, nunca lo he hecho y no me interesa: no cuando estoy haciendo ficción.
La serie trabaja con el cuestionamiento a ciertos vínculos y mandatos, pero no parece haber una puesta en cuestión de ciertos estándares de belleza “televisivos” de las actrices en general. ¿Fue eso una discusión?
Fue una discusión. Creo que hay personajes que representan otra cosa por fuera de la hegemonía pero no me gusta nombrar y señalar. Hay muchas chicas flacas, estamos de acuerdo, no todas. Participé en el casting y fue una conversación pero aprendí que los casting son procesos re complejos. Igual puede ser, supimos que se podía ver de esa manera, pero honestamente esas son las actrices que más nos gustaron para los personajes que teníamos y no hubo una decisión de decir “esta no porque es muy flaca”. Una tiene en mente una cosa y cuando hacés el casting están las actrices que están y tenés que tomar decisiones por las actrices que más te gustan y son decisiones complejas. Eso hace muy difícil el tema del cupo en las ficciones. Es algo que aprendí y tengo ganas de seguir pensando, es una respuesta provisoria la que te doy.
NS
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